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Verdad.

¡Hola!...por favor, no me tiren tomatazos. Se que tardé mucho, demasiado, pero aquí esta un nuevo capítulo y tengo dos más en proceso( Sábado o Domingo)

Antes de despedirme quiero contarle que esta historia obtuvo un Niké de Plata; la reseña que me hicieron de ella casi me hace llorar.

Gracias por su apoyo y constancia.

Dedico este capitulo a LilianaAguledo9.



Ahren no podría expresar el alivio que sintió al ver a Haro delante suyo. Se lo veía fuerte e imponente en su aspecto de lobo, pero algunas manchas secas de sangre en su armadura, y la tensión de su mandíbula le decían que había sufrido; que aún estaba sufriendo.

Él se levantó de inmediato y caminó hasta Haro. Elle no lo detuvo, parecia estar demasiado ensimismada en ese duelo de miradas con su lobo, como para percatarse de su huida.

Se resguardó detrás de su formidable complexión, y le tomó de una mano. Sonrió al ver la enorme diferencia, en comparación la suya parecia la de un niño.

Haro se volteó a verlo fugazmente y le dedicó una sonrisa lobuna.

-¿Ella te lo hizo?-le preguntó mientras llevaba una mano a su maltratado cabello, seguro para confirmar lo que parecia evidente-.

-Si-respondió Ahren, asintiendo a la vez.

-No te preocupes mi amor, crecerá- le confortó enrollando su dedo alrededor de uno de sus mechones negros, para luego dejarlo caer al mismo tiempo que llevaba su mirada ámbar hacia la hechicera, para agregar con voz amenazante-Lo que no le crecerá a ella serán los miembros que tengo pensado arrancarle-.

Ahren sonrió detrás de él. No era partidario de la violencia, pero ella se lo merecía. Aunque en su interior aun temía por Haro, Elle había demostrado ser poderosa...rogaba que no tanto.

El lobo avanzó hacia la hechicera acelerando su paso conforme se acercaba. Ella levantó sus brazos y con las manos extendidas hacia el frente se preparó para atacarle con su magia.

Los dos estaban resueltos y airados, pero una fracción de segundo antes de que sus fuerzas colisionaran, se escuchó una orden gritada con voz potente.

-¡Elle!...¡detente!-.

Ahren se giró en una respuesta instintiva ante ese grito, y lo pudo ver avanzando hacia ellos. Era Dagor, quien parecia bullir en una palpitante ira que desembocaba en la brillantez furíca de sus ojos.

-Te dije que no te aparecieras, ni te inmiscuyeras...¿Porque maldita razón no obedeciste?-continuo él en un grito.

Haro también se detuvo en su ataque y lo miró. Elle estaba tiesa; su rostro una mascara de cólera frustrada.

- Solo quise cobrar una deuda-le dijo al fin en una apretada respuesta- El principito me debe...solo iba a lastimarlo, no a matarlo, no soy estúpida-.

Dagor caminó unos pasos más hacia ella antes de responderle.

-¿No? pues lo disimulas bien-.

La expresión de la hechicera fue aún más rígida.

Ahren miraba a uno y a otro cuando escuchó una nueva voz, y a su dueño entrando en el mismo salón con pasos firmes y apresurados.

Era Caleb, quien al mirarlo mutó su semblante desconcertado a uno de absoluto enojo. Aceleró su marcha hacia él, y al llegar asió el mismo mechón chamuscado que antes había tomado Haro.

-¿Quien te hizo esto?, ¿te hicieron algún otro daño?-le preguntó con preocupación, para luego mirar en dirección a los otros tres, quedándose estático al verla a ella.

-¿Elle?..¿que?...-murmuró azorado.

-Es una hechicera- el que contestó a su pregunta fue Haro- Lastimó a Ahren, también a mi...solo mira sus formas, es una sacerdotisa de Marok...creo que todo este tiempo te tuvo engañado-.

Ahren vio como la mirada azul de Caleb recorrió la figura de Elle; su rostro de pupilas purpuras, su cabello flotando en el aire dándole una imagen maligna, y por último su cola de escorpión, que no dejaba de moverse frenética, seguramente por su estado de alteración.

-¿Que eres?- le inquirió en un murmullo tenso.

Los ojos de Elle se cerraron por un segundo. Sus puños crispados denotaban la agitación que sentía. Podía percibirse su aflicción al verse descubierta por el hombre al quien decía amar.

Luego de unos segundos volvió a abrirlos y lo miró. Su postura se irguió orgullosa; elevó el mentón y entornó la mirada. Luego le contestó.

-Soy Elleion, sierva del poderoso Marok...su eremita y hechicera guerrera primigenia. Dagor es mi hermano. Mentí en todo Caleb...pero no en lo que siento por ti...eso es tan real y verdadero como el aire que estamos respirando-.

-E igual de toxico, contaminado y dañino-siseó Caleb. Su turbación era clara, su decepción también.

Negó con la cabeza, y quitó la vista de ella.

Hubo un intervalo de silencio.

Todos se miraban con recelo, atentos a quien movería la siguiente pieza en este engranaje de venganzas, mentiras, odios y ansias de poder desmesuradas.

-Caleb- fue Dagor quien rompió el mutismo, mirándolo fijamente-No haremos esto. No estamos aquí para cobrarnos afrentas...lo estamos por una sola razón; sellar un trato. O acaso debo recordarte que aún tengo a los tuyos bajo mi poder, que un solo hechizo susurrado de mi boca condenara a esos cientos de inocentes a una muerte dolorosa, y lenta, muy lenta. Refrena a tu lobo, y simplemente continuemos-.

Ahren oyó a Caleb, quien aún permanecía a su lado, darle una orden de espera a Haro. El lobo bufó con encono, pero se mantuvo en su sitio.

Dagor hizo algo similar, y Elle hizo un chasquido con los dedos que hizo aparecer un halo púrpura sobre Haro, el cual se quebró lanzando destellos irdiscentes en el aire; el hechizo que lo hería estaba roto; la distensión en la antes apretada expresión de el lobo rojo daba evidencia de ello.

-¿Continuamos?-preguntó el eremita, paseando su mirada de él, a Caleb, a Haro, y por último, y con mas dureza a Elle.

Ahren asintió, y Caleb viéndolo tambien lo hizo. Él sabia que debía esperar el momento justo para liberar en contra del hechicero el Zaitale que cargaba dentro suyo. Debía ser paciente y mesurado; un solo error podía costarles todo.

Dagor avanzó despacio, hasta ponerse frente a él; al llegar extendió sus manos con las palmas abiertas, en un mudo gesto le pedía que le extendiera las suyas. Ahren lo hizo, y el hechicero al tomarlas las volteó dejando sus palmas arriba y cada dedo pulgar suyo a la altura de sus muñecas. Dagor sopló suavemente, y de su boca fluyó un danzante hilo negro que zigzagueando descendió hasta posarse en sus muñecas.

La respiración de Ahren se agitó al comprender, y logro respirar profundo antes de sentir el ardor que le produjo aquel hilo al seccionar esa zona; la sangre comenzó a fluir, ligera y roja.De reojo Ahren atisbó la expresión ansiosa de los dos hombres que juraban amarlo, uno a su derecha y otro a su izquierda, no se perdían uno solo de los movimientos de su adversario.

Sintió algo de mareo, pero logró mantenerse estable.Su sangre caía pero no tocaba el suelo, se mantenía flotando, formando dos pequeñas cantidades que parecían ser sostenidas por un cuenco invisible.

-Ya es suficiente- murmuró Caleb-.

Dagor elevó su mirada de aquel sangriento proceso y la llevó a los ojos azules del capitán.

-Solo un poco más-fue su única respuesta-.

Y así sucedió. De la herida brotó un poco más de aquel liquido vital, y luego esta se cerró. El hilo se alzó unos milímetros y volvió a hundirse en su delicada carne. Sin preverlo y ante el súbito dolor, Ahren lanzó un sorprendido grito.

Ahora el hilo zurcía aquella linea que hizo con puntadas amplias y dispares, como si la orden fuera dejar una costura evidente y desproporcionada. Le dolía mucho, pero él no iba a llorar; ya llegaría el tiempo de cobrarse los tormentos propios y los ajenos.

La sutura finalizó y aquel filamento mágico serpenteó un par de veces en el aire antes de volver a la boca de su amo.

Ahren dio un paso hacia atrás mientras apretaba sus antebrazos contra su vientre intentando en vano aplacar aquel ardoroso palpitar que irradiaban sus burdamente cerradas heridas.

Haro se acercó a él por detrás, uno de sus enormes brazos velludos lo rodeó protectoramente.

-Ya todo termino Dagor- intervino Caleb, dando unos pasos al frente-Cumple tu promesa; nosotros cumplimos la nuestra-.

El eremita cerró los ojos y decenas de sonidos metálicos retumbaron en aquel salón al unisono. Se oían demasiado cercanos para ser del exterior, y demasiado lejanos para producirse en el mismo cuarto.

Ahren supo de donde provenían, eran los fuertes cerrojos de las celdas de los prisioneros. Dagor cumplía con su parte.

Los cinco se observaron en un silencio que pronto se quebró con los murmullos y pisadas que venían acercándose; la puerta principal se abrió de par en par dejando entrar un viento recio.

Pasando de ellos, entre dudosos y emocionados, hombres mujeres y niños empezaron en inicio con pasos apresurados, y luego corriendo, a escapar del maldito castillo.

Caleb suspiró, no había una palabra que expresara su sentir mejor que eso.

-Ya pueden irse...no los detendré-anuncio el hechicero caminando hacia atrás lentamente. La mirada de Elle se fijo en al decir esto; su hermana parecia no estar de acuerdo.

Ahren titubeó, esperaba que allí, delante de ellos, Dagor recitara el hechizo para el cual en su propio cuerpo él tenia la contraposición.

Este pareció notar su duda pues instantáneamente agregó.

-No será ahora, ni aquí...así que ahórrate cualquier maniobra que se te venga a la cabeza pequeño príncipe...Se bien lo que portas en ti-.

Ahren maldijo por dentro, era claro lo que Dagor le estaba diciendo.

-¿Lo sabes?- le cuestionó, aunque entendía que sí. Había sido un tonto al subestimar sus poderes; él era un gran hechicero-¿Y aún así me dejas libre?-.

Dagor lo contempló con tal profundidad que Ahren sintió que escarbaba en su misma alma.

-¿Que ganaría yo con matarte?no eres una amenaza para mi-le contestó, y antes de que el pudiera refutar algo, continuó- Se que crees que si...Se que crees que el Zaitale que llevas en ti podrá anula mi Maitale...pero allí esta el meollo de este asunto...no despertare a Marok con un hechizo tan simple. Aquella información que te dio Caleb es errónea, yo procuré que fuera así, sabia que viniendo tú de una raza mágica buscarías la forma de neutralizarme en pleno ritual. Era tan predecible que podría haber apostado toda mi estrategia a ello...espera, si lo hice-.

El pesar y el pánico que comenzaron a inundar a Ahren fueron creciendo más y más a medida que iba comprendiendo.

Todo fue un engaño y él siguió el recorrido exacto de esa farsa, ahora Dagor tenia la ventaja, pero ¿que hechizo mayor a el Maitale utilizaría?...solo que...no, no ¡Por las diosas sagradas, no!

-No te atreverías...- musito ahitó de incredulidad-.

Dagor rió, primero despacio, luego más y más fuerte, hasta que su risa burlona retumbo haciendo eco en aquel salón en penumbras al cual nunca debieron entrar.

Cuando la risa se le apagó, el eremita seguía sonriendo ampliamente.

-No seria servidor de la oscuridad sino hubiera en mi atrevimiento Ahren-respondió a su comentario-El Necrominus sera invocado ¿aún piensas que pueden detenerme?-.

Ahren sabia bien la respuesta, no.No había un conjuro que lo neutralizara, pues este estaba formado del origen mismo de la materia mística, engendrado en el seno de la magia negra.

Sintió que desfallecía, que la esperanza se moria en sus manos como una frágil avecilla atrapada en una devastadora tormenta.

-¿Para que mi sangre entonces?-le inquirió Ahren, sin terminar de comprender-No es necesaria la sangre para ese mal habido ritual-.

Dagor volvio a reír un poco, luego exhaló como preparándose para una gran revelación.

-Dices bien Ahren...el Necrominus no necesita sangre para ser conjurado, esta construido de magia, y solo la magia puede desatarlo. La mía es poderosa, pero no tanto como para darle vida, por eso me llevo años encontrar un conductor y una esencia que si lo fuera. Como ya entenderás, tu sangre real es el conductor, y la esencia, es la magia de miles de ancestros antes que tú, que vive en ella.

Ahren frunció el ceño, su incomprensión aun prevalecía. Si bien era verdad que la magia transitaba por su venas al ser un descendiente de la realeza élfica, tambien lo era que esta estaba diluida, dividida al ser hijo de una attar común y corriente.

-Ni siquiera soy enteramente un elfo¿o acaso se te olvidó ese pequeño detalle?-le increpó con la confusión tiñendo su mirada.

-Nada se me olvida ni se me escapa príncipe, tú eres el que desconoce las verdades...pues en ti están unidas las dos estirpes mas importantes en cuanto a magia se refiere, la luminosa e inagotable magia de los elfos blancos, la salvaje y elemental magia de los elfos negros-.

Ahren se quedó de una pieza, ¿que locura estaba diciéndole Dagor?¿porque articulaba tales mentiras?

- Mi padre es el gran Ishtar, soberano de los siete reinos elficos en la segunda región...y mi madre...-decía, pero el eremita lo interrumpió en ese tramo-.

-Es una élfa oscura. Es más, es una que conoces. Te mintieron toda tu vida Ahren, te engañaron con falacias solo para ocultar sus vergüenzas-.

Ahren se quedo en silencio. La seguridad con la que Dagor hablaba lo tenia atónito.

No podía ser verdad, era imposible.

-¿No me crees?...era de esperarse,¿quieres saber quien es?no me molestaría mostrarte-le ofreció Dagor.

Le seguia pareciendo una locura, pero por alguna razón no pudo negarse.

Dagor giró su cabeza y le hizo un gesto a su hermana que veía la reciente escena con una diversión obvia.

-Ya se, quieres que le muestre-entendió ella mirando a el hechicero con complicidad-Me pides que le muestre al elfo una verdad que podría destrozar su frágil corazón- ironizó ella antes de extender una mano hacia arriba- Con todo el placer del mundo-.

De la mano de Elle surgió una ventisca que alzándose sobre sus cabezas formó un pequeño torbellino que dejaba ver en su interior lo que parecia un espejo. En el comenzaron a formarse imágenes que fueron clarificándose; eran las simaritas...y antes de verla, Ahren lo supo.

Thalia pulía un escudo mientras cantaba una nana en una derivacion ya extinta del elfo antiguo.

Esta revelación podía ser solo un juego cruel de Dagor para alcanzar algún oculto propósito. Podía ser tanto engaño, como mentira, pero algo en su interior...lo creía, en simplicidad, sin evidencias.

¡Diosas benditas!

Haro reforzó su tierno abrazo y él lo agradeció, necesitaría como nunca antes de su posesivo amor para hacerle frente a lo que estaba por vivir.

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