Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Navegando en medio de la tormenta.



Ahren se había negado a probar bocado alguno. Su cautividad ya había cumplido un día, y esta situación ya le era insostenible.

Un quinceañero de baja estatura, cabello castaño rizado y grandes ojos azules se asomó por la puerta con una bandeja de algo que parecía un intento de cena; lonjas de cerdo secas y un cuenco con guisantes negros era su contenido.

El príncipe hizo una mueca de desagrado y se volteó mirando hacia otro lado.

-M-mi Señor-tartamudeó un poco el aprendiz-Debería comer...por lo que sé tenemos un largo viaje, y afectará su salud no alimentarse adecuadamente.

A su pesar, Ahren sonrió. El joven marino había sido agradable y muy educado en su trato para con él todas y cada uno de las veces que se presentó para traerle de comer.

-Agradezco tu buena disposición conmigo...pero igualmente no comeré -le informo él con otra pequeña sonrisa.

-Es un placer para mi servirle príncipe-le respondió este con una ligera venia, después de la cual se marchó llevándose con él la bandeja.

Ahren suspiró y se sumió de nuevo en sus pensamientos. Poco después estos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose de nuevo.

Miró en dirección al umbral, encontrándose con la imponente figura del Capitán Barat. Sus iris grisáceos lo recorrieron de pies a cabeza. Era alto y musculoso, de cabello rubio que alcanzaba el inicio de sus hombros. Unos ojos celestes brillaban en su tez tostada por el sol. Apuesto y seguro de sí mismo, así lo describiría.

-Me dice Heirin, el aprendiz que te trae los alimentos, que no has comido nada...¿Qué te sucede?¿Acaso nuestros alimentos no son dignos para alguien de tu alcurnia?-le cuestionó el enorme rubio con las manos apoyadas en la cadera.

Ahren lo miró algo despectivo, y de esa manera le respondió.

-Ser retenido en contra de mi voluntad me quita el apetito.

El Capitán le sonrió y se acercó a él lentamente, hasta sentarse en la esquina de la pequeña cama en la que él estaba sentado en una esquina sujetando con los brazos las rodillas.

-Ahren-suspiró-Debo llevarte en buen estado, estaremos unos cuantos días en alta mar, sino comes te debilitarás...no quiero llevarles un saco de huesos en vez de al majestuoso príncipe al que esperan...vamos come, no es una manjar, pero esta bastante bueno.

Ahren lo observó frente a él y pensó en lo mucho que distaba su imagen de lo que el evocaría como un pirata.Sus expresivos ojos expresaban algo parecido a la bondad, y por lo que se reflejaba en ellos sumado a sus palabras amables, que fuera un temible bucanero se le hacia difícil de asimilar.

-¿Ya terminaste?-le respondió luego de un segundo de observación-No, no comeré, y no puedes obligarme.

Caleb, como le dijo se llamaba, negó con la cabeza y luego se acercó un poco mas a él en la cama, buscando encontrar con sus ojos los suyos.

-Mírame...tu postura es absurda, vas a enfermarte...-decía y él lo interrumpió.

-¡Y que importancia tiene eso! Me llevas donde mis enemigos quieren asesinarme, ¿Y te preocupas porque me enferme?¡Tú eres el falto de lógica! ¡Vete y déjame en paz!

Ahren se giraba hacia al pared cuando un mano fuerte lo sujetó del brazo obligándolo con un solo movimiento a voltearse.

-Escúchame, ya déjate de niñerías...¡Compórtate como el hombre que eres! Comerás o voy a obligarte a hacerlo-lo amenazó, sujetándolo ahora con ambos brazos.

Esta amenaza no acobardó a Ahren, quien inclinando su cabeza velozmente lo mordió con todas sus fuerzas en una de sus gruesos brazos; haciéndolo lanzar un gruñido y soltarlo.

-Nadie me obliga a nada-le aseguró él, al verlo frotarse el brazo que tenia la huella de sus dientes bien marcados.

-¿Qué de...?¡Criatura del Infierno! Debería...-dejó en el aire, en una enojado tono que entrecortaba sus palabras.

Se miraron por un momento, y el príncipe temió haber ido muy lejos por la pose tensa y los puños apretados de su secuestrador, pero poco a poco notó que cerraba los ojos y respiraba profundo, logrando así dominarse.

-¡Deberia darte una buena paliza por esto!-dijo elevando la voz-Pero no lo haré,.esta vez. Prometí cuidarte y pienso hacerlo, pero si vuelves a intentar algo como eso...-le advirtió en un tono apretado dejando la inminente advertencia flotando entre los dos.

El príncipe solo encogió los hombros y miró hacia otro lado, por lo cual Caleb salió del pequeño camarote dando un portazo.









Caleb llegó a la cubierta resoplando fastidiado. Ese maldito chiquillo elfo había logrado sacarlo de quicio. Fue hasta su maestre el cual con el catalejo en mano observaba a la distancia. Él mismo agudizó la vista para enfocarla en el mismo punto, y pudo notar lo que lo tenia tan preocupado.

-Es grande, ¿No es verdad?-le preguntó con cierta desazón.

Su segundo al mando bajo el artefacto y asintió mirándolo, antes de confirmarlo con sus palabras.

-Muy grande. Se ve tan negra y violenta como la misma muerte.

-¿No crées que podamos rodearla?-le preguntó Caleb, depositando como siempresu entera confianza en su maestre, quien había surcado los mares toda su vida.

-Ya es tarde para eso, Capitán. Habrá que prepararse-concluyó.

-Da la orden, entonces. Reforcemos a la dama-le ordenó Caleb, palmeándolo en el hombro.

-¡A toda prisa señores! El maldito viento del sur se quiere follar a nuestra dama, pero no lo permitiremos. Le mantendremos las piernas bien cerradas-gritó Bering a la tripulación, quienes entendiendo en el acto la referencia se dispusieron a reforzar al Quimera.

Los tambores y cajones fueron amarrados, y la vela izada conforme el viento comenzaba a golpear la nave cada vez con mas ímpetu; igual en furor que las olas que comenzaban a golpear contra ella.

Todo lo movible en el drakkar fue sujeto, menos los tripulantes que tambaleantes ocupaban sus lugares esperando la cada vez mas cercana tormenta. Y esta llegó con la ferocidad esperada, desparramando a los marinos que intentaban contener sus embates en medio de los baldazos de agua marina, y los azotes contra la mampostería.

Caleb estaba al timón, intentando controlar su nave en medio de aquella vorágine. El tiempo pasaba y está no amainaba, tuvieron que transcurrir un par de horas en aquel combate en contra de las desatadas fuerzas de la naturaleza para verla apaciguarse de a poco, saliendo en parte victoriosos tanto por experiencia como por suerte.

Agotados les llegó la noche. El tiempo aún era malo, pero lo peor ya había quedado atrás. Caleb acompaño a Bering para el recuento de daños, entre los cuales el más grave fue el de una vida, un joven marino que golpeándose con una viga cayo inconsciente al agua, sin que pudieran rescatarlo en medio del caos. Lo demás, solo eran daños materiales que no revestían mayor importancia. El capitán, dejando de lado su rango como siempre hacia, y por lo cual era amado y respetado por sus hombres, trabajó codo a codo con ellos para reparar lo mas urgente, lo cual lo tuvo ocupado por un buen tiempo.

Luego de esto descendió a su camarote y tomó una de sus camisas, y junto a esta una vasija con agua limpia y un paño. Pasó por la cocina donde una amoratado Señor Kired preparaba sopa a los congelados y maltratados marinos que se iban acercando.Él, con un diestro equilibrio se llevó uno de esos cuencos humeantes junto a todo lo demás. Con todo en sus manos y parte del brazo, caminó por la empapada cubierta hasta llegar al final de esta y allí descendió.

Cuando llego allí, recordó que estaba con llave y maldijo en voz baja. Dejó todo lo que portaba en el suelo y abrió, para luego volver a tomarlo y entrar.

Al traspasar la puerta de madera un olor ácido y avinagrado le dio la bienvenida. Conocía bien esa fragancia, ningún marinero la desconocía. En la cama, el autor de ese aroma se sujetaba el estomago mientras a sus pies, y en parte en su chaqueta y camisa, estaba el casi inexistente contenido de su estomago que había vomitado tras la agitación anterior.

Suspirando se acerco a él, quien al verlo abrió los ojos pero no hizo movimiento alguno ni dijo una palabra.

-Voy a limpiarte, y te traje sopa, estarás bien. Fue una gran tormenta, pero ya pasó-le comunicó mientras se sentaba a su lado y lo ayudaba a sentarse.

Caleb le quitó la larga chaqueta sin que este se resistiera, y luego la camisa dejándola en donde había ensuciado el piso.Luego alcanzó el paño y el agua limpia, y se dispuso a limpiarlo.

Le limpió el rostro, que a esa distancia le pareció mas bello que antes, aun en ese estado, y después tomando con una mano su largo cabello y llevándolo hacia atrás, siguió con el cuello  y con parte del pecho. No lo miró a los ojos, aunque podía sentir bien su mirada y supo que no se resistía por hallarse tan descompuesto. Lo prefería, sería el colmo tener que ponerle una mordaza para poder adecentarlo.

Cuando casi concluyó, sus dedos rozaron su blanca piel por un instante escapándose del paño, y ante este tacto, lo sintió estremecerse.

Terminó y se giró para tomar su camisa. Cuando volvió a su lugar, Ahren lo estaba mirando con expresión extrañada.

-¿Como lo sabias?-le preguntó, señalándole la camisa que tenia en su manos.

-Uhm, no es la primera tormenta que cruzo, cuando era solo un aprendiz terminaba igual a ti, cubierto de vomito, con el estómago revuelto y la cabeza dando vueltas. En tu caso no me quejó, eres mas dócil así-le dijo con una ligera sonrisa.

Un tanto ruborizado, en su palidez mayor a la usual, el príncipe elfo asintió. Tomó la camisa que él le extendió y se la colocó en un solo movimiento.

-Te queda enorme-se rió Caleb-Tres tú podrían entrar tranquilamente en ella.

Ahren le sonrió por primera vez, y algo dentro de él se movilizó con ese pequeño gesto.

-Gracias, lamento lo de tu brazo-le dijo después, en un tono tan bajo como su mirada.

Caleb asintió y le colocó en sus manos el cuenco de sopa.

-Tómala, y trata de dormir un poco, no temas, ya todo está en calma. Mañana veré que limpien este cuarto.

Para su sorpresa el príncipe asintió y comenzó a beber el caldo.

Él se puso de pie y lo miró por un momento más antes de despedirse y salir del camarote.

Mientras caminaba hasta su propia habitación notó que los dedos le cosquilleaban rememorando la piel más suave que hubo tocado jamas. Se rió de tan insólito y absurdo pensamiento, pero este no lo dejó y es más, lo acompañó hasta que cerro los ojos; los cuales lo adentraron en el sueño con una sonrisa en los labios.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro