Espejismos.
Arriba, Karl Urban,quien interpretara a Dagor, o sea el eremita.
Lo había encontrado. Solo faltaban cinco días para la cita pactada, y aquel hallazgo casi al limite de ese tiempo le producía un gran alivio. Pero hallar el conjuro, que relegado al olvido, pues ya no se creía necesario preservándose solo en forma instructiva, era solo la mitad de la tarea. El Maitale, voz de muerte y vida, debía ser sustentado con sangre, y no con cualquiera, solo con la real, la que corría en las venas de los descendientes de los siete soberanos primeros. El Zaitale, su contraposición, fuente de Luz y tinieblas, necesitaba cierto poder para ser sostenido, pues era la naturaleza de ese conjuro y a través de el, fluía.
Y ese era el problema, en Ahren aún no se había activado el Sataylay, su magia élfica. Por esta razón no podía albergar en él el Zaitale, y mucho menos invocarlo. Pero eso no lo tomaba por sorpresa, pues conocía los rudimentos de esa magia,lo cual lo llevo a estar preparado para esto.
La puerta se abrió en la gran biblioteca del palacio. El general Laris entró en respuesta a su llamado. Se lo veía algo tenso. Ahren podía percibir que el ocultarle esa información tan delicada a su rey, provocaba que en su interior se librara una batalla personal, una que él esperaba que siguiera inclinándose a su favor, por el bien de todos los reinos.
-Mi príncipe-lo saludó Laris, con total propiedad-.
-General-le correspondió Ahren, y luego con una orden y un gesto, despidió a los eruditos que organizaban y custodiaban la biblioteca-Déjennos-Estos salieron de allí presurosos y sin hacer ningún comentario al respecto-.
-Lo hallé...Pero no puedo contenerlo...Necesito que me cubras con tu poder,creo que de esa manera podré lograrlo-le explicó Ahren, mientras Laris caminaba hacia él.
La Sataylay se había activado en Laris hacia ya un par de años, cuando aún era solo un Capitán. Aún en esos días su destreza y pericia en batalla dejaban azorados a sus superiores, pero en el momento en que su magia se hizo presente, le sumó a sus muchos dotes, una velocidad sobrenatural que lo convertía en un guerrero casi insuperable.
Y ahora en ese poder necesitaba guarnecerse Ahren.
-Solo dime que debo hacer-le dijo el rubio,sin titubeos, sin dudas, eso a él le agradaba mucho, aquel acatamiento sin reservas.
-Ponte a mis espaldas y rodéame con tus brazos, cuando eleve el conjuro, concéntrate en resguardarlo dentro mio-le explicó sencillamente. Laris asintió, y le sonrió quedamente. Era más que obvio que cumpliría aquella petición de muy buena gana.
Laris hizo como Ahren le pidió. El general lo superaba en altura y porte, por eso de soslayo podía ver su expresión concentrada en él, y podía sentir de a poco como su poder iba emigrando de su cuerpo al suyo, haciéndole cosquillear la piel en aquellos puntos donde sus contornos se unían.
Ahren alzó la voz conjurando aquellas palabras inmemoriales,las que habian aguardado en las sombras por miles de años.
-Galadh bereth fireb golodh tulus...edain tâl edhel hên brennil dis taok ül -comenzó él...lentamente, como si recitara una letanía piadosa.
Las letras y símbolos del pasado brillaron en tintes dorados, que se elevaban sobre las amarillentas hojas levitando sobre ellas con una mística aura luminosa.
Ahren se abstrajo en aquel vinculo, tanto con el del conjuro, como con el del poder que Laris le delegaba. Era potente, quizás demasiado para su poca experiencia y nulos poderes,pero no desistió por ello, continuó aunque comenzó a sentir que las piernas le flaqueaban, y que el corazón le palpitaba muy acelerado. Su boca se había secado a tal punto, que le costaba hilvanar los vocablos, pero aunque estos le dolían al brotar de su garganta, él no se detuvo.Diagonalmente podía ver que Laris se tensaba y fruncía el ceño, al ver como su estado desmejoraba rápidamente, por eso haciendo uso de toda su fortaleza, Ahren se irguió más en su postura alzando un poco mas la voz, empecinado en terminar con aquel ritual mágico.
Un ardor agudo se coló en su piel, parecia quemarse en vida. Sus ojos llorosos por el esfuerzo le dificultaban enfocar la vista, pero aún así proseguía sin descanso, sin pausa, sin tregua.
-Ahrem-le susurró Laris suavemente. En su voz se notaba su preocupación creciente.
Él negó sutilmente, no podía acallar sus temores con palabra alguna, pues de sus labios solo se repetía aquel perdido conjuro. Pero el general elfo pareció entender, apretó el abrazo alrededor de él, como recordándole que estaba allí, que no se hallaba solo.
Todo le dolía. Los músculos y tendones, la piel y los huesos. Aún la sangre que circulaba frenética por sus arterias, calentándole a tal grado la epidermis que las gruesas gotas de sudor que descendían por su frente, parecían evaporarse al instante al caer a sus manos.
Una última vez lo evocó antes de que la inconsciencia lo alcanzara, una última vez y el hechizo estuvo completo. En un segundo Ahren caía desfallecido en los brazos del otro elfo.
Le llevo algo de tiempo tener la fuerza necesaria para abrir los ojos. Oía lejana la voz de Laris llamándolo, pidiéndole que despertara con vehemencia. Cuando lo logró los ojos de oscuro celeste del guerrero lo miraban aliviados.
-Me asustaste mucho Ahren...¿Como te encuentras?-le preguntó mostrando su ansiedad algo mas aplacada.
-Lo logre-le dijo Ahren, lo que no respondia a su pregunta, pero era todo lo que llenaba su cabeza.
Lo había logrado. Mas a fuerza de voluntad, que por potencia mágica,pero eso no importaba, el Zaitale ahora residía en él...Ahren tenia dentro la esperanza.
Hicieron el viaje hasta sus drakkares con celeridad, no podían permitirse perder el tiempo. Caleb había logrado convencer a las Samaritas de unirseles, y junto a ellas habian abordado sus naves, y zarpado rápidamente. A través de los prismáticos podían atisbar a las flotas élficas cada vez mas cerca. Podrían arriesgarse a hacerles frente, teniendo el apoyo de sus nuevas aliadas, pero ellos tenían superioridad numérica y militar, no seria sensato, por eso, para el encono de Haro y la molestia de Varika, Caleb ordenó aumentar la velocidad...su única alternativa, seguir huyendo.
Ya caía la noche. Una estrellada y limpia, una que parecia no presagiar catástrofe alguna sobre las siete regiones, una que casi llamaba a la paz,pero Caleb sabia que aquella calma era la que precedía a la tormenta, pues al desembarcar en las tierras malditas, no solo deberian esperar la aparición de Ahren, sino tambien vérselas con sus perseguidores, los elfos, quienes parecían decididos a seguirlos hasta el fin del mundo para cobrar esa afrenta en nombre de su príncipe.
Cruzado de brazos, sintiendo la brisa marina en su rostro, Caleb meditaba profundamente,hasta que la sonora voz de Haro lo sacó de sus cavilaciones abruptamente.
-Caleb, he venido, en nombre mio y de mis hombres, a expresarte nuestra gratitud mas sincera- le dijo, y Caleb arqueó una ceja sin comprenderlo, por esto agregó-¡ Por los Simaritas!...Mujeres de suculenta belleza, poca delicadeza, y piernas siempre dispuestas a apaciguar nuestra soledad aceptándonos en sus cálidos refugios-.
Caleb solo se carcajeó, no podía creerse la desvergüenza de este individuo.
-Supongo que...de nada-le contestó cuando termino de reírse- Pero estamos prontos a la pelea, y no es bueno que tanta "calidez"los debilite-.
Haro rió. Una sonrisa muy suya, una sonrisa traviesa, y con ella le dio su respuesta.
-Somos Brom, amigo mio...el ...amor,nos fortalece-
Caleb iba a decirle que eso a lo que se refería, no se llamaba amor ,cuando imprevistamente apareció frente a ellos, alzándose entre las olas, un circulo rojo que chispeaba en toda su circunferencia.
Era un portal mágico, y un segundo antes de que se hiciera visible su figura a través de el, Caleb ya sabia de quien se trataba.
Era el eremita de nombre Dagor. Eso no anunciaba nada bueno para ellos.
-Capitán...mis saludos- le dijo este haciéndose ver claramente desde aquella brecha en el espacio-.
Era un hombre alto y fuerte. Con el oscuro cabello rapado a los lados, y una larga y delgada trenza cayéndole por la espalda. Sus oscuros ojos verdes, estaban enrojecidos por causa de la poderosa hechicería que maniobraba.
-Dagor-le correspondió él con aprensión, su repentina aparición le causaba desconcierto, y de ese sentimiento paso a otro en un instante, el nerviosismo, al notar que si pedía ver a Ahren... toda su estrategia se vendría a pique sin remedio.
- Solo restan cinco jornadas mas, para que llegue el gran día- inició el eremita-Supe de tu éxito en el rapto del príncipe elfo...una tarea difícil cabe agregar...y presumo que aquí lo traes, en tu drakkar, listo para ser parte del ritual que reposicionara el poder donde siempre debió estar, sobre el Oscuro Marok, y por supuesto sobre mi, su mas fiel súbdito-.
- Así es...Lo veras en donde acordamos, en cinco días más...y al dártelo me entregaras lo que acordamos, la libertad de mi gente, y la de la que has hecho tu prisionera personal, que como ese centenar de almas no lo merece-fue la respuesta de Caleb, tratando de sonar calmado-.
El eremita sonrió de lado, una expresion cínica que acompaño su respuesta.
-Caleb...ya deberías saberlo...haz recorrido el mundo...No hay inocentes, ni siquiera uno. Nuestros actos tienen consecuencias. Los Attarianos le dieron la espalda a mi señor,cuando este fue apresado por los seis primero reyes...-decía y él lo interrumpió.
- No intervenimos...El rey de nuestros antepasados no levanto su mano en contra del tuyo-.
-No-lo cortó Dagor- Pero tampoco evito su encierro. Por eso te repito, las consecuencias de nuestras decisiones nos alcanzan,lo hacen tarde o temprano-.
-No hay nada mas que tengamos que discutir Dagor, en el día antes señalado, allí estaremos-trato de despedirlo Caleb-.
-No tan rápido Capitán...Los rumores vuelan como las aves en busca del sur...Y los que a mi llegaron son tan inverosímiles que me cuesta creerlos, pero se que tú sosegaras mi espíritu...Dime Caleb ¿Aún tienes contigo al príncipe heredero del trono elfico?-.
Era la pregunta que temía escuchar.
Se quedo en silencio y miro a Haro, quien también lo miraba con pesar.
-Esta aquí-mintió- Eres un poderoso hechicero¿Acaso no percibes su presencia?-.
Dagor lo miró con intensidad y pareció concentrarse en intuir aquello.
-Lo hago-sentenció-Lo siento...pero, no me es prueba suficiente...Quiero verlo con mis propios ojos Caleb...Tráelo ante mi, y muestramelo-.
Caleb tragó grueso. No sabia que hacer,si el eremita se sabia engañado podía empezar a sesgar vidas solo por resentimiento, empezando por la de ella, casi era seguro que seria la primera.
Al pensarla apretó su colgante, aquella prenda que lo unía a un juramento.
Su mente trabajaba ansiosa y desesperada buscando una excusa, una forma, un escape de aquel brete. Solo se le ocurrió algo que le diera tiempo, llamar a su supuesto prisionero, y excusar su ausencia con algún pretexto, que dormía o que estaba indispuesto.
-Ahren-lo llamó en un grito, ganándose por esto una mirada extrañada del cambiaformas a su lado-.
Pero su expresión paso a ser una de incredulidad confusa, cuando una figura algo difusa en inicio, pero sin duda reconocible, se acercó lentamente hacia ellos.
Era Ahren, imposible, pero lo era.
Caleb y Haro lo miraron con la boca abierta.
El cabello tinto, los ojos de plata, su delgada y esbelta figura, su pose principesca, era una replica del heredero elfo sin lugar a dudas.
-Así que mentían -habló frente a ellos el eremita-Es bueno para ti, y es bueno para los tuyos. Serias demasiado estúpido si quisieras traicionarme...No te considero así, pero necesitaba cerciorarme... En cinco días Capitán...Concéntrate en no dar ningún paso en falso-.
Ni bien el circulo mágico se cerró, los dos respiraron aliviados.
-Es parte del Batiamen ¿No es verdad?-le dijo Haro, mirando con interés la silueta del príncipe.
-Debe serlo...me hubiera gustado saberlo con anticipación...que no solo dejaría su esencia, sino que al llamarlo tambien aparecería una representación suya-.
-Tienes razón-concordó Haro- De haberlo sabido lo hubiera llamado antes, a mi camarote en plena madrugada...hubiera sido una noche memorable-.
Caleb bufó y prefirió observar en detalle la representación tan nítida de Ahren.
Algo en verlo, aunque no fuera él realmente sino solo su imagen plasmada por artes mágicas, le trajo añoranza, deseos de volver a contemplar su expresion enojosa, y sus modos delicados.
Dejó caer ese pensamiento sobre otros tantos que llevaban el mismo nombre.
Seria una torre muy alta si seguia amontonándolos.
La replica comenzó a perder consistencia, y en solo unos segundos se desvaneció por completo.
-¡Ahren es increíble!...creo que ser un testigo tan directo de su ingenio, solo hace que me enamore más de él- declaró Haro con un suspiro, aún viendo en la dirección donde la imagen del príncipe ya se había disuelto.
-Pero anoche dijiste que me amabas-se escuchó una voz femenina y suave detrás suyo,la de una joven samarita, de las preferidas de Haro.
Unas cuantas guerreras se habían acercado al oír la exacerbada conversación
Caleb se rió al verlo en un aprieto, y Haro lo miró mal, y luego se giró para darle una respuesta .
-Y lo hago,no dudes de mi afecto... Pero sucede, mi dulce guerrera...que tengo un corazón muy grande-.
-Pero no tan grande como tu falta de vergüenza-le susurró Caleb al oído, abrazándolo por los hombros. Su corazón se había aquietado, y sentía un alivio extraordinario.
Haro le guiñó un ojo y luego entró al interior de la nave, llevando de la cintura a esa elfa que antes le había preguntado por la sinceridad de sus declaraciones amorosas.
Caleb se quedo un poco más afuera,aspirando el aire de mar,llenando de el sus pulmones.
Poco después tambien entró, se dirigió a su camarote. Se recostó en la cama sin dormirse, un pensamiento le bailoteaba en la mente, y él no tenia intenciones de resistirsele.
Se aclaró la garganta y susurró su nombre suavemente.
Se sintió algo estúpido por creer que se presentaría de nuevo, y solo por un llamado suyo, pero pronto supo que había estado en lo correcto, Ahren había ligado el hechizo a su persona,por eso su replica solo obedecía su voz. Lo vio venir hacia él, caminando como él lo hacia, casi mirándolo como él lo miraba, viéndose tan perfectamente bello como lo recordaba.
Caleb sabia que algo le estaba sucediendo con el príncipe elfo, pero no quería ponerle un nombre...temía que se llamara de esa manera que era imposible, pues ese apelativo ya lo ocupaba alguien.
Estaba muy confundido,pero tenia algo muy claro. Esa noche lo volvería a llamar cada vez que se desvaneciera,solo para disfrutar el placer de contemplarlo,esa seria...una noche muy larga.
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