Espacio en el corazón.
El camarote en el que estaba instalado guardaba poca semejanza con el que ocupó en el drakkar de quimera. Su artesanal hechura distaba ampliamente; igual que sus finos muebles, entre los que se destacaban un amplia cama de madera tallada, con un doncel del cual caían tules translúcidos, algunos arcones donde sus elfos habian depositado infinidad de enseres para él, una cómoda algo rustica de intrincados ornamentos, y un par de butacones tapizados en terciopelo. Aún con todo y la opulencia de este nuevo cuarto, él extrañaba la sencillez del anterior, o quizás solo era la nostalgia que le producía el haberse despedido de Caleb, y de ese amor que en proceso de germinación murió sin siquiera ver la luz del sol.
Ahren estaba enrollado dentro de los cálidos edredones de su cama. Sentía un desgano que mermaba el deseo de hacer cualquier tipo de actividad. Pensaba en Caleb, en Laris, en Tayla, en sus padres, en Dagor, en su lobo, en todos...sucedía tanto a su alrededor, lo rodeaban tantos personajes; nuevos y antiguos, amados y aborrecidos, lejanos y cercanos; los que le traían calma y paz y los que lo encolerizaban, los que le daban amor y los que lo odiaban, los que siempre venían a él con la verdad, y los que le habian mentido toda la vida.
Ahren estaba cansado.
Un rayo de sol que casi juguetón se filtró entre las cortinas de chalis morada le recordó al dorado cabello de Caleb. Caleb...¿cuando lograría rememorar su nombre sin suspirar?
El recuerdo de sus últimos momentos juntos volvió a visitarlo una vez más.
—Bien—le había dicho mirándose las manos en vez de su rostro.
Ahren estaba por abordar su nave, Haro ya estaba ahí, ayudando en los preparativos finales antes de zarpar.
—Bien—dijo a su vez Ahren, mirando detrás de él, como si le interesara mas el fiero oleaje que la luz que encerraban sus ojos.
Caleb comenzó a decir algo, pero aquella oración no dicha terminó en un largo suspiro.
—Voy a extrañarte—le confesó él, y Caleb al fin alzo la vista—, espero volver a verte pronto y con bien, que Amir bendiga tu viaje, e ilumine cada decisión que tomes con su perenne sabiduría.
—También deseo lo mismo para ti Ahren, sé que tu buen juicio, aunado a tu agudeza mental, hallarán la forma de combatir el mal que nos acecha.
Saludos y deseos tan formales, tan fríos, tan despojados de esa emoción que entre ellos casi podía palparse. Fortuna ladina y maliciosa que se había puesto a jugar con sus corazones.
—¿Que fue lo que viste en esa visión Caleb?—inquirió Ahren. No tenia pensado preguntárselo, pero al decirlo supo que necesitaba saber.
Caleb, aquel gigantesco capitán de cuerpo musculoso y fuerza sorprendente, tragó saliva y lo miró ansioso.
—Te lo dije...estábamos juntos, me...me decías que tenias tu magia, y que era la de dar vida—sintetizó Caleb, visiblemente inquieto—, no se que más quieres que te diga.
Eso que me ocultas, penso Caleb. Porque había algo ahí.
—Lo que te tiene así, lo que enredo tu lengua cuando me lo relataste la primera vez, ¿que fue lo que viste Caleb?
Ahren nunca antes había visto tal océano de emociones detrás de unas pupilas, ni tantas palabras no dichas, escondidas y contenidas vibrando a través de una mirada. Caleb lo miró de una forma imposible; le acarició la piel en esa contemplación, le susurró secretos que le desbordaban en el corazón, le hizo el amor con los ojos con todo lo sublime que ese acto puede llegar a ser.
Ahren vislumbró la visión en sus ojos claros. No en detalle, pero si ligeros destellos; había esperanzas, sueños rotos y deseos inconfesables. Lo que fuera que vio le dolía, y Ahren decidió dejarlo por la paz.
—No puedo decirtelo...lo siento—le declaró confirmando sus sospechas.
Ahren extendió las manos y tomó las suyas. Ya no era arisco al tacto, ni le era esquivo. Sentía que estaba madurando.
—Entonces calla...hay misterios que a veces es mejor dejar ocultos en las sombras porque no soportarían la luz del sol—le dijo él. Se sumergio en el celeste de sus ojos como un marino a la mar, en confianza total—Te querré siempre Caleb, te esconderé en ese rincón de mi alma donde guardo lo que mas aprecio; lejos de miradas desaprobatorias y de juicios triviales, te quedaras allí por siempre, porque no se desechar lo que una vez amé...espero que no te moleste vivir en mi.
Los ojos de Caleb se volvieron un mar cristalino, su promesa parecía haberlo conmovido. Él hablaba con toda verdad, Ahren no sabia dejar de amar.
—¿Que no me moleste dices?—inquirió. Un par de lágrimas se deslizaron por sus mejillas—. No tendré en mi vida mayor honor, ni hogar más excelso.
Él también se emocionó. Tomó aire en un lenta inspiración intentando recobrar la compostura.
Los dos hicieron perdidizas sus miradas. Ahren le dio un saludo final inclinando su cabeza; caminó con rapidez hacia la nave. Temía flaquear y volver sobre sus pasos, se temía a si mismo.
Dos días después no le era mas fácil recordarlo.
Despedirse de Laris fue más sencillo. Lo abrazó mucho, y mientras lo hacia le transfirió el Zaitale que había cargado todo ese tiempo. Se dieron palabras dulces; Ahren no necesito decirle lo que había significado su sacrificio para él, supo que lo sabia.
Antes de verlo marchar le había dado un mensaje para su padre.
—Dile que lo se.
Solo eso, el rey entendería.
La puerta de su camarote se abrió despacio y Ahren dejo de meditar sobre adioses y despedidas.
—¿Te importuno, belleza?—le preguntó Haro sin terminar de abrir.
Ahren negó con la cabeza apoyada en la almohada de plumas. Una pequeña sonrisa se le dibujó en los labios.
Haro avanzó. Se podía ver a simple vista que se había aseado, recortado la barba y cambiado el atuendo. Ahora vestía pantalones negros y una camisa de un azul intenso. Sus botas de cuero también eran nuevas. Era tan apuesto como valiente y audaz , y eso era mucho en verdad.
—Te ves muy bien—lo halagó. No pudo reprimir el darle voz a ese pensamiento.
—La tomé de un arcón del deposito—dijo señalando su vestimenta mientras caminaba hacia la cama—Gracias, tú te ves como una oruguita en capullo intentando convertirse en mariposa...¿es que no piensas levantarte del lecho en todo el viaje?
—Me pesa el corazón—le reveló Ahren como único motivo. Realmente lo sentía así—Lo de Dagor, Tayla, Laris...me siento desbordado.
Haro se sentó a su lado y llevó una mano a su cabello. Lo masajeó despacio. Ahren suspiró.
—Realmente nos tomaron por idiotas—masculló—,no recuerdo que el hechizo ese fuera tan concreto aquella vez que lo usaste en ti.
Ahren caviló un segundo en esto, aunque ya conocía la respuesta.
—La magia de ellos es mucho más poderosa que la mía. Los batiamen estaban construidos en forma excepcional. Yo no podría crear uno así...se necesita mucha practica, habilidad y conocimiento.
Su lobo asintió, su mano bajo desde su cabello a su cuello. Allí le dejo caricias suaves que ascendían y descendían.
—Y respecto a Tayla—continuó inquiriéndole Haro—, ¿le preguntaste si aquello que dijo Dagor era verdad?
—No hizo falta—le dijo Ahren cerrando por un instante los ojos—, ella vino a mi y me lo confesó. Dice que es mi madre, que me dejó con mi ellos porque eso era lo mejor, no tengo motivos para no creerle, y para ser sincero, desde que Dagor lo dijo supe que no mentía...solo lo discerní.
—Lamento saberlo, no debe ser sencillo para ti...en su defensa puedo decir que se necesita mucha entereza para confesar algo así. Conozco hace mucho tiempo a Tayla, es una buena mujer, algo callada y retraída; deduzco que esa sombra de tristeza que siempre veló su mirada tiene que ver con su decisión de entregarte—Ahren lo miró fijamente— Si no es pedirte mucho Ahren, dale una oportunidad. Se que es una elfa negra, pero igual que los broms no somos tan malos cuando se nos conoce mas allá de nuestros modales y apetitos, ellos tampoco lo son.
"Claro que no", fue el pensamiento que vino a la mente de Ahren. Haro era mucho más de lo que parecia. Él era una piedra preciosa, un diamante en bruto, pero no una que él quisiera pulir ni refinar; una que debía aceptar como tal, y amar de esa manera.
Ahren se irguió sentándose en el lecho. Buscó los ojos negros de su lobo.
—Te veo—le susurró—, debajo de esa imagen que muestras, debajo de tu rudeza y tus maneras toscas. Debajo de tus deseos carnales y de las barbaridades que dices...te veo Haro, y ¿sabes algo?...lo que veo me encanta.
Los ojos de Haro brillaron como dos turmalinas. Lo próximo que Ahren supo fue que él lo estaba besando.
Lo besó con pasión, pero sin abandonar la delicadeza. Sus dos grandes manos se fueron a su cintura y lo atrajo hacia su cuerpo. Había bebido licor, uno fuerte; Ahren lo saboreó en su boca, en su lengua. Haro le apretó un costado con la mano derecha, mientras los dedos de la izquierda buscaban su piel debajo de su ropa de dormir.
Su tacto tenia cierta aspereza que lo encendió. Haro dejo sus labios para peregrinar por su cuello cubriéndolo de besos húmedos. Su barba se sintió rasposa contra su mejilla. Ahren adoró esa sensación.
Gimió cuando sintió que lo lamia desde arriba y hasta donde se curvaba para empezar su hombro. Su raciocinio le rogaba que se detuviera pero no podía recordar porqué.
—Haro—jadeó, y puso las manos sobre su pecho para apartarlo, pero en algún momento su propósito se desvirtuó y terminó acariciándole los duros pectorales que se marcaban a través de la tela de su camisa.
Haro volvió a su boca. Había apremio en ese nuevo beso, necesidad. Lo fue recostando sin que él se diera cuenta. La pericia con la que lo besaba le nublaba la razón.
Hambriento de su cuerpo comenzó a desabrocharle la túnica que se cerraba en el frente. Debajo Ahren solo tenia la ropa interior. Haro se enderezo para contemplarlo y al ver el deseo que inflamaba su mirada, Ahren sintió que el mismo fuego lo recorría, lo consumía.
Articuló un par de sollozos mezclados con palabras inentendibles cuando la boca de Haro vagó por su pecho, gimoteó cuando atrapó con sus labios uno de sus pezones para dejarle besos antes de succionarlo.
Su lobo lo besaba, lo lamia, lo mordisqueaba, y él jadeaba, pedía y se retorcía en la cama.
El recorrido de Haro comenzó a descender hacia el sur, cuando delineó su ombligo con la lengua, Ahren supo que debía detenerlo o esto se les iría de las manos, y no era el lugar ni el momento.
—Haro, detente...detente—le pidió entre jadeos.
La respiración de su lobo estaba agitada cuando levantó su cabeza de su vientre para observarlo.
—Perdóname—le dijo. No hacia falta—, me haces perder la cabeza. Sé que contigo debo ir despacio, pero te tengo aquí, así y... no logro contenerme. Tengo tantos deseos de amarte, de todas las maneras conocidas, incluida esta.
Ahren asintió, su corazón estaba desbocado.
—También quiero—soltó. Haro se mostró sorprendido por su declaración—. Lo deseo con la misma intensidad que tú...pero, no aquí, espera a que lleguemos, en tu hogar, en tu alcoba, ¿recuerdas?... en tu cama.
La expresión de el lobo rojo casi lo hizo reír. Parecía un niño al que le acaban de obsequiar el caballo que pidió para el día de su nacimiento.
—Dices que cuando lleguemos allá, tú...tú y yo....
—Me entregaré a ti—Ahren completó la titubeante oración—, quizás Dagor traiga consigo el fin del mundo como lo conocemos, ¿ a que voy a esperar?
Haro terminó de erguirse quedándose sentado, con sus rodillas apoyadas en la cama y en el rostro una sonrisa boba. Esta vez Ahren si se rió.
—Ojala lleguemos pronto—fue lo primero que dijo. Seguro lo primero que se le ocurrió—. Voy a hacértelo con cuidado, con devoción, con suavidad...como te lo mereces.
—Lo se—dijo él y suspiró.
Haro se quedo con esa sonrisa en los labios. Los dos se miraron con complicidad. A lo segundos su lobo frunció el ceño.
—Tu magia es la de dar vida...—comenzó a decirle. Ahren escuchó sin entender a que iba—no entiendo mucho de eso, por no decir nada, pero, si tú y yo lo hacemos...¿no terminarás con un lobito en tu vientre, no?
Ahren se quedo estático. Literalmente con la boca abierta.
¿Como no había pensado en eso?
Era imposible por su género si, pero, ¿no lo era también resucitar a un muerto?
¿Cuales serian los alcances de su Satalay?, ¿podria quedar encinta?
Ahren seguía con la boca abierta. Haro lo miraba con extrañeza.
—Quizás si —murmuró—, ¡Oh Diosas!¡Debo investigar!...¿tienen sabios en su ciudad?
Haro entornó los ojos.
—No...todos somos unos salvajes que bailamos desnudos a la luz de la luna, y que decidimos nuestra suerte tirando dos piedras para cualquier asunto que se presente. Ya sabes piedra redonda, lo hacemos, piedra irregular no.
Su sarcasmo era obvio. Aunque no fue lo que Ahren quiso decir.
—No quise decir eso—le dijo—, sé que los tienen, solo quería saber si me podías llevar con uno de ellos cuando lleguemos...para informarme mejor sobre este aspecto de mi magia.
—Conozco a uno en Sina que esta cerca de mi hogar—le refirió Haro, dejando de lado toda mordacidad—, vive en lo alto de una colina. Esta ebrio la mayor parte del día, pero cuando no, suele ser muy solicito, y sé que esta versado en infinidad de temas.
—Perfecto, iremos con él antes de presentarnos con tu rey—dijo Ahren, y Haro asintió despacio—Es apremiante que me instruya sobre los alcances de mi Satalay, y Haro...entiende que hasta que no este seguro de que no puedo concebir al yacer contigo...no podremos avanzar más.
El semblante de Haro reveló una profunda decepción, era el mismo niño de antes, con la diferencia que este recibió calcetas en vez de un caballo.
—Esta bien—suspiró—, solo espero que esta búsqueda de respuestas no te lleve mucho tiempo.
Ahren gateó en sus rodillas en la cama hasta llegar a él. Le acarició una mejilla.
—Tendrás que tener paciencia—le pidió—, sucederá...eventualmente.
Sus propias palabras le trajeron un recuerdo. De cuando su padre le decía" Cuando prestaras atención en las reuniones de consejo" o " Cuando te interesaras en las políticas de esta región"
"Eventualmente" respondia él. A su padre no le gustaba esa respuesta. Eso le sacó una sonrisa.
Haro exhalo desilusión. Se acercó a él y le dio un beso largo y dulce que terminó en un ligero mordisco.
—Descansa mi oruguita de orejas puntiagudas—le dijo sonriendo—Yo iré en busca de un mortero, ¿sabes si hay de esos en esta nave?
Ahren se extraño por la pregunta. Había, lo usaban en las cocinas para moler el grano.
—Si—le respondió contrariado—Debe haber en los utensilios que se encuentran en la despensa,¿para que quieres eso?
Haro le dio un beso en la frente, y se bajó de la cama. Antes de enfilar hacia la puerta contestó a su pregunta.
—Para machacarme las pelotas...la próxima vez mantendré la boca cerrada.
Él se quedo sin palabras; lo vio retirarse guiñándole un ojo.
Unos segundos después comenzó a reírse a carcajadas. No podía parar.
Las ocurrencias de su lobo rojo.
Ahren sintió una calidez colmando su pecho. Se parecia al amor, pero no podía ser, porque él amaba a Caleb, y claro esta, nadie puede enamorarse de dos personas al mismo tiempo, ¿o si?
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