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Deseos y decisiones.


Hola. Aquí estoy de nuevo. Pido disculpas por la ausencia de actualizaciones. Estuve algo ocupada estos días.

Antes de dejarles el capítulos quería compartir, y agradecer algo.

Algunas de mis historias fueron premiadas en concursos, y sé que es por su apoyo, aliento e inspiración que pude crearlas, y completarlas.

Crimson Peak: Presente de un amor prohibido, ganó el primer lugar en Fanfic, en los premios CatsBeautiful, en los BananaAwards, y en los PremiosPingüinos2016  . Y un Segundo lugar en el Concurso Brave.

En el refugio de sus alas, ganó el primer lugar en Fantasía en los premios Gold Awards, y el segundo en Escritor revelación de los premios Hasper.

Esa clase de amor, ganó el primer lugar en favoritos del Admi, en los premios Hasper, y el segundo lugar en los Mac Awards.

Los diez pasos, ganó el segundo lugar en Historia corta en los premios Corazón de oro.

Capitan Nicholls, ganó en los Premios Thorn, Categoría especial: mejor escena de cuidado.

Invitada especial, ganó una mención honorifica en el concurso Cantemos una historia.

Y soy finalista en un par más que aún no han dado su evaluaciones finales.

Por esto, mil gracias.

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Haro siempre le había huido al amor. No le temía a nada, no solo se jactaba de ello, era simplemente la verdad, pero el amor era un tema distinto. Temía amar a alguien, entregarse por completo a ese amor...y después perderlo. Por eso siempre lo había evadido, cambiando de un camino a otro cuando lo venia venir, cuando comenzaba a sentir se alejaba, retrocedía. Ahren lo había tomado por sorpresa¿en que momento aquel elfo de admirable belleza había cautivado su corazón?

Haro recordaba lo bello que le pareció aquel día, años atrás, sentado al lado de su padre, con su postura de príncipe inaccesible. Por esa razón lo había seguido, por eso lo había acorralado, por eso lo había besado, quería quebrar esa imagen, ver que había debajo de esa mascara de indiferencia. Y le gustó lo que vio, y tambien lo que probó y sintió. El pequeño elfo era una delicia, pero con el tiempo lo olvidó, como hacia siempre. Pero en este nuevo encuentro todo fue diferente, se confió, y cuando se dio cuenta de lo que pasaba, ya estaba enamorado.

¿Enamorado? esa palabra lo ponía inquieto. Aún más que aquella vez, que luego de una batalla quedo inconsciente por tres días en su piel de lobo y cuando despertó estaba lleno de pulgas...eso le paso por perder la conciencia en medio de una jauría de sucias hienas. Bien, ahora estaba mas inquieto que aquella vez. Él no se enamoraba ¡Rayos! él no recitaba versos, ni regalaba flores, no juraba amor eterno, ni completa fidelidad, lo ultimo menos que menos.

Al llegar a el lugar acordado Haro detuvo su ascendente marcha, y con ella por un instante el incesante vaivén de sus pensamientos. El camino transverso hacia las montañas siamesas había sido  escabroso y arduo, recubierto por filosas rocas, y algo inestable en algunos tramos, pero finalmente habian llegado, y a partir de ahora solo debían aguardar a las ordenes del atalaya para saber si debían avanzar, o seguir esperando.

Él, quien iba en frente de aquel grupo de guerreros, les indico con un gesto que se detuvieran.

-Es aquí, descansen pero continúen alertas, la orden de ataque puede llegar en cualquier momento-les mandó con firmeza.

Tanto los broms, los elfos, y las simaritas que iban alcanzando aquel punto, se fueron acomodando en el lateral de aquella cima. Estaban exhaustos luego de aquel intrincado ascenso, así que muchos aprovecharon aquel interludio para reposar en donde hubiera algún espacio.

Haro se acercó a Kiriaf, quien ya lo esperaba con una bota llena de potente vino brom en una mano.

Él la tomo y bebió una buena cantidad de un trago, luego se sentó al lado de su segundo con la misma expresión meditativa que traía desde hacía un buen rato.

-Tengo novia, es Ahren, el príncipe-le confesó a Kiriaf, quien escupió el vino que tragaba y se atragantó un poco al oírlo-.

-¿Que?...¿tú, novia?...pensé que detestabas cualquier clase de compromiso-le recordó este al recobrar la compostura, luego agregó- Y ahora me dices que tienes al elfo de novia, más bien sera de novio, pues hasta donde se el príncipe es un varón-.

-Decirle novio se me hace muy marica- admitió Haro con expresión solemne, una que hizo reír a el pelirrojo a su lado-Aparte, él es demasiado lindo, frágil y delicado para pensarlo como un hombre...Sabes Kiriaf, creo que estoy enamorado, en momentos así me gustaría contar con mi padre-.

Kiriaf asintió muy de acuerdo. Había conocido bien al padre del lobo rojo.

-Si...no creí que llegara el día en el que te escucharía decir eso. A tu padre le hubiera gustado ¿recuerdas cual era su lema?-le preguntó con un suspiro de añoranza-

-Si, era...si esta buena o bueno y se deja...-sentenció él recordando las palabras de su progenitor, para luego concluir-Era un hombre muy sabio.

Kiriaf estuvo de acuerdo con él, y por unos minutos mas siguieron hablando de aquel nuevo y apabullante sentimiento que tenia al cambiaformas tan confundido.

Aún conversaban cuando vieron acercarse hasta ellos a una de las simaritas, Diana, la que fue la preferida de Haro hasta que Ahren llegó a las tierras malditas.

-¿Podríamos...hablar en privado?-le pidió ella con una obvia ansiedad. Era castaña y muy bonita, sus ojos pardos solían estar muy brillantes y encendidos, pero ahora, notó Haro, se veían bastante apagados.

-No hay mucha privacidad en estos momentos Diana, como veras estamos todos muy cerca uno del otro, y no podemos alejarnos, debemos quedarnos en nuestros lugares...lo lamento pero creo que deberemos dejarlo para más tarde-.

Ella esbozo un compungido mohín con su boca que a Haro le causo pena. Sabia que estaba así por su causa, que le debía explicaciones, y sabia también que si quisiera podría alejarse un poco para tener algo de privacidad sin descuidar su puesto, pero no quería tentar a la suerte, y mucho menos a su cuerpo, y aquella bella guerrera era una tentación andante.

Suspiró, antes de volver a hablarle.

-Diana-comenzó él- Eres hermosa, una feroz guerrera y una mujer increíble, sera afortunado el que pueda llamarte suya algún día...pero ese no seré yo, porque no tengo para ti lo que buscas, ni lo que necesitas...Mi corazón ya esta ocupado, no debí ilusionarte, a veces soy un bastardo.Lo he sido siempre, pero nunca antes sentí la necesidad de enmendarlo. Te pido perdón, sinceramente, y espero que pronto halles a un hombre que te valore como yo no supe hacerlo, pues lo mereces-.

Diana parpadeó. Parecía sorprendida por su declaración, claramente no era lo que esperaba. No dijo más, solo se dio vuelta y comenzó a caminar lentamente hacia donde antes estaba.

Haro la vio marcharse, sus generosas caderas se mecían al son de sus pasos, su trasero se percibía redondo y firme debajo de su ajustado pantalón de cuero negro.

Esto de la fidelidad se le estaba haciendo muy pesado, y eso que solo la llevaba practicando un par de horas.

-Dame más vino-le pidió a Kiriaf solo extendiendo su mano y aún sin poder quitar los ojos del trasero de la guerrera-Escuche decir que el amor duele, ahora lo entiendo-.

Y lo entendía, pues al recordar la imagen de ese cuerpo femenino debajo del suyo, una potente y rígida elevación se comenzaba a erigir velozmente en su pantalón, y esta dolería al no recibir sosiego, seguro que si. Pero él comparo ese dolor a otro, al de perder a esa fascinante criatura que le había dado una oportunidad a una bestia como él, a ya no poder observar de cerca su exquisito rostro, o probar su boca suave y deliciosa. Y aquello le resulto peor, estaba enamorado del elfo¿para que arriesgarlo todo por un fugaz revolcón?No, mejor se aguantaba.

-Amor Kiriaf-le dijo tanto a su amigo como a si mismo-Un guerrero, el que fuera, no podría someterme, ni razón alguna sobre esta tierra aplacarme, pero casi sin esfuerzo, y con un solo pensamiento, el amor me detiene, me convence y me gobierna.He sido vencido mi amigo¡ pero bendita sea esta derrota!-.




Caleb ascendía detrás de Ahren. Había preferido esa posición en su retaguardia para poder vigilarlo mejor, y desde allí poder protegerlo de cualquier peligro. Cuando miraba desde esa ubicación sus largas piernas que se movían con agilidad, el oscilante movimiento de sus caderas al escalar, y la renegrida cortina de sedoso cabello, que lacio y brillante le rosaba los muslos, se enamoraba más. Ahren era muy bello, tanto que era difícil no prendarse de su misteriosa hermosura pero...él tenia que cesar en sus ansias, no le pertenecía, había alguien más, y ese alguien era su amigo.

Escaló tras en él en silencio. En todo ese recorrido apenas habian cruzado alguna que otra palabra. Tal vez era lo más conveniente, aunque extrañaba sus charlas.

-¡Por todo lo sagrado!- exclamó Ahren, al ser el primero en alcanzar la cima. Caleb se imaginó la razón de su sorpresa, la fortaleza del eremita era un lugar que supuraba muerte, que hedía a ella, que llevaba el nombre de aquella tierra, ese maldita, con justa razón.

El castillo estaba construido en laja negra.Lo rodeaba un foso muy profundo y oscuro que parecia no tener fin. De el manaba un humo denso y asfixiante, y para cruzarlo solo había una manera, un puente hecho de piedra demasiado angosto para producir seguridad, pero vía ineludible si se quería llegar a las altísimas puertas de acero, las cuales estaban cinceladas con runas antiguas; hechizos protectores de ataque, y de defensa. El hogar de Dagor no tenia ventanas, ni puertas exteriores aparte de la principal. Había sido creado para albergar oscuridad, para llegado el momento, y como en los tiempos antiguos, invocar a Marok entre las siniestras sombras.

-Si, y por dentro es aún peor- fue la tardía respuesta de Caleb al llegar al lado de Ahren. 

El príncipe se volteó a mirarlo. Había algo en sus ojos grises...temor quizás, pero también algo más, cierta ansiedad por decir algo antes de enfrentarse a esa empresa mortal. Caleb sentía una inquietud igual.

-Quizás-comenzó Ahren-quizás perdamos la vida en esta campaña...Y yo...yo quería decirte que...desearía que las cosas entre nosotros hubieran sido distintas, desearía haber profundizado en esto que siento por ti, y que no tiene sentido negar, y en eso que tú dices provoco en ti...Creo que podría haber sido bueno, no, bueno no...extraordinario-.

Caleb lo miró con ternura. Conocía el valor que le daban los elfos a sus promesas y sentimientos. Entendía que el príncipe no se volvería atrás en su aceptación a el cortejo de Haro, pues por propia voluntad lo había aceptado, pero a su vez comprendía que su corazón estaba inclinado hacia él, que había encendido algo entre ellos, que les seria a ambos muy difícil de apagar, y  aún más de olvidar.

Él extendió su mano y acarició su mejilla, sintió una necesidad imperiosa de besarlo, de estrecharlo entre sus brazos y no dejarlo escabullirse de ellos nunca más, pero Caleb tenia códigos. Tal vez no morales, pero si afectivos, y quería a Haro, quien era para él casi un hermano desde su adolescencia, no podía dejar de lado eso e ir tras sus sentimientos, pero tampoco estaba dispuesto a callar su verdad.

-Amor, es amor, ponle el nombre que se merece. Yo te amo Ahren, me enamore de ti casi sin darme cuenta, creo que algo parecido le sucedió a Haro. Entiendo tus razones y las acepto, él te cuidara, te protegerá, y te amara a su manera. Detrás de su aparente falta de interés por todo lo que le rodea, esta escondido un hombre que perdió todo, y que sufrió mucho esas perdidas. Solo necesita amar, solo eso-.

Ahren asintió, y recargó su mejilla en su palma. Caleb se perdió en sus iris plateadas, lo miró con devoción.

El tiempo se detuvo en ese tris de entendimiento, y el deseo que evocó el príncipe segundos antes, también se debatió en su corazón.

Si solo pudiera sosegar sus anhelos con un beso de su boca, uno solo, uno pequeño, le seria más valioso que la última cena de un condenado. Pero no ¿ como conformar a la tierra seca con gotas?¿como, cuando esta muere por estar bañada por la lluvia? Un beso no lo saciaría, solo le daría mas hambre, una apetencia por más que no podría ser satisfecha.

Caleb respiró hondo y apartó su mano de Ahren. Su tibieza seguia acariciándole la piel conforme la alejaba.

-Voy a amarlo, porque necesito amar antes de que ya no pueda hacerlo. Pero no voy a olvidarte Caleb, jamas. Y si hoy salimos con vida, y cada uno sigue su camino y va por la senda que las diosas le guíen, te llevare en mi corazón hasta el ultimo de mis días. Quizás es mejor así, creo que llegado el momento podre renunciar a Haro y a su dulce sentir, para ir en pos de mis deberes, pero si fueras tú, si fueras tú Caleb, no podría, me convertiría en un traidor a mi linaje dándoles la espalda para no perderte...quizás es mejor así, quizás es lo que tiene que ser-.

Se permitieron una mirada compartida más, antes de ver cara a cara a la muerte, y luego de ella, volvieron a la  amenazante realidad.

Caleb tomó a Ahren del brazo, con delicadeza, guiándolo por el lodoso camino de tierra que antecedía al puente. Caminaron despacio, alertas. Sus botas se hundían en el fangoso terreno mientras avanzaban. Al llegar al estrecho puente los dos alzaron la vista al castillo.

Una imagen al comienzo difusa, fue haciéndose lentamente distinguible. Era Dagor, el eremita, quien con su porte de guerrero místico los observaba desde la puerta abierta, detrás de la cual solo se percibían profundas tinieblas.

No había vuelta atrás, la hora decisiva había llegado.



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