Prólogo
Mi vida había sido tan perfecta, que por un momento llegué a creer que allá arriba en algún lugar, había alguien que velaba por mí.
Nací en una familia rica, mi padre era dueño de una de las empresas mas reconocidas de todo el país. Ser el heredero de Park Cosmetics era algo de lo que solía presumir con mis amigos. Me gustaba ser el centro de atención y ver como las personas envidiaban todos mis logros.
Desde pequeño me vi incluido en todo el mundo del modelaje, posaba para grandes revistas nacionales y era reconocido por todos gracias a mi belleza. Tenía mi vida asegurada. En unos años me casaría con un alfa hijo de alguna familia millonaria y me dedicaría a mi carrera como modelo. Ese había sido mi sueño desde siempre.
Pero él arruinó todo.
Ese estúpido alfa de clase media arruinó por completo mi vida. Destruyó mis sueños, y todo lo que luché para ser quien soy se fue a la mierda el maldito día que me marcó.
Me ví obligado a casarme con una persona a la que no amaba para mantener mi imagen intacta. Muchas personas me felicitaron y solo podía sonreírles falsamente fingiendo que estaba feliz con toda la situación, mas en mi interior, solo podía pedir un milagro que me liberara de tener que estar junto a él.
Jeon Jungkook.
Lo conocí a mediados del segundo año de universidad. El chico entró por una beca, ya que de otra forma nunca hubiera pisado siquiera la entrada. Su llegada causó un gran revuelo, pero no de la manera buena. Jungkook rompía con el estereotipo del alfa perfecto. Usaba ropas de color pastel y en algunas ocasiones incluso podías verlo maquillado. Eso solo ocasionó que todos, incluyéndome, comenzáramos a burlarnos de él en cada oportunidad.
A pesar de las burlas sentía cierta curiosidad por él, debía admitirlo; era alguien apuesto y eso nadie lo podía negar. No sé porqué ese día se me ocurrió seguirlo a aquella aula vacía. Sentí su fuerte aroma a petricor marearme en el momento en que abrí aquella puerta, unos fuertes brazos me sostuvieron y unos ojos rojos me dieron la bienvenida.
No importó cuanto me resistí ni cuanto grité, nadie acudió en mi ayuda y el terminó marcándome a la fuerza. Cuando estuvo en todos sus sentidos solo pudo abrir los exageradamente los ojos, sorprendido y aterrado, mientras me veía temblar en una esquina del salón intentando taparme con la ropa toda rasgada.
Y a mí no me importó que se disculpara mil veces, y se arrodillara frente a mí con sus ojos llenos de lágrimas pidiendo mi perdón. Lo demandé, quería que pagara por todo lo que me hizo, por atarme de esa forma a vivir junto a él. Lamentablemente, a pesar de toda la influencia de mi padre tuve que conformarme con que solo pagara una multa. Y como si eso no fuera suficiente, los medios comenzaron a investigar obligándome a tomar la desición de casarme y vivir con él.
En ese momento creí que ahora tenía a alguien allá arriba conspirando en mi contra. Nada podía empeorar, ¿o sí...?
—¡Muchas felicidades, señores Jeon, van a ser padres! —exclamó el doctor con una sonrisa y yo solo pude sentir como las lágrimas rodaban por mis mejillas bajo la mirada atónita de ese estúpido alfa.
Y como si todo lo que pasé no hubiera sido suficiente... ahora tendría una carga más en mi vida.
Una carga que definitivamente no deseaba.
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