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17- "Una promesa"

Cuando los ánimos se calmaron, Tthor sintió una rara sensación. Nunca había vivido una situación así. Y nunca había reaccionado tan violentamente frente a algo que despertara tal indignación.

Tthor miraba de reojo la espada flamígera, que aunque todavía herrumbrada y algo desafilada, se mostraba poderosa y, a los ojos de cualquiera, era bastante intimidante.

El muchacho se imaginó la escena completa en su mente, pero como si él fuese sólo un espectador. Nunca olvidaría la mirada aterrada del joven Elypha, y sus lágrimas amargas y sus pantalones mojados. Y sentía aún en su hombro el calor de la mano de Lee- Won que buscaba calmarlo, hablando casi en susurros. Pero lo que más lo había sorprendido había sido esa fuerza que pareció poseerlo. Era algo desconocido. Un ímpetu de energía que buscaba salir y liberarse. En lo único que pensaba, cuando apretaba la hoja de la espada flamígera, en el cuello de Elypha, era en que estaba consciente que con un solo movimiento- pequeño, sin demasiado esfuerzo- podía atravesarle la garganta y vengar la humillación que había tenido que padecer su mejor amigo. Y, al rememorar la escena, no pudo evitar sentir , otra vez- sutil pero muy persuasiva- algo que le decía que lo hiciera, que acabara con aquel que unos minutos antes lo torturaba a Lee- Won.

Tthor se estremeció, del mismo modo en el que lo había hecho en ese momento. Pero su voluntad fue más fuerte y no hizo caso de aquella voz. Pero le había quedado una sensación amarga. Se sentía sucio, malo. Sentía que no volvería ya a ser el mismo nunca más. Había descubierto, con amargura, que su sombra estaba allí, dentro suyo y acababa de darle un atisbo de lo que se sentía en un momento de venganza y de maldad.

Tthor había cambiado. Ya no era el mismo joven que había llegado unos días antes a la casa de los Sayr. Ya no era aquel muchacho débil e inútil. Se sentía capaz de cualquier cosa. Y pese a sentirse más fuerte, aquella sensación no le gustó. Le llenó la garganta de un amargo intenso y le nubló la mirada. Sintió que ya no valía la pena ni siquiera volver a sonreír. Y lo más importante, se sentía decepcionado consigo mismo y estaba seguro de que había decepcionado también a su padre. Y al pensar en él, su imagen- joven y alegre- se le apareció adelante, mirándolo con una mirada brillosa y una sonrisa ancha y dulce.

Tthor estiró su mano, buscando tocarlo. Pero la imagen se disolvió frente a él. A penas tuvo tiempo de limpiarse las lágrimas que brotaban de sus ojos color miel cuando la puerta del altillo se abrió y apareció Lee- Won. Tenía una sonrisa igual de dulce que la que el joven Samej le acababa de regalar a su hijo. Y aquello fue suficiente para que Tthor se recuperara y volviera a sonreír.

Lee- Won se acercó en silencio y lo abrazó. Y así, abrazados, se quedaron dormidos, envueltos por la luz de la luna que se colaba por la pequeña ventana del altillo. Sólo se movieron una vez. La señora Sayr entró entonces y los despertó. Mandó a Tthor a dormir a la otra habitación, sin aclarar demasiado la causa del pedido. Tthor obedeció en silencio.

Y justo cuando el lejano reloj de la torre de Warghost anunció la medianoche, y como no sucedía desde hacía bastante tiempo, un Tthor sonámbulo se levantó- tan silencioso como de costumbre. Bajó las escaleras y se escabulló por la puerta del frente. Pareció no importarle la brisa helada, ni la noche húmeda ni el par de ojos que lo observaban desde unos matorrales cercanos.

Sus pasos se dirigieron hacia un páramo aislado, ubicado entre una línea de árboles jóvenes y la costa rocosa del mar oscuro. Era una zona peligrosa ya que tenía una especie de aureola de niebla que la volvía fantasmagórica y donde el terreno descendía abruptamente y se abría en el terreno un pantano profundo y ancho que llegaba hasta la costa.

El par de ojos que se habían clavado en Tthor, cuando éste caminaba, parpadearon en la oscuridad. Lo observaba de cerca, mientras Tthor se paraba a un par de metros del pantano. Miraba con desdeño la marca en el rostro de Tthor, su cabello oscuro y opaco y su ropa desteñida y agujereada.

Tthor tenía la vista fija en el horizonte oscuro donde las olas parecían nacer de la nada. Una leve sonrisa estaba dibujada en su rostro juvenil. Y aquel extraño, pese a la negrura de la noche, era capaz de ver todos esos detalles, sin el menor esfuerzo. Y pensó en acercarse un poco más, abriendo y cerrando el puño intermitentemente. Pero justo cuando daba el primer paso para acercarse a Tthor, éste avanzó rápido, dando grandes zancadas. Y en el preciso momento en el que, con sólo un paso más, caería de lleno al pantano profundo, tropezó con la punta de su bota despegada en una raíz seca que se elevaba. Cayó de bruces contra el suelo, quedando a pocos centímetros de la ciénaga. El extraño largó una carcajada contenida.

- Mi Señor tiene razón.- pensó- Alguien tan torpe no puede ser el heredero.

Y emprendió el camino de regreso aún sonriendo maliciosamente.

Tthor se llevó una mano a la cabeza mientras trataba de entender dónde estaba y porqué le dolía tanto el pie.

- ¿Tthor? ¿Estás aquí?- preguntó una voz proveniente del grupo de árboles cercano.

- ¡¿Lee- Won?!

- ¡¿Tthor?!

- ¡Sí! Por aquí… ¡Aquí estoy!

El joven moreno se acercó corriendo al borde del pantano, guiado por la voz de su amigo. Al verlo tirado en medio del lodo, Lee- Won se acercó asustado. Lo ayudó a levantarse y le preguntó varias veces y de forma casi compulsiva si estaba bien.

Cuando salieron al camino empedrado, las luces de las casas circundantes les permitieron a Lee- Won cerciorarse de que efectivamente Tthor estaba en una sola pieza. Se sentaron sobre un tronco grueso de tilo que crecía lejos de una casita deshabitada. Tthor miró a Lee- Won con el ceño fruncido. Y éste, al ver aquella mirada, se puso serio y aprehensivo.

- ¿Qué sucede? ¿Por qué estás enojado?

Tthor seguía mirándolo fijamente.

- ¿Me vas a retar por algo?

Y entonces Tthor estalló en una carcajada. Y Lee- Won cayó en la cuenta de que su amigo le estaba haciendo una broma.

- No tengo que preguntarte qué hacías en el pantano. Seguramente me has seguido.- afirmó Tthor con una sonrisa- Me he quedado dormido y éste ha sido, seguramente, mi primer episodio desde que he llegado a Whetbourr.

Lee- Won asintió lentamente.

- No puedo dormir si sé que estás en otra habitación, cerca, sólo. Pienso que en cualquier momento te agarrará otro ataque de sonambulismo y saldrás por ahí. Y no quiero que te pongas en peligro.

- ¿Qué has dicho?- le preguntó Tthor acercándose a él.

-…Que no quiero que te pongas en peligro…

- No, no. Antes de eso…

Lee- Won lo miró con picardía.

- So-nam-bu-lis-mo- dijo el joven moreno sonriendo abiertamente.

Tthor lo observó con curiosidad.

- ¿Sabías que en tierras lejanas se dice que cuando una persona sufre un ataque de sonambulismo es en realidad una incorporación de hadas? Y entonces puedes ver cosas que otros, no. Es un privilegio otorgado a unos pocos.

Tthor lo miró sorprendido.

- Y eso no es todo. Escucha esto: pai-la, ví-ve-res…

Tthor sonrió divertido, recordando lo mal que éste pronunciaba aquellas palabras el invierno pasado.

Lee- Won miró a su amigo y pensó intensamente en lo linda que era aquella sonrisa y cómo le brillaban los ojos bajo la luz de la luna. Y sentirlo así, tan cerca, después de tantos meses de separación, en una noche clara, sin miradas indiscretas y con un viento suave que provenía del mar, hicieron que fuera toda una lucha evitar abrirle su corazón y confesarle cuánto lo amaba. Sin embargo, estuvo a punto de empezar a hablar, cuando por el rabillo del ojo vio el borde de un grillete que sobresalía, semienterrado, de las raíces gruesas del tilo que los cobijaba. Su mirada se llenó de terror. Y no pudo evitar preguntarse cuántas víctimas habían muerto a los pies de aquel mismo árbol por sentir lo mismo que él estaba sintiendo en ese momento.

Bien se sabían las historias de los torturados que eran culpados de sodomía, con o sin pruebas, por la Guardia Civil- quienes habían comenzado con esas prácticas desde los tiempos de Orffelios, hasta hacía no mucho tiempo atrás, cuando un edicto de Warghost en el que los castigos corporales hasta la muerte quedaban suspendidos…

Lee- Won, recordando todo esto, sintió una punzada de dolor en el pecho y bajó la mirada con tristeza.

Tthor no sabía nada de los pensamientos que surgían en la cabeza de su amigo, ni tampoco conocía las historias horrorosas que se tejían alrededor de los tilos que abundaban en la zona. Pero por alguna razón era capaz de sentir el dolor que Lee- Won estaba padeciendo en ese momento. Nunca supo cómo ni por qué pero tuvo la certeza de que a Lee- Won le sucedía algo más. Y sin pensarlo dos veces, le pasó un brazo por detrás de la cabeza y lo atrajo hacia su pecho. Lo abrazó con fuerza mientras susurraba:

- Estoy aquí…contigo.

Lee- Won rompió en llanto y durante varios minutos no pudo calmar su desesperación.

- No llores, por favor.- rogó Tthor, que trataba de entender porqué su amigo estaba así- Te prometo que ya no me alejaré por las noches. Me atarás a la cama…bueno…no tenemos cama. Me ataré al colchón…tampoco tenemos colchón. Me ataré a alguna parte para que cuando me agarre un nuevo ataque de “sobambulismo” no me pueda ir lejos.

Lee- Won no pudo evitar reírse, entre lágrimas.

- Y te prometo también,- prosiguió Tthor, disfrutando que su amigo estaba más animado- que me ataré una pierna a la tuya y una mano a tu mano, así apenas me mueva, te despertarás…

Lee- Won seguía riendo, mientras se secaba el rostro.

- Y te prometo que ni siquiera me moveré cuando duerma, para no despertarte… Y te prometo…- Tthor buscó la mirada de Lee- Won- que te querré siempre y que siempre estaré aquí, para ti…

- ¿Pase lo que pase…?- Lee- Won habló sin pensar- ¿Te enteres lo que te enteres sobre mí…?

Tthor no dudó ni un segundo, lo que le confirmó a Lee- Won que sus palabras eran realmente francas:

- Siempre te querré y siempre estaré aquí para ti…- volvió a repetir tthor, acariciándole con dulzura el rostro.

Lee- Won se estremeció al sentir la respiración de Tthor sobre su cara y sintió que su corazón se le desbocaba dentro de su pecho. Y otra vez, sin poder evitarlo, volvió a romper en llanto. Se escondió entre los brazos de Tthor, temblando levemente.

Tthor estaba conmovido por el dolor de su amigo. Y entonces hizo lo único que se le ocurrió: abrazarlo todo lo fuerte que podía. Y se quedó allí con él hasta el amanecer, prometiéndole una y otra vez que siempre lo querría, pasara lo que pasara, hasta el día de su muerte.

                                                     

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