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14- "Memorias de otros tiempos"

Tthor creyó que el guardia civil que lo increpaba lo estaba confundiendo con su padre. Porque, claramente había dicho “Samej”. El jovencito se tocó la cara, pensando que quizá su mancha había desaparecido y su cabello había recuperado su intenso color rojo oscuro. La señora Nogg le hubo asegurado que los efectos secundarios de las pociones durarían poco tiempo.

Pero antes de que Tthor pudiera decir algo al grupo de cuatro uniformados que se le acercaban con sus barrotes arriba, una voz proveniente de un costado lo dejó atónito, pues sonaba muy parecida a la suya. Tthor miró al dueño de aquella voz y se quedó paralizado. Un joven de cabello escarlata, con el rostro lleno de granos y pecas, nariz ancha y brazos largos y finos se plantaba serio a su lado, temblando levemente pero sin parpadear.

- Shannut, ¿qué quieres? ¿No tienes nada más importante qué hacer que pasar el día persiguiéndome?

El joven Shannut sonrió con ironía. Tthor fijó bien su vista en él. El parecido era sorprendente. Era la viva imagen de Spike Shannut – el joven de la Guardia Civil Juvenil que pretendía a Noel y se pasaba su tiempo molestando a los que él creía inferiores a su status. Pero el color de sus ojos era diferente, así que Tthor supo que aquel no era Spike.

- Sabes, Samej, tu cabello no te hace inmune a las leyes. Lo sabes bien. Además, cualquier cosa que te suceda será…un simple accidente.

-…Como el “accidente” que sufrió el joven Jacobo, quien “accidentalmente” se cayó del faro y “accidentalmente” fue lapidado por una turba, cuando vieron que la caída no lo mató… Sé que tú diste la orden. Yo te denuncié, aunque no tengo pruebas. Mis testigos no fueron aceptados… Pero puedo jurarlo…

 -Mi palabra vale más que la tuya en Warghost.- dijo Shannut, visiblemente nervioso- Yo pertenezco a la Honorable Fuerza de Seguridad, de la que tú fuiste expulsado, antes de terminar el curso de preparación.

Tthor miró a quien estaba a su lado con curiosidad.

- ¿Padre?- pronunció- ¿Eres tú?

Pero el muchacho pareció no escucharlo. No quitaba sus ojos de los barrotes que blandía el grupo.

- En realidad,- dijo Samej- no me expulsaron. Yo me fui…

- Claro, ése es el cuento que le dices a todo el mundo. Y ¿puedo saber porqué te fuiste?

- Porque…no me gustaba la comida del cuartel.- dijo Samej, retrocediendo unos pasos- Ya sabes, soy alérgico a la papa del aire.

Tthor lo miró asombrado.

- ¡¿Padre?!

Pero nadie parecía oírlo. Tthor buscó entonces interponerse entre Samej y el grupo que avanzaba dando pequeños pasos. Pero al llegar hasta donde él estaba, simplemente lo traspasaron como si no estuviera allí, como si fuese un fantasma. Una ráfaga de viento frío atravesó a Tthor y recién se repuso cuando el último guardia lo terminó de surcar. Se dio vuelta para ver a Samej, pero éste había emprendido una carrera hacia la playa. Pero no fue lo suficientemente rápido y lo encerraron en pocos segundos. Samej no pudo ocultar su cara de preocupación al verse arrinconado.

- ¿Qué pasa Samej? ¿Le tienes miedo al agua?

Pero de repente, el muchacho sonrió abiertamente y dijo con firmeza:

- No tanto como tú le temes a los perros.

Y dicho eso, un enorme can negro azabache apareció por detrás de los jóvenes fornidos, mostrando sus colmillos y gruñendo ferozmente. El joven Shannut se puso pálido de golpe y se dio vuelta, mirando a la fiera con evidente terror en los ojos. Sus otros acompañantes parecían mostrar la misma animadversión por el animal ya que, sin pensarlo dos veces, salieron disparados hacia el tilo. Shannut los siguió, tropezando varias veces a cada paso. Y sin mirar atrás, desaparecieron entre unos matorrales.

- ¡Gracias, Rutterkin!- dijo el joven Samej, acariciando al perro que ahora le lamía el rostro y movía su cola frenéticamente- Me has salvado de los grilletes.

El animal ladró un par de veces, a lo que Samej contestó:

- Sí, sí, ya sé que no debería andar por estos lugares yo sólo. Es que me enteré que al joven Backsir lo han condenado una temporada y quise venir a buscarlo.

Entonces Rutterkin volvió a ladrar y salió disparado hacia el sur, siempre siguiendo la línea de la playa. El joven pareció comprender porque corrió tras él, sin dudarlo. Y Tthor, quien estaba seguro de que aquel muchacho que veía era su padre – aún cuando no podía evitar preguntarse cómo era aquello posible- salió corriendo en la misma dirección.

Luego de unos minutos de carrera llegó a un páramo de tilos que se encontraba a unos cincuenta metros de la costa. Y vio a Samej intentando romper unos grilletes en la base de un árbol frondoso. Pero el aro que cerraba en torno a un tobillo sangrante parecía no ceder, así que Samej se paró cerca del tronco y le habló al árbol como si le hablara a una persona:

- Jái amedabér…- pronunció con voz profunda.

Y entonces el tronco pareció vibrar sutilmente. Samej cerró sus ojos y, rozando con sus dedos el grillete dijo:

- Assiáh…

Y como por arte de magia, la traba se abrió, liberando al muchacho que yacía sentado con el rostro empapado en sudor, los labios partidos por la sed y una mirada triste y llena de dolor. Entornó su ojos azules hacia Samej y sonrió débilmente.

Tthor se acercó unos pasos para poder ver mejor al hombre. Era, en realidad, un adolescente, de la misma edad que el propio Samej y quizá un par de años mayor que el Tthor que los observaba. Tenía el rostro pálido, con moretones en un ojo y a un costado de la boca y sangraba un poco por la nariz.

Tthor alcanzó a vislumbrar que su tobillo tenía cortes y la espalda del joven estaba atravesada por latigazos que habían dejado marcas en la piel, rojas y profundas y su camisa estaba hecha jirones.

Samej se quitó una pequeña bota de cuero que llevaba colgada en su espalda. La destapó y se la acercó a los labios al herido. Éste bebió a tragos largos, atorándose un par de veces pero vaciando el contenido en pocos segundos.

- Persseus vino a avisarme lo que iban a hacerte. Pero me encerraron en la torre y me tuve que colgar de la gárgola para escapar.

- Ya se te está haciendo costumbre.- bromeó el joven, respirando con dificultad.

Samej sonrió mientras se volvía a colgar la bota de cuero, ahora vacía y trataba de inspeccionar las heridas para ver su gravedad.

- Sólo estaba mirando a los caballos, Samej. Tú sabes cuánto me gustan. Y creyeron que los iba a robar.

- Sólo otra excusa para maltratarte. Estoy harto de ellos y sus tontas reglas. Al final nos van a prohibir hasta el aire. Respirar, al igual que plantar o criar animales o pescar, también será castigado.

- Tú puedes impedirlo.- le dijo el joven con un hilo de voz- Yo sé que lo harás, cuando seas Rey.

Tthor se estremeció ante aquellas palabras. Había vivido muchas veces esa misma escena, con Lee- Won – su compañero de aventuras- y seguramente, pensó, había entornado aquella misma mirada, mezcla de miedo e indecisión, que ahora su padre tenía en sus ojos color miel.

Samej no sabía qué decir pero una tos repentina del herido, lo hizo olvidar por un momento la conversación.

- Tranquilo, Luís…- le dijo el muchacho mientras lo ayudaba a incorporarse- Te llevaré a la casa de Iccer. Allí estarás a salvo. Y ella sabrá qué hacer…

Y tomándole de la cintura, se pasó un brazo por detrás de la cabeza y medio a rastras, medio caminando se perdió con él, seguido por Rutterkin, en un camino ascendente.

 El perro negro los seguía de cerca y cuando doblaron en un recodo del camino, se frenó, se dio vuelta y clavó sus profundos ojos negros en Tthor, quien miraba atónito la escena apoyado sobre el tronco de un viejo tilo. Respiraba con dificultad. Sentía su corazón acelerado. Quería seguirlos pero sus piernas parecían estar ahora clavadas en el suelo.

- ¡Rutterkin!- dijo con voz quebrada a lo que el can pareció responder con un movimiento enérgico en su cola y terminó perdiéndose entre los matorrales, sin volver a mirar hacia atrás.

- ¡¡¡Tthor!!!- la voz fuerte y clara de Lee- Won sonó a sus espaldas.

El muchacho miró en la dirección en la que su amigo lo llamaba. Intentó responder pero tenía la boca seca y no pudo hablar por varios minutos.

Lee- Won, quien ahora lo guiaba por una calzada rural hasta la casa de Iccer, lo observaba en silencio. Tthor se salió del camino al observar el primer árbol de tilo que había visto aquella mañana en el que aún colgaba el techo de la curandera. Se acercó y buscó entre sus raíces. Un par de grilletes oxidados, unidos a una cadena vieja y herrumbrada estaban semi-escondidos en la base.

- ¿Qué es esto?- preguntó Tthor tratando de recuperar el aliento.

- ¡Vaya! Había oído sobre los grilletes pero no sabía que aún estaban en los árboles.- contestó Lee- Won con un poco de aprehensión- Eran el castigo favorito de la Guardia Civil. Te ataban allí y te dejaban días enteros. Hay más muertes por causa de los grilletes que por enfermedades o hambre.

- ¿Quién puede ser capaz de inventar semejante tortura?- preguntó Tthor, sintiendo que iba a vomitar todo el desayuno.

Lee- Won lo miró fijamente y se mordió el labio con rudeza.

- Los Asís de Warghost…, ¿quién más…?

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