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13- "Las hojas de té"

El suelo se agitaba, aunque levemente, bajo su cuerpo. Pero Tthor no quería despertar. Estaba teniendo un sueño extraño y fascinante: un gran árbol lo estaba envolviendo entre sus ramas nudosas y grises, aún así suaves, como queriendo protegerlo. Se sentía como un bebé que arrullado por su madre. Y toda la tensión de su cuerpo y el cansancio acumulado habían desaparecido.

Efectivamente, un par de brazos lo rodeaban, pero eran brazos de carne y hueso. Lee-Won, sumido en su propio sueño, se envolvía a su pecho, apoyando su cabeza sobre el corazón de Tthor. Sus latidos resonaban en él y sentirlos le provocaba al joven moreno un atisbo de sonrisa placentera, que no había perdido en toda la noche.

Y así se hubiesen quedado ambos, durmiendo, abrazados, sobre una manta gruesa, bajo el calor de la turba que ardía feliz en la cocina de los Sayr, sino fuera porque, al amanecer, un estruendo violento hizo temblar la puerta lateral y despertó a los dos de un sobresalto. Un nuevo golpe hizo que la señora Sayr apareciera, en ropa de cama, gritando barbaridades desde la punta de las escaleras.

- ¡¡¡Szandor!!! ¡Deja ya de aporrear así la puerta!- gritó Perenela bastante enojada.

Tthor se levantó de un salto y ayudó a Lee-Won que parecía haberse enredado con la manta. La señora Sayr abrió la puerta y miró al visitante con el ceño fruncido.

- ¡¿Cuántas veces te he dicho que no golpees así la puerta?!

Tthor miró con recelo a quien entraba. Evidentemente, y por el parecido, era uno de los hermanos de Lee- Won. Tenía su mismo cabello, aunque los ojos se mostraban más redondos y una cicatriz bastante des-prolija le cruzaba la boca, lo que le daba un aspecto intimidante. Sin saludar, se dejó caer en la silla más cercana, sin importarle las manchas de barro que estaba dejando en el suelo. La señora Sayr se le acercó y dijo:

- Sabes que debes quitarte los zapatos al entrar, después de semejante tormenta.

- Vine en cuanto terminé la cosecha. Dormí unas horas, antes de empezar el segundo turno. Caminé hasta aquí para conocer las novedades.- dijo el joven, sacudiéndose el agua y las hojas amarillentas que se habían pegado a su abrigo- Padre me ha enviado para saber cómo les ha ido con la tormenta y para que componga el techo, que a estas alturas debe de estar destruido.

A Tthor le pareció notar que la última frase del joven Szandor no fue dicha con tono grave o preocupado, sino más bien fue pronunciada con un dejo de desdén y burla.

- ¿Y tú? No era que estabas enfermo…- le espetó de repente Szandor al ver a Lee- Won doblando la manta en un rincón. EL jovencito no respondió. Se limitó con lanzarle una mirada breve y subió las escaleras en silencio. Tthor iba a seguirlo cuando la voz glacial del hermano Sayr lo detuvo:

- ¡Qué lindos modales tiene el futuro rey! Ni siquiera saluda…

Tthor giró sobre sus talones, dispuesto a contestar lo primero que le estaba viniendo a la cabeza pero su mirada se cruzó con la de la señora Sayr, quien parecía más pálida de lo normal y tenía los ojos vidriosos. Entonces Tthor respiró profundo y dijo:

- Buenos días…

Y antes de que su interlocutor pudiera responder, subió los peldaños de dos en dos y se encerró en altillo con Lee- Won.

- ¿Te he contado de mi viaje en el Bote Itinerante?- preguntó Tthor haciendo un esfuerzo para quitarse la amargura de la voz.

Lee- Won se sintió agradecido con Tthor por lo que éste trataba de hacer. Evidentemente, su amigo buscaba hacerle olvidar el mal rato, así que lo invitó a sentarse a su lado y escuchó atento toda palabra narrada por Tthor.

Con un portazo que definitivamente provenía del piso inferior, Tthor estuvo seguro de que la desagradable visita de Szandor había llegado a su fin. El muchacho bajó las escaleras de dos en dos, como las había subido, pero antes de que pudiera decirle algo a la señora Sayr, se encontró con la mirada profunda de la curandera que lo observaba con labios temblorosos.

- ¿Señora Iccer? ¿Se encuentra usted bien?

La mujer tenía espasmos en todo el cuerpo y tenía los ojos húmedos como si estuviera a punto de llorar.

- ¡Mi casa, Tthor! Ha sufrido mucho con el temporal. He perdido las pocas posesiones que tenía. ¡EL viento se las llevó!

Tthor se acercó a ella con lentitud, tratando de asimilar sus últimas palabras. La señora Sayr le palmeaba la espalda a la anciana y tenía una expresión sombría en el rostro. Una lágrimas silenciosas le mojaban la cara arrugada.

- ¿Y Ulises?- preguntó Tthor de repente, recordando al gato negro que los había recibido el día anterior.

La curandera respondió amargamente.

-¡Está desparecido! Y eso es lo que me causa más tristeza. Porque todo lo demás se recupera pero Ulises lleva en la familia casi treinta siglos.

A Tthor le sonó un poco exagerado aquello de los “treinta siglos”. Pero pensó que quizá la señora Iccer hubo querido decir treinta años, aunque seguía siendo un número exagerado. Igual le pareció innecesario corregirla en esos momentos pues la severidad del asunto había envuelto la atmósfera de la cocina en un halo de silencio y tensión.

- Señora Iccer…, ¿qué podemos hacer? ¿Quiere que vaya hasta su casa? Quizá todo se pueda arreglar…

- Eres tan bueno, Tthor.- suspiró la curandera, mientras recibía una taza de té caliente que la señora Sayr le ofrecía con una sonrisa- ¿Sabes? Serás un muy buen Rey. Yo lo he visto muchas veces, en las hojas de té, pero tu conducta de ahora sólo me lo confirma.

 Tthor tragó saliva. Siempre lo ponía nervioso que le mencionaran ese asunto del trono. No se sentía para nada preparado y, además, ahora tenía otras urgencias por resolver. Para la Coronación faltaban algunos años, si es que llegaba algún día, pensó Tthor con amargura.

Lee- Won bajó las escaleras pues sentía curiosidad por las voces que le llegaban, un poco apagadas, hasta el altillo.

- Ven, querido. Revisemos esas manchas.- le dijo Iccer al verlo, olvidando por un momento su tragedia.

Después que le hubo inspeccionado el rostro, el cuello y la espalda, su cara pareció relajarse para finalmente dibujársele en el rostro una amplia sonrisa.

- ¡Estás curado!- exclamó Iccer contenta.

- Fueron sus pócimas y cremas.- dijo Lee- Won agradecido.

- Sí, quizás… Aunque algo más aceleró el proceso.- dijo Iccer con tono misterioso, clavando sus ojos en Tthor.

Lee- Won sintió que se sonrojaba y caminó hacia el hogar, para disimular. Colocó un par de manojos de turba sobre las llamas, aunque sabía que no era necesario.

Tthor, quien seguía con su mente en el desaparecido Ulises, propuso que –aprovechando que su amigo ya tenía el alta- pudieran salir a buscarlo.

- No debe de estar muy lejos.- dijo Tthor- Seguro anda por los alrededores. Vamos…y de paso le echamos un vistazo a su casa, a ver qué podemos hacer.

- El principal problema es el techo. Se ha volado toda la parte de atrás.

- Tiene usted suerte, señora Iccer,- le dijo Perenela Sayr- Tthor es un experto en techos. Mire sino cómo nos ha arreglado el nuestro. Anoche parecía llover el oscuro entero sobre esta casa y no nos ha entrado ni una sola gota.

- ¡Mamá!- la voz de Abby resonó estruendosa desde el rellano de la escalera- ¿mira lo que encontré durmiendo debajo de mi cama!

Todos miraron a Abremelina. Entre sus delgados brazos se encontraba enrollado el gato negro de la curandera, con los ojos grandes y brillosos y ronroneando feliz, como si estuviera totalmente satisfecho de estar allí. Sólo cuando vio a su dueña, pareció reaccionar. Saltó de los brazos de la pequeña y, entre maullidos, se subió a las piernas de la curandera, quien no pudo evitar romper en llanto.

-¡Ulises!- balbuceó mientras el animal refregaba sus orejas en el regazo de la mujer.

Y así el ambiente pareció distenderse un poco. En un par de minutos, el desayuno fue servido. Y las risas de Abby y las actitudes graciosas de Ulises, hicieron que la mañana se volviera cálida y despejada en los corazones de quienes estaban allí.

- ¿Cómo está Elio?- preguntó Lee- Won, mientras bebía leche tibia, recién ordeñada de Capitolina- ¿Y dónde está? No me ha querido contar nada…

- Y nada te contaré porque me hizo prometerle que guardaría su secreto. Pero ya pronto lo verás y te contará él mismo la gran noticia.

- Elio es hijo de la señora Iccer, y un buen amigo mío.- le dijo Lee- Won a Tthor mientras desandaban el camino hacia la casa de la curandera, cargando maderas, clavos, herramientas y un gran botellón de agua fresca.- Él y yo prácticamente nos criamos juntos aunque es un par de años mayor que yo. Pero se ha ido de viaje hace casi un año y nada he sabido de él, sólo las noticias que me da su madre cuando él le escribe.

Tthor se alegró muy dentro de sí de que Lee- Won tuviera a alguien de confianza cerca suyo y que lo tratara bien; ya que los hermanos Sayr, por lo que había visto hasta ahora, no eran muy unidos. Y, con excepción de Abremelina, la vida del jovencito parecía bastante solitaria, al menos los meses que pasaba en Whetbourr.

A simple vista todo en la casa de la señora Iccer parecía estar en su sitio pero les bastó con entrar a la cocina para darse cuenta de que la mitad del techo estaba desaparecida. Y la otra mitad, que el viento no había sido capaz de arrancar, aparecía retorcida en varias formas, como si fuera una masa que había sobado una y otra vez, notándose las capas superpuestas en el centro.

- Yo me subo, a ver qué puedo hacer. ¿Por qué no recorres los alrededores a ver si encuentras algo del techo? O al menos algo que nos sirva…

Tthor se cercioró de que Lee- Won estuviera bien apoyado sobre unas vigas de madera que parecieron resistir el embate del viento. Y sin quitarle la vista de encima, se alejó, caminando hacia atrás los primeros metros. Luego decidió apurarse ya que el cielo parecía volver a cubrirse y no quería quedar empapado como la noche anterior, pues ya no le quedaban mudas limpias y secas que ponerse. De sus tres buzos, dos chorreaban agua, colgados cerca de la chimenea, siempre encendida.

No tuvo que ir demasiado lejos para encontrar las sillas y lo que había sido las patas de la mesa de la cocina de la señora Iccer. La recogió y las entró para que no se mojaran más si llovía. Pero tuvo que caminar casi un kilómetro para dar con el techo. Estaba enredado en las ramas desnudas de un viejo árbol. Tthor lo observó en detalle: poseía un tronco grueso y sus ramas parecían fuertes. Era un tilo frondoso, cuyas hojas en forma de corazón brillaban como diamantes por algunas gotas pequeñas de lluvia que aún quedaban atrapadas en ellas. El árbol tenía la mitad de sus raíces en tierra, sobresaliendo en formas extrañas. Y la otra mitad se extendía hacia la ribera del arroyo que ahora, debido al temporal, estaba crecido y se movía violentamente hacia el Mar Oscuro.

El viento había llevado las chapas enteras, con su base de maderas finas hasta el árbol. Parecía intacto pero no cedió ante el primer tironeo, así que Tthor supo que si no se trepaba un par de metros, no podría desengancharlo. Cuando puso el pie en la primera rama del tronco, y rozó con sus dedos un puñado de hojas verdes, el sonido estridente de un silbato lo dejó paralizado.

Una voz proveniente del camino hizo que se diera cuenta de que no estaba sólo.

- ¿Qué tenemos aquí? Pero si es el traidor a su propia raza. Ya que te gusta juntarte con la lacra de la sociedad, hoy recibirás la lección más importante de tu vida. Hoy no te salva nadie, Samej…

                 

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