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12- "Al calor de la turba"

Tthor no podía creer todo lo que había hecho la señora Sayr con las dos ó tres cosas que habían traído del Centro de Distribución. Y, como había sucedido en el desayuno, Tthor recibió un plato diferente al del resto; el cual incluía una taza rebosante de caldo potente y gelatinoso, revuelto de patas – que habían pertenecido a un ibis salvaje- con huevos y hongos silvestres y abundantes rodajas de pan rancio ablandados con aceite y coronados con gordas fetas de queso de cabra. Indudablemente, pensó Tthor, Capitolina era uno de los tesoros de aquella casa.

Según la propia Abby le había contado a Tthor, sólo se permitía tener animales si éstos habían sido desechados para sacrificio. A la cabra la iban a faenar por causa de una pata rota; al ser tan vieja, no podía ser vendida como carne. El señor Sayr, a pedido de su hija, insistió en el mercado hasta que logró que se la vendieran, pensando que el pobre animal iba a morir por la infección. Más no fue así. Se curó de la infección y aunque quedó con tres patas, la cabra parecía estar agradecida, dando su mejor leche a la familia.

Para el resto de los comensales: Lee- Won, Abremelina y la señora Sayr, además de una olla abundante de caldo, había por supuesto papas del aire, esta vez en gruesas tortillas caramelizadas con cebollas y azúcar negra. El aroma era envolvente y junto al calor del fuego del hogar el cual también era usado para cocinar, hicieron una atmósfera magnífica en la que las risas y los comentarios jocosos acompañaron la sobremesa.

La señora Sayr ni quiso oír el ofrecimiento el ofrecimiento de Tthor de lavar los platos. Y apenas éste hubo empezado la oración, la señora Sayr le hizo una seña para que se callara.

- Ya has hecho demasiado. Has venido a pasar unos días con nosotros…de visita. No permití que vinieras para que te la pases trabajando día y noche.

La señora Sayr iba a seguir con su discurso pero el sonido de un viento fuerte la interrumpió. Se asomó por la ventana de la cocina y miró preocupada hacia la noche cerrada. La oscuridad la puso en alerta. El cielo estaba completamente cubierto, la temperatura bajaba en picada y la lluvia que se había hecho rogar durante todo un mes estaba llegando con fuerza.

Lee- Won miró el hogar. El fuego se estaba extinguiendo.

- ¿Dónde está la turba, madre?- preguntó el joven moreno buscando con su mirada por toda la habitación.

- No creí que fuera necesario recogerla. Tu hermana y yo hemos estado algo ocupadas y tú en la cama…

- ¿Qué es turba?- quiso saber Tthor, imaginando con atino que era una especie de combustible.

Lee- Won le señaló unos restos de carbón negro que quedaban diseminadas en un costado de la chimenea.

- ¿Y dónde hay? Yo puedo traerlo.

- ¡No, no! Olvídalo, Tthor.- dijo enfática Perenela Sayr- Es de noche y hace frío.

- Es que…con esta lluvia se va a mojar y la turba mojada no enciende.- explicó Abby acercándose a la ventana donde estaba su madre.

- ¡Olvídalo, Tthor! Estás a mi cargo y es peligroso. Además no se ve nada.

- Yo puedo ver en la oscuridad, señora Sayr, mucho mejor que a la luz del sol.

La mujer lo miró fijamente.

- Claro…- dijo asombrada- Eres un Asís. Samej, tu padre, siempre andaba de aventuras por la noche porque decía que para él era el mejor momento del día.

Tthor sintió un calor dulce en su pecho cuando escuchó a la señora Sayr nombrar a su padre.

- ¿Usted…lo…lo conoció?- la voz de Tthor se quebró.

Perenela miró al jovencito conmovida.

- No te hablan mucho de él, ¿verdad?

Tthor negó con la cabeza. Tenía una expresión triste.

La señora Sayr volvió a la mesa y se sentó frente a Tthor.

- Yo conocí a tu padre, desde que nació. He trabajado en Warghost desde hace mucho tiempo. Comencé allí ayudando a mi madre y luego, cuando ella falleció, yo tomé su lugar.

Perenela se limpió la nariz sonoramente con un pañuelo blanco y prosiguió:

- Tu padre era una persona maravillosa, incansable; siempre estaba dispuesto a trabajar, a ayudar a los demás. Se metía en problemas bastante seguido. Él y el Profesor Evans eran terribles juntos. Y le daban a Warghost fuertes dolores de cabeza.

Tthor frunció el ceño al escuchar el nombre del Profesor. Sabía que él y su padre habían sido amigos inseparables hasta que Evans lo traicionó con Ördel Domtrov. No había pruebas de ello pero todo lo apuntaba como el entregador. Tthor estaba convencido de que su padre había muerto a manos de Domtrov por culpa de Persseus Evans.

El jovencito sintió un sabor amargo en la boca y se paró de un salto.

- Dígame dónde hay turba y yo se la traigo. ¿Quién sabe cuánto tiempo lloverá? Además la temperatura está bajando; necesitamos calefacción.

A Tthor le costó salir de la casa de los Sayr porque Perenela no estaba muy segura, primero de decirle a dónde había turba y luego, cuando por fin se decidió, no estaba segura de adónde mandarlo: si al claro del bosque o a la orilla del pantano.

Por otro lado, Abby buscaba con desesperación sus botas viejas pues estaba convencida de que debía acompañar a Tthor; no quería que fuese solo. Y Lee- Won, quien le había escondido las botas a su hermana en un descuido de ésta, buscaba las suyas pues repetía sin cesar que él acompañaría a Tthor, ya que había sido siempre el encargado de recoger turba y aquella no iba a ser la excepción.

Tthor, con bastante paciencia y aplomo, convenció primero a Abby de que se quedara y ayudara a su madre con la limpieza de la cocina. Luego convenció a la señora sayr de que le dijera el lugar más propicio para recoger la turba, ya que iría, según prometió, en un santiamén. A lo que la señora Sayr aceptó a regañadientes pues sabía muy dentro de sí que pasarían mucho frío sino buscaban el combustible en ese mismo momento, y tampoco tendrían con qué cocinar.

Pero convencer a Lee- Won de que se quedara fue un poco más complicado para Tthor. Casi a rastras lo llevó al altillo. Lo acostó en el colchón, cerca de la pared y lo tapó con las mantas anaranjadas. Se recostó a su lado y lo abrazó. Esperaba con aquel gesto, convencerlo para que desistiera de acompañarlo.

Lee- Won, al principio e intuyendo lo que pretendía su amigo, trató de resistirse al abrazo pero sentir los latidos de Tthor tan cerca y su respiración cálida y acompasada lo terminaron por convencer. Y le prometió, entre caricias y miradas dulces, que lo esperaría allí. Tthor se levantó , caminó hacia la puerta y dijo, sonriendo:

- Me cuidas mi tesoro, ¿sí?

Lee- Won miró la mochila que estaba cerca de él y asintió. Pero cuando el jovencito abrió la puerta, la voz urgida de Lee- Won que lo llamaba por su nombre lo detuvo. Caminó hacia él, se puso en cuclillas y tomando su rostro moreno con ambas manos, lo besó en la frente con extrema dulzura. Y, a paso presuroso y sin mirar hacia atrás, dejó el altillo, bajó las escaleras y salió de la casa por una puerta lateral.

Tthor tenía dos opciones. La primera, elegir el camino más fácil y más directo y llegar hasta el bosque de arces plateados que estaba a solo veinte minutos en línea recta desde la casa. La segunda opción era la más difícil: recorrer toda la costa suroeste del mar oscuro, que estaba a más de una hora a pie.

Tthor, desde que había salido de la casa, tenía en mente tomar la segunda opción. Ya que la primera, aunque más cerca, estaba casi agotada de turba. Pues todo el pueblo de Meaghdose, al menos la parte poblada de Whetbourr sacaba de allí el combustible.

Con un canasto redondeado de mimbre atado a la espalda, Tthor cruzó el camino empedrado que había tomado aquella misma mañana y dobló después en un atajo oculto por unas malezas frondosas, rumbo a la playa. Alguna que otra gota le mojaba el rostro mientras avanzaba por un camino en descenso poblado de guijarros y arena de grandes granos negros. La lluvia parecía dudar en desatarse. Tthor miró el cielo opaco y deseó que se tardara un poco más en caer; al menos que le diera tiempo de juntar algo de turba seca.

No había avanzado más de un kilómetro cuando un sonido fuerte y cercano lo puso en alerta. Hasta ahora, en aquella parte del bosque que delineaba la costa no se escuchaba absolutamente nada; era como si no hubiese vida por allí. Tampoco había viento. Las ramas desnudas de los árboles parecían pintadas de tan quietas que estaban. Y la ruptura de aquel silencio, de pronto, hizo que Tthor se sobresaltara más de la cuenta cuando unos pasos rápidos se escucharon por detrás.

Se frenó en seco y se dio vuelta con violencia, decidido a enfrentarse a quien fuera que anduviera por allí. Esperaba ver alguna luz. Porque, quien se atreviera a caminar en la oscuridad, en una noche tan cerrada como aquella, debía alumbrarse con algo, a menos que fuera un Asís. Pero eso era casi imposible. Quedaban muy pocos Asís en la actualidad y según se creía en Warghost, Tthor era el único con sangre real directa.

Los atributos de un Asís, incluyendo el poder ver en la oscuridad, se iban perdiendo con la mezcla.

Tthor esperó un tiempo prudencial para ver si aparecía alguien. Pero ahora  reinaba el silencio. Una ráfaga de viento gélido lo obligó a seguir avanzando aún sin estar convencido de que solo fuera su imaginación. Había escuchado pasos, firmes y claros. Pero no veía a nadie. Siguió adelante, siempre atento a cualquier cosa que se moviera a su alrededor.

Cuando, tiempo después, vislumbró la costa, aceleró el paso y bajó la vista en busca de la turba. Toda la línea de la playa, hasta donde podía ver, estaba llena de aquel combustible fósil de raro color pardo y muy liviano al peso. No le costó nada llenar el canasto en pocos minutos.

Iba a retomar el camino de regreso cuando sus ojos se desviaron hacia las tranquilas aguas del mar. Brillaba a intervalos cuando alguna que otra gota de una lluvia discreta que caía, lo rozaba; o cuando alguna nube grande y negra parecía rasgarse en pequeños trozos y dejaba pasar la luz de la luna llena. El intenso aroma a sal  impregnó al muchacho en apenas unos segundos, cuando se acercó a la escollera.

- Es una lástima que no haya a prendido a nadar.- pensó Tthor acercándose más al agua- Aún así me pasaría horas enteras contemplando esta maravilla. Estoy seguro que si agudizo un poco la vista soy capaz de ver al Bote Itinerante, flotando en alta mar.- susurró.

Y en seguida, ante ese pensamiento, un sonido suave, muy similar a la flauta de Nim le llegó a sus oídos. Pero un par de segundos de aquellas notas, le revelaron a Tthor que no era más que el ulular de un búho escondido por allí cerca- que quizá narraba las maravillas que veía o tal anunciaba la tormenta que estaba por venir.

Más Tthor prefirió creer que eran notas emitidas por aquel mágico ser. Y se dispuso a quedarse allí, sentado en la orilla, solo por unos minutos, según se prometió en silencio. No pasaría nada si tardaba un poquito más en volver.

Aún con los ojos cerrados estiró el brazo y sumergió la punta de sus dedos en el agua. Contrario a lo que esperaba, el líquido estaba tibio al tacto. Y en seguida sintió que un leve temblor le recorrió todo el cuerpo. Abrió los ojos. Respiró profundo y vio, por un segundo, la imagen de la luna bañándose entre las olas. Iba a cerrar otra vez los ojos cuando un nuevo temblor lo puso en alerta.

Comprendió que la tierra bajo sus pies se movía y las olas se turbaron y pegaban ahora con más fuerza en la costa. Tthor se puso de pie y se alejó prudencialmente un par de pasos. Y ante una nueva calma, esperó unos segundos sin moverse. Estaba por retomar el sendero cuando un violento terremoto se desató y lo tiró hacia el borde de la muralla. A punto estuvo de caer al mar, sino fuera porque atinó a agarrarse de unas rocas en punta que sobresalían cerca de él.

El mar calmo se había vuelto ahora intempestivo y golpeaba con rudeza cerca de Tthor, quien había quedado empapado de pies a cabeza con la segunda ola que llegó hasta allí.

Y ante un nuevo temblor, esta vez continuo y que parecía acrecentarse a cada instante, el joven se incorporó, se ajustó el canasto a la espalda y se alejó corriendo. Y no paró hasta llegar al camino empedrado. Volvió a asegurar la turba y dio grandes zancadas en medio de una torrencial lluvia que parecía haberse desatado de golpe.

Un viento arremolinado lo empujaba hacia un costado y se vio obligado a hacer fuerza para no ser desviado del camino. Ramas secas, primero y luego pedazos de madera y hasta tejas partidas comenzaron a zumbarle de cerca, lo que precipitó aún más sus marcha. Pero tenía los zapatos empapados. Le costaba cada paso, como si los pies le pesaran toneladas.

Cuando llegó a la cerca de la casa de los Sayr vio, literalmente, como las paredes de chapa que cubrían la letrina salían volando, tomando gran altura y, adoptando formas retorcidas, se perdieron detrás de unos altos álamos de Lombardía.

Cuando llegó a la puerta, ésta se abrió de repente, como si alguien estuviese esperándole dentro. Y así era: Lee-Won, quien a penas se hubo marchado Tthor, había bajado a la cocina, desobedeciendo, lo vio venir por la ventana y le abrió enseguida.

Tthor entró sin molestarse por ver quién estaba detrás de la puerta. Intuyó que Lee- Won estaba allí. La puerta se cerró de inmediato, evitando que el viento sur se siguiera colando dentro de la casa. Mientras colocaban la canasta a un lado y Tthor se secaba el pelo con un vieja toalla que su amigo le había preparado, afuera unos ojos fríos e impávidos miraban la precaria vivienda desde varios metros, escondidos detrás de un árbol joven.

Su dueño respiraba entrecortadamente pero parecía sonreír con un atisbo de maldad en el rictus de sus labios. Y mientras parpadeaba nervioso, abría y cerraba el puño de su mano derecha, una y otra vez, lo que hacía siempre que estaba planeando algo.

- Mi Señor debe saber que el vástago a llegado a Warghost. El plan se pone en marcha.- pensó mientras veía el humo que ahora comenzaba a escapar a borbotones de la chimenea de los Sayr.

                                                       

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