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1 1 | AMENAZA

Al contarle todo lo sucedido a Li, siento un peso menos de encima, de mi alma, de mi ser. Bebo de la taza humeante mientras abrazo un cojín en el sofá, ambas estamos en la sala, platicando, sin haber desayunado al habernos quitado el apetito con la conversación difícil que tuvimos. Sin embargo, omití un gran detalle: Tsumi. 

—No es tu culpa lo que pasó, Jiu—me reconforta, sobándome la espalda.

Su apoyo fue incondicional, me hizo sentir escuchada y cómoda mientras le contaba toda la historia. Sin sentirme juzgada, señalada ni culpable, aún así, la culpa que siento por dentro me carcome.

—Eso me hizo cuestionarme si podré ser una buena criminóloga... Debemos ver la parte del delincuente en vez de querer castigarlos como comúnmente la sociedad lo hace.

Bajo la mirada y suspiro con pesadez.

—¿Y qué es lo que vemos nosotros que la sociedad no lo hace?: Una segunda oportunidad. Sin etiquetamientos ni señalamientos, nuestro deber es integrarlos nuevamente porque un error cometido no te encasilla de por vida. Entonces, tú tampoco lo hagas contigo misma de algo que estuvo fuera de tu control—agarra mi mano y la aprieta, la soba y me sonríe. —Estás aquí sana y salva, con un suceso traumático del cual debes recuperarte, porque fuiste la víctima, y él fue el agresor. Las cosas como son, y por último, pero no menos importante; No estás sola, me tienes a mí y vamos a descubrir quién está intentando hacerte daño.

La miro con los ojos brillosos y la emotividad que cargo desde ese día, se dispara, llorando sin más, agradeciéndole una y otra vez mientras la abrazo, encontrando el confort que tanto necesitaba.

—¿Qué debemos hacer de ahora en adelante?—me calmo para poderle hablar, con la vista nublada y sintiendo los mocos en mi nariz.

Me acaricia la cabeza, el cabello, de manera muy maternal.

—Vamos a llevárselo a la policía para que investigue el caso. Dejémoslo a los profesionales, ¿está bien? Y mientras tanto, hay que mejorar la seguridad de la casa por si acaso, me compartirás tu ubicación a tiempo real, no te quedarás sola y si te sientes en peligro, llámame sin importar la hora.

Sonrío con orgullo al verla hablar con profesionalidad.

—Medidas cautelares—añado, al haberlo visto en la clase de derecho penal.

Asiento acordando con las indicaciones, tendré cuidado de ahora en adelante de cualquier peligro. No sabemos las intenciones o propósito de quién hizo esto, es mejor prevenir.

—Exactamente, también sería lo ideal el que puedas buscar asistencia psicológica. En la universidad tienen, te acompaño.

La idea de buscar terapia ha pasado por mi cabeza varias veces durante mi vida, aunque siempre termino dándole vueltas y no aceptando. Ahora, me pregunto si realmente debería tomar la decisión, sin embargo, no sé si sea precisamente un buen momento ya que tendría que ocultar gran parte de lo que me atormenta y sería tirar dinero que definitivamente no tengo.

Asiento y sonrío con agradecimiento.

—Te lo agradezco tanto, Li. Me siento mucho mejor ahora, es todo lo que necesitaba escuchar para tener fuerzas para seguir y eso es gracias a ti y a tu disposición en escucharme. Nunca me olvidaré de este gran gesto—la aprieto fuertemente, me acaricia la espalda y la suelto con suavidad.

—Aquí estaré cuando más lo necesites, cuentas conmigo.

Después de una emotiva y liberadora charla, me siento agotada, sin energías, es por lo que decidimos comer y platicar sobre la escuela, las tareas pendientes que nos han dejado y temas menos serios. Incluso hacemos juntas nuestra tarea de dibujar a un criminal según la teoría de Lombroso, la cual trata que los criminales nacen con ciertas características físicas, siendo totalmente prejuicios.

Pasamos la tarde juntas, incluso me acompañó y me dió su total apoyo moral para entregar el paquete y dar mi declaración en la estación de policía, lo cual fue sumamente difícil, estaba helada y no paraba de temblar, el clima no ayudaba, era todo tan apagado, melancólico, triste. Tuve que contener mi llanto, mi ansiedad, preocupación e incertidumbre, el oficial hizo su trabajo manteniéndose al margen y garantizándome el cuidar mi bienestar e integridad, recomendándome medidas de prevención, números telefónicos de atención y material de seguridad que iba a instalar en mi domicilio, aunque al no ser mi propiedad, debían llegar a un acuerdo con la dueña. Por lo que, al sentirme insegura, decidí contarle lo que estaba pasando a mi tía Vik, entendiéndolo a la perfección y dándome todo su apoyo, incluso siendo cómplice al decirle que no quería decírselo todavía a mi mamá, e insistió en que me quedara en su casa el tiempo que fuera necesario hasta estar a salvo, accediendo.

—¿Tienes todo lo necesario?—me pregunta mi tía, ayudándome a cargar mis pertenencias por su gran e iluminado departamento.

La miro moverse con rapidez y energía, mi tía Vikto, la siento más como una prima que como una figura de autoridad, al ser más joven y liberal que mi mamá. No tiene hijos, vive sola en este lugar claramente costoso en una buena zona, es manager en una empresa de cosméticos llamada "Gama", por lo cual siempre está bien arreglada de manera elegante, pantalones de vestir, tacones, y su cabello cobrizo muy bien cuidado.

Asiento y la ayudo con mi otra maleta. Su departamento está tan limpio, el estilo queda con su personalidad al ser tan pulcro, con colores claros y bien organizado.

—Tu amiga Li me cayó bien, parece del tipo de persona que recibió una muy buena educación, me sorprendió su comportamiento de buena manera y el apoyo que te brindó. Es una lástima que no aceptó quedarse a cenar, me hubiera encantado conocerla más—sonríe y sus ojos cafés se iluminan, está claro que las personas con buena vibra se caen bien al instante.

—Deberá estar cansada, aparte tenía planes con su mamá al ser fin de semana de familia—elevo los hombros, resignándome. A mí también me hubiera gustado convivir más con Li, aunque para eso estarán las clases.

—¿Tienes hambre? Recuerdo que me contaste que solamente desayunaron, no debes malpasarte, jovencita—me intenta regañar, pero terminamos riendo.

—En realidad no mucha, fueron muchas emociones hoy y me siento más cansada que nada—suspiro y me tumbo en el sofá, es tan cómodo.

—Podemos cenar algo sencillo o podemos pedir comida, déjame ver qué hay en la alacena. Nunca debes dormir con el estómago vacío—se acerca a la cocina y comienza a inspeccionar su despensa.

Escucho un cascabel acercarse, hasta darme cuenta que se trata de un pequeño gato de color negro, acercándose hacia mí, de manera amistosa.

—Es Saly, tiene medio año. Es lo mejor que me dejó mi ex—se ríe y se acerca sosteniendo una bolsa de papas fritas.

Mi tía es una mujer exitosa, fuerte y hermosa, aunque lo único malo es su vida amorosa, siendo un desastre lleno de dramas.

Acaricio a la gatita, ronronea y sonrío. Es muy suave y huele a perfume de bebé.

—Es muy linda—agrego.

—Se amarán mutuamente, es perfecto porque se harán compañía. Suele pasar mucho tiempo sola ya que trabajo mucho, sin embargo, me alegro que ahora estaremos las tres compartiendo hogar—se sienta al lado mío y pone su mano en hombro, dándome consuelo lo cual agradezco enormemente. Me ofrece papas y yo en cambio, la abrazo.

—Muchas gracias por permitirme quedarme, tía Vik—me abraza y me besa la frente.

—Es tu casa y eres una hija para mí, quédate todo lo que quieras y haz todo lo que quieras aquí—me acaricia el cabello y asiento, impregnándome de su perfume.

Compartiendo un significativo y especial momento de complicidad, nos quedamos así hasta que Saly interviene y nos reímos, terminando con pedir comida rápida para cenar, específicamente sushi para mi colmo, ya que es la comida favorita de mi tía. Hasta encontrarme sola con mis pensamientos y la oscuridad en mi nueva habitación, la de invitados y que por el momento, será mía.

No puedo dormir, así que decido salir al balcón de la sala, descalza y sintiendo el aire fresco de la llovizna. Es tan liberador el cambiar de aires, siento la tensión de mis hombros al sentirme segura aquí, acompañada, apreciando las luces encendidas de algunos departamentos, estando muy alto, en el piso veintidós.

La oscuridad de la noche me recuerda solamente a alguien, a algo: Tsumi. No abandona mi cabeza desde que apareció ante mí, no sé si es un tormento o una bendición, pero me persigue constantemente y su recuerdo se repite una y otra vez en mis adentros. Como si estuviera encantada o maldita con su presencia.

¿Debería llamarlo? Para enfrentar lo que pasó entre nosotros o lo que creí que sucedió. Es incómodo, sin embargo, se sintió celestial su tacto, tan bueno para ser real. Me resigno y regreso a la cama, agarro mi celular y reviso mensajes ya que en todo el día no había tocado mi celular, intentaba distraerme, hasta leer uno de Henzin:

"¿Llegaste bien a casa? Me hubiera gustado platicar más contigo, descansa".

Qué lindo gesto, me hace sonreír, le respondo agradeciéndole y diciéndole que nos veremos muy pronto en la escuela. El insomnio me inunda hasta intentar combatirlo al leer documentos de lectura de derecho penal, hasta aburrirme.

Es cuando recibo un extraño mensaje, diciendo:

"¿Nos vemos en el piso 30?"
—罪—

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