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0 9 | TENTACIÓN

Me giro de inmediato, solamente escuchando el fuerte ruido del viento, no hay nadie. Corro a encerrarme, pongo el seguro y me detengo en la puerta hasta iluminar al frente mío, en donde me aterra el ver una vela blanca en mi tocador.

Voy por ella y la examino. Ni siquiera la pedí, no pasó por mi cabeza el llenar la casa de velas para aumentar mi miedo de invocar algo más.

—Lo hiciste mal—un susurro en mi oído me asusta lo suficiente como para aventar la vela al suelo con fuerza, rompiéndola. Y yo en cambio, caer en mi tocador.

Miro por el espejo y la silueta oscura que bien conozco, está aquí presente.

—Tal vez, simplemente me enseñaste mal—bromeo, queriendo recobrar la compostura después de hacer el ridículo. Como si nada hubiera pasado. —¿Qué haces aquí? A este paso, me llevarás a la tumba más pronto de lo que planeas.

Ríe y recoge el pedazo de la vela más decente, encendiéndola.

—No quiero eso—deja la vela en mi escritorio, asegurándola lo mejor que puede en el cenicero que utilizo para el incienso.

—Tus acciones me dicen lo contrario—me siento en mi cama, cruzada de brazos.

Pone en frente la silla del escritorio y se sienta ahí, elevando una pierna y juntando sus manos.

—Intentaste llamarme y aquí estoy, a tus órdenes—extiende sus brazos, pareciendo un predicador el cual está a mi disposición.

Inevitablemente, recuerdo mi sueño y lo comparo con la realidad. ¿Habrá sido un sueño premonitorio o un mensaje del inconsciente?

—¿Puedes meterte a los sueños ajenos?—indago. Puede haber sido culpa suya, un efecto secundario de su presencia en mi vida, cuando todo estaba en orden y tranquilidad. ¿Cómo pude estar en vibración baja cuando estaba en total armonía? A mi parecer.

Me pregunto: ¿Qué habría pasado si no lo hubiera conocido? A la vez, es lo único interesante y emocionante que tengo, porque antes de él, todo era tan rutinario, calmado, aburrido. Podía sentir el control de mi vida, de mí, y ahora no es así, causándome conflicto interno.

¿Debería dejar fluir a la persona que me estoy convirtiendo? La que ya no se contiene, la que se permite sentir, ser.

—¿Me llamaste aquí de madrugada para preguntarme únicamente eso?—se levanta, recorriendo mi cuarto el cual entró sin permiso, apreciando cada detalle.

No hay muchísimas cosas, al ser un lugar rentado con muebles, es una decoración sencilla aunque funcional para una estudiante universitaria. Está el ropero, tocador, librero, escritorio, cama, el tapete y la enorme ventana.

Suspiro con molestia al responderme con una pregunta, evadiendo lo que le dije.

—Respóndeme. Quiero saber si es mera coincidencia todo esto o es otro de tus maquiavélicos planes en lo que resulto envuelta.

Sonríe sarcástico y se recarga en mi puerta, cruzando sus brazos y mirándome de abajo hacia arriba. Sintiéndome escaneada con las pocas prendas que tengo puestas.

—No solamente puedo meterme en eso.

Sus palabras me dejan sin aliento, repitiéndome si es lo que creo que dió a entender. Al no seguirle el juego, se voltea, le quita el seguro a la perilla de mi puerta, pareciendo dispuesto a irse.

—¿En qué más puedes meterte?—suelto, no queriendo que se vaya todavía.

—Lo descubrirás en tus sueños. Ten una buena noche—abre la puerta y se va, dejándome a medias, inconclusa.

Suspiro con molestia.

—También puedes meterte en problemas con ese comportamiento. Qué grosero irse de esa forma...—reniego y prosigo a apagar la vela furiosa, yéndome a dormir.

Escucho un chasquido y la llama de la vela vuelve, haciéndome abrir los ojos y darme cuenta que ahora está sentado en la esquina de la cama.

—No deberías dormir con las luces apagadas, ni con el espejo dando directo a ti mientras duermes—con otro chasquido, tapa el espejo con una tela oscura color carmesí.

—¿Qué pasaría?—me siento, abrazando mi cobija.

—Cuida tu energía, es lo más preciado que tienes. Ese cuerpo humano del cual dispones, es prestado, temporal, debes protegerlo para no perderlo—su voz es tan oscura y atrayente que podrías escucharlo hablar por horas y no cansarte.

—Parece que proteges mi energía porque eres el único que puede quitármela. ¿Es así?

Suspira y niega.

—No puedo tomarla sin permiso. Si crees ser un títere o algo así, te estás equivocando. Tú eres la única que puede ceder o retroceder—se levanta y se pone a mi lado, tapando la iluminación de la vela.

—¿Por qué apareciste ahora en mi vida?—aprieto mi cobija y el sentimiento regresa, no permitiéndome tragar al ser difícil de expresar. —¿Por qué no antes? Debió ser antes cuando todo era un desastre, no cuando finalmente pude tener paz. Me pregunto si es un precio a pagar por mis pecados, una prueba conmigo misma o simplemente debo hacerme una mala persona—tengo que detenerme antes de comenzar a llorar, lo cual no quiero, quiero respuestas. Debo evitar mostrarme frágil, indefensa, por más que sí lo esté.

—Parece que ya tuvimos esta plática anteriormente, sin embargo, al no quedar claro debo recordártelo: No puedo darte una guía de cómo actuar, tampoco responderte más allá de mi límite porque yo tampoco tengo las respuestas que necesitas. Esas están en tu interior, en la sombra que has reprimido y la cual ha crecido hasta ser imparable, y a la vez, una oscuridad desconocida para ti... Por ahora.

¿Mi sombra? Debo conocerme a mí misma... Pero, ¿cómo? Seguir haciendo lo que no es "moralmente correcto", ¿es así?

—Victimizarme no funcionará, y el haber seguido el camino recto toda mi vida, se siente como mi mayor error... Como si hubiera cometido un pecado capital.

Eleva los hombros, sin palabras.

—Justificarte por buenas causas te hará sentirte peor y créeme, no te ayudará. A pesar de eso, puedo recomendarte el camino fácil, sin dilemas morales, siguiendo tu naturaleza humana: Cae en la tentación.

Cuestiono todo mi mundo, porque si debo actuar salvajemente, sin pensar y solamente seguir mi instinto, no es diferente a ser un animal sin razonamiento.

—Caer en la tentación sin culpa, remordimiento ni pesares—digo en voz alta, viendo un punto del rincón de la habitación.

—Perfecto, lo has entendido—aplaude levemente, con clase.

—¡Eso es tan sencillo de decir y tan complicado de seguir!—me intento levantar aunque las cobijas se me enredan y termino cayéndome.

Tsumi me levanta como si nada, regresándome a la cama y sosteniéndome de la cintura y de mi muslo.

Está tan cerca que su aroma es intoxicante, huele tan bien, luce tan bien que su apariencia no ayuda en resistirme, contenerme de mis deseos sexuales y hace tan sencillo el hecho de caer en la tentación, incluso lo haría con gusto una y otra vez.

El tocarlo a pesar de no deber ya que enciende mi alarma de peligro, mi instinto de supervivencia y mi alerta de enemigo, resulta tan placentero el hecho de hacer lo que moralmente está incorrecto, sintiéndose como el cielo. Como un premio, un banquete exquisito, exótico.

—Debes incriminarte, ensuciarte y gozarlo. Desearlo con todo tu ser—recorre con las yemas de sus dedos mi muslo, poniéndome la piel de gallina, acelerando mi respiración y sintiendo la temperatura de mi cuerpo aumentar. Su caricia es como si activara un shock eléctrico de escalofríos.

—Enséñame a hacer el sello una vez más, tengo una petición por hacer—le pido, comenzándome a excitar.

Accede, agarra mi mano y con la otra, sumerge mis dedos en la cera de la vela, quemándome un poco, hasta comenzar a dibujar en la palma de mi mano. Escaneo el orden para poder utilizarlo exitosamente, hasta que termina de hacerlo, lo lamo con lentitud y utilizando solamente la punta de mi lengua, mirándolo a los ojos cuando los míos arden de deseo, de lujuria.

Se completa el sello y dice:

—¿Cuál es tu deseo?

Sonrío con dicha y un poco de perversión.

—Hazme pecar con tu cuerpo—lo agarro de su abrigo y se lo comienzo a quitar, dejándolo en su camisa que está tan apegada a su cuerpo, marcándose que está muy bien trabajado.

—Seré completamente tuyo cuando tú seas completamente mía. Debes aceptar el pacto primero, ¿algo más?

Maldita sea... Sin embargo, hay otra idea que tengo en mente:

—Bésame y... Tócame.

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