0 5 | PACTO DE SANGRE
La impresión me deja sin palabras y sin poder procesar y creer lo que está ocurriendo, la voz del sujeto es grave y está cubierto de pies a cabeza, solamente puedo ver sus ojos descubiertos, haciendo contacto visual por un instante antes de bajar la mirada al sentir que me mira.
Viste completamente de negro, usando ropa deportiva, un cubrebocas y una gorra negra.
Algunas personas se resisten y es cuando decide actuar y disparar a una de las ventanas, provocando un gran ruido y terror. Los vidrios rotos caen por todos lados y las personas se cubren como pueden.
—¡Ahora!—se mueve al centro del autobús y la gente aterrorizada comienza a escapar, pero yo no puedo reaccionar.
Siento todo en eco y lento, hasta lograr sentirme mareada y con un asco en mi interior que me impide correr, protegerme, defenderme frente a esta amenaza a la que estoy enfrentándome.
¡Reacciona, Jiu!
En la mochila que lleva puesta, saca un galón de lo que parece ser gasolina que comienza a esparcir por doquier, es cuando logro moverme y agacharme. Comienzo a temblar desenfrenadamente y a temer por mi vida, así que me arrastro hasta la salida como puedo, siendo aplastada por algunas personas de hasta el final que corren por su vida, me levanto y algunas otras me empujan y tiran mis cosas, intento rejuntarlas como puedo, sin embargo, mis movimientos son torpes, lentos. Logro recuperar mi celular y lo sostengo, hasta detenerme al quedarme al borde de las escaleras en donde presencio como última escena, el fuego incrementándose enormemente.
Lo último que escucho antes de aventarme del autobús es al chico extendiendo sus brazos y gritar: ¡Todos arderemos en el infierno algún día! Llenándose de llamas y siendo incapaz de salvarse a sí mismo.
No puedo evitar pensar en quién se cree que es él como para decidir eso, en que todos iremos al infierno si es que acaso realmente existe, si no es suficiente lo que sufrimos en carne propia. La inexplicable furia me hace levantarme y recuperar mis fuerzas, acercarme, hasta sentir que algo me detiene, una fuerza invisible y me susurra: "Date la vuelta". Inconscientemente, mi cuerpo obedece y me alejo, hasta sentir el impacto rozarme de la explosión del autobús en donde algunos de los presentes en esa avenida, comienzan a crear pánico y caos colectivo, sin notar en qué momento ha llegado tanta gente volviendo todo un alboroto y un espectáculo nocturno.
Y ahí estoy yo, calmada, quieta y observando a lo lejos a una silueta oscura tan familiar que está observándome con una sonrisa formándose en su rostro. Abre su paraguas oscuro y miro al cielo, estiro mi mano y están cayendo cenizas que manchan mi piel y se deshacen al comenzar a llover.
Lo único que puedo hacer, es seguir mis impulsos y el querer alcanzarlo y obtener respuestas, explicaciones, se ha vuelto una necesidad lo que me hace correr hacia él. Apenas y me muevo, se va del lugar de los hechos y lo persigo con desespero, aumentando su paso y pareciendo ir a un lugar en concreto, como si fuera una invitación a seguirlo y averiguarlo.
El camino que sigue se vuelve cada vez más pequeño y oscuro, siendo callejones, lugares solitarios hasta llegar a la entrada de lo que parece ser un enorme parque que tiene un gran desnivel y lámparas con luz tenue a los lados. Los árboles son redondos y el centro parece ser un espiral con algunas bancas rodeándolo, y para llegar, debes bajar unas enormes escaleras en las que si resbalas y caes con un mal golpe, podría ser tu final. Y sin importarme siquiera en ver dónde piso, solamente apresurándome llego a buscarlo, pareciendo que ha desaparecido a pesar de haber seguido su rastro hasta aquí.
Cruzo por los alrededores, hasta llegar a los árboles y pasar por algunos juegos pareciendo viejos, usados y dando una vibra extraña con la ambientación en general del lugar, pareciendo escondido y el escenario perfecto para cometer un crimen sin ser descubierto a estas horas de la noche.
—Pareces más enojada que asustada—sus palabras me detienen y por fin lo encuentro, en uno de los columpios sentado y esperándome. Está paseándose tranquilamente, comiendo lo que parece una paleta de dulce, totalmente despreocupado.
Sus oscuros cabellos se mueven con el frío aire y suspiro.
—Gracias por avisarme—me detengo al frente suyo y detiene sus movimientos. —Y protegerme—añado.
—¿Estás segura de que fui yo? No me necesitas para protegerte—me responde y su tono es confuso de explicar, dudoso o tal vez eso quiere que crea cuando es más que evidente.
Sonrío con amargura.
—Entonces, ¿Quién más habrá sido? Me muero por saber—lo cuestiono con sarcasmo y eleva los hombros, me ofrece una paleta de dulce que saca de su bolsillo y en vez de aceptarla, le arrebato la que tenía en su boca y la saboreo, siendo una combinación de un sabor frutal. —Me estabas cuidando a lo lejos, vigilando o tal vez... Poniendo a prueba—me pongo al lado suyo, subiéndome al siguiente columpio.
Una prueba de poder, control, un juego de azar o algo más.
Sonríe levemente con gracia y agacha la mirada, delatándolo, sus hoyuelos y esa expresión, esa bendita expresión parece bendita en vez de maldita.
—Me necesitas a tu lado... Por eso te propondré un trato—me mira con detenimiento y sin mirar lo que hace, me enseña su palma y al instante, la corta de abajo hacia arriba, de un extremo a otro.
Dejo caer la paleta de dulce de la impresión y él me sonríe, sin poderle siquiera responder o cuestionar.
—¿Qué haces?—al verlo sangrar me entra un gran pánico y desespero. La sangre resbalda por su piel blanca y cae a la arena del área de juegos, manchándola.
—Es un pacto de sangre. Cuando estés en peligro o bajo amenaza, una sola gota de tu sangre, será suficiente para llamarme.
Siento un nudo en la garganta, impidiéndome responder.
—Solamente debes trazar una línea de sangre en tu palma y juntarla con la mía, así sellaremos el trato. ¿Qué te parece?—me extiende y entrega la navaja con la que se cortó.
Esto es una locura, está realmente loco. ¿Debo cortarme para llamarlo? Es un desquiciado, maniático y psicópata. No caeré ante sus juegos enfermos.
Teniendo suficiente, me levanto, aviento la navaja y me retiro sin decir una sola palabra, hasta que un pensamiento racional me viene a la mente, me detengo, preguntándole:
—¿Qué tan diferente es el llamarte y el tenerte ya a mi disposición? No creo que sea muy diferente.
Un silencio inunda nuestra atípica conversación y los ruidos nocturnos hacen eco.
—Te sigues resistiendo, ¿no querías mezclar nuestras oscuridades?—cambia el enfoque, librándose de mi cuestionamiento.
—¡Eso no quiere decir que mezclemos fluidos!—lo volteo a ver indignada y pongo mis brazos en la cintura.
Ríe ligeramente, divertido.
—Mezclamos saliva, ¿no cuenta?—me deja sin argumentos sabiendo que lo que dice es cierto y tampoco me arrepiento, es más, siento mis mejillas subiendo su temperatura, comenzando a sentir calor al recordarlo. —Me tendrás en la palma de tu mano, ¿no es suficiente? Considéralo siquiera antes de negarte incensatamente.
Me quedo callada, procesándolo y me molesta la idea de tan solo considerarlo. ¿Debes sangrar para dejar a la oscuridad salir?
Todo esto parece tan sencillo y complicado a la vez, como el comienzo de laberintos y juegos mentales sin saber el final del recorrido.
Con una mezcla de molestia, intriga, deseo y curiosidad, decido arriesgarme y decirle un poco de lo que pienso antes de irme. Probablemente, queriendo desahogarme o incitar a algo más.
—Debería alejarme de ti, huir, correr y mantenerme fuera del peligro, sin embargo, me excita esa peligrosa e incongruente contradicción que me hace acercarme cada vez más y más—siguiendo mis palabras, me acerco cada vez más y él también se acerca. —Podrías ser mi veneno y mi remedio al mismo tiempo... Es cuestión de la dosis—se detiene y la cercanía de nuestros cuerpos desencadena una notable tensión que no se puede negar, más bien, es palpable.
Acaricio con mis dedos sus labios y lamo los míos detenidamente, nuestras respiraciones calientes chocan y mi corazón se acelera.
—Pídelo—es lo único que articula, mirándome fijamente.
Me acerco y le susurro con lentitud, intentándolo provocar:
—Entonces, dame una pequeña prueba de lo que representa ese pacto—junto nuestras manos y siento su sangre escurrir en mi piel, escurriendo por mi brazo hasta gotear.
Con una expresión seria, responde:
—¿Estarás dispuesta a las consecuencias?—advierte y yo asiento al instante.
—Totalmente. Quiero ver qué tanto te esfuerzas por intentar corromperme.
Se acerca a mi rostro y cierro los ojos, esperando la suavidad de sus labios, el sentirlos y sentir su tacto, intoxicarme de su aroma, de su ser, su oscuridad. Solo una vez más.
—No será difícil—se aleja y retrocede, dejándome una sonrisa maliciosa y con ganas, mordiéndome el labio.
Ese efecto que tiene... Definitivamente, desencadenará lo peor de mí. Lo desconocido lo volverá más que conocido, insaciable, tal vez, ¿imparable? Debo sentirlo una vez más... Solo una vez más para poderlo comprobar y así será, el disfrutar cruzar la cinta de acordonamiento y desenterrar lo que hay en su interior, en las profundidades de lo impenetrable.
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