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0 4 | PELIGRO

Corro por el pasillo de mi edificio, intentando llegar a tiempo a la siguiente clase, aunque mis temores aumentan al ver a algunas personas salir del último salón en donde debería estar yo.

Cuando logro recobrar el aliento, busco con la mirada a Li, desesperada hasta encontrarla del lado contrario, hablando animadamente con compañeros de clase.

La llamo y se detiene al lograr escucharme.

—Llegas tarde—se acerca y sonríe burlona, seguramente entendiendo la razón de mi desaparición, debido a lo último que presenció.

Asiento con rapidez.

—¿Por qué la clase terminó tan rápido? ¿dijeron algo importante?—le pregunto, prestándole la mayor atención posible.

—Solamente fue organización para el trabajo en parejas del semestre, votamos democráticamente en si hacer el acomodo por nuestra cuenta o que el profesor lo hiciera—me explica y le agradezco hasta que añade: —Y al final, él publicará el tablero con el acomodo la siguiente clase.

—¿Será al azar o tendrá un método específico?—indago.

Se queda pensativa, recordando.

—Probablemente tendrá un método específico, se ve bastante justo. Bueno, aparentemente ya que la mayoría de los profesores aquí usan traje, ya te imaginarás.

Reímos en conjunto.

—Ya veo, sin embargo, hay que tener el beneficio de la duda. Nunca sabes quién termina siendo realmente corrupto—elevo las cejas al pronunciar lo último, y ella sonríe.

—Perfecto, va bajo nuestro libre albedrío—me agarra del brazo, uniéndonos al recorrer el pasillo y unirnos a los otros.

Cuando llegamos al grupo desordenado y ruidoso, apenas y tenemos oportunidad de saludar cuando nos corren del lugar. Obligándonos a salir del edificio, yéndonos por nuestro lado.

—¿Qué harás ahora? Oficialmente terminó nuestro primer día de la manera más aburrida posible—Li suspira con decepción y mira al suelo, antes de volverme a dirigir la mirada con una pequeña sonrisa.

—Iré a buscar el local de café...—le explico, queriéndole decir de mi búsqueda por nuevos trabajos de medio tiempo, hasta que se me adelanta y exclama de manera animada:

—¿Café? ¡Vayamos juntas a almorzar algo a la cafetería! Muero de hambre—se adelanta y corre del edificio hacia el andador que conecta el camino central del campus, corriendo despreocupada en la leve lluvia.

—¡Te vas a resbalar, Li!—abro el paraguas y corro detrás de ella temiendo que yo también pueda resbalarme.

Al acompañarla en su almuerzo, diciéndole que no tengo hambre y así rechazándole que me invite algo, me he quedado bebiendo de mi termo hasta terminarlo, quedándome mirando por la ventana de la cafetería el día lluvioso pensando en lo último que ha pasado y el impacto que ha tenido en mi vida. Definitivamente, no será nada igual y eso me aterra, a la vez que me genera una sensación extraña de emoción, de curiosidad por ese peligro y ese riesgo que representa.

En mis veintiún años, siempre he sido una buena chica, una buena hija y una persona ejemplar, que sigue las reglas y lo moralmente establecido, el patrón de la sociedad. En cambio, ahora, siento que he podido probar y sentir un poco de lo que está mal... Y me gustó.

¿Qué me pasa? Ya estoy lo suficientemente grande como para pasar mi etapa de rebeldía adolescente. ¿Necesitaré ir a terapia? ¿estaré mal? Y si es así, ¿por qué se siente tan bien?

—"La maldad como naturaleza humana"—Li dice en voz alta y casi me hace escupir de la impresión.

—¿Qué dijiste?—me limpio la boca con una servilleta y volteo a mirarla, prestándole toda mi atención. Está terminando de beber su té helado mientras sostiene su celular y me lo enseña.

—La invitación de nuestra fiesta de bienvenida tiene el lema de Rousseau. Será el fin de semana en un club con temática criminal—miro el póster digital y el lugar se ve asombroso, original y queda perfecto con nuestra carrera.

—Es bastante creativo, el nombre del lugar "Escena del crimen", lo dice todo—río y sigo observando lo que incluye, siendo entrada y barra libre a los de nuevo ingreso.

Asiente y ríe con emoción.

—¿Terminaste?—le pregunto al querer ayudarla a limpiar antes de irme.

—Agradezco tu compañía, ahora te libero—bromea y se levanta agarrando la charola con los platos vacíos del menú del día.

Me río y vamos a entregar lo que ensució. Salimos de la cafetería y nos despedimos.

—¿Segura que debes irte, Jiu? ¿Quieres que te acompañe?—ofrece amable y yo niego.

—Está bien, te agradezco, pero en la oferta laboral que vi del local de café, decía que era de urgencia. Entonces seguramente si me aceptan, deba quedarme hasta tarde.

—Bueno, no te malpases. No me dejaste invitarte algo, ni siquiera otro café, así que espero al menos me aceptes esto—toma mi mano y me da una barrita energética.

Se me enternece el corazón y la abrazo agradecida.

—Es de mala educación aprovecharme, aparte tengo mi propio café—le respondo sincera, no necesitando más. No quisiera aprovecharme de tal forma de ella, más cuando recién nos conocemos, no siento esa confianza ni necesidad de hacerlo, me sentiría mal y en deuda. Prefiero aguantarme y comer las sobras de cereal que me quedan en lo que pueda conseguir algo más decente de despensa. No quiero ser una carga para nadie, puedo hacerme cargo yo misma.

—¿Y no lo es el rechazar una buena causa?—me da una palmada en la cabeza.

Su comentario me hace reír.

—Eso me hizo sentir como una mendiga—finjo seriedad y ella se disculpa apenada, no queriendo ser esa su intención. Río y después le acepto la barrita con una sonrisa.

—¿Me disculpas si te dejo en paz?—propone.

Lo pienso y le digo:

—Puede ser—apenas le respondo cuando ella ya está despidiéndose a lo lejos y yéndose lo más rápido que he visto a alguien huir. —¡Esta mendiga te agradece tu buena causa!—sacudo la barrita que me dió y se ríe, casi cayéndose para después irse por el otro lado, perdiéndola de vista.

Una mendiga... Aunque no estoy lejos de serlo a este paso, no me puedo dar el lujo de comer fuera por el momento.

Al llegar al lugar del local del café, siendo más bien un pequeño lugar de café con mesas y sillas al aire libre con un puesto más pequeño de lo que esperaba, la chica encargada que parecía ser un poco más mayor que yo, me aceptó y me entrenó en aspectos básicos que fueron sencillos de entender, ya que la variación de bebidas en el menú no era demasiado trabajo, era cuestión de práctica en el orden y cantidades que debía seguir aprendiendo. Me sorprendió lo rápido que fue todo y lo bien que salió hasta el momento, me equivoqué unas cuantas veces, sin embargo, di mi mejor esfuerzo y fue suficiente para quedarme. Y quedarme sumamente agotada en la capacitación y los primeros clientes satisfechos que atendí.

Siendo así que me quedé hasta que la noche llegó y las últimas clases escolares llegaron a su fin, quedándome limpiando y organizando todo lo enseñado. No pudiendo ir a la biblioteca a orientarme sobre el turno que quería y que se ajustaba antes de algunas clases según mi horario.

El ambiente aquí es bastante tranquilo y lo que más piden son americanos o chocolate así como aperitivos, así que no debería ser tan complicado, después de clases y en tiempo libre, podría adelantar tareas y la paga tampoco está tan mal, me saca de apuro, así como que tendría los fines de semana libres para poder descansar.

Reviso los últimos pedidos e inevitablemente recuerdo esa noche... Esa noche que lo conocí.

»¿Café o chocolate?«

El recordarlo me causa escalofríos, a la vez que siento una inexplicable atracción, siento como si un imán me llevará por ese camino de lo que sé que no debería recorrer y lo que en todo su esplendor, grita "peligro". Como una cinta de acordonamiento que te detiene, aunque tu curiosidad te hace de manera inevitable cruzarla sin arrepentimientos, ¿Así se sentirá la libertad o solamente es una revelación? Ir en contra de todo lo que conocías y te retenía que ahora al sobrepasarlo, se siente como un nuevo mundo por vivir, por sentir. Eso lo tendré que descubrir.

Camino por los alrededores de la universidad, la lluvia ha cesado y al encontrarse todo tan oscuro y solitario, el miedo me inunda y el trauma de lo ocurrido me genera ansiedad, el temor me hace sentir nervios de lo peor que pueda ocurrir y al preferir mi paz mental, decido tomar el autobús de regreso así que me dirijo a la parada más cercana a esperarlo. No es tan tarde, sin embargo, me siento expuesta al peligro innecesario que no me incita ni deseo experimentar, sintiéndome hasta doble moral en elegir qué tipo de peligro deseo seguir.

No está bien ir sola por calles oscuras en donde me siento insegura, pero sí lo está involucrarme con una persona evidentemente peligrosa que no sé sus intenciones y que apenas conozco con la cual me siento más segura de cierta manera. Bien hecho, Jiu, y para colmo, no me arrepiento en absoluto.

Me acerco a sentarme en los asientos de la parada de autobús y saco de mi pequeña mochila oscura que parece más bien un bolso, la barrita que me dió Li y sonrío al recordarla. Logró animarme cuando realmente lo necesitaba, espero sea el comienzo de una gran amistad con esa conexión recíproca, me siento cómoda a su lado, tranquila, en paz y es justo lo que necesito en estos momentos en vez de angustia, temor y ser incensata.

Al notar que el autobús tarda, decido comer de la barrita con un sabor a avena, miel, chocolate y almendras, hasta casi terminarla, tenía hambre.  Solamente he podido tomar café y sobras de los aperitivos viejos que debían tirarse. Qué lamentable, espero la situación mejore.

Se acerca mi autobús y me levanto, guardo lo que quedó de la barrita al casi devorarla, saco mi tarjeta del transporte y al subir, la paso, diciéndole "buenas noches" al chófer, respondiéndome y yéndome a sentar a un lugar vacío cerca de la ventana.

Suspiro recordando el día tan loco de hoy, recién es mi primer día y ya hice una amiga, besé a quien específicamente no debería acercarme, conseguí un nuevo trabajo y aquí estoy, tranquila, sin remordimientos deseando poder dormir pacíficamente hasta mañana. Me recargo en mi asiento y cierro los ojos un instante, hasta no sé cuántas paradas, hasta alarmarme al instante al escuchar:

"¡Bajénse todos, ahora!".

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