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0 3 | SECRETO

Es mi primer día de universidad y estoy en los baños de esta, tratando de ponerme decente antes de mi siguiente clase después de la hora del almuerzo, siendo que en la primera fueron únicamente presentaciones. Casi ni pude dormir, el maquillaje apenas y cubre mis ojeras, así que estoy aquí, echándome agua fría en el rostro y tomando un café cargado en mi enorme termo intentando mantenerme despierta.

Arreglo mi cabello corto hasta los hombros, apreciando el degradado de color y el contraste de la raíz oscura, mi cabello negro y de medios a puntas, el color blanco del cual me teñí. Siendo hasta irónico que pensaba en cambiar al color gris antes de todo lo ocurrido. Mis ojos grises lucen más oscuros que de costumbre, ya que es peculiar que dependiendo mi estado de ánimo, se tornen más claros u oscuros, y mi piel se ve más apagada, el usual tono rosado se ve más amarillento a pesar de la cantidad de maquillaje que utilicé.

Esto es un caos, los acontecimientos sucedidos fueron caóticos y afectan mi preciada paz mental, amenazándome. Niego y salgo con prisa, encontrándome con la lluvia aumentando su intensidad.

Me cubro con el paraguas negro, siendo el único que tengo, y sigo mi camino a la cafetería para checar alguna promoción que me pueda costear con el bajo presupuesto que tengo después de perder mis alimentos. Parece que me alimentaré de cereal toda la semana.

Al recorrer el inmenso campus, lleno de naturaleza, árboles y edificios por cada licenciatura, pareciera un bosque si no fueran por las mismas estructuras y las bancas por doquier, incluyendo las personas yendo y viniendo a pesar de esta hora de la mañana, incluso en un día lluvioso y gris como este.

Me cruzo con un apartado de cárteles y pósteres, notando que en algunos espacios hay cupos de trabajos dentro de la misma universidad, lo cual me llama la atención. Checo mi horario en mi celular viejo, el cual no tuve opción en utilizar debido a lo ocurrido, notando que se ajusta mi tiempo con un par de turnos en la biblioteca y en un local de café. Tomo foto de la información para más tarde ir a pedir informes, siendo que no estaría de más un ingreso en mi tiempo libre. Siendo un plus el que sea dentro del campus, y aún más, que puedo ir y venir caminando de aquí a mi cuarto de estudios.

—Eres Jiu Juji, ¿verdad? —una melosa voz femenina me llama y capta mi atención al notar su estilo tan suave, siendo un contraste con el mío, siendo oscuro.

Asiento y esbozo una sonrisa. Es una chica de mi clase, tenemos una estatura similar alrededor de los 1.60 y tantos, sus rasgos son finos y su fisonomía parece oriental, es muy delgada, con piel clara, el cabello largo de color castaño y lacio, luce con clase y delicada. Intercambiamos algunas palabras en clase, congeniando en varios gustos en común, así como en el hecho de ser foráneas, contándome que precisamente su mamá es china.

—Lira Li, ¿cierto? —corroboro y ríe.

—Solo dime Li, estoy acostumbrada.

Acepto y nos sonreímos.

—¿Quieres unirte al tour por el campus? El hijo de la directora general va en nuestra clase—apunta con la cabeza de manera discreta y la impresión me deja con curiosidad, indagando en la dirección que apuntó. —El de abrigo blanco y bufanda—añade, ubicándolo a lo lejos, pareciendo ser el líder del alboroto en aquella banca.

Cuando estoy a punto de aceptar, una gran figura familiar pasa por detrás nuestro, reconociéndolo al instante. Me encuentro fugazmente con su mirada oscura y me percato que no usa paraguas.

—Adelántate, te agradezco la invitación, pero en un rato te alcanzo—le digo agradecida y dedicándole una ligera sonrisa antes de correr detrás de ese sujeto y detenerlo del abrigo oscuro que lleva puesto.

—Es tuyo—le devuelvo el paraguas y lo obligo a que lo sostenga con ambas manos.

No parece inmutarse, solamente esboza una radiante sonrisa y se mueve para que a ambos nos cubra.

—Te daré algo a cambio—saca algo de su abrigo y me entrega mi celular el que creía haber perdido junto mis cosas, aunque ahora tiene la pantalla rota y la funda oscura tiene rayones, siendo que lo mínimo que deseo es que funcione.

Lo acepto boquiabierta y comprobando que efectivamente funciona, sintiendo un gran alivio.

—No dejes la evidencia en la escena del crimen—me aconseja.

¿Debería siquiera cuestionar las razones de su comportamiento otra vez?

—Parece que estamos a mano—me encojo de hombros y sonríe, marcándose sus hoyuelos.

Se distrae mirando a un lado, es cuando aprovecho a poder visualizarlo mucho mejor, a detalle, de arriba a abajo. Su vestimenta luce elegante en su delgado y larguísimo cuerpo, solamente usa el color negro, incluyendo los accesorios, sin embargo, hay algunos que parecen ser de plata como los anillos y los aretes que cuelgan. Físicamente es sumamente atractivo, su belleza parece irreal, sus facciones son finas y sus rasgos angelicales te hacen creer que su personalidad podría ser a juego cuando claramente no es así. Tiene el cabello mojado y caído, incrementando el color negro del mismo, contrastando con su piel blanquísima.

—¿Solamente viniste aquí a entregarme esto? —sacudo mi celular antes de guardarlo en mi abrigo.

Niega y me hace la seña con el dedo que me acerque.

Me acerco y me susurra:

—Sígueme—comienza a caminar del lado contrario, con lentitud, y lo sigo, con el mismo ritmo hasta detenerme cuando estamos lo suficientemente alejados de siquiera un alma, en medio de un camino de árboles, queriendo poner a prueba sus intenciones ya que estamos aquí, solamente él y yo. Otra vez, nosotros dos solos.

—¿Puedes guardar un secreto? —mis palabras lo detienen, aunque no se da la vuelta, quedándose atento a mis siguientes palabras: —Lo desee tan intensamente, aunque ahora deseo saber y conocer sobre tu propia oscuridad—me acerco con sutileza, confesándole y recorriendo con mis dedos su espalda de inicio a fin. Sintiendo la suavidad de la tela que lo cubre.

Intentando provocarle alguna reacción, siendo nula hasta optar por susurrarle como último:

—¿Eso esperabas que dijera? —sonrío burlona, siguiéndole lo que sea que empezó.

Escucho su risita antes de darse vuelta de golpe, soltando el paraguas y dejándolo caer, sobresaltándome.

—¿Quieres conocer mi oscuridad? —me sujeta ambas manos con firmeza y entrelaza sus dedos con los míos, sintiendo la mezcla de su calidez y su fría piel, siendo una sensación extraña. —Deberás dejarte inundar por ella y créeme, que te gustará.

Al dejarme sin palabras, por sus actos repentinos, le suelto una carta que hasta ahora no se me había ocurrido hasta quedarnos así, de esta manera.

—¿Qué pasaría si nuestra oscuridad se mezcla entre sí? —lo sostengo con más firmeza y añado: —Así.

Impredecible, me jala hacia a él hasta casi chocar con su cuerpo, me suelta y se agacha hasta estar a mi altura, apoyando su frente con la mía y sujetando mis hombros.

—Sería una bella tragedia, sin embargo, para que eso ocurra, debes dejar de temer y dejarte llevar hasta gozarlo.

Nuestros labios rozan y nuestras respiraciones chocan, y en vez de ser incómodo o incluso invasivo y desagradable, me resulta atrayente el que quiera intimidarme y no lo logre, o probablemente su objetivo se balancea entre el temor y el deseo, la opción que mejor caiga ante mí. Aunque debo admitirlo; esta tensión es infrenable e innegable, se palpa y siente a pesar de ser un misterio tanto el uno para el otro, lo que lo hace más atrapante.

—¿El qué? —indago.

—El inundarte de mí—responde.

—¿Qué es lo que desataré al inundarme de ti? Al tenerte tan dentro de mi ser... Tan dentro mío—oscurezco y bajo mi voz, a la vez que bajo mi mano por su torso.

—Lo tendremos que descubrir—propone sin más.

—Descubrámoslo entonces—lo acerco a mis labios, terminando la separación que nos contenía hasta poder unirlos. Me aferro a su nuca, terminando la tortura de estar jugando con fuego. Ahora solamente quiero gozar el quemarme, sintiendo la suavidad de sus labios a la par que disfruto de esta placentera sensación que jamás había experimentado y he desencadenado, pidiendo por más.

Me acaricia y sostiene la cabeza mientras nos besamos profundamente, saboreándonos y recorriéndonos. Aumentamos nuestro ritmo hasta agitar nuestra respiración, necesitando el parar, aunque evidentemente ambos no lo queremos.

La lluvia aumenta, aunque el calor de nuestros cuerpos no nos permite enfriarnos al dejarnos llevar, al inundarnos y disfrutar desatarnos ante nuestros deseos de este momento, sabiendo que no habría vuelta atrás.

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