II
Me encontraba en la arena entrenando. Era de noche y el viento soplaba libremente haciendo que mis cabellos color castaño nublaran mi visión. Pasaban de la una y mis piernas estaban realmente cansadas, mis párpados pesaban y mi cuerpo no resistiría mucho más, pero yo quería seguir entrenando.
-¡997!¡998!¡99...-caí al suelo y mi vista comenzó a hacerse más y más borrosa, hasta que simplemente dejé de ver y me desmaye.
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Desperté por un extraño ruido, y cuando abrí bien mis ojos, pude ver a varios demonios rodeándome, todos vestidos de tonos oscuros.
Pero, había uno que sobresalía de los demás. Su piel era de un gris lunar, su cabello platinado y largo estaba recogido en una coleta, con dos mechones cayendo a los lados, además, tenía dos pequeños cuernos en su frente de color café y su cara tenia marcas de un gris mas oscuro. Usaba un kimono negro desgastado que parecía que se rompería en cualquier momento, estaba abierto del pecho y era amarrado por una cinta azul, su muñeca izquierda tenía varios brazaletes plateados y no tenía zapatos. Estaba armado con dos katanas que parecían no haberse usado aún, y cuando volteó su cara pude ver un par de ojos azules que resaltaban a la luz de la luna, su esclerótica era negra y tenía un aro dorado rodeando su iris.
El estaba frente a mi, por lo que pude notar que media al menos dos cabezas mas que yo. Su ceño estaba fruncido y parecía enojado mientras miraba a los otros demonios
Sin previo aviso, el demonio, el cual parecía haber sido albino en su vida pasada, comenzó a cortar las cabezas de los demás demonios con sus katanas, a lo cual, ellos comenzaron a atacarlo.
Yo intente levantarme, pero mi cuerpo estaba demasiado débil, así que volví a caer al suelo.
-No intentes levantarte, está demasiado débil para hacerlo-habló él. Su voz era profunda, y por alguna razón, sentí haberla escuchado en algún otro lugar.
-¡Yukiko!-gritó un alarmado Kibou en yukata desde la puerta de nuestra pieza.
-¡Ella esta bien!-gritó el albino mirando hacía atrás sobre su hombro-solo esta cansada.
-¿¡Y tu quien eres!?-le gritó nii-san acercándose a nosotros con su katana en mano listo para atacar a los demás demonios.
Justo cuando el iba a responder, un demonio rasguño su brazo haciendo que él gruñera de dolor y volviera su atención a la pelea.
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