Combinar mis dedos con el agua,
regar las plantas,
echar arroz para las palomas.
Ropa cómoda y cálida
durante el invierno.
Chocolate caliente y café,
ver anime, ver el amanecer.
Ver los frutos de los árboles,
recogerlos o verlos caer.
Las hojas con gotas de lluvia
que se mecen con el viento.
Son cosas bonitas,
imágenes que recuerdo. 

El aire acondicionado del cine,
sentir el silencio,
escuchar los intrigados suspiros,
ver a los actores 
y sus movimientos.
Expresiones
en rostros maquillados,
plano y contraplano,
ambientes angustiantes,
imágenes simétricas
y hermosas
y conmovedoras.
Terminar la película
y seguir pensando
en su final,
en su principio,
en sus diálogos.
Son cosas bonitas,
voy al cine cada año.

El dolor de espalda,
el olor a ramen instantáneo.
Los ojos llorosos y cansados.
Pasar las horas 
frente al computador.
Seguir expectante, 
dar clic, seguir aquí,
pasar el capítulo. 
Vida de vago,
placer mundano.
Son cosas bonitas
que me hacen sentir
menos condenado

a vivir,
a existir,
a seguir.
Sigo aquí
e intento
evadir el llanto
cuando me abruman
los malos ratos.
Apagar el cerebro
por el bien
de mi propio pellejo

y eso, sé que eso
suena agridulce,
a veces amargo,
pero estoy aquí,
sigo aquí
para saber el secreto
del One Piece
y ver a Denji
siendo feliz.

Leer todos los mangas de Tatsuki Fujimoto,
emocionarme con sus adaptaciones,
con el sueño de algún día ver a Togata 
siendo cineasta, contando historias
que desgarren y conmuevan,
contando historias ajenas
que se sientan cercanas.