Estábamos en camino a la heladería mientras encontré en mi celular una carpeta de fotos de Do-hyun. El primer impulso fue ignorar las fotos y concentrarme en el viaje, pero era inútil. No podía dejar de mirar las imágenes de Do-hyun, recordando los momentos que habíamos compartido. Su sonrisa, sus ojos, su cabello castaño claro. Todo se sentía tan reciente, tan presente.
Jung-ho estaba manejando con su habitual despreocupación. La música sonaba en el fondo, una melodía alegre que contrastaba con mi ánimo sombrío. Miré a mi hermano de reojo, preguntándome si él se daba cuenta de lo mal que estaba. Pero Jung-ho estaba inmerso en la conducción y no parecía notar mi tristeza.
De repente, la voz de Jung-ho interrumpió mis pensamientos.
—¡Aquí estamos! —dijo, estacionando frente a una heladería que había encontrado en el camino.
—Gracias —respondí distraído, mientras miraba cómo Jung-ho se bajaba del auto.
Me quedé en el asiento del copiloto, perdido en mis pensamientos. No estaba seguro de si debía enviarle un mensaje a Do-hyun, pero la idea de no tener una respuesta me desanimaba. No sabía si alguna vez podríamos arreglar las cosas entre nosotros. Sin embargo, no quería dejarlo pasar sin al menos intentarlo.
Mientras esperaba, mi mirada se deslizó por la ventana. Buscaba cualquier distracción que me sacudiera de mi apesadumbrado ensueño. Entonces lo vi. A lo lejos, con el sol reflejándose en su cabello marrón claro, estaba Do-hyun. Mi corazón saltó en mi pecho, y el mundo se detuvo por un momento. No podía estar soñando, no podía ser una ilusión.
El instinto me impulsó a salir del auto. Me levanté de golpe, el aire fresco de la tarde rozándome el rostro mientras corría hacia la dirección en la que lo había visto. Mi mente estaba en un torbellino; la idea de enfrentar a Do-hyun me asustaba, pero la necesidad de resolver las cosas me impulsaba.
La velocidad con la que corría era casi aterradora, y en el camino me preguntaba si estaba cometiendo un error. Mi mente oscilaba entre la emoción y el pánico. ¿Qué si él no quería verme? ¿Qué si me rechazaba? Pero al ver a mi hermano apoyado en el costado del auto con los helados, me asintió con complicidad, la decisión estaba tomada. No podía detenerme ahora.
Mi corazón latía desbocado mientras me acercaba a Do-hyun, quien estaba a unos metros de distancia. Mi corazón latía con fuerza en mis oídos, y mi mente estaba un caos de emociones encontradas. Finalmente, tomé por el hombro a Do-hyun. Al principio, él se tensó, su cuerpo se puso rígido, y parecía asustado. Cuando giró para enfrentarme y vio mi rostro, el miedo que había en sus ojos se transformó en algo más cálido, una chispa de alegría y sorpresa. Sin decir una palabra, me rodeó con los brazos, envolviéndome en un abrazo desesperado y apretado.
Las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos mientras me aferraba a él. La sensación de tenerlo tan cerca de nuevo era abrumadora. Cada duda, cada miedo, todo se desvaneció con su contacto.
—Jae-min —murmuró, su voz temblando con emoción—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Te extraño —respondí, mi voz rota por la emoción. —No pude quedarme sin hablar contigo. No podía seguir sin intentar arreglar las cosas.
Do-hyun me miró, sus ojos llenos de lágrimas contenidas.
—Yo también te extraño. Pensé que nunca volverías.
De repente, Jung-ho apareció a nuestro lado, sosteniendo el helado de chocolate con nueces que había ido a comprar. Me miró, confundido, y luego se dio cuenta de la situación.
—¿Todo bien por acá? —preguntó, intentando meterse en la conversación.
Do-hyun lo reconoció de inmediato y se dirigió a él con una sonrisa tímida.
—¡Jung-ho! ¿Eres tú? Por poco y no te reconozco.
—Sí, mi hermano y yo estamos en un viaje —respondió Jung-ho, mientras se le derretía el helado en las manos. —Pensé en detenernos para brindarle un helado a Jae-min y que se le enfriara la cabeza.
—Estoy muy feliz de verte —dijo Do-hyun, abrazando a Jung-ho con una calidez que reflejaba su alivio—. Pueden venir a la casa de mis padres si quieren. Me encantaría que pasaran.
—Claro, —dije, recuperando el aliento —. Me encantaría.
Jung-ho asintió, su rostro mostrando simpatía mientras asentía con la cabeza.
—Genial. Déjame volver al auto y lo llevaré allí. — Me pasó mi helado un poco derretido y se dirigió al auto.
Mientras Jung-ho se iba al auto y lo encendía para prepararnos para el trayecto a la casa de los padres de Do-hyun, él y yo nos quedamos allí, en un silencio lleno de palabras no dichas.
—Lo siento por todo esto —dijo finalmente, buscando sus ojos—. No debería haber dejado las cosas así.
—No tienes que disculparte —dije con voz suave—. Yo soy quien tiene que disculparse por no haber estado a la altura.
El trayecto hacia la casa de mis padres era breve, solo diez minutos desde la heladería en que nos habíamos encontrado. A pesar de la distancia corta, los segundos parecían expandirse mientras nos dirigíamos a la casa de mis padres. La actitud tranquila de Jung-ho hizo que el ambiente fuera más relajado de lo que habría esperado, solo me preguntó la dirección y se mantuvo en silencio.
Nos subimos al auto, y Jae-min y yo nos acomodamos en la parte de atrás. El calor de su cuerpo y el aroma familiar de su perfume me envolvían. Nos miramos, y sin decir mucho, comenzamos a compartir el helado. Era un pequeño acto de normalidad, pero para mí, tenía un significado profundo.
—No puedo creer que finalmente estemos aquí —dijo Jae-min, rompiendo el silencio.
—Yo tampoco —respondí, mirando el paisaje que pasaba a través de la ventana. El trayecto era breve, pero sentía que cada minuto era una eternidad. Había tanto que necesitábamos hablar.
—Te he echado de menos tanto durante estos meses... Han sido algo difíciles—empezó Jae-min. Se notaba la preocupación en su voz, y su rostro reflejaba la angustia que había estado cargando.
—Yo también te eché de menos. Escuché algunos rumores recientemente...—dije suavemente. —Sé que fue una decisión difícil, pero lo importante es que estás bien.
Él asintió, pero aún había una sombra de tristeza en sus ojos. Acaricié su mano, que estaba libre en el espacio entre nosotros, tratando de ofrecerle algo de consuelo. Su piel era cálida bajo la mía, y en ese momento, sentí que, aunque hubiéramos estado separados, el vínculo entre nosotros seguía siendo fuerte.
—Los rumores se alimentan de lo que no se sabe. Mis colegas en la disquera estaban convencidos de que era una fase —continuó Jae-min, mirando el helado como si fuera una distracción de lo que realmente quería decir.
—No te preocupes por lo que digan los demás. A veces, la gente solo quiere encontrar un motivo para explicar lo que no entienden —le respondí, apretando un poco su mano. —Lo que importa es que estamos juntos nuevamente.
Jae-min sonrió débilmente y siguió comiendo el helado. Mientras nos compartíamos el postre, me di cuenta de cuánto había cambiado mi perspectiva durante estos dos meses. Había pasado mucho tiempo en reflexión, rodeado de la tranquilidad de la casa de mis padres, y eso me había permitido ver las cosas con más claridad.
—¿Cómo has estado? —le pregunté, aunque sentía que ya sabía la respuesta. Había visto su desánimo, pero escuchar sus palabras siempre añadía una nueva dimensión a lo que había observado.
—Fuera de todo los rumores, he estado algo preocupado en que hacer ahora —admitió, su voz temblando ligeramente.
—Entiendo. Pero estoy aquí ahora, y quiero que sepas que no tienes que enfrentar esto solo. —dije, acariciando su mano con más cariño. No había palabras suficientes para expresar cuánto me importaba su bienestar, pero intentaba hacerlo con cada gesto.
Jung-ho, en el asiento del conductor, permaneció en silencio durante todo el trayecto. Respetaba nuestro espacio y no intentaba involucrarse en la conversación, lo que apreciaba profundamente. La presencia de su hermano era reconfortante, y sentía que, aunque él no hablara, estaba de nuestro lado, apoyando nuestro intento de reconexión.
El auto avanzaba sin prisa, y los minutos parecían pasar más lentamente cuando estaba cerca de Jae-min. Cada segundo en su compañía era un regalo, una oportunidad para sanar y reconstruir lo que habíamos perdido. La carretera se deslizaba bajo nosotros, y me preguntaba si podríamos encontrar una nueva forma de avanzar juntos, sin los obstáculos que nos habían separado.
Finalmente, llegamos a la casa de mis padres. Me di cuenta de que el viaje, aunque corto, había sido un paso importante para nosotros. Estaba decidido a hacer todo lo posible para demostrarle a Jae-min que mis sentimientos por él no habían cambiado. A veces, la distancia solo servía para hacernos apreciar aún más lo que teníamos.
—Llegamos —anunció Jung-ho, mirándonos por el espejo que estaba dentro del auto.
Él asintió y miró la casa con una mezcla de nerviosismo y esperanza. Jung-ho estacionó el auto y salió, abriendo la puerta para nosotros. Mientras salíamos del vehículo, sentí una nueva determinación. Quería hacer que esta visita fuera un paso hacia la reconciliación, una oportunidad para construir un futuro mejor juntos.
Mientras el auto se detenía frente a la entrada, vi a mis padres salir al porche para recibirnos. Sus sonrisas cálidas invadieron el lugar, reconociendo de inmediato a Jae y a Jung.
—¡Jae-min, Jung-ho! ¡Qué bueno verlos! —exclamó mi madre, abrazándolos con entusiasmo.
—Hola señor y señora Yoon . —Les respondió con una sonrisa sincera, devolviendo el abrazo y luego ambos haciendo una leve reverencia.
Jae-min se mostró educado y cortés, saludando a mis padres y agradeciéndoles por la invitación. A pesar de que intentó integrarse y no causar molestias, su incomodidad era evidente. Cuando la conversación continuó, Jae-min finalmente rompió el hielo con una sugerencia.
—Agradezco mucho la invitación, pero creo que sería mejor si me quedo en un hotel cercano. No quiero ser una carga. —Su tono era considerado, pero se notaba que estaba preocupado por cómo podría sentirse.
Mis padres asintieron comprensivos, y mi madre me miró con una mezcla de preocupación y simpatía. —Entiendo, querido. Asegúrate de que todo esté bien.
Jung-ho se despidió, subiendo de nuevo al auto con la intención de regresar a la ciudad. Mientras lo veía partir, sentí una ligera tristeza, pero también una sensación de alivio al saber que Jae-min y yo tendríamos tiempo a solas para resolver algunas cosas.
—Voy a acompañarte al hotel —dije, volviendo mi atención hacia Jae-min, que estaba recogiendo sus cosas.
—¿De verdad? —preguntó, con una sorpresa mezclada con alivio en su voz.
Asentí con una sonrisa. —Sí. Creo que sería bueno para nosotros hablar un poco más y asegurarnos de que todo esté bien.
Jae-min me sonrió y asintió, y juntos nos fuimos caminando. La corta distancia hasta el hotel nos dio tiempo para hablar de cosas más ligeras, pero también para abordar algunos temas más profundos si surgía la oportunidad.
Mientras caminábamos por las calles de Busan, me di cuenta de cuánto había extrañado esos momentos simples y sincero con Jae-min. El silencio no era incómodo; era un espacio tranquilo que nos permitía reconectar. Jae-min miraba de vez en cuando el paisaje, pero a veces nuestras miradas se cruzaban, compartiendo una comprensión silenciosa.
Finalmente, llegamos al hotel. Jae-min se dirigió hacia la recepción para hacer el check-in, y yo lo seguí, observando cómo interactuaba con el personal con su característica cortesía. Una vez que todo estuvo arreglado, nos dirigimos a la habitación que le habían asignado.
—Gracias por acompañarme —dijo Jae-min, girándose hacia mí con una expresión de gratitud.
—No hay problema. —Le sonreí, intentando transmitirle que estaba aquí para él, sin importar las circunstancias.
Nos quedamos en la entrada de la habitación durante unos momentos, y el aire entre nosotros estaba cargado de una mezcla de emociones. La separación había sido dura, pero ahora, con el espacio para hablar y el apoyo mutuo, sentía que podríamos comenzar a reconstruir lo que habíamos perdido.
— Gracias por todo, Do-hyun... —dijo Jae-min, su voz suave y sincera, pero algo en su mirada me decía que no quería que yo me fuera.
—Descansa bien —le respondí. Se quedó parado en la puerta, observándome. Parecía que iba a decir algo, pero entró a la habitación y cerró la puerta detrás de él rápidamente.
Me quedé en el pasillo un momento más, invadido por mi nerviosismo. Había mucho que discutir y resolver. No lo pensé más, respiré profundamente, mientras levantaba la mano para golpear la puerta. Los segundos se alargaron, sintiendo cómo el eco del golpe resonaba en el pasillo vacío.
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