✒c a p í t u l o 2 1
Los hermanos y la chica disfrutaron de una noche de películas se sentían más tranquilos pues su padre estaba un poco mejor. La presencia de la chica le ayudó y ellos dieron gracias por eso.
Los dos hermanos menores sólo se presentaron, al igual que ella. No hubo tiempo de conversar un poco más. Ya tendrían tiempo para hacerlo más tarde.
Tres de los hermanos de encontraban sentados en el suelo al frente y muy cerca de la televisión como niños pequeños expectantes de lo sucedido en la película. Mientras tanto, Raphael y Setsuko estaban sentados muy cerca uno del otro sin prestar atención. Uno de sus brazos pasaban por detrás de los pequeños y delicados hombros de la joven para mantenerla cerca de él y ella se encogía en su lugar, apoyando su cabeza en el pecho de Raphael. Una escena totalmente linda.
–¡Te dije que el villano era el mayordomo!
–¡Seguramente ya la habías visto antes! –acusó el mayor a su hermano menor.
–De hecho, era predecible, Leo. O explícame cómo es que sabía a dónde se dirigía la joven. Era obvio pues ella le comentó antes de salir de la gran mansión –habló coherentemente pero sólo recibió miradas confusas.
–¡Ya habías visto la película!
–¡Un spoiler es totalmente diferente! –y así era como Donatello fue ignorado. Prefirió burlarse de sus hermanos, aunque Raphael y la chica no pasaban desapercibidos y mejor se separaron por el momento para evitar preguntas.
Continuaron peleando, intentando sacar buenos argumentos de algo que ya estaba determinado: el mayordomo fue el criminal todo el tiempo. Pero a ellos les encantaba discutir.
–Chicos, creo que es mejor que duerman –habló la voz femenina a las cuatro tortugas qué fijaron su atención en ella– ya es muy tarde.
–Tienes razón –apoyó Leonardo mirando la hora en su T-phone: la una de la mañana– bien, ¿quieres dormir en mi habitación? Yo puedo dormir aquí.
–Alto ahí, renacuajo.
–Tu insulto no tiene sentido, Rapha. Los renacuajos ni siquiera son tortugas.
–Cállate, Donnie. En fin, ella no dormirá en tu habitación. Lo hará en la mía –se apuntó.
–No. Dormiré aquí –habló tomando la decisión ella– todo fue de imprevisto, y no veo justo que no duerman en sus habitaciones. Mañana organizamos todo, mientras tanto yo puedo dormir aquí –estaban perplejos por la consideración que tenía. De haber sido otra chica habría sacado a uno de los cuatro de su habitación– sólo, ¿pueden traerme unas cuantas mantas? Esto está muy incómodo.
Los tres asintieron y se dirigieron a sus respectivas habitaciones para llevar una manta o dos cada uno. Setsuko tenía pensado hacer una especie de colchón, dormiría cómoda, donde quiera era capaz de dormir.
Se quedó sentada paseando la mirada por todo el lugar mientras que Raphael estaba ahí parado, sin despegar su vista de ella. Estaba pensando en demasiadas cosas, otra vez.
Sintió su mirada insistente, mordió su lengua nerviosa pues los pensamientos del ojiverde le parecían un enigma como los misterios de Sherlock Holmes que había leído varias veces.
–¿Sucede algo?
–Me impresiona cómo es que rechazaste dormir en mi habitación. De todos modos, yo iba a dormir aquí.
–No importa. El tema queda zanjado, ya decidí quedarme esta noche aquí –le mostró la lengua burlonamente y Raphael gruñó.
Los chicos trajeron las mantas pedidas y la ayudaron a acomodar todo para que tuviera una buena noche de descanso. Todos se despidieron, ansiosos por comenzar el nuevo día y poder conversar con ella.
[...]
Raphael se revolcaba en su cama. Le era imposible conciliar el sueño mientras que Spike dormía profundamente. Le parecía tierno.
Miraba pensativo a su mascota, intentando organizar sus pensamientos y miles de ideas que tenía en mente. Se volvería loco.
Se levantó de la cama, sentándose a la orilla de su colchón, mirando fijamente la puerta debatiéndose si debía salir o no. Quería ver a Setsuko, esa era la razón de su inquietud al dormir. Estar en el mismo lugar que ella le provocaba ganas que estar en su compañía todo el tiempo (a pesar de que apenas era una noche, y la idea de que se quedaría más tiempo no ayudaba).
Se dirigió a la entrada con cuidado de no hacer ruido y pasando las habitaciones de sus hermanos de puntitas para no levantar sospechas.
Todo se encontraba en total oscuridad y el único ruido era la respiración de la joven, la cuál dormía en paz.
Se sentó en el suelo tomando su mano y mirándola con atención. Era demasiado linda. Recordó aquella noche que habían pasado juntos, sus gestos y sus rasgos faciales tan finos y únicos. Era una belleza.
Besó el dorso de esta, entrando su olor corporal en sus fosas nasales. Era un aroma dulce, y le agradaba. Luego, se permitió apartar unos mechones de cabello de su rostro, para observar mejor sus facciones relajadas. Podría mirarla dormir durante horas y horas.
Setsuko se movió un poco y al mismo tiempo fue abriendo los ojos, topándose con Raphael tomando su mano sentado en el suelo.
–¿Por qué no estás dormido? –musitó con voz adormilada.
–Quería asegurarme de que estabas bien.
–Pues gracias, lo estoy. Pero es mejor qué...–Raphael se hincó, acercándose al rostro de ella, quedando a escasos milímetros de sus labios– o-oye, tus hermanos podrían despertarse.
–No, no lo harán –besó con cuidado su mejilla– vamos a mi habitación. Aquí hace frío –la cargó entre sus brazos y con pasos apresurados entraron a dicho lugar, cerrando la puerta. La sentó a la orilla de su cama mientras acomodaba a Spike en otro lugar donde no le fuese posible observarlos, aunque estaba durmiendo.
Setsuko aprovechó para ver la habitación de Raphael. Lleno de pósters, cómics por todos lados y una batería al fondo de la habitación. Tenía cierto aire gótico y le había dado curiosidad, nunca se lo imaginó así.
Raphael se paró frente a ella, sonriendo ampliamente y agachándose un poco para darle un beso en su frente.
–¿Te había dicho que eres linda? –sintió un sonrojo en su rostro, siempre había pensado en halagos para Sarah pero la diferencia era que a Setsuko se lo estaba diciendo, y era algo real.
–N-no
Acto seguido de Raphael, fue poner sus manos en la cama, a ambos costados de la chica, quedando frente a frente y de nuevo a escasos milímetros. Se acercó a sus labios lentamente, dudando si debía besarla y su respuesta fue dada cuando ella acortó la distancia, besándose de una vez por todas.
Un beso delicado, se separaban a cada segundo para mirarse y sonreír.
El sabor de los labios de Setsuko era embriagante, una adicción en la que estaba cayendo a pesar de besarla apenas por segunda vez. Pero si sus besos se convertirían en su prisión, estaba dispuesto a entrar en ella sin culpa alguna.
–Eres tan deliciosa –mordió su labio y continuó besándola.
La chica envolvió sus brazos en el cuello del ojiverde, para tener mejor posibilidad de acercarse a él y disfrutar del dulce beso.
Ambos concordaban en sus pensamientos que era un sabor único y que lo adoraban.
Se recostaron lentamente, sin parar de besarse. ¿Por qué rayos sabía tan bien?
De nuevo tomó posesión de sus labios, pero esta vez disminuyó el ritmo, volviéndolo lento.
Se estaban conociendo más. Con eso sabían qué los volvía locos y si de verdad eran el deseo del otro.
–N-no hagas e-eso –pidió entre besos al sentir la mano de Raphael dentro de su blusa, dibujando pequeños círculos en su espalda.
–No haré nada malo, tranquila. Lo que menos quiero es dañarte, nunca lo haría –se separó de sus labios y empleó un tono bajo para hacerla sentir cómoda– no quiero que me temas –y mordió su lóbulo suavemente, recibiendo un sobresalto por parte de ella.
Posó sus manos en la cintura de Setsuko, apegándola a él, nada los separaría esa noche.
Finalmente, cambiaron de posición: Setsuko quedó encima de él, abrazándose y escuchando sus respiraciones lentas. Raphael acariciaba con tacto el cabello de la chica mientras cerraba sus ojos lentamente, deseando que ese momento fuera para siempre y no algo fugaz.
La peligris se recostó justo a un lado del ojiverde, y él se puso de lado, quedando frente a frente sin distancia existente.
–Eres tan...increíble –acariciaba su mejilla mientras qué tenía su otra mano posada en la definida cintura de la chica– debí conocerte antes.
–Yo sería más feliz.
–¿No eres suficientemente feliz?
–No me refiero a eso –calló un segundo tras apreciar cómo los ojos esmeralda de Raphael brillaban en la oscuridad. Eran grandes y hermosos. Pudo observarse en él, eran tan parecidos que se había encontrado en Raphael y la palabra felicidad se quedaba corta para expresar aquello– me refiero a qué, mis problemas habrían sido más fácil de enfrentar contigo a mi lado.
Su corazón latió al mil cuándo escuchó las palabras de Setsuko.
Su existencia era suficiente para ella, y se lo estaba demostrando, por lo que Raphael sentía que por fin su vida cobraba el sentido que necesitaba.
Si comenzar a quererla se declaraba un delito, entonces sin dudarlo él se colocaría las cadenas de inmediato.
Porqué si regresara el tiempo, mil veces querría conocerla a ella.
O4.O2.2O19
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