✒c a p í t u l o 1 1
Estaba necesitando de Sarah, lo tenía claro y sabía que estaba mal.
¿Por qué tan de repente?
Seguramente sí estuviera viva ella no recordaría de su existencia y él estaba muriendo por querer verla. Donatello se lo dijo claramente: “si quieres que ella viva entonces debemos borrarle la memoria”.
Así es, estaba ciegamente enamorado, lo suficiente como para reconocer que era algo dañino en sobremanera y aunque sus hermanos intentasen hacer que abriera los ojos, era imposible.
Sus ojos estaban vendados por el dolor y rencor. Quería seguir atado a algo sin saber a qué exactamente.
Eso es lo que pasa cuando te enamoras profundamente de alguien ¿no?
Había maldecido al amor mil veces cada que recordaba la manera en que ella se había ido de su lado. La noche que sus labios pronunciaron un «te amo» como una falsa promesa.
Pero, vaya...
Se sentía todo un masoquista.
Quería regresar el tiempo para ser feliz de nuevo, aun sabiendo que ella no lo era del todo en absoluto. Y resultaba egoísta.
Entonces, comprendió que todos son de cristal. Tarde o temprano sucederá algo que haga que nos rompamos. Dolía. Lastimosamente esa era la realidad.
Somos tan frágiles como copas de cristal y tan inestables como una casa de cartas.
¿Cómo cuidar a una flor marchita?
Se puede revivir echándole agua y siendo constante. Sin embargo, en el amor esa solución está fuera de alcance. Una vez que todo se marchita, el amor unilateral no servirá de nada. Y así era la situación y dolor de Raphael. ¿Por qué no podía marchitarse cual flor de una buena vez? Sencillo, él era el jardinero que quiere esforzarse por revivir a la flor. Pero esa flor estaba más que muerta y posiblemente estaba floreciendo en otro jardín.
Raphael decidió tomar el camino corto: autodesprecio.
Llorar no serviría de nada y lamentarse mucho menos.
Se quemaría si seguía ardiendo en ese sufrimiento. Pero parecía no importarle.
Si no era él, ¿entonces quién?
Y, no estaba decidido al cien por ciento a abandonar ese marchito jardín. Pero, había encontrado una peculiar y extraña flor.
[...]
–Ese es un álbum lleno de fotografías tomadas por mí –extendió el pequeño libro a Raphael.
–Es pequeño pero son demasiadas fotos –miró asombrado como es que el librito explotaría por tantas fotos– ¿has considerado comprar otro?
–Casey me prometió hacerlo –respondió sacando más cosas de una caja con varias de sus pertenencias personales.
Raphael abrió el álbum, observando cómo varias fotos caían de este. Las observaría al final, por lo que comenzó a ver una a una de las que estaban acomodadas, siendo protegidas por plástico.
La mayoría eran de Casey. Otras eran de los grandes edificios de la ciudad, siendo iluminados por la luz del atardecer y unas más eran del hermoso cielo estrellado. Fotos realmente hermosas, dignas de ser expuestas en una de tantas galerías ubicadas en las calles de la ciudad de Nueva York.
–¿No estudiaste para esto?
–No. Todo lo he aprendido practicando y leyendo libros en internet. Es algo realmente hermoso.
–Y dime, ¿por qué te gusta tanto? –la peligris sonrió ante la pregunta de la tortuga, como si hubiese estado esperando que le preguntara.
–¿Tienes bellos recuerdos? –pensó un momento la respuesta. La mayoría eran de cuando era pequeño, pero su memoria estaba ahora plagada por cosas amargas, recuerdos tristes que quisiera borrar.
Carraspeó un poco, inseguro de lo que respondería– bueno, de mi infancia simplemente.
–Bien. Mira esta foto –le mostró la imagen de un gran dojo que se veía estaba en buenas condiciones. Le sorprendió por el ángulo en el que la fotografía fue tomada– es el dojo del sensei Yoshi. Ahí me entrenó durante mucho tiempo.
–¿Y eso cómo responde mi pregunta?
–Espera, tonto. Hoy día, ese dojo está en ruinas. El sensei habla de él con alegría pero con un poco de nostalgia. Pero, ¿sabes? El ver esta foto, te aseguro que le traería bellos recuerdos, desgraciadamente, con ellos también vienen los recuerdos dolorosos que quizás él quisiera borrar.
–Nunca lo pensé de esa manera.
–Una fotografía guarda para siempre un recuerdo. Si llegamos a olvidar o morimos, dicha cosa se encargará de mantener por siempre una memoria.
Las palabras de la chica estaban llenas de razón. Su alma era dulzura pura.
Setsuko se estaba convirtiendo en una gran chica para admirar.
Parecía que ella no sufría o que no intentaba borrar algo de su memoria.
Sin embargo, seguía siendo poco tiempo para que Raphael conociera todos sus secretos.
24.O1.2O19
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