✒c a p í t u l o 1 0
—¿Japón? –pronunció su mejor amigo con hastío– ¿hablas en serio?
—Lo he estado pensando.
—No. Eso es mentira, no lo has estado pensando. Te conozco muy bien como para adivinar tus pensamientos, además no sabes disimular. Si algo te molesta, tu semblante lo expresa, y es de igual manera con cualquier sentimiento.
Aquellas palabras alteraron sus nervios. Y una vez más, confirmaba que Casey la conocía muy bien.
—¿Quién te metió esa idea a la cabeza?
—No te pongas así, por favor.
—Me contaste lo que sucedió allá hace muchos años. ¿Quieres volver a la misma mierda?
—Vamos, han pasado años y mi tío adoptivo ni siquiera está vivo. No hay nada que pueda dañarme.
—Setsuko, mírate. ¿Podrás estar sin mí allá en Japón? –la chica sintió sus ojos arder pues comenzaban a llenarse de lágrimas. Sabía perfectamente que dependía del pelinegro, tanto física como emocionalmente y eso no estaba bien–. Sabes que para mí no es molestia estar contigo –Jones tomó su mano desde el sillón donde se encontraba sentado, acariciándola con la yema de su dedo pulgar– y lo haría todo el tiempo, eso hacen los amigos, ¿no?
Y eso caló en todo su ser. Los últimos meses había estado desarrollando extraños sentimientos hacia Casey Jones, sentimientos que sabía muy bien qué jamás serían correspondidos. Esa era una razón más para alejarse, aunque tal idea estaba en segundo plano.
Pero al final de cuentas, su amistad nunca pasaría a más, gracias a la pelirroja Abril O'neil (sentía cierto resentimiento aunque no la conocía en persona).
—Escúchate. Tienes una vida. ¿Qué harás cuando tengas novia? "Oye, debo interrumpir nuestra cita porqué mi amiga me necesita" –intentó imitar la voz de él–. Es tonto, tu novia se hartaría de algo como eso y no quiero que dejes todo abandonado por culpa mía.
—Eres una boba –se levantó a abrazarla–, nunca te voy a dejar, y si tengo que conseguir una novia a la que le agrades, lo haré. Mi amiga es tan increíble que todas sentirían envidia.
No. Su mente volvió a decirle que eso no estaba bien. Ella no quería ser egoísta y hacer que las circunstancias y vida de Casey se adaptaran a ella porqué las cosas no debían ser así.
Suspiró pesadamente: –no te pediré eso, ambos tenemos nuestras vidas, tú afuera, yo aquí dentro. Y son cosas que no puedes cambiar.
—Deja de hablar así, me pones triste.
—Eres mi mejor amigo pero tampoco quiero privarte de las experiencias que estás por vivir como adolescente.
Casey no sabía qué responder a las palabras de la joven. Era terca y no la culpaba, en su condición cualquiera creería que es una carga para los demás, pero cuando el cariño es verdadero y genuino se busca hacer hasta imposibles.
—Está bien. Hablaremos de este asunto de Japón después. No son decisiones que deban tomarse a la ligera, y lo sabes muy bien, pequeña.
—Sí. Simplemente estoy confundida –él la tenía confundida. No entendía porqué sus sentimientos la atacaban así de pronto o tal vez, no era por él sino por Raphael. ¿En qué pensaba? Se dio una cachetada mental. Tenía muchos pensamientos para organizar.
—Resuelve tus dudas, por favor. No quiero que después te arrepientas de algo –soltó la mano de su amiga y sacó su teléfono para mirar la hora–. Bien, no es muy tarde pero tengo práctica de hockey. ¿Está bien si me voy?
—No te preocupes. Raphael vendrá en unas horas.
—Confío en él –se levantó del sillón y caminó hasta la puerta, pronunciando un “adiós” y cerrando esta.
Setsuko quería ir a su habitación para esperar a Raphael. Se levantó de su silla e intentó caminar, pero su intento fue fallido al caer de rodillas. Se sentía débil e indefensa.
Maldijo por lo bajo y se apoyó en el sillón, pero no pudo lograrlo, en esos pequeños esfuerzos había perdido sus fuerzas.
[...]
Raphael había llegado al departamento de Setsuko un poco nervioso por el tema hablado anteriormente, uno que tocaba sus fibras sensibles. Pero, no debía darle importancia, ella sólo quería ayudarlo y era algo que no rechazaría.
Sin esperar más, bajó las escaleras de incendio y tocó la ventana.
Una, dos, tres, cuatro veces y ella no respondía, así qué optó por asomar su vista a la ventana.
Ella no estaba en su habitación, lo cuál le resultó extraño pues siempre lo esperaba ahí.
Abrió la ventana, entrando con cuidado y pronunciando su nombre un par de veces y ninguna ocasión obtuvo respuestas. Pensó en recorrer cada rincón del lugar y pensó que tal vez era un exagerado.
Y no fue necesario buscar demasiado pues, al atravesar el umbral de la puerta la encontró ahí, profundamente dormida en el suelo. Se acercó rápidamente y se hincó junto a Setsuko, pasó una de sus manos por debajo de su espalda para levantarla y con la otra mano levantó sus piernas para cargarla y llevarla a descansar a su cama.
No pesaba nada, y era sorprendente pues comía como si fuese un barril sin fondo.
Le quitó los zapatos con cuidado de no despertarla y después, acomodó su cabeza encima de la almohada. Suspiró al notar que había logrado cuidar su sueño.
Sin saber qué hacer, se sentó en el suelo un rato por si ella despertaba y necesitaba algo. Paseó la mirada por toda la habitación, observando que era una adolescente con gustos de niña en cuanto a la decoración: un lugar pintado de color rosa, con dibujitos hechos con pintura blanca y varios estantes con muñecas en ellos, cosa que a Raphael le dio miedo. ¿No la observarían de noche? Tan solo pensarlo le causaba un gran escalofrío que le recorría todo el caparazón.
También había más estantes con cajas y marcos con fotografías, pensó que tal vez de su familia y eso le dio curiosidad, pero eran cosas en las que podría indagar poco a poco.
—Hola, Raph –escuchó la voz femenina adormilada y rápidamente giró su cabeza para verla.
—Despertaste. ¿Cuánto tiempo llevabas dormida en el suelo?
—No lo sé. Intenté caminar pero se me fueron las fuerzas en el intento. Tampoco pude volver a sentarme en la silla de ruedas.
—Deberías intentar eso cuando Casey o yo estemos contigo.
—Lo siento.
El ruido se volvió silencio, acompañado de miradas incómodas y vacías.
Raphael no creyó sonar alguien regañón. Comenzaba a tomarle cariño a Setsuko y su preocupación era evidente. Tal vez sonaba brusco pero así era, hasta con sus hermanos.
—Tú...–habló dudosa, muchas cosas rondaban por su mente– ¿seguirás viniendo?
—A menos que tú quieras lo contrario –respondió mirando a otro lado. Le parecía raro que ella dudara y a pesar de sólo haber ido cuatro noches, ella comenzaba a agradarle– seguiré viniendo hasta que tú digas “ya no quiero verte”.
Setsuko lo miraba expectante. Con esas palabras dichas por parte de Raphael, pensó que nunca quisiera que se alejara de ella. Al final, era el protector que tanto le mencionaba su sensei.
23.O1.2O19
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