✒c a p í t u l o 0 9
–Entonces –habló con la boca llena de pizza a más no poder, cosa que le causó bastante gracia a Raphael. La joven tragó y bebió un poco del líquido que su vaso contenía, acción que hacía para no atragantarse con la comida– ¿practicas ninjutsu? –él asintió ante su pregunta– ¿desde cuándo?
Raphael pensó unos segundos. La respuesta era demasiado clara para él, pero cada que se hacía mención del pasar de los años por su mente se cruzaban varios recuerdos de su infancia.
Un recuerdo de tantos, y uno que atesoraba mucho era cuándo por primera vez tomó sus sais, mirándolos con total admiración. Recordaba la expresión de su padre en cuanto notó que el pequeño Raphael tenía en mano la pesada arma ninja.
–¿Te gusta? Debes saber, hijo mío, que esto no es un juguete.
Sí, en ese momento, Raphael sintió aquella sensación de aquel entonces: el ninjutsu era lo suyo y su protección la encontraba ahí al defenderse con lo que su padre le había estado enseñando con el paso de los años.
Pareció una eternidad pero sólo tardó unos segundos en contestar la pregunta de Setsuko.
–Desde que tengo memoria. Casi desde que soy un pequeño de unos cinco o seis años –sonrió muy felizmente.
–Es bastante tiempo.
–Exacto. Es de las pocas cosas que sé hacer a la perfección.
–¿Bromeas? Se ve que eres realmente bueno en muchas cosas.
–En realidad, soy algo testarudo. Es todo.
–Qué tonto eres al pensar así de ti mismo –tomó otra rebanada de pizza de la caja y la llevó directo a su boca–. Somos nuestro propio obstáculo, Raphael. De una manera u otra, si somos pesimistas y nos ponemos a buscar lo malo de nosotros mismos nos quedaremos en el mismo abismo de nuestra propia miseria. ¿Quieres eso? –lo apuntó con su rebanada a medio comer.
Raphael estaba un poco impactado por las palabras de la joven.
¿Qué sabía ella? Parecía que había estado viviendo lo suficiente como para hablar de tal manera.
–No. No quiero eso.
–Tienes que aprender a vivir con todo lo que consideras malo. Mírame, ¿crees que no me siento mal al ver que debo vivir atenida a una silla de ruedas? Sí, es algo complicado, pero no debe ser obstáculo para hacer lo que te apasiona.
Le daban ganas de abrazarla fuerte, darle gracias por aquellas palabras.
Tenían la misma edad pero ella era un misterio, uno digno de resolver. Le comenzaba a intrigar su vida. Hablaba de las cosas como si en tan pocos años hubiera vivido demasiado y si era así, entonces se convertiría en un gran ejemplo para él.
–Setsuko, sabes muchas cosas. ¿Segura de que no eres una anciana?
–¡Yah! Yo no soy una anciana y si así fuera, eres un maleducado por no respetar a tus mayores.
–Oh, vamos. Una abuela no se come seis rebanadas de pizza.
–Así es.
–Come más porqué necesita comida para tener energías. Tú llevas más de seis rebanadas –la chica sintió arder su rostro por la vergüenza y es qué, era cierto. Comía demasiado, parecía una comedora compulsiva, aunque fuese lo contrario.
–Eso no se le dice a una chica, Raphael –tenía ganas de golpearlo, pero las guardaría para otra ocasión que fuese más oportuna.
–Ya, solo bromeaba –rió satisfecho– no sabía que chicas como tú existían –intentó decirlo con un tono desinteresado pues no quería que se malinterpretara.
–¿En qué sentido lo dices?
–Así como tú. Sencillas, carismáticas y que no necesitan hacer nada con tal de impresionar.
–Me impresionas, Raphael. Mi sensei no te describía así.
–El sensei tiene por costumbre hablar las cosas como son.
–Y es bueno ¿no? Nada de secretos, la pura verdad.
–Termina de comer, la pizza se enfriará –quería evadir el tema. Le resultaba un tanto raro hablar de ese tipo de cosas; cosas que pudieran resultar profundas y que tuviera que exponer sus sentimientos.
Las siguientes dos horas charlaban sobre cualquier tema al azar, riendo y haciendo gestos chistosos. Era un rato agradable, uno que Raphael no había tenido con una chica desde que le clavaron una daga en el corazón, sin resentimiento.
–Wow, ya es tarde. Creo que debería irme.
–Qué rápido se pasaron las horas –agregó sin despegar la vista de su cámara, revisando fotos que seguramente le había tomado a Raphael.
–Sí. Debo irme.
–¿Volverás?
–Claro que lo haré.
–Está bien. Te esperaré aquí porqué quiero estar segura de que no vives solo en mi imaginación gracias a las cartas de mi sensei –Setsuko extendió sus brazos, en señal de invitarlo a un abrazo. Sin pensarlo más de dos veces, se acercó y se inclinó a la altura de la silla de ruedas para corresponder.
Era una extraña sensación, y era muy diferente a lo que había vivido antes con Sarah.
–Nos vemos luego –se separaron y caminó hacia la ventana, sin mirar atrás. Entonces salió del departamento, subiendo las escaleras de incendio hasta llegar a la azotea y dirigirse de vuelta a casa.
Mientras tanto, Setsuko recogió las cajas de pizza y las puso en la mesa. Después le pediría ayuda a Casey para limpiar.
Recordó que tenía que leer la carta de su amado maestro así qué, para mayor comodidad, se dirigió a su habitación para leer en paz.
«Mi pequeña flor, ¿cómo has estado? Lamento la tardanza al contestar, espero que no sea de molestia para ti.
Dime, ¿has considerado volver a Japón? ¿Crees estar lista para afrontar el pasado en aquel lugar?
Quiero que reflexiones en ello. Sabes lo que te espera y lo que debes afrontar...
Piensa las cosas y me haces saber tu respuesta»
Continuó leyendo la carta pero no prestaba atención pues en su mente se repetían aquellos párrafos una y otra vez.
Su pasado...
En varias películas que había visto la mayoría de protagonistas tenían miedo y rencor hacia sus recuerdos. Pero, Setsuko pensaba qué dentro de lo que era el personaje del actor, no notaban (o en la película no era necesario) que gracias a ello, a todo lo vivido, tenían lo de su presente.
Porqué al final nuestro pasado queda atrás y nuestra mente es capaz de borrar todo lo dañino y quedarnos con lo único bueno.
Al final, de nada servía afligirse por los recuerdos amargos.
El tiempo se encargaría de curar heridas. Nuestra decisión es si decidimos abrirlas y hacerlas sangrar o dejar que cicatricen en su totalidad para que se vayan borrando lentamente.
Pero Setsuko estaba indecisa con ello.
22.O1.2O19
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