✒c a p í t u l o 0 6
¿Miedo? ¿Dudas? Tal vez si sus hermanos estuvieran en su lugar, sentirían lo mismo.
Y esperar todo un día incrementaba sus nervios. ¿Cómo reaccionaría la chica? Intentó distraer su mente con otras cosas. Siguió dibujando, había descubierto que ese era uno de sus tantos talentos y se alegraba al ver que era bueno en algo más. Y, las flores comenzaban a ser una de sus cosas favoritas para dibujar.
Además de dibujar, intentó dormir, tal vez, de esa manera el día se pasaría más rápido. No tenían planes y tampoco habría patrullaje nocturno, entonces, no importaría que se quedara dormido.
[...]
Era de noche, Raphael estaba en la azotea debatiendo si debía entrar al departamento de Setsuko.
La luz estaba encendida, no cabía duda de que ella estaba ahí; y después de un par de segundos más pensando decidió hacerlo, a pesar de tener que enfrentar gritos o expresiones de miedo.
Bajó las escaleras, pero primero, quiso observar un poco.
Ella estaba sentada en su cama, tomando fotos con su cámara. Le pareció un acto tierno al igual que ella.
No deseaba perturbar su tranquilidad pero de verdad quería saber cómo reaccionaría. Sacó uno de sus sais y tocó levemente la ventana, apartándose del vidrio. Sentía su corazón latir rápidamente.
—Rayos, creí escuchar ruido –dijo abriendo la ventana–. Llamaré a Casey, llevo esperando la sorpresa desde hace horas –hablaba para sí misma, lo cual, también le pareció tierno.
Escuchaba cómo gruñía molesta mientras el teléfono llamaba a Casey.
—Maldito, apagaste tu teléfono. Y ni siquiera me has traído la carta del sensei –escuchó la manera en que suspiró y su mente le decía que se mostrara ante ella.
Sería raro hacerlo de la nada, pero no tenía opciones, debía hacerlo de una vez por todas.
Silbó para llamar su atención, Setsuko asomó su cabeza, mirando de izquierda a derecha buscando algo. Y una vez que miró hacia su derecha, se sorprendió.
Abrió ambos ojos más de lo normal con sorpresa, tapando su boca para ahogar un grito. Y él notó que no era por miedo, quizás emoción.
Raphael entró aunque ella no se lo indicó. Algo muy extraño.
—Wow, wow, wow. ¿Qué eres tú? ¡Espera! –interrumpió apenas Raphael había entreabierto la boca. Setsuko se había quedado sentada en el suelo, sacando la caja que se encontraba bajo su cama con notable prisa.
—Es extraño que no hayas gritado. ¿No te doy miedo? –preguntó confundido.
La peligris no le prestó atención, sacaba una carta tras otra, buscando algo que tenía en mente.
El color rojo lo representa. Sus ojos son verdes cual esmeralda y su caparazón en más resistente que cualquier otra roca. Él será tu fortaleza.
—¡Eres tú! ¡Tú eres Raphael! –puso la carta contra su pecho, como si fuera un peluche, y la abrazó como si su vida dependiese de ello–. Eres tú –dijo con un hilo de voz.
—Bueno, sí, mi nombre es Raphael –rascó su nuca, extrañado por el comportamiento de la chica. ¿Había sido buena idea venir a conocerla?
Setsuko se arrastró hasta él y tomó su mano.
—Déjame ver con más detenimiento tus ojos –imploró y él obedeció y le mostró con la luz sus ojos esmeraldas–. Eres tú –comenzó a llorar–, eres tú, ese protector del que habla mi sensei en las cartas.
Así qué, ¿el sensei le contaba de ellos? Una gran sorpresa para él.
—¿No te doy miedo? –insistió una vez pues, después de tantos años oculto bajo las sombras con el temor a ser juzgado o atacado, le resultaba confuso el trato que esta chica le estaba dando.
Setsuko limpiaba el rastro de lágrimas de sus mejillas. La felicidad que sentía era incontenible. Quería gritar y seguir llorando. Estaba feliz, no era capaz de creer que uno de sus personajes favoritos era real.
—No. No me das miedo –tomó la diestra de Raphael con sus dos manos. Quería asegurarse de que no era un simple sueño o algo que le hacía creer su ingenua mente–, todo este tiempo el sensei me ha hablado de alguien como tú. Y eres malditamente real, no puedo creerlo.
Un comportamiento así era nuevo para Raphael. No había mostrado miedo.
Era como sí, ella lo hubiese estado esperando toda su vida. Y por primera vez sintió que alguien de verdad necesitaba de su existencia.
—Oye –la llamó al notar que pequeñas gotas seguían corriendo por sus mejillas–, rayos...no sé cómo hacer esto –maldijo por lo bajo.
—Tranquilo –hipó y pasó el dorso de su mano por sus mejillas una segunda vez–. Mi nombre es Setsuko, Raphael. Mucho gusto.
Sentía que se conocían de hace muchos años.
—Hablemos un poco. Ordenaré pizza, el sensei me dijo que es tu favorita –se detuvo un momento–. Si tú existes, ¿entonces tus hermanos también?
La emoción coloreó su rostro.
Casey no se había equivocado con que sería una sorpresa.
—De verdad sigo confundido. ¿No me consideras un monstruo?
—En absoluto. Es como si, uno de tus más grandes sueños se hicieran realidad. Eso eres para mí justo ahora.
Él lo tomaba raro, mientras ella, con unas cartas lo conocía a la perfección.
Raphael sintió un pequeño sonrojo porque sentía que no era necesario ser un humano para que alguien se emocionara al verlo.
Sin embargo, su ligera sonrisa desapareció. Entendió la razón de que Casey dijera que la peligris era especial.
—Setsuko. Debo irme, no ordenes la pizza.
—¿Qué? Apenas te conocí. No te vayas, por favor.
—Volveré mañana.
—Está bien. Quiero que vuelvas, por favor. Quiero estar segura de que esto no es un simple sueño y de que tú eres alguien real.
Esas palabras causaron cierta sensación desconocida para Raphael. Alguien quería verlo de nuevo. Bueno, su mente le hizo pensar que tal vez era porque no conocía su verdadera personalidad.
«Lo echarás a perder».
—Volveré –dijo después de salir por la ventana.
Subió a las azoteas y corrió lo más rápido que pudo.
—Casey Jones es el idiota más idiota de todo idiotalandia. ¿Cómo no me dijo algo así?
Estaba frustrado. ¿Y si metía la pata?
Debía controlar sus pensamientos o terminaría golpeando a Miguel Ángel.
Se encerró en su habitación sin cenar. Debía preguntarle muchas cosas al idiota de su amigo. No quería causar incomodidades si es que volvía a visitarla.
Idiota, debemos hablar.
Enviado a las 12:30 a.m
¿Qué ocurre? ¿Por qué ese cumplido tan de repente?
Enviado a las 12:40 a.m
Es sobre tu amiga. Mañana te reclamo
Enviado a las 12:41 a.m
No puedes amenazarme y luego decir que me dirás mañana. Eres un bebé.
Enviado a las 12:45 a.m
Mañana, he dicho. Buenas noches
Enviado a las 12:47 a.m
Tal vez sería incapaz de dormir con todo lo sucedido en mente.
—Gracias por espantar mi sueño, Casey –se cubrió con sus sábanas para tratar de dormir.
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