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Capítulo 27

Jason llega en cuestión de segundos. Se encuentra sobre el puente cerca de la patrulla. Ellos le están impidiendo el paso. Después de una breve conversación con el jefe de los policías este lo deja acercarse sigilosamente hacia ella, despacio. Es difícil verlos a la perfección desde donde estoy, así que decido caminar un poco más a la orilla del lago. Stacy se percata de mi presencia y me grita:

—¡Esto será por tú culpa, perra! Cargarás el resto de tu vida con mi muerte sobre tus hombros. Y tú también, Jason —ella grita como si sus amígdalas fueran a salir por su boca.

El miedo está en mi estómago y todos mis miembros se vuelven débiles e incapaces de mantenerse firmes y los deseos más humanos se sienten en mi cuerpo. No por necesidad, sino por miedo. Sé que si se lanza, no será mi culpa, sin embargo, el simple hecho de ella mencionarlo me predispone a sentirme mal al respecto.

Puedo ver como Jason poco a poco está más cerca de ella, veo como sus labios están articulando las palabras, que no soy capaz de escuchar. Ella se vuelve hacia él, todavía con sus piernas en dirección al agua.

—La condición es que tienes que dejar a la perra, y volver conmigo. Yo te amo —dice y empieza a llorar, repitiendo esas palabras una y otra vez—. ¡Vuelve conmigo, te juro que todo va a ser mejor. Te amo. Te amo. Te amo —ella lo grita con lágrimas sobre actuadas, sacándose hasta la hiel por los ojos.

Despacio él empieza a sujetarla por la espalda, abrazándola por detrás y la levanta del muro del puente, para luego ella dejarse caer en el suelo llorando. Los paramédicos se encargan de montarla en la camilla y sujetarla para que no pueda volver a escaparse. Ellos bajan hasta la ambulancia y Jason se sube junto a ellos camino al hospital. Mi corazón ya recupera su ritmo normal. Un grupo de chicas se acercan hasta a mí.

—¿Tú eres Kimberly? Porque la verdad, si fuera tú, me alejaría de ese costado de locos.

—Sí. Es peligroso —dice la chica morena al lado de la larguirucha que parece jugadora de voleibol.

Las ignoro deliberadamente y me voy hasta mi auto para ir al hospital y saber cómo está todo. Antes me dirijo a la patrulla.

—Perdón oficial, ¿A qué hospital trasladaron a la chica?

—Al Boston Medical Center —responde mientras está todavía tomando algunos apuntes, por lo que no dirige la mirada hasta mí.

—Muchas gracias —emprendo mi camino en auto hasta el hospital y en recepción, una enfermera de unos 40 años me atiende.

—Hola... ¿Me podría decir si la señorita Stacy McAdams ya está ingresada? —le pregunto serenamente.

—¿Es usted familiar de la paciente?

—No exactamente, pero soy familiar de un familiar de ella y necesito comunicarme con él. Es urgente —le miento.

—Un momento —ella dice mientras teclea algunos datos en su computador—. McAdams, está en urgencias pero en breve estará siendo trasladada a la habitación 504. Debe esperar unos minutos antes de subir.

—Muy bien. Gracias por la información —ella asiente y sonríe.

Tomo asiento en la sala de espera. Todo está pintado en colores crema y blanco. Los asientos de espera son del mismo color. Nada tiene color en este lugar y es bastante aburrido. No se supone que un hospital sea un lugar de diversión, pero dicen que la risa es la mejor medicina. Lo menos que me inspiran estas paredes es una sonrisa, ni siquiera una que solo das cuando te sientes obligado a hacer algún movimiento con tu rostro. Esto necesita algo de color.

Después de unos minutos veo a Jason pasar por el pasillo y va camino al ascensor. Me pongo de pie y camino rápido hasta él, antes de que llegue y se abra la puerta. Pongo mi mano en su hombro e interrumpo su llamada telefónica.

—Ahora mismo te estaba marcando. ¿Cuándo llegaste? —pregunta.

—Hace poco —las puertas del ascensor se abren y entramos. Con nosotros están dos personas más. Una enfermera y un señor con un globo gigante que dice "It's a boy" en colores azul, blanco y plata. Detenemos la conversación y seguimos en silencio hasta el quinto piso. Salimos y nos sentamos en uno de los sofás que están en la sala de espera del piso, cerca de la estación de enfermería—. ¿Cómo está ella? —le pregunto. Noto su rostro preocupado, pero sereno.

—Está sedada ahora. Está dormida, no sé qué va a pasar cuando despierte. Qué dirá, qué hará. Lo que sí me dijo el doctor es que ella está pasando por un proceso depresivo, que esa es su primera impresión y piensa que necesitará "reposo" por un tiempo.

—Es decir, la van a recluir al manicomio —digo sin pensar bien en las palabras que utilicé.

—Llámalo lugar de descanso. Así lo dijo él.

—¿Te sientes mal? Sé que es difícil, para mí también lo fue presenciarlo, pero ¿qué tal lo llevas tú?

—No sé qué decirte. Es difícil ponerme de algún lado. Sé que ella está obsesionada conmigo. Pero de todas formas, yo tengo culpa de todo esto. Jamás debí hacer lo que hice con ella.

—¿Qué hiciste?

—Fuimos novios, terminé con ella. Ella no quería terminar conmigo, así que ella se metía en mi casa algunas noches y nos quedábamos juntos allí. No hice nada para alejarla, y en cierto modo la utilicé, nunca la rechacé, pasaba lo que pasaba y al otro día todo seguía igual. Hasta un día, fue poco antes de conocerte, le dije que ya era tiempo de terminar con todo eso. Fue algo así como una especie de presentimiento —él sonríe en ese momento—. Algo así como si mi corazón hubiese presentido tu llegada.

—Menos mal —levanto una ceja y sujeto su brazo—. No te sientas mal, ella pensó más allá de lo que podías darle, algunas mujeres son masoquistas y se conforman con poco por un tiempo pero, al final del camino siempre querrán más. No confíes en lo que ellas dicen de que solo será diversión, es mentira, las mujeres no solo se divierten, sino que también entregan su corazón, poco a poco sin darse cuenta.

—Por eso es que no debemos jugar con ellas. Pero eso lo aprendí un poco tarde, porque alguien está sufriendo por culpa de mis juegos. Pero eso es todo, ya no más. Nunca más.

—¿Hablaste con sus padres?

—Sí. Del hospital los llamaron y su papá dijo que vendría lo más pronto posible. Podemos verlo en cualquier momento.

—No quiero verlo. Me sentiré rara y me culpará.

—No te preocupes. Yo hablaré con él. Además los doctores le dirán su situación, no te pueden culpar por su estado.

—No. Realmente no.

Se escuchan unos pasos apresurados y escucho una voz de hombre preguntar por Stacy en la estación de enfermería. La enfermera le indica que aún no hay permiso de entrar a la habitación y lo invita a esperar en la sala junto a los demás. Él se muestra exasperado y golpea la mesa donde la mujer está sosteniendo unos documentos.

—Lo siento, señor. Tiene que esperar —dice la enfermera. Jason se pone de pie y encuentra su mirada con el papá de Stacy.

—¡Fuiste tú! ¡Esto es tu culpa! —le grita.

—Disculpe, pero no voy a aceptar que me culpe de algo de lo que no soy culpable. No sabe cómo sucedieron las cosas. Quizás si estuviera un poco pendiente de su hija, se habría dado cuenta aunque sea un poco del nivel de obsesión de ella hacia mí —dice—. No es quién, para reclamarme.

—Claro que estoy pendiente de mi hija. Ella me contó que se casarían el próximo año pero, que la dejaste por una cualquiera —dice él haciéndole creer que si sabe sobre ella.

—Cuánto lamento que las pocas conversaciones que tiene con su hija sean puras mentiras. Si ella fue capaz de inventar eso, pues la verdad es que su nivel de locura es más alto de lo que pensé —le responde Jason taciturno. Una enfermera sale de la habitación de Stacy.

—Los familiares de la Señorita McAdams. Pueden pasar adelante —el padre de Stacy corre hasta la puerta y Jason sigue detrás de él.

—¿A dónde crees que vas? —él lo detiene en la puerta. Pasa y la cierra de un trancazo.

Jason camina hasta la estación y habla con las enfermeras preguntándole sobre la situación de la paciente. La enfermera le informa que está controlada gracias al sedante pero, que necesita salir del estado de ímpetu para que el doctor pueda evaluarla correctamente. Yo sigo sentada en bajo perfil, observando todo alrededor de mí. Él sigue caminando por todo el pasillo, nervioso y al salir el doctor de la habitación lo detiene y le pregunta si puede pasar:

—Por supuesto. Solo no molesten su sueño, que si despierta bruscamente todo será peor.

—Muy bien —él abre la puerta y antes de entrar se devuelve a decirme—: No te preocupes. Trataré de volver en una sola pieza —me guiña un ojo y entra en la habitación.


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