Capítulo 14
Jason: "Espérame y volveré a despecho de mil muertes, los que no me esperaban quizás dirán: "tuvo suerte". Ellos no comprenderán que en el rigor del combate tu esperar me salvó, más como sobreviví, solo tú y yo lo sabremos, pero tú supiste esperar como nadie esperó."
Jason: Buenos días Princesa. Te tengo una propuesta, no sé si te vaya a gustar, pero lo intentaré.
Kimberly: Buenos días mi Príncipe. ¿De qué se trata?
Jason: no nos veremos hasta el viernes. ¿Sabes para qué?
Jason: Para extrañarte locamente. Es solo si quieres, ¿qué dices?
Kimberly: Estuve un poco loca cuando te fuiste, no sé si soporto.
Jason: Bueno. Yo también estuve un poco loco.
Kimberly: pero acepto. Trato hecho. ¿Sin nada de comunicación?
Jason: JAMÁS. CLARO QUE NO.
Jason: ¿No quieres que llegue vivo al viernes?
Kimberly: jajaja ok ok perdón.
Jason: ¿Y qué harás todos estos días? Sin mi presencia...
Kimberly: pensaré en ti. Mucho, mucho, mucho...
Jason: Yo también, mucho más de lo que imaginas.
Jason: Gracias.
Kimberly: ¿Por qué?
Jason: Por hacerme diferente. Por cambiar mi vida, en un giro de 360 grados, por hacerme el hombre más feliz del mundo, solo con el simple hecho de poder escuchar tu voz, me hace feliz.
Jason: Solo tienes que decir "hola" y esa es la cura de todas las enfermedades, la paz mundial y el premio gordo de la lotería. Todo eso, reducido en un "hola" de tu voz para mí. Solo es lo que necesito.
Kimberly: Nota de voz. "Hola. Te amo mi príncipe."
Jason: Nota de voz. "Eso es todo lo que necesito. Yo también te amo."
Kimberly: Pero quiero que sepas que tú eres también todo para mí, si estoy contigo, el miedo no existe, ni la inseguridad. Gracias.
—Ma, Jason te manda muchos besos, que te extraña y que lo perdones, pero es por el bien de todos —le grito desde el teléfono.
—Dile a Jason, que no sea mentiroso, que el vino de su viaje y ni siquiera ha pensado ni un momento en venir a decirme hola —dice—. Pónmelo al teléfono —le paso el teléfono y empiezan a hablar.
—¿Cerró? —pregunto, porque no se despidió.
—Le cerré sin querer. ¿Qué es eso de "terapia de parejas"?
Me rio a carcajadas.
—¿Te dijo que no nos vemos por terapia? —me sigo riendo—. Es terapia, sí, pero no es por nada malo. Él dice que tenemos que extrañarnos.
—¿Qué tiempo? —pregunta.
—Siete u ocho días, creo.
—¿Será posible? Eso suena un poco raro.
—Lo sé. Pero es genial, será muy bueno cuando lo vuelva a ver.
—Siento decirte que lo veré hoy. Estaré en la casa de sus padres esta noche con las niñas y cenaremos todos juntos. Solo faltarás tú.
—No hagas eso, mamá. Por favor —le ruego.
—No voy a perderme una cena con mis consuegros, solo por terapia de pareja. Jamás. Ni loca. Quédate aquí, puedes prepararte un sándwich o algo.
—Hablaré con Jason —tomo el celular y le escribo un mensaje.
Kimberly: ¿Qué te parece si iniciamos la terapia mañana? un día no hace daño. ¡¡¡Porfis!!!
Jason: mmm...
Jason: Está bien. Ven, después de todo, no nos vimos ayer.
Jason: Te veo esta noche.
Voy con un vestido blanco, corto, un poco más arriba de mis muslos y unos tacones no tan altos pero, sí son hermosos de verdad, mis favoritos. Bajo las escaleras y encuentro a mi mamá sujetándole las zapatillas a Kathie.
—¿Se puede saber a dónde vas? —pregunta.
—A la casa de mis suegros a cenar. Al escusado la terapia —le sonrío.
—Sí, vaya tontería.
— No digas eso, empezaremos mañana.
—Tonto —dice con ironía—. Chicas ya estoy lista, la que no baje en treinta segundos se queda —grita por las escaleras.
Las chicas bajan, incluyendo a Isabella y nos vamos hasta la casa de los padres de Jason. Su casa es enorme de tres pisos, pintada de color azul y con un estilo victoriano como si estuviéramos en otro siglo.
Tocamos el timbre y la madre de Jason, Jeannette, nos recibe.
—Bienvenidas todas chicas. Esta es su casa —dice mientras que a medida que entramos nos da un beso en la mejilla.
—Qué hermosa tu bebé, Katherine —dice refiriéndose a Kathie.
—Hola, Jeannette —dice Kathie con su dulce voz.
—Señora Timberlake —saluda Isabella.
—Jeanette, cariño. Tú debes ser la amiga de Kimberly, ¿Cierto?
—Sí, soy Isabella. Es un placer conocerla.
—El placer es mío hermosa —sonríe—. Kimberly, cariño, me alegra mucho verte. Estás hermosa.
—Gracias, tía. Tú también estás hermosa, me encanta tu vestido —le digo.
Jeannette es una apasionada de la moda. Mi mamá me contó que cuando estaba en la secundaria, quería ser diseñadora de modas. Hoy tiene una tienda de diseños especiales, todos de su confección.
Pasamos todos a la sala donde se encuentran Jason y su padre conversando. Ellos se ponen de pie. El señor T. y Jason se ponen de pies y nos saluda una por una.
—Kimberly. Qué bueno verte —dice el papá de Jason.
—Señor T. Es un placer volver a verlo —le sonrío.
Los demás se están saludando, y por último, como todas las veces, el saludo entre Jason y yo se queda para el final.
—Hola —le digo sintiendo el rubor cubrir mi rostro. Han sido muchas las veces que nos hemos visto, sin embargo, jamás es diferente, lo veo y me sonrojo.
—Hola —dice con un toque sensual en su voz. Él se acerca a mí para darme un beso.
Todos tomamos asiento y empezamos a conversar. Luego sigue la cena. Es langosta a la mantequilla, el plato principal.
—Jason me dice que te gusta la cocina —dice el señor T.
—Así es. Soy chef Junior, trabajé todos los veranos de la secundaria en un restaurant diferente. Además, ¿cómo no cocinar con tremenda chef en casa? —digo mirando a mamá.
—Puedo dar fe de eso. Es la mejor comida que he probado en toda mi vida —dice Jason.
—Gracias cariño, es bonito tener alguien que lo aprecie —dice mi mamá.
La cena sigue viento en popa. Nos despedimos de todos más o menos a las once de la noche.
—Ha sido increíble, deberíamos hacer eso al menos dos veces al mes. Es como si fuéramos una familia de antaño.
—Sí, es maravilloso —dice mamá con Kathie durmiendo en sus brazos—. Entonces, en quince días en mi casa. Ese es el plan.
—Así es. Hablamos mañana —dice Jeannette a mi mamá mientras le guiña un ojo.
—Hasta luego —se despiden todos al unísono.
Jason se acerca hasta mí y me dice, estando muy cerca desde atrás en el oído.
—Entonces, ¿nos vemos el viernes? —susurra.
—El viernes —repito.
—Nos vemos —dice y me da un beso desde atrás en la mejilla.
—Hasta entonces —respondo.
—Te amo.
Los días pasaron, se esfumaron ante mis ojos... Hoy es jueves. Recibo un correo electrónico en donde una compañía de vuelos me solicita mis datos y la confirmación de mi vuelo. Oh, vamos fuera del país.
Le escribo a Jason para comprobar.
Kimberly: Recibí un correo electrónico.
Jason: Genial. ¿Completaste todo?
Kimberly: Aún no, primero quise preguntarte. ¿A dónde vamos? :o
Jason: Ya verás. Tengo muchas ganas de verte. Te extraño.
Kimberly: Nos vemos mañana...
Jason: A las 4pm en el aeropuerto.
Kimberly: Perfecto. Allá nos vemos.
—¿A qué hora es el vuelo mañana? —pregunta mamá.
—A eso de las cinco, casi a las seis de la tarde —digo.
—O sea, ¿estarán en el aeropuerto a eso de las cuatro?
—Sí —contesto.
—¿Las voy a llevar yo o tienen algún plan? —pregunta.
—Jason se ofreció a llevarnos, no te preocupes.
—¿Preparaste tu maleta ya? No quiero que mañana te vuelvas loca preguntándome miles de cosas dónde están. Ya es tarde, así que si no lo has hecho, pues ponte antes de dormir.
—Sí, ya hicimos las maletas. Todo está preparado, solo falta que llegue la hora.
—Perfecto.
Ya son las nueve de la noche y mañana será el día, más largo y feliz, porque los malos días también se caracterizan por ser más largos que los días comunes y corrientes. Me acuesto en mi cama boca arriba y mi cabeza se convierte en una auténtica marea de pensamientos. Lo primero que atraviesa mi mente es, ¿dolerá? ¿Será tan desastroso y horrible como muchos dicen? Tengo miedo, aunque creo que es lo que menos importa al final de cuentas lo único que quiero es pasar a ese siguiente nivel y demostrarle todo lo que siento y entregarle lo mejor y lo más importante de mí. Sigo pensando y me pregunto si él se sentirá satisfecho con lo que suceda, después de todo, la experiencia no se puede comparar con ninguna otra cosa, jamás. Solo espero de todo corazón.
Llega el día siguiente e Isabella me despierta mientras está arreglando su maleta que está encima de la cama.
—¿No pudiste hacer eso en alguna otra parte? —le digo poniéndome la almohada encima de la cabeza.
—Hello, sino estuviera haciéndolo aquí, no te habrías despertado y esa era la idea. Levántate, no seas tan vaga. Son las diez de la mañana y ¿adivina que día es hoy? ¡Hoy es viernes! —exclama.
—No me quiero levantar —digo aún con la almohada en la cara. Ella me la quita de encima y se sube sobre mí.
—¿No tendrás algo que hacer en el baño? —pregunta.
—Sí. Pero eso puede ser más tarde —vuelvo a cubrirme con la manta.
—Está bien, haz lo que te plazca, solo no andes con un corre-corre dentro de un rato, porque yo no voy a mover ni una paja para ayudarte. ¿Okay?
—Okay. Está bien —digo. Escucho como ella sigue buscando las cosas en el armario. Tanteo mi celular que está encima de la mesa de noche y lo reviso. Veo un mensaje de Tommy y nada sobre Jason. Qué extraño.
Tommy: La estoy pasando genial.
Tommy: Espero que estés bien.
Kimberly: Me alegra que la estés pasando súper. Yo voy de mini-vacaciones a la playa. :) Hasta el domingo.
Tommy: ¡¡¡Hola!!! ¡¡Buen día!! Perdón por escribirte ese mensaje tan tarde ayer.
Kimberly: No fue tarde, es solo que me acosté más temprano, nada más.
Tommy: Qué la pases bien en la playa.
Kimberly: Gracias.
Kimberly: ¡¡¡Hablamos luego, tengo cosas que resolver y es tarde!!!
Kimberly: besitos y me traes algo... TQM.
Tommy: prometido. TQMT
Me levanto para darme un muy buen baño, que incluye una rutina de belleza algo tediosa. Después de varias horas encerrada en la habitación bajo hasta la cocina en donde mamá está sacando un pavo del horno.
—Wow, ya está lista la comida y huele delicioso —aprecio.
—Sí. Me dieron ganas de un pavo al estilo Acción de Gracias —me siento en uno de los taburetes y mamá me sirve el plato con pavo y vegetales.
—Hablaré con Jason para que nos acompañe el sábado a cenar, así no estamos tan solitas —dice mamá.
—Me parece genial —digo con la boca llena.
—¿No extrañas verlo? Digo, no lo sé, porque yo lo extrañaría si fuera mi novio —sonríe.
—Claro, más de lo que imaginas. Pero estoy más ansiosa por saber lo que se siente verlo después de muchos días. Debe ser genial.
—Después de tantos días, se necesita privacidad. En un aeropuerto no creo que haya mucha, quizás deberían esperar al domingo y yo las llevo.
—Él está ansioso, no creo que le guste el plan, así que mejor te dejamos aquí y nos vamos con él. Además, yo también quiero verlo —digo mientras tomo otra cucharada de comida—. Cambiando el tema, ¿Kelvin ya no vive con nosotros? Jamás está aquí.
—Es cierto. Él dice que sí, pero que solo está pasando tiempo de calidad con su prometida. Que no es prometida, porque ella no ha venido aquí a pedir su mano —dice mientras yo me rio al mirar la expresión de su rostro.
—No te burles, un muchacho de su casa debe ser pedido, las cosas no son así.
—¿Y si ya se casaron en Las Vegas y no sabemos nada?
—Él no sería capaz.
—Si tú lo dices —rio.
—Mamá, Jason tuvo problemas con el auto, así que vino en taxi. Te amo, mami, gracias por esto. Te amo mucho —le doy miles de besos mientras me alejo.
—Pero espera —me detiene.
—No dejes de llamarme, ¿Ok? —dice con el rostro algo preocupado.
—Te lo prometo —digo alejándome nuevamente—. Te amo —grito de nuevo. Isabella viene detrás y le dice:
—Adiós. La pasaremos genial te lo prometemos.
Subimos al taxi en dirección al Aeropuerto Internacional Logan, Boston. Al llegar el taxista nos ayuda a bajar las maletas del auto. Adentro nos encontramos con Jason. Él está más hermoso que de costumbre, quizás sea su pelo, que está algo alborotado, o no sé, quizás solo son los lentes de sol que lleva puesto, o sus shorts, o su camiseta, no lo sé. Él se acerca hasta nosotras y nos saluda de manera muy coloquial, pero sin nada de besos.
—Un viaje de tres. Súper. No sabía que eran tan exóticas —él bromea.
—Adiós chicos, pásenla bien, yo me voy a mi sala a esperar mi avión. Cuídense —ella hizo especial énfasis en esa última palabra.
—Está bien —digo—. Disfruta la playa, espero que no vengas tan bronceada.
—Trataré, aunque no prometo nada, soy adicta a la vitamina D —dice mientras se despide.
Caminamos hasta la sala y nuestro vuelo está siendo llamado para abordar. No dirigimos hasta el avión y subimos a nuestros puestos.
—Kimberly. Tomaré una pastilla para dormir. Hay algo que no te había dicho antes. Me ponen nerviosos los vuelos, muy nervioso. Con más decirte que hasta a llorar me pongo. Cuando estemos en tierra firme me despiertas, ¿Sí? —dice. Lo miro desconcertada y confundida.
—Claro, pero ¿por qué pasa eso? —digo.
—Un tío murió en un vuelo, es algo de fobia infantil desde ese día.
—Lo siento mucho. Pero está bien, duérmete amor, cuando estés seguro en tierra firme te llamo —digo.
—Gracias —él cierra los ojos y se pone sus auriculares.
El vuelo transcurre normal, con pocas turbulencias. Llegamos hasta nuestro destino, Hawái. Qué exótica elección. Despierto a Jason, justo cuando tenemos que bajarnos del avión y salta de su asiento del susto.
—¿Qué pasó? ¿Qué sucede? —dice asustado.
—Solo que llegamos, no te preocupes.
—Bien.
—¿Por qué has estado tan callado, ni siquiera me hablaste esta mañana y ahora apenas hemos hablado? —digo mientras vamos en el taxi camino a algún lugar.
—Todo es parte de mi plan. ¿Confías en mí? —pregunta.
— Sí.
Llegamos al hotel, todo luce esplendido. Las habitaciones son más una especie de cabañas personalizadas y en nuestro boleto de reservación aparece Cabaña presidencial, solo para nosotros. Siento como las mariposas están invadiendo mi estómago, de repente la inseguridad y el miedo se han apoderado de cada célula de mi cuerpo y mi piel siente como cada una de sus células como burbujas estallando una a una. Nos conducen hasta nuestra habitación en un carrito de golf y nos ayudan entrar las maletas al cuarto.
—¿Desean algo más señores? —dice el botones.
—No. Todo bien por ahora. Gracias —le contesta Jason mientras le entrega un billete como propina.
Caminamos y lo primero que nos recibe es una terraza con un comedor para dos y dos meseros esperando con nosotros con copas de vino. Todo alrededor está decorado en blanco y crema. La terraza da justo con una vista hermosa hacia el mar. Jason toma dos copas de vino y me entrega una.
—¿Sabes algo? Jamás en mi vida había estado tan nervioso como ahora —dice mirándome a los ojos.
—Yo también lo estoy. Mucho.
—¿Y sabes otra cosa? Jamás en mi vida le había sentido tantas ganas a una mujer. No puedo esperar y no quiero esperar. Pero, tú tienes la última palabra, ¿Esperamos sí o no?
1
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro