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Parte 2

Rusia
Lo único que puedo percibir es el dolor de cabeza que llega.

¿Cuánto tiempo estuve inconciente?
¿Dónde de estoy? No puedo ver nada.

Todo es tan oscuro, lo único que me queda es esperar a acostumbrarme.

Por lo pronto, lo único que puedo notar después de dejar el sueño de lado es algo aprisionando mis manos.

Lo único que noto es... que estoy encadenado.
Mierda.

El suelo...
Algo liso, puedo deducir que es de concreto.
Y ahora que mi vista se acostumbró a la oscuridad, veo pequeños detalles como herramientas colgadas en la pared, una mesa algo lejana y más cosas irrelevantes.

Con ello, alcanzo a ver unas escaleras que dan a una puerta, creo que es la salida.

Aún con lo dormido del momento, me miro y veo que las cadenas, aunque sueltas, no me dejaban margen para levantarme.
Mi primer reacción fue, claro, forcejear la cadena para ver si podía escapar.

Algo inútil porque nadie dejaría tantas facilidades a alguien que probablemente secuestró.

Dios, ¿qué es este lugar? ¿Por qué estoy yo aquí? No... no comprendo.

Carajo, debo concentrarme en salir de aquí.

Tal vez quieran dinero por parte de mi país o algo, malditos.
Solo sacarán provecho de mí, ¿en serio voy a causarle problemas a mi nación? Agh, jamás me vi en esta situación.

Quiero decir, uno jamás imagina que va a ser secuestrado por la noche cuando solo estabas conviviendo con tu amada.

Esperen...

¡México!

Dios mío, no, México tambien fue secuestrada, ella era la mas vulnerable, la que por no querer ser herida obedeció a los jaloneos y a los gritos de que entrara a la camioneta.
Aún así, intentó de todo por huír y llegar hacia mí, no puede ser...

¡No puede ser! ¡Maldita sea!
¡México puede salir realmente mal! ¡Si lo que quieren es dinero para su rescate, a su gobierno poco le va a interesar!
¡Ella es débil! ¡Necesita protección! ¡Me necesita! ¡Necesito salir de aquí!

¡Tengo que liberarme! ¡Aunque eso me cueste la mitad o toda mi alma, tengo que hacerlo! ¡México me necesita! No puedo dejar que...

Le pase algo...

Me necesita...

Tengo que rescatarla.

No puedo imaginar las cosas que pueden hacerle, no por voluntad propia, las ideas llegan a mi mente, lo que no puedo es procesarlas y pensar en que eso le esta pasando a ella.

No puedo aceptarlo, no puedo dejarla...

Aún cuando hace momentos ya traté de safarme y sé que es inútil, lo hago tantas veces como puedo.
Tal vez termine desgastado la resistencia de las cadenas, tal vez estén oxidadas.

Tal vez pueda rescatarla.

No tengo idea de qué puede pasarme a mí, torturas tal vez, algo leve si no me resisto, pero...
Ella lucha por todo, es realmente testaruda y aunque eso es algo que me encanta de ella, no puedo creer que por las cosas que la amo vayan a herirla.

¡Pueden hacerle cosas peores que a mí! Puede que ni siquiera salga viva, puede que ya no la vuelva a ver...

Por supuesto que no.
Voy a dar hasta mi último aliento para ponerla a salvo, para asegurarme de que este bien, yo no me importo, mi vida es completamente aburrida, y no quiero vivir donde no esté ella.

Ella le da color a mi vida, y probablemente también a la de muchos, no puedo permitir que demasiados se apaguen por su falta, no podría vivir donde la persona que me enseño a reír y gozar de las cosas no esté.

Paro por momentos de jalar las cadenas para descansar mis muñecas y sigo forzándolas, también hago el intento de levantarme pero es en vano, parece ser que los pies también están encadenados.

Estoy jodido.

De pronto escucho algo.

No es metálico, como el las cadenas.

Es la puerta abriéndose.

Mantiene al sótano más iluminado de lo que estaba, un poco de luz que solo hizo que cerrara los ojos.
Por ver desde abajo, me resultó imposible saber de quien se trataba, su silueta quedaba oscura por tener la luz tras él, solo sé que su cabello está desordenado, pero no me da pistas de quien es.

Sus risas me desconcertan, es como si verme en el suelo le divertiera, sus manos viajaron a su estómago, tratando de aliviarse el dolor.
Gruñí frunciendo el seño, no estoy en posición de exigir cosas pero me molesta que se ría, por como estoy, por lo que van a hacerme, por lo que van a hacerle.

Esa risa tan cínica.

-- Pathetic. --Soltó y cerró la puerta mientras reía.

Y esa voz...

Esa voz que recuerdo y reconozco por lo fastidiosa que era...

¿USA?

No puede ser, ¿de verdad era él?

¡Era él! ¡El tamaño de su pelo era el mismo! ¡Su risa era la misma! ¡Su voz, su idioma! ¡Su silueta también!

¡USA planea hacernos daño! ¡Maldito capitalista hijo de puta!
¡¿Qué mierda quiere con nosotros?! ¡¿Por qué?!

¡¿Por qué quiere herir a México?!

La puerta vuelve a ser abierta, pero esta vez no le miro, solo con rabia intento de nuevo librarme de estas malditas cadenas, lucho también por levantarme y enfrentarlo, golpearlo, hacerlo sufrir por su estúpido intento de secuestro.

¡En cuanto me libere, no se va a salvar de mí! ¡No me importa si ONU me sanciona o si ellos ya tomarán cartas en el asunto! ¡De mi no se libra!

-- ¡En cuanto me libere, te daré una golpiza! ¡No te vas a salir con la tuya!

-- Él no, pero yo sí. --Una voz... de mujer, que no distinguí.

Con la poca luz pude ver que tenía puesta una ushanka, de la estatura no puedo hablar porque aún esta bajando las escaleras, y aunque estuviera frente a mí, estar sentado en el suelo no ayuda.

Somos pocos los países que utilizamos ushanka, entre ellos no hay mujer alguna que los utilice.
Solo Bielo...

No, Bielo no puede ser, ella... No tiene razones para hacerlo, no, ella... Ella es incapaz, es mi hermana...

Aunque no puedo negar que, cuando queda frente a mí a una distancia, es su estatura.
Tampoco me fijé nunca en su apariencia física, pero quien está frente a mí es una mujer...

Me niego a creer que es Bielo, tiene que haber otra explicación, no... No habría razones por las que ella haría esto.

Tal vez solo sea una broma de ella...
Tal vez se pusieron de acuerdo entre todos para hacernos esta broma a mí y a México.
Dios, espero sea eso, porque...

No me los imagino de esa forma.

-- ¿Quién eres?

Puedo ver como camina más lejos de mi y alcanzo a ver que se acerca a una cuerda que cuelga del techo.

-- ¿Cómo que quién soy, güey?

¿México?

Aún no me creo lo que veo cuando la luz se hace más presente y me deja verla a ella, con el short de mezclilla y su blusa de tirantes celeste que llevaba en nuestra salida.
Viéndola anonadado, me doy cuenta de que la ushanka que porta es la mía, recién noto que no la tengo puesta.

-- ¿M-méxico?

Ella me mira con una sonrisa, no se ve para nada preocupada, es como si todo fuera normal.
Pero no, yo estoy sentado en el suelo encadenado, recuerdo perfectamente lo que pasó.

Sonrío un poco.-- Oye, sé lo llevados que son los latinos, pero te recuerdo que esta es hasta para mi una forma rara de terminar un día.

México ríe un poco y se acerca a mí.-- Y es mucho decirlo si eres ruso, ¿no?

-- Sí, haha. --Muevo un poco las cadenas de mis manos.-- Bueno, agradecería que terminaras la broma y me desataras, esto no es nada cómodo.

Claro que sigo enojado, me hizo creer en un secuestro para que al final fuera solo una broma, ¡que lista!
Aún así, agradezco que sea solo una broma y no haya sufrido daños, ni ella ni yo.

-- ¿Qué? --México empieza a reír, lo hace dulcemente pero que ría me extraña.-- Oh, cariño, esto no es una broma.

-- Uh, ¿qué?

Ella aunque sonríe, ya no puedo notar su dulzor, es más una simple sonrisa con el afán de disimular algo.
Pero, ¿qué?

-- ¿Cómo que no es una broma?

-- Déjate de mamadas, Rusia. --Toda su sonrisa se borra por completo, me mira seria, aburrida, tal vez enfadada.-- No eres bueno siguiendo órdenes.

-- No entiendo.

-- Es que eres algo ingenuo. --Sarcástica, ríe, pero vuelve a mirarme enojada.-- Es hermoso tanta advertencia que te dio tu padre como para que no le hayas hecho caso.

Comienza a reír a carcajadas que me incomodan, no entiendo si en serio todo esto es de verdad, o si está bromeando.
Pero, ¿cuál es el límite?

-- ¿Sabes lo que me dijo mi padre?

-- Ese idiota, de igual forma te advirtió, aunque, bueno, no sirvió de nada haha.

-- En serio no comprendo. --Me muevo un poco para recalcarle que sigo atado.-- México, desatame de esto, no entiendo para nada lo que me estás diciendo.

-- ¿Qué dijiste, güey? "A huevo, insulto a esta morra, me peleo con ella, le digo que me la quiero coger y ya chingué", ¿no? --Está enfadada, aunque su sonrisa se mantiene, cruza sus brazos y me observa enojada, como jamás lo había estado.

Creo que lo mejor es en estos momentos callar.
No encuentro más formas de expresarle que no entiendo.
En cuanto callo, ella vuelve a sonreír.

-- Pero da igual, ustedes los nuevos países creen que son la mamada, que son los dioses y que todo el mundo se muere por estar con ustedes, ¿no?
No es así, Rusia, y puedo demostrar que ustedes éticamente no valen nada, ni la mitad de la mitad de lo que tu población supone.

-- ¡Habla claro de una vez!

-- Toda tu pinche generación vale verga, pero son mis favoritos. --Quita la ushanka de su cabeza y la arroja sin cuidado, haciéndola caer frente a mí.-- Deberías ser más precavido.

Es cuando vuelve a apagar la luz y la veo subir las escaleras, algo asustado porque no sé a qué se refiere con tantas cosas que dijo.
Quiero decir, ¿ella sabe lo que mi padre dijo?

-- ¿Qué le hiciste a papá? --Le grito antes de que salga de aquí.

México se detiene y parece voltearse para verme.

-- Qué me hizo él a mí.

Y cerró la puerta, volviendo a dejarme en completa oscuridad.

¿Que qué le hizo él a ella?

¡No tengo ni idea!

Lo único que me viene a la mente es que mi padre le haya hecho daño, y ahora quiera vengarse conmigo.
Tal vez por eso dijo que me alejara de ella, porque me haría daño.

Pero...

Yo la amaba.

¿En serio jugó tanto tiempo conmigo?
¿No me amaba? Solo...¿jugaba conmigo?

Necesito de verdad una explicación de todo lo que está pasando y lo que va a pasar, porque de verdad no entiendo por qué me hace esto...

Yo...

No entiendo nada.

Narradora.
Pestañeó un par de veces mientras su alrededor dejaba de ser opaco.

Estaba confundido, primero, quería saber cuanto tiempo había durado dormido después de la última interacción que tuvo con la latina, y segundo, alcanza a distinguir la silueta de una mujer sentada frente a él.

-- Oh, ya despertaste. --Es ella quien habla primero.-- Perdón, solo que te ves tierno dormido.

Soltó un quejido mientras se removía, cayendo en la cuenta de lo que no recordaba.

Sí, seguía atado, completamente encadenado, sintiendo como todo ese metal estaba rodeando su cuerpo, le apretaba, también le dolía cuando hacía un poco de fuerza, por lo que dejó de ponerla.

-- Tú...

Guardó silencio mientras tomaba aire.

-- ¿Yo...?

Su tono de voz inocente y juguetón, casi el mismo tono angelical con el que decía su nombre en una charla normal, pero sabiendo el contexto, viendo en donde estaba, ello le daba miedo.

-- ¿Qué... qué hago aquí?

-- ¿No es obvio? Estás secuestrado, ¿qué más quieres saber?-

-- Quiero saber porqué me trajiste. --Habló semi interrumpiéndola.

Ella se detuvo, se molestó pero no lo mostró.
En su lugar, sonrió mientras cerraba los ojos y pensaba en una buena respuesta.

Volvió a abrirlos mientras esbozaba una pequeña risa.

-- Bastante valiente de tu parte tener esa actitud osada cuando el que está atado eres tú. --Respondió, genuina.

Removió su cuerpo, incomodado, comenzaba a sentir al metal calar en su piel, no era algo letal o extremadamente peligroso, pero sí le dejaba un sentimiento quisquilloso en sí.

-- Eso... no responde a mi pregunt-.

-- Rusia, hablas bastante. --Bostezó mientras se estiraba.-- ¿Por qué no te duermes otra semana?

Abrió los ojos más de lo que los tenía.

-- ¿O-otra semana?

-- ¡Ayy, sí! Duraste toda una semana dormido por sedantes, ¿no te sientes perdido o algo?

-- P-pues ahora que lo dices...

-- Seguro que sí.

Gruñó, comenzaba a odiar que México le interrumpiera.

-- Una semana, yo...

Frunció el seño al ver que Rusia no hablaba, duraron al menos dos minutos en silencio, a oscuras, ella sentada en una silla mientras Rusia estaba en el suelo.

Volvió a bostezar antes de que el chico hablara, era una situación extraña como para tener sueño, pero eran las tres de la madrugada, y estuvo al menos desde las once de la noche revisando constantemente aquel sótano.

Subía y baja cada quince minutos solo para asegurarse de que aún no despertara.

Cuando dieron las doce, pasó a quedarse ahí mientras revisaba su teléfono.

-- Mmm, tú eres el único en la línea de tu generación que me agrada, hasta siento pena por tí... --Lo dijo al aire, aunque murmurando y en un balbuceo burlesco e irrelevante para el ruso, que estaba más ocupado formulando sus palabras.

-- Oye, entiendo que no sepas que decir, pero me esperaba un... No sé, más insultos de tu parte.
Como "maldita perra" o algo así, no este silencio abrumador.

Se sobresaltó al recordar su principal duda.

-- ¡T-tú! ¡¿No me amabas?!

-- ¿Mmm?

Movió sus pupilas de lado a lado, sorprendida de la pregunta tan repentina.

No creía que fuera su primer duda, desde luego consideró que el chico le preguntaría eso, pero pensó que lo más razonable sería preguntar sobre su familia o algo, lo primordial para cualquiera.

Sonrió mientras mordía su labio, y una vez supo lo que respondería, rió.

-- Ni un poquito.

Detuvo un jadeo ofendido.

-- S-solo jugaste conmigo...

-- Sip.

El silencio dejó de ser abrumador, para él.

Era pesado, aún se sentía mal, mareado, extrañado, confundido, fuera de sí, y aún esperaba que todo eso fuese una broma o algo.

Imposible, llevaba -confiando en la palabra de la latina- una semana ahí, no podía ser una broma.

-- ¿No vas a decir nada ya?

Se tragó sus palabras.
Aún tenía un rompimiento de corazón que afrontar.

-- Hum, entiendo.
Oye, no es por molestar o algo, pero según el protocolo que sigo, se supone que debes sufrir.

-- Y-ya lo hago... --Sollozó.

-- No me estás entendiendo, ¿crees que un secuestro solo se basa en sufrimiento psicológico?

Levantó su mirar, alarmado, al escuchar una especie de sonido metálico.

Su sonrisa, maniaca, horrida, sin mostrar remordimiento o algo.
Llevaba una blusa de tirantes grisácea, junto a un short café.

Acariciaba su mejilla, su mano derecha estaba un tanto ocupada.

Aquella experiencia, esas semanas tan aterradoras...

》Ella me miró, estaba fuera de sí.

Se me abalanzó, ¡con aquel cuchillo de mango café! Tan característico, tuve constante miedo de verla bajar.

Tuve que soportar tantas semanas... sin comer.

Cada día era un constante dolor en el estómago.

Ella me golpeaba si me desmayaba.

De alguna forma era un castigo por ser tan débil.

Luchaba con esas ganas intensas de cerrar los ojos todos los días hasta un extenso horario en el que ella me dejaba dormir.

No dormía, no descansaba en lo absoluto.

Solo me desmayaba, no era consciente de nada.

Eso era lo más cercano a descansar para mi.

Pero no descansaba, mi cuerpo siempre dolía.

Solo pude tomar agua.

Cada tres días, me obligaba a beberla, aunque mi meta ahora fuese morir, también me golpeaba si me reusaba a algo.

Algún día, conseguí patearla, cuando trató de hacerme una leve cortada en mi mejilla.

Me fue peor.

Perdí un ojo, el derecho, está guardado en un frasco, en un estante de madera.

Está bien, supongo que me lo merecía.

Sus ojos me dan miedo.

Parecen ser solo dos bolas blancas con puntos negros.

Siempre tiene un peinado amarrado, tal vez porque sabe que sería una desventaja.

Fantaseé con morir.

Fantaseo con morir.

Mi estómago siempre estuvo vacío.

Vomitaba agua.

Pero seguía vivo.

Vivo pero muerto.

Deseando estar muerto.

Mi parche es lindo.

Es café.

Para ella es gracioso.

Tiene mi simbología amarilla.

¿Qué hizo mi padre?

¿Por qué sigo aquí?

Yo no hice nada.

Solo fui su único hijo.
Solo me enamoré.
Solo pensé que podría ser feliz junto a la chica que me sonrió.

Quiero morir.

Cualquier cosa es menos tortuosa que esto.

La muerte es una buena opción.

Pero ella siempre me cura.

No puedo morir.

Deja que mi herida se infecte.

Y luego me cura.

Aunque me golpea en el proceso.

Es tan doloroso.

Una vez incrustó una aguja en una de las paredes que antes eran cubiertas por mi ojo derecho.

Dolió un montón.

Lloré y pataleé.

Ella reía, a carcajadas, mientras se limpiaba las lágrimas.

Era una auténtica perra.

Abría las heridas que ella misma curaba, y luego las volvía a curar.

Fue un infierno.

》En ningún momento debí mostrar alguna muestra de interés en ella.

Lo entendí, lo merecía, estaba claro, yo era un enfermo.

Pero, su piel tan delicada y suave, aquel blanco puro me llamaba, era tan hipnótico, fue imposible no acercarme.

Sufrí.

Me hicieron sufrir.

Utilizaron mi interés en ella para encerrarme en un sótano y después torturarme.

Jamás perdí tanto en la vida.

El olor, putrefacto de algunas partes de mi cuerpo.

Eran directamente carne podrida, algunas tenían gusanos.

No les importaban.

Lo entiendo, lo merecía.

Pero ella no era inocente.

Ella lo sabía.

Bajó desde su sillón, contoneando sus caderas y jugando conmigo.

Ella reía, sus dientes que apenas crecieron se mostraban, movía su pelo.

Yo estaba amarrado, no podía hacer nada.

Solo tenía esas charlas tan vacías y extrañas con la pequeña México.

Esa puta.

Lo disfrutaba.

Ella también sentía atracción por mí.

Estoy seguro.

Me llaman loco, pero estoy seguro.

Solo se divertía y excitaba más si nos veía sufriendo.

No creo que lo admita.

Menos teniendo a Azteca y a España protegiéndola.

Pero ya que estaba aquí, ya que solo podía convivir con ella.

Tal vez pude haber cumplido algunos de mis deseos.

Ya que ella me correspondía.

Pero no lo hice, no pude.

La pequeña zorra era más inteligente de lo que parecía.

Se mofaba de mi piel tan mohosa.

En lugar de curarla o preocuparse, me clavó agujas, mientras sus padres no estaban.

Se sentó en mi regazo, sabiendo que no podía hacer nada.

Se restregó en mi, por momentos aliviaba el dolor que estaba constantemente ese día en mi brazo.

Era una situación tan extraña.

Pero cumplía mis espectativas.

Esa linda puta solo sabía enloquecerme.

Aunque luego los castigos eran peores.

No valía la pena caer en la tentación, no lo valía.

Mi estatus decayó, de ser un hombre aclamado, limpio y educado.

Estaba en un sótano, amarrado, en descomposición, con peste de eses y orina cubriendo todo el lugar.

Era tan horrido.

No quería estar ahí.

Quería escapar, pero no había forma de huir.

Nadie se preocupaba por mí.

¿Quién se preocuparía por un viejo a nada de morir? ¿Quién defendería a un viejo que quiso relacionarse de forma obsena con una niña?

No es mi culpa, no debían culparme, esa chiquilla... para su edad, era una joya, y una cusca.

No era inocente, sabía el efecto que tenía en mí.

Sé que esos shorts tan cortos eran cortesía de su mente, solo para enloquecerme.

Sé que ella quería estar a solas conmigo para hablar de cualquier cosa y sentarse en mi regazo, solo para provocarme una erección y luego irse.

Lo sé, a ella también le atraía, pero era lo suficientemente hija de perra como para no admitirlo.

Y aunque lo admitiera, seguramente seguiría siendo yo el enfermo y malo.

Claro.

Pero bueno, solo espero pacientemente verla una vez más por hoy, ya que es mi último día con vida.

Antes de que me despedacen y me den de comer a los perros callejeros solo para no dejar rastros.

Espero ver su encantador rostro una vez más.

》Al poco tiempo, terminé desmayándome.

Ella me golpeó, con un bate, en la cabeza.

No fue tanto daño, solo fue algo doloroso.

Pero supongo que nada de qué preocuparse.

Repitió aquello tantos días.

No era diario, tal vez semanal.

Solo llegaba para preguntarme si estaba listo.

Aunque no lo estuviera, ella lo haría de todas formas.

Me hacía vomitar, por los golpes al estómago.

Era realmente fuerte.

Mi estómago constantemente dolía.

Por lo vacío que estaba en periodos de tiempo tan cortos.

Era como si un montón de personas se lanzaran al mismo tiempo sobre mí.

Pero muchas veces seguidas.

Tenía que soportarlo.

Jamás salí de ahí.

Lo único que había de sonidos eran mis quejidos.

Algunos sonidos metálicos de cadenas colgadas del techo, moviéndose.

Un goteo eterno, aún en los largos silencios, eso se mantenía.

Eso era mejor.

A tener que recibir puñaladas.

Era como si intentase mutilar alguna parte de mi cuerpo.

Para luego arrepentirse.

Cortar su proceso.

Y dejarme así hasta desmayarme.

Alguna vez me cortó el estómago por la mitad.

"Eres repugnante" me dijo.

No entiendo lo que hice mal.

Me gustaría que me lo dijera.

Tal vez me haría entender qué no debía hacer.

¿Habrá países que se estén preocupando por mí?

¿Por qué no me han encontrado?

¿Siquiera me buscan?

No puede haber alguien que se preocupe por mí.

Tal vez mis hermanos, tal vez solo Kaza, Ucra y Bielo.

Pero, nadie más, nunca tuve vínculos.

Mi brazo volvió a abrirse.

No pude gritar.

También mi cuello fue cortado.

Había tantos espacios rosas por cicatrices.

Algunas heridas eran una especie de broma.

Cocidas literalmente con hilo, hilo negro.

No estaban bien curadas, desde luego que no.

Es a la única que he visto en tanto tiempo.

Ni siquiera a Usa.

Usa estuvo aquí, el primer día creo en el que llegué.

Era él, su risa, su voz, su idioma, su silueta, era él.

¿Qué hacía él aquí?

Él sabía que yo estaba en esa situación, y que sería torturado, ¿y no hizo nada?

¿Él es cómplice?

¿Quiénes eran los que nos "secuestraron"?

Pensar en eso me agobia tanto.

Me rompió la pierna.

No podía creerlo, el dolor era inmenso.

Ni siquiera podía reaccionar.

En cuanto escuché que algo tronó dentro de mí.

Me asusté demasiado.

Dolía.

Aún no recuperaba al cien porciento mis cuerdas vocales.

No podía gritar.

Aunque moviera la boca.

No emitía sonido alguno.

Ella no estaba sorpendida, principalmente porque era lo que buscaba.

Romperme una pierna.

Rezaba continuamente para que todo terminara.

Quería realmente descansar.

Pero también morir.

Todo me dolía.

Ni siquiera podía pensar con claridad.

Tenía continuas alucinaciones.

Algunas extrañas, algunas otras aterradoras.

La combinación de manchas coloridas de luces resplandecían en la oscuridad.

Para luego ser rojas.

Todo ahí era una tortura.

Debí haber muerto.

¿Por qué no lo hice?

Aún curándome, era imposible sobrevivir.

Vivir para mi ya no era una opción.

¿Solo para estar aquí, cumpliendo su placer enfermizo?

No, prefiero morir.

-- No hago esto solo porque sí, ¿sabes? --Dirigió la punta del cuchillo hacia él, estando a la distancia.-- Tus antepasados eran unos aprovechados y raros.

Solo eran palabras sueltas para Rusia, apenas tenía fuerza para mantener sus ojos medio abiertos.
Su percepción del sonido era nula en ese momento, y su visión muy limitada.

-- Desde niña querían tener una relación "amorosa" conmigo, ¿puedes creerlo? --Sonrió, ofendida, pero burlesca.-- Onu no estuvo de acuerdo, eran pérdidas de miembros para él.

Comenzó a afilarlo.

Rusia realmente no prestaba atención.

¿De qué hablaba la chica?

¿Estaba hablando?

Solo podía ver como su boca se movía.

Estaba bastante mareado.

-- Pero al final, por suerte, entendió que era buena idea poner a prueba a los países nuevos para que entendieran cómo funcionaba el mundo. --Finalizó, sonriendo con los ojos cerrados.

Hizo el esfuerzo por no caer de costado al suelo, casi desfalleciendo.

-- Tu padre y tu abuelo han sido los primeros, tú el tercero.

Dio algunos pasos hasta llegar donde el ruso.

Tomó su barbilla y le obligó a verla.

-- Se le llama Proyecto "Trust Me". --Concluyó, para levantar su mano y dejar caer la punta en la pierna de Rusia.

》Seguía siendo tortuoso para mí.

Por una semana paró.

Se veía más calmada.

Bajaba solo para limpiar y asegurarse de que las herramientas que usó estuvieran en su lugar.

Puso una bombilla.

Pude por primera vez en tanto tiempo la luz y, con eso, saber cómo era el sótano.

Era grande, muy grande.

Las paredes eran grises.

Él techo era café.

Había muchos estantes.

Con más herramientas.

Tuve mucho tiempo para analizarlo.

Las herramientas estaban muy limpias.

Por lo que pude ver, no estaban oxidadas.

Muy cuidadas.

Me pregunto cuántas de esas usó en mí.

Nunca me dirigió la palabra

Pero tampoco me hirió más.

Por toda esa semana.

Finalmente pude descansar.

Realmente dormí.

No estaba tan cómodo, o confiado.

Pero al menos a la hora de dormir era más pasable.

Era extraño.

Tal vez le aburrí.

Pero me alegro.

Finalmente mis quejidos, gritos y llantos le cansaron.

Y me dejó tiempo para recuperarme.

Me curaba, pero más calmada.

No era brusca o algo.

Se sentó en mi regazo.

Y comenzó a curarme.

Con alcohol, vendas.

Una vez desperté, al parecer alguien más me curó.

Porque era demasiado profesional, o algo así.

Alguien más vino, me vio a atado y no le importó.

O tal vez hizo que pareciese otra cosa.

Pero se estaba esforzando porque, al parecer, quedara limpio.

A veces nuestras miradas se cruzaban.

Me resultaba incómodo pensar que alguna vez sentí algo por ella.

La veía, y luego bajaba la vista.

"No actúes como si quiseras olvidarlo".

Quiero olvidarlo.

Todo esto es una mierda.

-- Y ni una palabra de esto a nadie.

Fue la última mirada amemazadora y aterradora que recibió.

Después de tanta tranquilidad.

Fue tan espontáneo y horrido.

-- O tendré que involucrar a tus hermanos en esto.

Prestó atención a esa sonrisa, a esa boca que soltaba palabras tan horrorosas como si no fueran relevantes.

Lo entendió.

No debía hablar.

》Justo después de eso, recibí un golpe en la cabeza.

No fui conciente de nada, ni de cómo pasaron las cosas.

Solo desperté.

Me costó abrir el ojo.

El sol era nuevo para mí.

Después de tanto tiempo.

Estaba a un lado de la carretera, amarrado, amordazado.

Entre un montón de plantas.

Plantas con espinas.

Espinas que lograron pasar mi espalda y manchar el ropaje limpio que ella me puso.

Era una ropa diferente a la que tuve puesta toda mi estadía ahí.

Las espinas calaban, pero no eran tan dolorosas como lo que ya había experimentado.

Una mujer me encontró, al ver que me removía entre los pastizales.

Estuvo bastante asustada.

Cubrió su boca, retrocedió y luego corrió.

Después volvió, con un hombre.

Ambos me ayudaron a llegar a un hospital.

Llamaron a la policía.

Al parecer, la búsqueda que tenían para encontrarme había concluído.

No pudieron acostarme boca arriba, después de todo, tenía espinas.

Me aliviaba estar ahí.

Estaba confundido, pero al menos estaba a salvo ahí.

¿Estaban alarmados por verme herido o por verme después de tanto tiempo?

Dijeron que desparecí por un año.

Vaya, eso me asustó.

¿Tan rápido voló el tiempo? ¿De verdad estuve ahí un año?

Finalmente terminó.

Fue un alivio llegar a un cuarto de hospital.

Había luces, y era blanco, un contraste diferente a lo que me acostumbré.

Pero de alguna forma me tranquilizaba.

Me conectaron algunas cosas.

Me limpiaron la espalda.

Volví a desmayarme.

Pero esta vez con la certeza de que estaría bien.

Desperté, no había nadie.

Estaba solo.

Pero seguía en un cuarto de hospital.

Eso estaba bien.

Un doctor llegó.

Tuvimos una charla algo corta.

Me explicó que ya todo estaba bien.

Me dijo que tenía visita.
Y también que debía dar muchas explicaciones.

Bielo entró corriendo y llorando.

Yo también lloré.

Y la abracé, nos abrazamos.

Estaba feliz de verla después de tanta mierda.

Mis otros hermanos entraron.

Nunca lo creó posible, pero también lloraban.

Quería evitar cierta pregunta, pero fue inevitable que la hicieran.

"¿Qué pasó? ¿Dónde estuviste?".

Tanto mis hermanos como demás personas que venían a documentar el caso, lo preguntaron.

"Yo... no lo recuerdo".

No quiero que les pase nada a mis hermanos.

Incluso si implica que México salga impune.

¿Cómo podré yo, un simple país, contra un proyecto y conducta que apoya Onu?

Prefiero dejar que todo pase, que mi cuerpo deje de doler y poder vivir todo lo bien que se pueda.

-- Con eso concluimos la reunión de hoy.

Despertó del trance, tan rápido como se pronunciaron esas palabras.

Pasó un mes en el que estuvo en recuperación de todo, un periodo sorprendentemente corto para lo que vivió.

Como dijo, quería tener una vida "normal".

No veía de la misma forma a aquella sala de juntas, ni a sus personas ni a la organización.

Pero debía dejar todo miedo de lado y ser más precavido con quién entablaba relación alguna.

Avisó a su hermana de que se iría, aunque todos los cercanos le dijeron que tuviera cuidado.

No quería hablar con nadie, menos ese día.

Un nuevo país se integraba a la organización y a las juntas.

Tenía curiosidad, pero jamás volvería a cometer tal error.

Caminaba por los pasillos, tal vez cuando llegue a su casa coma algo mientras ve la televisión, tiene tiempo libre.

Sonrió levemente.

La vida le dio una oportunidad para seguir con normalidad.

Y no piensa arruinarla por algo.

Por lo que al simplemente escuchar aquella risa tan escalofriante, salió corriendo.

-- Mucho gusto, Alemania; soy México.

Trust Me
5007 palabras.

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