Secretos de Agua y Engaño: Parte II
Capítulo 2
La fidelidad y la lealtad son dos conceptos importantes en una relación amorosa, y aunque a menudo se utilizan de manera intercambiable, tienen diferencias fundamentales que pueden influir profundamente en una relación.
La fidelidad se centra en la exclusividad física, comprometiéndose a mantener relaciones sexuales con la pareja, forjando un acuerdo de respeto mutuo. Por otro lado, la lealtad trasciende, abarcando lo emocional, espiritual y el alma. Es un compromiso total, donde se es confiable y se apoya en todos los aspectos de la vida, incluso en los momentos más difíciles.
Mientras la primera atañe a lo externo, la otra se enfoca en la conexión profunda, en el vínculo espiritual y emocional que trasciende el aspecto físico. Implica sacrificio y compromiso para fortalecerse, resistiendo las tentaciones y desafíos. Aunque ambas son cruciales, la lealtad a menudo se considera más valiosa. La fidelidad es esencial, pero sin lealtad, la relación puede sentirse hueca y superficial.
Esta última construye una base sólida para una relación duradera y satisfactoria, incluso en medio de los errores, siendo un reflejo del perdón y de la voluntad de poder hacerlo mejor. Con esto eleva la relación a un nivel más profundo, donde el amor realmente perdura.
Natasha se encontraba en la oficina, rodeada de los tres hijos de Nikolai: Ivan, María y Dmitri. Los niños estaban sentados en sillas junto a su escritorio, fascinados por las palabras de Natasha mientras escuchaban atentamente. La habitación estaba llena de dibujos y manualidades, lo que hacía evidente que los niños ya llevaban mucho rato allí y que a Natasha se le acababan las opciones para entretenerlos.
La mirada de los niños se alternaba entre Natasha y las ventanas que daban a la oficina de Nikolai. A través del cristal, podían ver a su padre discutiendo acaloradamente con su esposa. Los gritos y gestos enérgicos de sus padres era una escena que, aunque no se oía, parecía escalofriante.
—¿Han oído hablar sobre Los Aquilari? —Natasha preguntó, intentando desviar la atención de estos. Los tres niños negaron con la cabeza.
—Los Aquilari son seres de extrema belleza y seducción que comparten rasgos de unicornios, fantasmas, tritones y elfos —empezó con voz cautivadora, haciendo que los niños la mirasen con los ojos abiertos y llenos de curiosidad—. Tienen la capacidad de vivir entre los humanos, pasar desapercibidos y hasta formar familias sin revelar su verdadera naturaleza.
—¿Cómo es que pueden pasar desapercibidos si tienen cuernos y cola de tritón? —preguntó María, con una mezcla de incredulidad y fascinación.
Natasha sonrió ante la pregunta perspicaz de María, y respondió con paciencia:
—Los Aquilari pueden transformarse en apariencia humana, ocultando sus rasgos sobrenaturales, creando una ilusión convincente que los hace especiales y misteriosos.
Los niños, se miraron entre sí, atónitos de que pudieran hacer algo como eso.
—También, son excelentes músicos y cantantes, capaces de hipnotizar a quienes los escuchan. Incluso, pueden controlar el agua y crear ilusiones acuáticas —añadió Natasha, permitiendo trabajar, aún más, la imaginación de los niños.
—¡Cómo sirenas! —admiró Ivan, con sorpresa—. ¿Pero cómo pueden controlar las emociones de las personas? ¿Eso significa que pueden hacer que alguien se enamore de ellos? —preguntó, escandalizado de esa posibilidad.
Natasha rió suavemente antes de responder:
—Bueno, Ivan, tienen la habilidad de manipular las emociones humanas, pero no necesariamente hacen que las personas se enamoren de ellos. A veces, pueden atraer a las personas hacia ellos, pero eso no siempre significa que sea amor verdadero. Los Aquilari usan sus habilidades para obtener lo que desean, pero no siempre es para el bien de los demás.
Mientras les hablaba, Natasha notó que los niños, ocasionalmente, miraban hacia la ventana, donde su padre y su madre continuaban discutiendo.
—Los Aquilari son seres intrigantes —continuó Natasha—. Tienen una dualidad entre su atractivo irresistible y su egoísmo. A menudo persiguen el placer y el poder, usando su encanto para obtener lo que desean de los humanos. No son necesariamente malos, pero su falta de empatía y su enfoque en sí mismos los hace moralmente ambiguos.
» La sociedad que los conforma es hermética y se rige por una serie de reglas y jerarquías internas, para preservar su secreto y mantener el equilibrio entre los humanos y el mundo sobrenatural —explicó Natasha—. Tienen un consejo de ancianos en la cúspide de su jerarquía, que toma decisiones importantes y establece las reglas para la comunidad.
Dmitri, el hijo más joven, tenía una pregunta que lo hacía parecer preocupado.
—¿Y si el secreto de un Aquilari se revela entre los suyos? —preguntó Dmitri, pensando en las consecuencias.
Natasha se inclinó hacia adelante y le dio una mirada tranquilizadora.
—Esa es una excelente pregunta, Dmitri. Si el secreto de un Aquilari se descubre entre los humanos, habrá consecuencias graves. Podrían perder sus poderes o incluso ser expulsados de la comunidad Aquilari. Es por eso que mantener el secreto es tan importante para ellos. Revelarlo, se considera un acto negligente y se castiga severamente —advirtió Natasha, esperando que los niños entendieran.
En ese momento, Dmitri, preguntó con una vocecita preocupada, mientras miraba hacia la ventana otra vez:
—¿Papá está en problemas?
Natasha sonrió con ternura y respondió:
—No te preocupes, Dmitri, a veces los adultos tienen discusiones, pero eso no significa que tu papá esté en peligro. Solo déjenle resolverlo, y ahora permítanme contarles la historia de Norugui, un Aquilari...
Los niños asintieron, satisfechos con las respuestas de Natasha. Aunque todavía estaban preocupados por su padre, ella encontró la forma de mantenerlos concentrados y alejados, temporalmente, de la tensión que se desarrollaba detrás de la ventana de la oficina de su padre.
—Norugui, vivió hace mucho tiempo. Era un ser extraordinario, con cabellos de un azul profundo que brillaban como el mar y ojos del color del cielo. Tenía una cola de tritón majestuosa y cuernos de unicornio que revelaba cuando quería mostrar su poder. Pero deseaba vivir como los humanos...
—¿Por qué decidió vivir con los humanos en lugar de quedarse con los Aquilari? —interrumpió curiosa e inquieta, María.
—Bueno, era un Aquilari diferente a los demás. Aunque disfrutaba de la compañía de su clan, también anhelaba experimentar el mundo de los humanos y entender sus sentimientos. Veía la belleza en la diversidad de la vida en la Tierra y quería formar parte de ella. Así que un día, tomó la decisión de vivir entre ellos y ocultar su verdadera naturaleza para conocerlos mejor.
Dmitri, seguía intrigado:
—¿Pero por qué Norugui eligió vivir como nosotros si somos tan aburridos?
—¿Y logró formar una familia? —Ivan, no esperó a que se respondiera la interrogante de su hermano, parecía que él mismo tenía sus curiosidades y, evidentemente, no podían esperar.
—Norugui creía en el poder del amor y la conexión entre las personas —continuó Natahsa, pensativa en aquellas preguntas que, si bien inocentes, era profundas—. A pesar de ser un Aquilari con habilidades especiales, anhelaba experimentar emociones humanas genuinas, como el amor y la amistad. Así que decidió vivir entre ellos, adoptar una identidad humana y formar una familia. Quería aprender sobre la humanidad desde adentro, entender sus alegrías y desafíos, y contribuir al mundo de una manera única.
—¿Y qué pasó con Norugui después? ¿Logró vivir felizmente con nosotros? —María, no se quedaba atrás con sus inquietudes.
—Sí... —sopesó ella, pensativa—. Vivió una vida llena de aventuras y experiencias humanas. Aprendió a amar, a reír y a llorar como uno de ellos. También ayudó a las personas en momentos de necesidad, usando sus habilidades. Aunque enfrentó desafíos y momentos difíciles, nunca lamentó su decisión, puetso que sescubrió que el amor y la conexión entre las personas eran los tesoros más valiosos de la vida.
Natasha sonreía mientras reflexionaba en su propio relato, quiso continuar con su historia, pero su narración se vio interrumpida cuando la puerta de la oficina se abrió de golpe. Ekaterina, salió furiosa, con lágrimas en los ojos y el rostro enrojecido de ira.
—¡Niños, andando! —dijo, en un hilo de voz ahogado.
Los niños se levantaron de sus sillas, visiblemente asustados. Dieron una última mirada preocupada a su padre, y le vieron frustrado, angustiado y mortificado por lo que fuese que sucedía.
Con otro grito de su madre, lleno de frustración y dolor cuando llegó a la puerta de salida, los niños corrieron hacia ella, y salieron.
Natasha, sintiéndose culpable por la situación, observó a Nikolai con severidad.
—¿Qué descubrió?
Nikolai suspiró, masajeando el puente de su nariz.
—Vio algunos mensajes en mi teléfono. Pero no te preocupes, tengo tu número registrado como "ella".
Natasha asintió, pero su mirada parecía incomprensible para él. Enojo y algo más...
—Hoy mismo cambiaré a otra línea telefónica. Nikolai, si no tienes más cuidado, todo el esfuerzo que hemos hecho para que nuestra vida funcione no tendrá sentido —Sus palabras eran un recordatorio de la importancia de lo que habían construido juntos.
—Si lo entiendo...
—Arréglalo, entonces —aseguró ella.
Natasha salió tarde de la oficina, con la cabeza llena de pensamientos y el peso de las responsabilidades que llevaba en su corazón. Ese día, Nikolai había decidido ir temprano a casa, consciente de que tenía que enfrentar los problemas con su esposa. Natasha se sentía triste por su propia historia y la de Nikolai, pero también sabía que era lo que habían decidido, y debía funcionar por el bien de todos.
Caminaba por las calles de la ciudad, perdida en sus reflexiones, cuando su teléfono celular comenzó a sonar. Al ver el número en la pantalla, suspiró profundamente y decidió adentrarse en el callejón oscuro por el que pasaba, antes de responder la llamada.
La voz al otro lado de la línea era de una mujer.
—¿Cielo? ¿Cuándo vas a volver a casa? Es muy tarde, estoy preocupada —dijo la mujer, con aquella ansiedad típica en su tono de voz cuando ella desaparecía por mucho tiempo.
Natasha, con una voz diferente a la que solía usar en su trabajo y con Nikolai, respondió con calma:
—No te preocupes, cariño, estoy en camino a casa. No debería tardar mucho más.
La mujer al otro lado del teléfono suspiró aliviada, y agregó:
—Los niños te están esperando. Han estado preguntando por ti.
—Ya estaré dentro de pocos. ¿Te parece si después de revisar sus tareas y jugar con ellos nos dediquemos algo de tiempo para nosotros?
Aquella mujer soltó una risilla, como si ese jugueteo le gustara, y añadió:
—Me parece perfecto. Tengo la cena lista, así que tendremos tiempo suficiente...
—Bien —contestó Natasha, asintiendo, aunque la otra persona no podía ver su gesto a través del teléfono.
Una vez que colgó, se quedó en silencio en el callejón oscuro, reflexionando sobre la extraña dualidad de su vida. La mujer con la que vivía y con la que tenía una familia, nunca había conocido su verdadero trabajo. Había construido una fachada como arquitecta, una profesión que había conseguido con esfuerzo y dedicación, pero que evidentemente Nikolai no tenía ni idea de que ella lo fuera. Y era la verdadera razón de cómo había manejado el trabajo de la oficina con tanta facilidad desde el inicio de su contrato. Podía ganar mejor en un puesto de arquitecto, pero no cambiaría el hecho de estar con él por dinero, jamás.
Su esposa solía quejarse de no conocer su trabajo ni su oficina, una verdad absoluta que mantenía en secreto. Pero, ella no podía saber nada de lo que no estuviera relacionado con sus propias historias.
A pesar de las mentiras y secretos, Natasha sabía que su esposa era feliz con ella y sus hijos. Usaba su don Aquilari para calmarla y hacerla olvidar en tiempos de conflicto, construyendo un hogar lleno de felicidad y amor. Era una vida compleja, llena de desafíos, pero era su elección y haría todo lo posible para que funcionara.
Finalmente, miró hacia el techo del edificio que tenía enfrente, y suspiró, sabía que debía enfrentarse al detective que Nikolai había contratado para seguirla. Así que, sin importarle nada en ese momento, puesto que no estaba de humor para ser apacible, reveló un cuerno sobre su frente, una piel azulada y escamada, ojos amarillos como la de un reptil, y su cola de tritón, con músculos marcados sobre su torso y sus brazos, y un resplandor etéreo.
Natasha comenzó a cantar, pero esta vez no fue una melodía dulce y hipnótica, sino que emitió un grito gutural y aterrador, una mezcla entre el rugido de un elefante enojado y el grito de un águila.
Esa noche, aquel detective había vivido su peor horror, olvidando incluso la razón por la que allí se encontraba.
Nikolai llegó a casa de Dominic al día siguiente, visiblemente afectado por la noche anterior. Había bebido.
Al tocar la puerta, Anastasia fue quién abrió. Detrás de ella, estaba Dominic con el mismo rostro lleno de sorpresa.
—¿Qué haces aquí y no en tu casa? —le preguntó su hermana con franqueza, mientras Nikolai luchaba por mantener el equilibrio.
—Ekaterina me echó de la casa.
Al escuchar eso, Anastasia suspiró y miró a su esposo, sabiendo lo que eso significaba.
—Puedes quedarte en el sofá por hoy, pero debes resolver tus problemas o encontrar otro lugar donde ir —le dijo Anastasia con firmeza, dejando claro que no estaba dispuesta a tolerar problemas en su hogar.
Nikolai asintió. Anastasia vio a su esposo, y este asintió, sabiendo lo que debía hacer. Y dejándoles solos, Dominic salió y le dijo a su amigo que se sentara junto a él al pie de las escaleras del porche. Era de noche, y era un buen momento para admirar las estrellas y escuchar las penas.
—¿Quieres contarme qué pasó? —le preguntó Dominic, mostrando interés genuino en la situación de su cuñado.
Nikolai comenzó a hablar, compartiendo sus problemas con Dominic. A medida que hablaba, los pensamientos de Dominic vagaron hacia el pasado, recordando cómo había conocido a Nikolai y la razón por la que se había casado con su hermana en primer lugar.
Le conoció hacía una década, cuando se paseaba melancólico por la costa, añorando su hogar en el mar. Nikolai irradiaba una belleza rústica y masculina, y sus ojos avellana transmitían calidez. Fue un encuentro fugaz, pero profundo, como si el destino los uniera.
Sin embargo, la noticia de su compromiso, en ese mismo momento, apagó la chispa de esperanza que tenía. Y por primera vez, sintió decepción, resignación, alivio y soledad, aunque también lo llevó a aceptar los límites y decisiones de él.
En ese momento, usaba le nombre de Aquilari que tenía, Norugui. Nikolai era su Clymuwaed; una especie de alma gemela que tenían los seres sobrenaturales. Y a pesar de compartir esa conexión los dos, optó por retirarse, sin saber que siempre le estuvo observando.
Con ese hecho, conoció a Anastasia y decidió formar una familia con ella. De esa forma, permanecería junto a él.
Lo que creyó que serviría como un juego a distancia, terminó mucho peor, pues adquirió la forma de Natasha y vivía, no una ni dos, sino tres vidas a la vez.
Y aunque podía estar mal, le era tan leal a Nikolai que sacrificó su propia esencia y su vida por estar junto a él.
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