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La Última Broma: Parte I

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Año 2155.

Gelidara nació después de que una serie de eventos llevaron a la consolidación del poder en manos de un régimen autoritario conocido como "La Dirección Unificada".

El mundo sufrió un aumento en la frecuencia y la gravedad de eventos climáticos extremos, incluyendo inundaciones, sequías prolongadas, y tormentas devastadoras. A su vez, los conflictos económicos globales y regionales provocaron una recesión económica prolongada, y la escasez de recursos, la inflación descontrolada y el desempleo masivo, aumentaron la desigualdad y la insatisfacción en la población.

Por otro lado, varios brotes de enfermedades mortales azotaron y debilitaron aún más la capacidad del sistema de salud para hacer frente a la situación. Estas pandemias causaron una gran cantidad de muertes y un temor generalizado, lo que llevó al gobierno a imponer medidas de cuarentena draconianas que limitaron las libertades individuales. La ineficacia y la corrupción en el gobierno anterior, por supuesto, socavaron la confianza de la población en las instituciones políticas. Los partidos políticos se fragmentaron y la división social se agravó a medida que las personas perdieron la fe en el sistema democrático.

Por eso, en medio de la confusión y el descontento generalizado, un grupo autoritario conocido como "La Dirección Unificada", aprovechó la situación para tomar el control del gobierno. Prometieron restaurar el orden y la estabilidad, pero a cambio, impusieron un régimen opresivo que prohibió la risa, el humor y las expresiones artísticas y culturales, debido a que se consideraban subversivos y peligrosos para la estabilidad del sistema.

Por consiguiente, La Dirección Unificada utilizó la represión y la vigilancia para mantener su control sobre la población, lo que resultó en una distopía. La prohibición del humor y la risa fue una de las medidas más notorias que tomaron para controlar las emociones de la población y mantener un dominio absoluto sobre la sociedad.

Por mi parte, estaba sentado enfrente del televisor cuando el comediante de 45 años de edad, en plena transmisión en vivo, murió.

Todavía recordaba el brillo en los ojos de Alexei Vorkov llenos de una chispa de ingenio y un atisbo de tristeza, antes del hecho. Pero lo que me causaba intriga, en realidad, no era el alboroto que había ocasionado su último acto, sino el mensaje, largo cabe destacar, que recibí en el antiguo beeper que solía utilizar para mis casos de investigación, justo cuando cayó al suelo.

El mensaje decía:

"Viktor,

Sabemos quién eres y lo que has dejado atrás. También estamos al tanto del sentido de justicia que te atañe y que no puedes ignorar. El famoso comediante, Alexei Vorkov, no murió de un envenenamiento como el régimen quiere que el mundo crea. Fue asesinado porque estaba a punto de revelar una verdad que podría cambiar el destino de Gelidara. Necesitamos que utilices tus habilidades y conocimientos para descubrir la verdad detrás de su muerte. El régimen es el principal sospechoso y tenemos evidencia de su implicación.

Tu país, tu gente y tu pasado te necesitan. No dejes que el sistema se salga con la suya. Encuentra la verdad y exponla finalmente.

Atentamente,

Aquellos que buscan libertad"

Por eso, sentado en mi estudio con el mensaje encriptado aun brillando en la pantalla de mi viejo beeper, me encontré atrapado en un vórtice de pensamientos.

¿Quién podía ser el remitente de este mensaje? ¿Qué motivación los llevó a contactarme de esta manera tan enigmática? ¿Qué evidencias tenían? ¿Por qué no suministrármelas?

Mis deducciones se deslizaron por las sombras de la especulación, considerando a aquellos que podrían tener un motivo para conocer mi pasado y, más importante aún, la razón detrás de mi retiro silencioso de la investigación.

No pude evitar pensar en antiguos colegas, antiguos enemigos y aquellos en las altas esferas que consideraron mi conocimiento una amenaza. Pero lo que me inquietaba más que la incertidumbre sobre la identidad del remitente era la percepción de que, quienquiera que fuera, no solo sabía quién era, sino también lo que yo podía haber hecho hace una década, y la razón detrás de mi silencio sobre el régimen.

Era como si alguien hubiera husmeado en mi propia alma y desenterrado los secretos que preferí mantener reservados. Mis motivos para no exponer al sistema en mi investigación habían sido mi elección de una vida en paz, y ahora me enfrentaba a un desafío que me instaba a confrontar mi pasado y a descubrir la verdad detrás de la muerte del comediante.

Con un suspiro, apreté un pequeño botón a mi costado, debajo de la mesa de mi escritorio. Y con una tecnología única, la escribanía se iluminó, revelando que se trataba de un monitor, que, al deslizar mis dedos de un lado a otro, corroboré que todo el sistema que usaba para mis investigaciones y que estaba fuera del control monitorizado de la ciudad, estuviera intacto.

—Aquí vamos de nuevo, Hood —murmuré, hablando con mi propio escritorio.

"BIENVENIDO SEÑOR, VIKTOR KUZNETSOV. UN GUSTO VOLVERLE A SERVIRLE", respondió una voz robótica, masculina.

¿Qué podía decir? Realmente me había gustado el sistema que yo mismo había diseñado. Y tenía que hacerlo para convertirme en lo que fui, el mejor detective. Pero eso solo lo podía lograr en el momento en el que entendí que debía estar fuera del ojo de la tecnología del sistema.

Este régimen había tejido una red de control sin precedentes. Cámaras de vigilancia avanzadas esparcidas por las calles y edificios, tarjetas de identificación electrónica que almacenaban nuestra vida en cada rincón, incluso drones patrullando los cielos. Pero como ingeniero de sistemas, aprendí cómo evadir ese control sutilmente. Mis huellas digitales dejaron de figurar en sus bases de datos y mi voz no era más que un eco en el vacío. Era como si hubiera desaparecido de sus registros, y así, pude moverme en las sombras sin ser visto, era un espectro en su sociedad perfectamente controlada. El pago de vivir de esta forma, sin embargo, era un precio que no todos estaban dispuestos a pagar: La Soledad.

Por eso, Hood, se había convertido en el compañero de excelencia que necesitaba para mi trabajo. No solo se trataba de un programa único, sino que tenía inteligencia artificial propia, que permitía encriptar códigos o burlar a los hackers, virus o cualquier programa que buscara hallarle cuando entrabamos al sistema informático de la ciudad.

—Viejo amigo, necesito que ubiques la grabación de la muerte del comediante Alexei Vorkov y me lo muestres —le dije, tecleando por un lado para poder almacenar el registro de los detalles que observaba, con la finalidad de que Hood me ayudara a mirar, lo que a simple vista no podía lograr por mí mismo. No era idiota, sabía las limitantes que poseía con solo un IQ de 160.

Entonces, con una velocidad única de este tipo de tecnología, Hood, me había encontrado la grabación.

Se suponía, que el sitio donde Alexei se presentaba era un show clandestino entre Los Afortunados, es decir, la clase privilegiada, que no eran más que individuos cercanos al régimen, como funcionarios de alto rango, empresarios leales y aquellos que han obtenido favores del gobierno. Aunque no disfrutaban de los mismos beneficios que la élite gobernante, tenían un mejor acceso a recursos básicos, como alimentos y agua de calidad aceptable, y podían permitirse una vida relativamente cómoda.

Sí, el régimen nos había dividido en cuatro clases sociales: En primer lugar, La Clase Oprimida o Los Olvidados, era la clase más baja y marginada de la sociedad. Personas que no podían encontrar empleo o estaban en situaciones precarias. Vivían en barrios marginales, con severas dificultades para obtener alimentos y agua, por lo que a menudo, dependían de la caridad o la ayuda del Estado para sobrevivir.

Le seguía La Clase Trabajadora o Los Conformes, de donde provengo y donde se encuentra la mayoría de la población de Gelidara. Siempre nos enfrentábamos a dificultades económicas y la falta de acceso a recursos básicos, pero no nos faltaba el trabajo, aunque solían ser tediosos y mal remunerados, y el estilo de vida era austero. Para sobrevivir, debíamos cumplir estrictamente con las regulaciones del régimen, seguir un código de conducta estricto y evitar cualquier muestra de descontento.

Finalmente le seguía La Clase Privilegiada o Los Afortunados, y La Élite Gobernante, también llamados Los Supremos. Estos últimos, eran la clase más alta de la sociedad, compuesta por los líderes de La Dirección Unificada y sus allegados. Disfrutaban de lujos, privilegios y acceso a recursos. Tenían senda a alimentos de alta calidad, agua limpia y servicios médicos de primer nivel. Vivían en áreas exclusivas de la ciudad y tenían acceso a la cultura y el entretenimiento, aunque también estaban sometidos a la estricta vigilancia. En este último escalafón, Alexei pertenecía, y eso era parte de la conmoción del momento. El asesinato de un elitista.

Aquel lugar donde había muerto, se trataba del escenario de un antiguo teatro de Gelidara. Las luces tenues resaltaban la decadencia del lugar, con cortinas desgarradas y asientos rotos. La audiencia, silenciosa y temerosa de las represalias, se sentaba en la penumbra, mirando con atención el escenario. Desde mi silla, podía ver en la grabación que el aire estaba cargado de tensión, y no precisamente por el pequeño momento de humor prohibido que iban a disfrutar, sino por la amenaza de ser descubiertos.

Aun así, con el riesgo que representaba estar en un sitio como ese, gente de todas las clases podía reunirse a disfrutar algo fuera de lo común. Yo, por supuesto, también entendía el placer de romper las reglas de vez en cuando. Así que no tenía juicio alguno hacia los que allí estaban.

Se sospechaba que el tiempo para hablar no debía ser mayor a diez minutos. Además, lo más lógico, era que tal show debía estar secreto. Pero no, alguna cámara se había infiltrado y transmitía, en vivo, la comedia.

¿Qué pudo ser? No era la pregunta correcta porque había demasiadas probabilidades: desde un dron infiltrado, un celular entre la multitud, un lapicero, una cámara integrada en la sonrisa de un elitista, y mucho más. La pregunta correcta era: ¿Quién pudo hacerlo y con qué propósito? Y allí estaba el misterio.

Finalmente, me fijé en el comediante:

Un hombre de estatura promedio con cabello oscuro y barba bien cuidada apareció, con un rostro que mostraba las marcas del tiempo y arrugas que sugerían una vida llena de preocupaciones y desafíos. Alexei Vorkov se reía y miraba a la audiencia con una chispa traviesa en los ojos:

"Saben, amigos míos, he descubierto algo increíble en este lugar llamado Gelidara. Resulta que el régimen aquí tiene un sentido del humor realmente peculiar. Quieren que todos sigamos sus chistes sin gracia y riamos cuando ellos lo dicen, ¡pero solo cuando ellos lo dicen! ¿No es una ironía genial? Están restringiendo la alegría y la libertad, ¡pero ellos mismos están teniendo un gran espectáculo a nuestra costa!"

El público comenzó a reír, contagiado por el tono humorístico del comediante, y él continuó:

"Así que, ¿saben qué haremos al respecto? Les daremos una risa que nunca olvidarán. Porque, amigos, la risa es como un cóctel Molotov de alegría, y es hora de incendiar la pista. El régimen puede pensar que puede controlar la risa, pero no puede controlar nuestros corazones ni nuestros estómagos. Hoy, la risa es el arma que nos liberará de su absurdo y nos hará más humanos que nunca. ¡Riamos en su cara!"

La audiencia estalló en risas y aplausos, entendía la razón del chiste porque me vi a mi mismo sonriendo: se trataba de la ironía de la vida y la sátira, desafiando al régimen opresivo de una manera ingeniosa y humorística. Claro, por supuesto no solo prestaba atención a lo que hablaba, sino que veía su postura corporal, las expresiones del rostro, incluso la sombra de las siluetas de las multitudes que allí estaba, cada detalle podía ayudarme en este caso. Y él solo mostraba seguridad y confianza, peor había algo más...

Entonces, vi como el camarero con una bandeja de plata, le ofreció el vaso de cristal, que, a simple vista, parecía ser una de las bebidas clandestinas que se podían ofrecer en un lugar como ese: "Risa Prohibida" o "Sátira Secreta", cual fuese, era suficiente grado de alcohol para dejar inconsciente a alguien por dieciséis horas corridas. Bebió, y continuó:

"Y el chiste es el siguiente... ¿Por qué el prisionero no podía tocar música en su celda?", hubo un pequeño espacio, llenado únicamente por las murmuraciones del público ante su pregunta. "Porque la libertad de expresión estaba bajo llave."

Las risas no dudaron en aclamarle, con levantamientos de las sillas y aplausos, y rostros enrojecidos de tanto reír.

Pudieron continuar, de no ser porque se precipitó al suelo mientras espuma le salía de la boca. No tardó pronto en cundir el pánico, gritos, por un lado y disparos por otro. Como fuera, todos los que vivíamos allí sabíamos el desenlace: La Dirección Unificada había llegado. Todos allí, debían ser historia para ese momento.

—Hood, ¿qué elementos tenemos en la grabación y qué tienes sobre Alexei? —Le pregunté a mi IA, con la intención de desglosar la información y comenzar a razonar sobre los elementos que poseía y así resolver el caso, de una vez por todas.

"POR SUPUESTO, SEÑOR", respondió Hood, para desglosar la información. "DENTRO DE LOS ELEMENTOS OBSERVADOS, VEMOS EL TEATRO DECADENTE, LA AUDIENCIA SILENCIOSA Y TEMEROSA, EL HUMOR PROHIBIDO, LA TRANSMISIÓN EN VIVO, POSIBLES CÁMARAS OCULTAS, EL CHISTE SOBRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, LA BEBIDA CLANDESTINA, Y EL COLAPSO DE ALEXEI Y LA REACCIÓN DE LA AUDIENCIA POR EL POSIBLE ENVENENAMIENTO Y LA LLEGADA DE LA DIRECCIÓN UNIFICADA."

Como creí sucedió, Hood, solo podía ver los detalles superficiales. Suspiré. Abrí una gaveta y tomé un poco de Sátira Secreta, no solo para humedecer los labios, sino para tener un poco de claridad sobre el asunto.

—¿Se trata de un veneno que afecta el sistema nervioso central o del tipo corrosivo? —Pregunté a Hood, mientras daba otro sorbo al trago.

Conocía que ciertos pesticidas organofosforados y carbamatos interferían con la acción de la acetilcolinesterasa, una enzima que normalmente regula la actividad del sistema nervioso y que genera espasmos musculares, convulsiones y, en algunos casos, la producción de espuma en la boca, debido a la hiperactividad de los músculos faciales y la incapacidad para tragar la saliva de manera efectiva. Mientras que los ácidos, por otro lado, podían causar daño a los tejidos, mucosas y la garganta, y que podía resultar en irritación, inflamación y la producción de espuma a medida que el cuerpo reaccionaba al daño tisular, como el ácido sulfúrico.

"SEGÚN LA INFORMACIÓN OBTENIDA, SEÑOR, Y EL ANÁLISIS DE LA GRABACIÓN, HE ENCONTRADO QUE SE TRATA DE UNA SUSTANCIA ÁCIDA O CORROSIVA. EN PRIMER LUGAR, SE IDENTIFICÓ UNA CONCENTRACIÓN SIGNIFICATIVA DE ÁCIDO SULFÚRICO EN LOS FLUIDOS CORPORALES DEL FALLECIDO. PERO LA BOTELLA DE LA BEBIDA Y EL VASO QUE SE USÓ ESTÁBAN LIMPIOS".

Dio un trago hasta acabar la bebida de mi vaso, y apagué el monitor. Tomé mi abrigo sobre el respaldar de mi silla, y me preparé para salir. Era momento de conseguir más evidencia. Una afirmación sí tenía: Su muerte había sido con intención. ¿Quién era el asesino y qué sabía Alexei?

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