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EXTRA -Because of you


Warning: Temas sensibles, problemas familiares, abuso. Si no te sientes cómoda leyendo este tipo de contenido, no sigas leyendo.

𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫

Narrador omnisciente —Hace casi ocho años atrás

Adora acababa de regresar de la universidad muy cansada luego de trasnochar estudiando para su examen de introducción al derecho civil. Si era honesta, no pensaba que le había ido muy bien, llegó un punto donde su cerebro se cansó de pensar y solo jugó al ta te ti para lograr decidir qué respuesta circular.

Estudiar no era lo suyo y nunca lo había sido.

Cuando entró a su casa todo estaba en una calma muy inquietante. Estaba acostumbrada a vivir con bulla; la señora de servicio lavando los platos, su mamá practicando alguna coreografía que iba a enseñar a su clase en la sala, su hermano y su papá viendo algún partido y su hermana practicando su espantosa flauta.

Era un caos siempre en la vivienda de los Torres.

¿Entonces por qué hay de repente tanto silencio?

Se sentía incorrecto, fuera de lugar incluso. Como la serenidad antes de una tormenta.

¿Tal vez era muy tarde y ya se habían dormido? No era lo habitual, pero era una posibilidad.

La castaña subió los escalones escuchando el eco de sus pasos por toda la casa. Cuando abrió la puerta de su cuarto avanzó por el pasillo para encontrarse con la figura de su padre sentado en el borde de la cama, su mano apretando en un puño un papel que no lograba ver. No reparó mucho en lo extraño de la situación, muy agotada mentalmente para pensar en ello.

—Hola, pá —tiró su mochila sobre el mueble—. ¿Qué haces aquí?

—Ay, hija —dijo con frialdad rompiendo el silencio—. ¿Por qué siempre quieres complicar las cosas?

Leonardo miró a su hija con molestia, como si fuera un insecto bajo su zapato. Nunca se había sentido tan decepcionado y traicionado a la vez.

¿Qué había hecho mal?

¿No le había dado todo lo que podía?

Adora lo observó desconcertada, nunca había visto a su padre verla como si la hubiera cagado.

—¿De qué hablas?

Leonardo se levantó y le mostró el papel a centímetros de su rostro—¿Aplicaste? ¿Es en serio, Dora? ¿Uno se esfuerza en dártelo todo e igual tienes que ir y hacer todo esto a mis espaldas?

Su tono de voz iba aumentando más y más, poniéndole los nervios de punta a la menor. Apenas logró ver el logo de Fórmula 3 su rostro empalideció un poco y retrocedió unos pasos, sintiendo como su corazón latía con fuerzas.

—Pa... lo siento, te iba a avisar si es que me aceptaban, no creí que iba a suceder —pronunció sintiendo como su voz le fallaba. Odiaba que le gritaran, y mucho más cuando era su padre, alguien que admiraba muchísimo.

—¡¿Y qué planeabas hacer si te aceptaban, eh?! Déjame adivinar, seguro a la gran cabecita ocurrente tuya se le ocurrió que dejaría los estudios, ¿no?

Se quedó callada, y eso sólo pareció enfurecerlo aún más.

Claro que eso pensaba.

—¡Responde! —exigió con furia.

—...Sí —lo miró con culpa—, pero papá es que...

La interrumpió—¡Pero papá nada, Adora Cayetana! —la señaló con el dedo—. ¡Tú sabías el trato! No. Más. Deportes. ¡Tienes una carrera asegurada, Dora! ¡Tienes un futuro asegurado! ¡¿Por qué coño quieres verme la cara de tonto?! —su rostro se volvió rojo de la ira y ella solo sentía como su cuerpo se encogía más y más sobre sí mismo, queriendo enrollarse y desaparecer para no ver esa expresión de desprecio en su rostro.

Nunca le había asustado tanto su papá como en ese momento. Se veía capaz de todo, su aliento a alcohol solo la inquietaba aún más.

Leonardo estaba fúrico. No podía creerse que fuera detrás de sus espaldas así. Él pensó que estaban bien, no tenía motivos para creer que el interés en el deporte seguía ahí, su mundo estaba en paz, y de la nada Adora salía con este invento, este antojo de romper todo en pedazos por un sueño egoísta que no le traería nada bueno.

—¡No es así! —se apresuró a decir.

—¡A mí no me estés respondiendo! Ahora envíale una carta a estas personas y diles que no vas a participar.

Adora sintió su corazón hundirse por dentro. Parecía una petición tan simple, pero... no podía. Esto era lo que siempre había querido, llevaba años soñando con este paso, el primero de muchos para llevarla a la categoría reina y ganar un campeonato. Sabía que era muy optimista de su parte creer que sería capaz de hacer lo que ninguna mujer había hecho antes, pero peor sería ni siquiera intentarlo.

El entrenador que la vio en los go karts ese día lo dijo "tienes talento, niña. Solo falta que lo pongas en práctica y llegarás muy lejos".

Pero no podía llegar lejos si no vencía los problemas que la ataban a casa primero.

—No...

—¿No? —rió incrédulo—. Ahora crees que te mandas sola, ¿no? Pues déjame decirte algo y te lo voy a poner muy claro, hija. Mientras estés bajo mi techo se cumplen mis reglas, y una de ellas es graduarse porque yo no voy a estar manteniendo a ninguna hija vaga. Si no te gusta, ahí está la puerta —señaló y ella solo lo miró con lágrimas en los ojos que se rehusaba a dejar caer. No quería darle la satisfacción de ver que le estaba afectando todo lo que decía—. ¿No querías ser deportista? ¡AHÍ ESTÁ LA PUERTA!

Amenazó, creyendo que tal vez así se retraería y volvería a ser la niña obediente que conocía, no esta niñata malagradecida.

—Pa, pero si tan solo me escucharas... —rogó sintiendo el nudo en la garganta a punto de romperse.

—¡NO, NI PA NI NADA, ADORA! ¿NO QUERÍAS HACER LO QUE TE DIERA LA GANA? ¡PUES HAZLO, PERO NO SERÁ EN ESTA CASA! —le metió un puñetazo a su televisor y ella solo podía observar como le sangraban los nudillos y ni se inmutaba, como un tremendo loco.

Y siendo lo impulsiva que era, no pudo soportar seguir mordiéndose la lengua, cosa que vendría a arrepentirse en el futuro—¡BIEN!

Fue a coger su bolso para irse cuando su papá lo jaloneó, estupefacto de sus propias acciones, pero molesto y con alcohol de por medio no estaba pensando correctamente. Le arrancó el bolso de las manos con tal brusquedad que le quedaron ardiendo, por lo que Adora soltó un quejido de dolor—¡Esto es mío! ¿Esto? —señaló la hoja entre sus manos—. ¡Mío igual! —la rompió en pedazos frente a sus ojos y ella solo podía observar a un desconocido que solía llamar padre perder la cabeza enfrente suyo mientras lágrimas bajaban por sus mejillas—. ¡Todo mío! ¡Todo! ¡Todo lo que está aquí es mío! ¡Yo te lo di y yo te lo voy a quitar! ¡Anda a ver donde consigues todo lo que yo te di! —Sus ojos rojos de ira la asustaron.

Parecía no tenerle miedo a nada, no en ese momento. Estaba en realidad asustado, asustado de que en verdad Adora estuviera dispuesta a irse al agarrar sus cosas. No podía verse vulnerable, pero lo estaba.

Dicen que los padres sufren lo que le hicieron a sus propios progenitores a manos de sus hijos, y Leonardo no creía que era cierto, pero viendo la mirada retadora de Adora mirarlo de vuelta fue transportado al momento en que en una pelea como esta él se rehusaba a unirse al ejército por muchas demandas que le hiciera su padre.

"Cobarde" "Eres una desgracia para la familia, Leonardo" "Siempre supe que me defraudarías"

No supo qué se le apoderó en ese momento, pero no estaba pensando con claridad.

Se escucharon pasos acercarse a la puerta, la mamá de Adora abrió y al ver tal escena se quedó congelada—Leonardo, ¿qué...?

—¡Tú no te metas, Alba!

Alba observó a su hija en silencio, aterrada por dentro. Leonardo en todo su matrimonio nunca le había levantado una mano, pero parecía fuera de sí, y ella juraría que sintió el momento exacto en que sus pies se quedaron pegados al suelo.

—¡Nuestra hija ya se iba, dile adiós! —soltó con brusquedad antes de tomar a Adora del brazo con fuerzas para arrastrarla fuera de su habitación. Aquella que le había dejado adornar a su gusto, la que le dio refugio por todos esos años bajo el techo de sus padres.

Adora observó con la visión borrosa por una última vez su habitación, la carta de aceptación hecha pedazos en el suelo con el televisor partido dieron un jalón a su corazón, pero su peluche favorito en medio de aquel desastre, intacto e inocente al caos a su alrededor, hicieron que las lágrimas bajaran como un manantial.

Alba solo observaba todo paralizada, viendo como su esposo se llevaba a su tesoro, a su niña rebelde, su segunda hija... ¿Qué le pasaba? ¿Por qué no podía moverse? Todo estaba sucediendo muy rápido y no sabía qué hacer para detener el tiempo y sostenerla entre sus brazos, aunque fuera lo único que deseaba en esos momentos parecía estar amarrada en su lugar presenciando una película de terror en su propio hogar.

—¡Mamá! —Adora luchó para salirse del agarre de su padre. Su mamá no dejaría que se fuera, ¿verdad? Tenía que salvarla de esto, tenía que...

Nada.

—¡Mamá!

Alba la observaba con la mirada vacía, como si sus pies quisieran moverse y no podían. Así se sentía.

—¡Mami! —soltó un grito desgarrador a ver si despertaba, ¿cómo una mamá dejaría que esto le sucediera a su hija?

Para ese punto los enanos de sus hermanos menores ya asomaban sus cabezas con curiosidad y su papá descendía de manera rápida por las escaleras apresurando sus pies a que bajaran si no quería caerse. Cuando volteó, lo último que llegó a ver en su hogar fue a su mamá dándole la espalda mientras metía a sus hermanos de nuevo a sus habitaciones.

Los pequeños estaban confundidos. ¿Adora se iba? ¿Y sin decir adiós?

Adora cayó en cuenta de lo que estaba pasando en el momento en que su papá la soltó afuera de la puerta de la casa como si fuera la peste, escuchando el seguro de la puerta poco después.

Tocó y tocó esa noche como una loca, llorando como un bebé que la dejaran entrar. Que estudiaría lo que ellos quisieran.

Pero nadie le abrió.

Los niños escuchaban a su hermana tocar la puerta sin saber qué sucedía, Adrian yendo tan lejos de creer que fue un error y se quedó atrapada afuera, pero cuando hizo el intento de abrir la puerta su padre estaba ahí, castigándolo con quedarse encerrado en su cuarto sin televisión. Por lo que les tocó escucharla llorar y gritar, soltando lágrimas propias sin entender porqué no la dejaban volver. ¿Siquiera volverían a ver a su hermana mayor? ¿Se olvidaría de ellos?

Alba los calmó haciendo una casita improvisada en el cuarto de Aria, el más lejano de la casa, y el único en el que no se escuchaban los gritos desgarradores de Adora. Les puso una película mientras se quedaban dormidos para que se calmaran, y mientras observaba a Simba perder a su padre, ella misma excusaba sus lágrimas por la pérdida que estaban viviendo en su hogar, la de su niña...

Adora no sabe cuánto tiempo pasó ahí, solo que ya se le habían acabado las lágrimas cuando escuchó a una persona tarareando pasar los portones y se tensó en su lugar.

—¿She ra? —su hermana la llamó y la menor alzó la vista de sus rodillas. Debió parecer una loca, con el cabello hecho un desastre, la ropa de la universidad jaloneada y los ojos rojos—. Por Dios, ¿qué pasó, nena? —se acercó con ojos preocupados revisándola por heridas. Todavía le palpitaba el brazo que su padre jaloneo, estando rojo, y sus manos estaban raspadas por la manera en que le quitó su mochila.

—Papá me echó de casa, Lele —su voz salió entrecortada y la mayor no perdió ni un segundo en abrazarla fuerte. Adora ni siquiera se consideraba alguien súper afectiva, pero en ese momento lo único que necesitaba era un abrazo de alguien y que le dijeran que todo estaría bien. No pudo evitar romper a llorar de nuevo.

—Lo siento, Ada... —susurró Lele entre lágrimas. Era alguien bastante empática así que no era de extrañarse que llorase con ella—. Debí estar contigo, debí defenderte...

—No habría servido de nada —negó con la cabeza con tristeza.

Se le habían caído sus dos héroes de toda la vida en un solo día. Y joder, dolía como si le hubieran sacado un pedazo del corazón del pecho.

—Hablaré con ellos, lograré que te acepten en la casa —se oía decidida.

La menor sollozó más fuerte—Mamá vio como papá me arrastraba fuera y no hizo nada... ¡nada! He estado aquí por horas, Lele. Y no ha salido ni un momento a venirme a buscar. No creo que me quieran de vuelta...

Lele se quedó en silencio—¿Y tus cosas?

—No me dejó llevarme nada.

La mayor observaba a su hermana maquinando por dentro soluciones. No sabía qué podría pasarles a ambas si hacía a Adora entrar. Por lo visto a su padre le había dado un ataque, y tenía miedo de lo que pudiera hacer. Nunca la había golpeado, alzado la voz sí, pero si estaba tan molesto como para poder echar a Adora de la casa, creía que todo podía ser posible, pues si fuera el padre de siempre eso no habría sucedido en primer lugar. Su papá se había vuelto un desconocido y ya no sabía de lo que era capaz.

¿Tal vez podría llevarla a casa de sus abuelos?... Oh, pero estaban de viaje.

Entre más pensaba en posibles opciones solo una respuesta obvia se le venía a la mente y se odió por siquiera pensarlo, pero si eran realistas ninguna tenía el dinero para pagarle un hotel así que era la única oportunidad que tenían.

Suspiró con pesar y se obligó a pronunciar las palabras.

—Okay, yo entraré y voy a intentar escabullirte algunas cosas esenciales, ¿va? ... ¿Crees que Mila deje que te quedes en su casa? —Adora asintió —. Bien, vuelvo y te llevaré a su casa, ¿okay? Luego veremos qué hacemos.

—Gracias...

—Saldremos de esta, ya verás como todo se arregla —y con eso se adentró a la casa usando sus llaves.

Pero para Adora ya nada se podía arreglar...

Porque por dentro estaba rota.




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N/A: Lo siento, tenía esto escrito desde hace meses y creo que a base del capítulo anterior y los que vendrán ya era hora de sacarlo. Pido perdón a las que tengan problemas en casa y esto tal vez sea recordarlo, pero no están solas. No puedo decir que viví a carne propia lo que vivió Adora, pero conozco a alguien que sí, y sé que la marcó muchísimo.

Quiero que con esto entiendan un poco mejor el resentimiento que tiene Adora a su padre si es que aun no lo hacían.

Las quiero, perdón por hacerlas sufrir.

Se despide,

Val

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