31 | ¿Se acabó?
𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫
CUANDO LAS HORAS DE VISITA TERMINARON, Adora tuvo que convencer a Carlos de irse al hotel. Acababa de competir ese día y ella sabía lo agotado que debía estar aunque no quisiera admitirlo en voz alta.
Con mucho esfuerzo, lo logró, quedándose su madre a dormir bajo su propia insistencia y sus hermanos yéndose con Carlos al hotel con la promesa de regresar en la mañana.
"Lo mejor que puedes hacer por mí en estos momentos es cuidar a mis hermanos" fue lo que le había dicho la venezolana a Carlos.
Y él era un hombre de palabra.
Al siguiente día, la piloto no podía pensar en nada más que en irse de aquel lugar. No le gustaban los hospitales. Había estado en ellos durante su infancia más de lo que le habría gustado. Si no era por una apendicitis, era una infección, y si no era una infección, eran cálculos en los riñones, y si no era eso, era algún esguince en el pie.
De sus hermanos siempre fue la que tenía más tendencias de enfermarse o lastimarse. Cualquier gripe o enfermedad que había en el ambiente, conseguía la forma de contagiarse. Y aún así nunca dejó de asistir a ninguna de sus competencias porque hasta de niña era demasiado testaruda como para cambiar de opinión.
Apenas de adulta fue que su salud mejoró, teniendo que tomar muchas vitaminas, suplementos y ejercitarse para mejorar las defensas de su sistema inmunológico.
Pero en definitiva había tenido suficiente historia con los hospitales para no querer tener que pasar tiempo de más ahí.
—Hola, mi amor, ¿cómo te sientes? —habló su madre despacio sentándose en el borde de la camilla apenas notó movimiento en la cama de la piloto.
Ella llevaba un rato despierta, siendo honesta; toda la noche. No había podido pegar un ojo desde la pelea con Leonardo el día anterior.
—Inquieta. Ya quiero que me dejen salir de aquí —explicó y Alba asintió comprensiva.
—Entiendo... —se veía nerviosa por algo.
—¿Pasó algo? —miró a su madre y ella soltó un largo suspiro buscando las palabras adecuadas para decirle a su hija lo que había sucedido.
—Tú papá ayer tuvo un... pequeño percance con el señor Sainz —observó su reacción y en el momento en que terminó de decirlo Adora se enderezó en su asiento un poco boquiabierta.
—¿Percance como en que...? —hizo un gesto de lanzar un puñetazo y se encontró sorprendida cuando su madre asintió. Tenía algún tiempo creyendo que en cualquier momento iban a llegar a ese punto, pero no pensó que de verdad sucedería.
—Sí, llegaron a los puños —le dio dos palmadas en la pierna, con la mirada en un punto lejano.
—¿Y Carlos no...? —no los detuvo, quiso decir.
Su madre negó con la cabeza—No, no... Creo que tu padre tenía merecida aquella, si te soy sincera.
Adora la observó en silencio, nunca pensó que eso sería algo que su madre diría—No es eso de lo que me quieres hablar.
No preguntó, confirmó. Podía verlo reflejado en su rostro de incertidumbre.
Alba hizo una mueca, notando lo fácil que era de leer. Algo que heredó su hija—Mi amor, yo... he decidido divorciarme —la miró a los ojos y aunque tenía una pequeña sonrisa podía ver en las lágrimas de sus ojos que no fue una decisión sencilla para ella.
Adora parpadeó, sin perder de vista a su madre—¿Por mí?
—Por ti, y por muchas otras cosas —se limpió una lágrima tratando de mostrarse fuerte—. En realidad, he querido divorciarme de tu padre por años. Poco después de que te echó de casa.
Adora quiso decirle "¿Y por qué no lo hiciste?", pero no pudo. Un divorcio no era algo fácil de decidir y había muchas cosas que considerar. Sabía que no pudo haber sido una decisión fácil para su madre.
«Pero sucedieron tantas cosas... Esa noche que te fuiste fue la pelea de nuestras vidas. Tu padre rompió cosas, me gritó y... y yo lo desconocí por completo... Como el hombre que creí que era, como padre y como... como pareja. Y aunque consideré divorciarme... no podía hacer nada, porque todo estaba a nombre de tu padre. Fui lo suficientemente estúpida para dejarlo poner a su nombre los papeles de las academias de ballet, la casa, ¡todo! —hablaba con frustración, y Adora pudo sentir su dolor como si fuera en carne propia—. Él tenía todas las de ganar, y tus hermanos apenas eran unos niños. No quería hacerlos pasar por todo eso tan jóvenes, así que esperé.
Adora se quedó impresionada por el sacrificio que tuvo que hacer su madre para darles una infancia estable a sus hermanos. Fue lo que ella tuvo. Con sus altibajos, ella podía reconocer que no tuvo una mala infancia, los problemas con sus padres no vinieron hasta su adolescencia.
Y probablemente no tendría una mala relación con su papá actualmente si hubiera aprendido a no llevarle la contraria.
O al menos eso era lo que se decía...
—Y luego... luego hace unos meses encontré pruebas de que tu padre me estaba siendo infiel —sonrió con ironía soltando una pequeña risa incrédula, y Adora se vio a sí misma en ella, en su expresión—. Fue en parte un alivio, porque habíamos firmado un acuerdo antes de casarnos que si uno era infiel, el otro podría quedarse con la casa. Y según mis abogados, no puede quitarme mis academias. Lo único es que no tendré custodia exclusiva, pero apelaremos por una física para que tus hermanos se mantengan conmigo y tu padre tan solo los visite. No podré hacer mucho por eso hasta que sean mayores de edad.
Se quedó callada y Adora se permitió hablar—¿Necesitas que te ayude con algo?
—No, no, mamita, todo está arreglado —la miró—. Lamento que lo trajera a tu carrera, sé que tuvo que haberte afectado de algún modo. Me pidió una última oportunidad para arreglar las cosas y... le dije que quería que arreglara nuestra familia —cayó una lágrima en el regazo de Adora, pero no era de ella—. Así que es tanta culpa de él como mía que ahora estés aquí porque yo hice que viniera. Mi abogado dijo que se vería bien de mi parte con el jurado el que traté de darle una oportunidad, pero por eso ahora tú estás aquí y... y...
Adora pudo escuchar el momento exacto en el que a su madre se le partió la voz y perdió fuerzas en la garganta, parpadeando furiosamente las lágrimas para no llorar. Ella no dijo nada, tan solo la tomó de la mano y le dio un apretón para hacerle saber que estaba ahí. Tenía el presentimiento de que necesitaba desahogarse fuera de la vista de ojos ajenos.
Y ese gesto de afecto fue suficiente para que Alba soltara el sollozo que llevaba años reteniendo.
A su madre nunca le había gustado llorar enfrente de sus hijos más que viendo una película, tal vez. Le gustaba mostrarse fuerte para ellos por lo que tenía todo retenido desde hace tiempo.
—Lo lamento tanto —sollozó con las lágrimas corriendo por sus mejillas—. Te perdí, hija, y es algo que no me he podido perdonar... Debí hacerle frente a tu padre hace años. Debí protegerte con mi propio cuerpo y no dejar que te llevara, mi vida —se tapó el rostro, sintiéndose avergonzada mientras seguía llorando—. No te culparé si decides ya no incluirme en tu vida, lo entiendo, pero quiero que sepas que lo estoy intentando... —se le rompió la voz al final—. Desde tu última visita he estado yendo a terapia y trabajando en mí misma. Para ser una mejor madre para ustedes. Para poder ser tan valiente como tú...
Adora sintió como si le apretaran el corazón con una mano invisible. Lo cierto es que le rompía ver a su madre así. A nadie le gustaba ver a su madre llorando, por mucho rencor que tuviera.
Ella ya había perdido a un padre, no quería que fueran dos, porque... al final del día; madre solo había una.
Y su mamá lo estaba intentando, lo que era mucho más que lo que su padre había hecho por ella.
Sería un camino largo hasta el perdón, y no le cabía duda de que esto sería algo nuevo para ambas, pero quería hacer el intento porque esto era lo que quería: a su familia. No le hacía nada bien llevar tanto rencor acumulado, la amargaba. Y a futuro, cuando fuera una viejita en su lecho de muerte, no quería arrepentirse de no atreverse a perdonar.
Mucho menos a alguien tan importante en su vida como su mamá.
Tan solo esperaba que pudieran reírse de esto algún día.
—Ven acá —murmuró y atrajo a su mamá hacia ella en un abrazo, dejándola llorar contra ella, que se desahogara.
Estuvieron mucho tiempo así en silencio hasta que su mamá se separó secándose las lágrimas—Por favor no le digas a tus hermanos... Pienso decirles cuando regresemos al hotel. Le pedí a tu padre que se fuera, así que cuando volvamos no debería estar ahí —se sorbió la nariz—. Solo pensé que tenías derecho a saber lo que sucedía en casa.
Le dio un beso en los nudillos y haciéndose a la idea de que hizo lo correcto en decirle, pero que podría ser la última vez que tuviera una conversación real con su hija antes de alejarse de su vida, se levantó dispuesta a salir. Lele le había avisado que acababan de llegar.
Su terapeuta había dicho que podría intentar hacer las paces con Adora, pero eso no aseguraba que ella la perdonaría ni mucho menos que la querría en su vida, y debía aceptarlo.
—Mamá... —la llamó y Alba volteó a verla—. No vuelvas a irte de mi vida.
Su madre asintió, con el corazón explotando en su pecho de alivio, de saber que aún estaba a tiempo de hacer las cosas bien—Nunca, mi niña.
[...]
Adora Torres's POV
Mi madre salió y poco después entró Carlos, escabulléndose adentro de mi habitación como si fuera un criminal antes de cerrar la puerta detrás de sí y voltear a verme con una pequeña sonrisa. Traía algo oculto en sus manos que no lograba ver muy bien.
—Buongiorno, principessa —saludó en italiano y no pude contener mi sonrisa.
<<Buenos días, princesa>>
Jesús, ¿cómo algo tan sencillo me tenía sonriendo como idiota?
—Buongiorno, amore mío —analicé sus facciones como si no lo hubiera visto desde hace muchísimo tiempo. Pensé que nunca lo diría, pero ahora extrañaba despertar sofocada en su pecho—. Ganar como que te hace ver más guapo, ¿no? ¿O son ideas mías?
<<Buenos días, mi amor>>
Él se rió acercándose al lado de mi cama y dejando el misterioso objeto en el sillón—Ya sabes entonces lo hermosa que te ves en mis ojos cada vez que ganas.
—¿Solo cuando gano? Qué interesado, señor Sainz —El madrileño negó con la cabeza sin borrar su sonrisa del rostro antes de depositar un beso en mi frente.
—Si ese es el caso, seremos interesados ambos, señorita Torres —acarició mi mejilla con su mano mirándome con adoración. Sentía un zoológico en mi estómago cada vez que me veía así. Aunque estaba convencida de que cualquiera que me viera a mí me describiría con corazones en los ojos también.
Difícil no estar así cuando tenía a alguien como Carlos.
—¿Cómo te sientes hoy? —volvió a hablar, tal vez cayendo en cuenta de que me había dejado tan embobada que se me había olvidado cómo responder.
—Un poco mejor. El dolor muscular aún sigue, pero ya se me pasará —le quité importancia, esperando que él también lo hiciera, pero lo que obtuve fue unas manos extendiéndose hacia mí.
—Ven —me quedé viéndolo confundida—. Te mueres de ganas de continuar con tu rutina, así que déjame ayudarte. Vine preparado.
Me encantaba que anticipara mis necesidades sin yo pedírselo, por lo que no dudé más antes de dejar que entrelazara sus manos con las mías y me ayudara a levantarme.
Ni bien estuve de pie una mueca cubrió mis facciones. Se sentía como el día después del primer día de gimnasio, pero triplicado.
Todo mi cuerpo estaba tenso y adolorido. Dijeron que tardaría aproximadamente una semana en que se me pasara, pero esperaba que fuera menos porque sino Zara no me dejaría hacer mi rutina de ejercicio.
Sabía que debía empezar poco a poco, dejar a mi cuerpo que se recupere del accidente pues aunque no tuve fracturas, las fuerzas G del impacto me dejaron molida, solo que no podía evitar el querer hacer todo en mi poder para mantenerme en forma para la próxima carrera.
—Vamos, tienes que empezar a moverte de a poco —me animó Carlos empezando a caminar hacia atrás, camino al baño. Yo seguí cada uno de sus pasos de forma más pausada.
—Pareces tener experiencia en esto —observé su reacción, el español portaba una mueca en su rostro.
—Pues en los choques que he tenido a través de los años siempre queda algo de dolor. Solo que trato de no traerlo a la atención de los paramédicos para que me dejen seguir compitiendo —admitió soltando mis manos apenas llegamos al baño.
—Oye, pero eso tampoco está bien —le recriminé volteando a ver mi reflejo en el espejo.
Estaba hecha un asco. Con todo el agite de la carrera y el cansancio después del accidente no me había ni lavado la cara. ¿Así de desastrosa o más?
—Tal vez no, pero es lo que hago —salió un momento del baño y cuando volvió traía un bolsito en manos—. Lele te empacó tu "rutina de skin care" —hizo comillas con los dedos.
Ni bien había terminado de hablar cuando ya quise arrebatárselo de las manos, pero solo obtuve su brazo estirándose hacia atrás y bloqueándome el acceso.
—¡Carlos!
—Dejáme a mí —insistió y yo lo miré con ojos entrecerrados.
—Ni siquiera sabes qué me pongo.
—Pues enséñame —sonrió travieso.
Rodé los ojos, pero no duró mucho mi irritación porque puso esos jodidos ojos de cachorro que detestaba y adoraba al mismo tiempo.
—Tú solo tienes que ser mi modelo —añadió y no aparté la mirada, lo que lo invitó a seguir hablando—. Solo quiero ayudar... —lo dijo en un tono tan bajo y vulnerable que me limité a suspirar murmurando un "Bien" que parecía haber sido un "Carlos Sainz, eres un campeón de Fórmula Uno" por la manera en que se iluminó su rostro.
Estaba tan cansada por los acontecimientos de los últimos días que no tenía ganas de discutir o llevar la contraria como antes.
Le hice gestos de que me pasara el bolso y lo primero que saqué fue mi diadema de baño antes de extendérsela. Carlos tenía una cara de concentración como si le estuviera explicando estadísticas de su monoplaza.
—Esto lo pones en mi cabeza, sacas mi cabello y lo vuelves a subir para que rodeé mi rostro y los productos no toquen mi cabello —expliqué. Él iba asintiendo a todo lo que iba diciendo como un niño pequeño.
—Como una bandana, ¿no? —bajó la diadema por mi cabeza y cuando quedó reposando en mi cuello lo observé con una ceja alzada—. ¿Qué?
—Oye que no me lo vas a poner a la altura de la boca —advertí.
—Te recuerdo que tengo hermanas, eh —dijo viéndose muy ofendido, pero algo de razón debí tener pues cuando alzó la diadema de nuevo lo sentí detenerse alrededor de mi boca antes de seguir subiéndola para rodear mi cabeza.
Quise reírme, pero me contuve.
—Bien, ¿ahora qué? —parecía un Golden Retriever ansioso.
—Ahora pones un poco de crema dental en mi cepillo y me dejas cepillarme los dientes —extendí mi cepillo de dientes hacia él.
Como si fuera un soldado recibiendo órdenes de su comandante me obedeció, depositando un poco de producto en mi cepillo pero sin alejarse ni un solo centímetro, por lo que le hice un gesto con la mano de que me diera un poco de espacio.
Pero era Carlos, y ni bien cumplió con lo que le dije su expresión se perdió pareciendo estar en el planeta tierra y en la luna al mismo tiempo— Carlos.
Lo llamé, y nada.
Volví a repetir su nombre un poco más alto y fue cuando me volteó a ver con las cejas alzadas.
—Atrás, por favor —le di un suave empujón con mi cadera y parpadeó un par de veces antes de retroceder algo reacio.
Me lavé los dientes y no podía evitar pensar en que parecía activar su plan de ahorro de batería cuando no tenía que estar enfocado en algo. Era como un cachorro muchas veces. Podía estar un momento y apenas pasara un mosquito su concentración se perdía. Casi me reí ante ese pensamiento.
—¿Qué? —me miró a través del espejo.
Escupí mi crema dental y me sequé con una toalla—Nada, nada.
Me volví a voltear hacia él—Ahora me pongo esto —saqué una pequeña botella de mi bolso—, en la cara y con eso me la lavo.
Asintió y se acercó a la botella, antes de que pudiera decir más se puso una cantidad grotesca de jabón en las manos, y digamos que las manitas de Carlos tampoco eran como que muy pequeñas.
Adiós media botella de jabón para la cara.
—¿Qué haces? —me quedé viendo sus manos repletas de producto.
—¿Cómo qué "qué hago"? Te lavo la cara —insistió acercándose a mí y por instinto retrocedí.
—No. Con esa cantidad lavas a un poodle, Carlos —lo miré intencionadamente para que entendiera a lo me refería, pero no se detuvo.
—Sé lo que hago —seguí retrocediendo reacia.
—Carlos, es mucho...
Me interrumpió pasando sus manos por todo mi rostro—Shhh.
—Te voy a matar —murmuré sintiendo el sabor a jabón en mi boca.
—¿Con lo adolorida que estás? Lo dudo —dijo divertido.
Sin pensarlo tomé sus muñecas e hice que sus manos aterrizaran en sus dos mejillas, llenándolas del producto restante bajo su mirada anonadada—Lo dudas, ¿eh?
Me burlé. Me dolió alzar los brazos, pero valió la pena por la expresión en el rostro del español.
—Oh, estás iniciando una guerra que no creo que puedas ganar, cariño —me miró con ojos entrecerrados.
—Creo que ya hemos probado que te puedo ganar con los ojos cerrados —hablé con calma para luego restregar el producto en mi rostro y enjuagarlo en el lavabo.
—¿Ah, sí? —Me atrajo con una mano por la cintura para seguido bajar su rostro a mi altura con una sonrisa traviesa.
—Como tú sigas malgastando mis productos de la cara te daré una paliza, Sainz —amenacé sabiendo lo falso de mis amenazas.
Pero es que joder, los productos de skin care eran caros y este pendejo me los estaba gastando como si fueran gratis.
—Pero si tú los vas a usar, Torres —dijo con tono inocente, y comprendí lo que quiso decir cuando empezó a restregar su cara con la mía pasándome todo el producto.
—¡SAINZ! —quise forcejear contra él, pero era muy tarde. Estaba embarrada de jabón, de nuevo. Se separó de mí entre risas e ignoró mi mirada irritada para lavarse su propia cara y como si fuera poco, salpicarme agua con sus manos cuando terminó. Cerré mis ojos y los volví a abrir con un largo suspiro—. ¡Okay, largo! Fuera de mi baño —lo hice caminar hasta la salida para luego tratar de cerrarle la puerta en la cara, cuando metió su gran pie en el medio soltando un alarido.
—¡Ay! Estaba jugando, ¿segura que no quieres que te ayude? —asomó su cabeza por la abertura, mi propio peso contra la puerta impidiéndole pasar.
Me mojé las manos en el lavamanos para luego salpicar en su rostro—¿Esto responde tu pregunta? —dije con sarcasmo.
Con los ojos cerrados y la nariz arrugada replicó—Sí, creo que sí.
—Bien —empujé su pie de la puerta y la cerré en su cara.
Agarré mi bolso y mientras continuaba con mi rutina seguía viendo mi expresión irritada en el espejo. Por algún motivo me daba un poco de risa porque claro que no estaba tan enojada como aparentaba, solo me gustaba pretender estarlo.
Me gustaba discutir con Carlos y tener nuestros momentos inmaduros en donde no nos tomábamos muy en serio. Con un deporte tan exigente como el nuestro sentía que era necesario tenerlos para desconectar un poco de la presión externa.
Creo que cada día estaba aprendiendo a disfrutar de algo nuevo de nuestra relación y me encantaba.
Me sentía como una niña pequeña descubriendo las pequeñas cosas que hacían que Carlos me gustara más y más. Antes de que me diera cuenta terminaría haciendo una lista de todo lo que me gustaba del español.
¿Así o peor?
Tal vez exageraba, o tal vez no. Pero Carlos... había hecho tanto por mí que lo hacía difícil no caer por él.
Debería devolver el favor y hacerle un gesto. Si algo me dejó la conversación con Miguel es que debía ser más recíproca.
Quería mostrarle a Carlos que me importaba.
¿Pero qué darle al hombre que lo tenía todo?
No tenía un historial de ser muy buena con regalos. O planeando citas. O cocinando.
Joder, debía haber algo que pudiera hacer por él.
Ya se me ocurriría el qué.
Terminé de echarme bloqueador solar y guardé mis cosas en el bolso antes de salir del baño, donde Carlos me esperaba sentado en el sillón al lado de mi cama mientras hablaba por teléfono.
—No sé... No, tendrás que hablarlo con Lele... Si ella no se siente bien no haré que lo haga... Es que no me gustaría hacerlo solo tampoco... Pero dijiste que nos querían a ambos... —se pasó una mano por el cabello y cuando alzó la vista se topó con mi mirada—. ¿Sabes qué? Hablamos después —colgó la llamada y se levantó.
Antes de que dijera algo, hablé—¿Alguien importante?
—No, solo Caco —le quitó importancia acercándose hacia mí—. ¿Terminaste?
—Si Caco te escuchara hablando así de él... —silbé divertida caminando hasta la cama—. Y sí, gracias, necesitaba recuperar un poco de mi normalidad. Estar aquí es como... —traté de buscar las palabras correctas para expresarme.
—¿...Ser arrebatada de tu libertad? —completó con una ceja alzada y asentí frenéticamente.
—¡Exacto! Digo, es genial la atención, pero no estoy discapacitada. Puedo comer sola, mover mi cama y poner mis propias películas sin ayuda —dije algo exasperada a lo que me acostaba de nuevo.
Sonaría mal agradecida, pero era lo suficientemente independiente como para que los demás tuvieran que hacer cosas por mí. Podía hacerlo sola.
Siempre había podido.
—Es parte de la experiencia de hospital, cariño —me miró divertido.
—Pues por algo detesto los hospitales... —resoplé con fastidio y cuando se puso a responder algo en su teléfono lo volteé a ver de repente curiosa—. ¿De qué hablabas con Caco?
—Bueno, ¿recuerdas a Vanessa? —quise rodar los ojos ante la mención de ese nombre, pero me limité a asentir y no decir en voz alta "Claro, la maldita a la que le coqueteaste luego de Mallorca"—. Te mencioné en Mónaco que nos consiguió una sesión de fotos para promocionar la marca que representa, pero se me olvidó mencionar que sería esta semana y no creo que estés lista para hacerlo.
—¿Y por qué no? —Que no se note mi confusión.
—¿Cómo qué "por qué no"? —se burló—. ¿Tengo que recordarte que acabas de tener un accidente y lo mejor que puedes hacer ahora es descansar?
—No nos caigamos a mentiras. Descansar no está en ninguno de nuestros calendarios —No lo diríamos en voz alta, pero a ambos nos gustaba mantenernos ocupados.
—Pues debería, Adora. No está mal que te tomes unos días después de todo esto. Yo te apoyo.
—Si es verdad eso último entonces haremos la sesión de fotos.
—No deberías...
Lo interrumpí —Si fueras tú harías lo mismo y lo sabes. De hecho, eres tan inquieto que lograrías que te dieran de alta hoy y te vería entrenando en una hora —alcé una ceja en su dirección.
Se quedó callado, y sabía que era porque reconocía que tenía razón. Éramos la misma persona en diferentes estilos de fuentes. Igual de ambiciosos y trabajadores. Ninguno descansaría hasta tener el trofeo del campeonato en nuestras manos...
—Bien, haz lo que quieras. Yo solo trato de que sigas las indicaciones médicas.
—Y es adorable, pero mi estado emocional necesita mantenerse ocupado después de este desastroso fin de semana —suspiré antes de entrelazar nuestras manos—. Lo entiendes, ¿no? —traté de buscar siquiera una pizca de empatía en su mirada.
Si había una persona de la cual necesitaba esa mirada compasiva en estos momentos, era él.
Aunque nunca lo diría.
Carlos me observó por unos largos segundos antes de asentir.
—Tú... ¿lo viste irse ayer o...? —me sentí una idiota por estar preguntando por mi padre, y mi voz baja lo reconocía. Pero una parte de mí no pudo evitar preguntar.
Noté que la respuesta sería negativa sin que Carlos siquiera pronunciara una sílaba, pero mi mente pronto se distrajo de eso cuando la puerta de la habitación se abrió lentamente con un chillido, y apenas volteamos a ver al culpable nos topamos con varias miradas expectantes sobre nosotros.
Específicamente, sobre Carlos.
Carlos se enderezó en su lugar y se aclaró la garganta, pareciendo recordar algo repentinamente—Cariño, se me había olvidado decirte que los pilotos te quisieron venir a visitar —les hizo gestos de que pasaran y de la forma más penosa que jamás los había visto, entraron uno a uno en la habitación del hospital viéndose como si los fueran a echar por respirar muy alto.
—Nos dijeron que debíamos ser muy callados y tratar de no alterarte —susurró George por lo bajo.
Analizando los rostros en la habitación identifiqué a Lando, Alya, Charles, Danny, George, Alex, Pierre, Yuki, Checo y Max. Todos con diferentes objetos adornando sus brazos; desde peluches, globos, chocolates, y... ¿una botella de vino?
No sabía cómo los dejaron pasar con eso, pero no lo cuestionaba lo suficiente.
Parecían estar vestidos para una cena importante juzgando por sus camisas de botones, zapatos lustrados y cabello peinado hacia atrás con gel. Si no los conociera juraría que iban a un bar mitzvah después de esto.
—Tampoco así, George, no creo ni que te haya escuchado. ¿Lo escuchaste, pequeño terremoto? —alzó una ceja Danny hablando un poco más fuerte.
—Danny, no importa, yo...
—¿Ves? No te escuchó, Russell, ni que fuera de papel —negó con la cabeza el australiano antes de acercarse a mi camilla de hospital.
Pareció replantearse por un segundo el dónde poner los tres peluches que tenía entre sus manos antes de llegar a la conclusión de colocarlos en el sofá. Aquello pareció ser el detonante para que los demás de la manada actuaran, mirando nerviosamente a los lados y tratando de buscar alguna superficie en la que colocar sus regalos.
Así fue como algunos peluches y ramos de flores llegaron a acompañarme en la cama y los desafortunados terminaron en el piso.
Hasta Yuki se vio dudoso de si dejar la botella de vino en el suelo antes de que fuera detenido por Alex arrebatándole la bebida de las manos mientras negaba con la cabeza.
—Oigan, no... —Carlos suspiró profundo intentando no gritarles a todos por el desorden.
O eso me imaginaba que era lo que pasaba por esa cabecita fanática del orden apenas vio el desastre.
Danny terminó de avanzar hasta mí sin consideración alguna por el peluche chillón que aplastó creando un gran escándalo en la habitación y me tomó de la mano bajo la mirada fulminante de Carlos—Diablillo, lo siento mucho mucho mucho, ¿sí? Es mi culpa que estés aquí y te juro que nunca podría perdonármelo si no llegabas a estar bien. No fue algo que hice intencionalmente y si fuera por mí me pondría en tu lugar mil veces...
Creo que por primera vez en el tiempo que llevaba conociendo a Danny lo vi en realidad serio. Era notorio en su mirada que era importante para él y que se arrepentía mucho por los acontecimientos que llevaron a esto.
Y lo curioso es que yo nunca lo culpé a él. Ni a Pierre.
En mis ojos el único culpable siempre fue mi padre, porque si no hubiera sido por él yo hubiera estado concentrada y no terminaría siendo rebasada de forma brutal para luego terminar en un sándwich entre los dos pilotos.
—No fue tu culpa, Danny —Apenas las palabras salieron de mis labios pude notar como su cuerpo se relajaba de manera considerable. Tal como me imaginaba que se vería el que un peso imaginario se fuera de sus hombros.
Otros tres sonoros chillidos de peluches hicieron eco en la habitación antes de que Pierre llegara a mi otro lado de la cama con expresión cabizbaja a tomar mi otra mano, ignorando olímpicamente a un muy irritado Carlos.
—Adora, yo... Lo lamento mucho. Es verdad que Danny te chocó, pero eso no habría sucedido en primer lugar si yo no me hubiese dejado llevar por mi ambición y chocara con Danny. En realidad todo esto fue mi culpa. No sé que habría hecho si... si... —no pudo terminar la frase, pero sus ojos vidriosos hablaban por él—. No te podemos perder a ti también.
Logró decir con dificultades.
Y tanto Charles como yo sabíamos bien a quién se refería con "también".
—Pierre, estoy bien, ¿sí? —apreté su mano—. No me iré a ningún lado. Es muy bonito que se disculpen por el accidente, pero creanme que nunca los culpé de nada y me pelearé con cualquiera que los culpe de esto porque se nota que no los conocen. Saben lo que es perder a una persona en este deporte y por ello sé que serán más cuidadosos a la próxima.
Ambos asintieron recuperando un poco el color en sus rostros.
—Oye, Ada, ¿quién te trajo este sombrero? —cuando miré a Lando a los pies de mi cama traía una jodida bacinica en la cabeza.
Los pilotos se rieron como niños de escuela.
—Es una bacinica, Lando —dije algo incrédula sin poder apartar la mirada.
—Ahí orinan los pacientes —aclaró Carlos viendo a su amigo con disgusto.
Apenas dijo eso el británico se apresuró a sacarlo de su cabeza y mirarme algo pálido—Tú... Tú no... Tú no lo has usado... ¿Verdad?
Y lo correcto sería decirle la verdad, la cual era que no, pero eso sería quitarle toda la diversión.
—Esta mañana —repliqué con una fingida mueca de asco en mi rostro.
Lando se fue corriendo al baño aplastando unos peluches en el camino—¡¿Acaso no lo lavan?! —se empezó a echar agua del lavamanos en el cabello entre muecas.
Podía notar por el rabillo de mi ojo que Carlos estaba que se desinflaba de la risa, pero se estaba conteniendo.
Alya, en cambio, no podía parar de reír. Al punto que se tuvo que sostener de Max para no terminar en el suelo.
—¡No te rías, Alya! ¡¿Por qué no me dijiste nada?! —protestó el duende sin dejar de echarse productos en la cabeza, hasta que no pude aguantarlo más y me reí a carcajada suelta—. ¿Qué?
Carlos me siguió y poco después los demás pilotos se le unieron.
—Yo no... Yo no he usado eso... —dije entre risas. Lo miraba con el jabón de las manos deslizándose por su frente y me reía aún más.
—Graciosos. Chistosísimos —soltó con sarcasmo antes de cerrar la puerta del baño con fuerza.
—Yo... Yo iré a verlo —Alya se secó las lágrimas antes de empujar la puerta del baño y cerrar detrás de ella.
Poco después de eso aprendí el porqué los hospitales no permiten tantos visitantes al mismo tiempo.
Y es que estos hombres no necesitaban alcohol en sus venas para generar un caos.
—Yuki, esos son de Adora —regañó Charles al piloto japonés, quien escondido detrás de Pierre trataba de comer uno de mis chocolates.
—Charles, no impor... ¡COÑOOOO! —pegué el grito al cielo cuando sentí un jalón fuerte en mi intravenosa.
—¡Pierre, pisaste su vía! —gritó Carlos hacia el francés.
—¡¿Estás bien?! —Charles se acercó a mí preocupado pues no dejaba de sostener mi mano y murmurar maldiciones.
—Creo que se salió —chillé con dolor.
—¡¿Se salió?! —Max empujó a Pierre a un lado antes de empezar a ponerse a buscar con Carlos la vía en el suelo.
—Estoy sangrando. Alguien llame a una enfermera —murmuré haciendo presión en la herida.
—¡Está sangrando! ¡Alguien busque a una enfermera! —gritó Charles algo alterado.
—¿Puedes dejar de repetir lo que digo y solo hacerlo, maldita sea? —dije entredientes.
—Sí, sí, claro —empujó a los demás para abrirse paso antes de salir al pasillo.
—¡Bien hecho, Pierre! —soltó Danny con sarcasmo.
—¿Qué? ¡No fue a propósito! —se defendió.
—¿Pueden hacer silencio? Dijeron que debíamos ser callados y no lo estamos siendo —Trató George de ser la voz de la razón.
Pero en una habitación llena de pilotos con un montón de peluches chillones, parecía ser una tarea imposible.
Y creía que Danny quería volverla más difícil de lo que ya era.
¿Recuerdan esa escena de Shrek 2 en donde Shrek le pedía a burro que se callara y cada tanto éste chasqueaba los labios?
Pues esto era eso, pero peor.
En medio del tenso silencio Danny empezó a dar vueltas por la habitación siendo acompañado por momentáneos chillidos de los peluches, sin pronunciar una palabra pude ver como poco a poco fue derribando toda la compostura de Russell hasta que éste no soportó más.
—¿Sabes qué? —George se agachó y agarró tantos peluches como pudo. Y contrario a lo que pensé que haría, comenzó a lanzárselos al australiano haciendo aún más escándalo—¡CA-LLÁ-TE! ¡Maldita sea! ¡Tienes el humor de un niño! ¡Es imposible tratar contigo!
George estaba rojo, y se veía increíblemente frustrado mientras se desquitaba con cada peluche que le tiraba a Danny.
—George, cálmate —trató de razonar Alex con él.
—¡No! —le lanzó un peluche esta vez a él—. ¡Porque esto es serio! ¡Adora pudo morir ayer y el. idiota. de. Ricciardo. no se lo toma en serio! —por cada punto era un nuevo peluche que era lanzado hacia el mayor.
—¡Es como mi hermana menor, ¿cómo te atreves a decir que no me lo tomo en serio?! —protestó Danny con molestia tratando de resguardarse detrás de los demás.
—¡Ahora nadie está haciendo silencio, George! —Alex intentó hacerle ver lo que hacía.
—¡Cállate, Alex! —dijeron George y Danny al mismo tiempo.
Y entonces ellos siguieron discutiendo, Max discutía con Pierre por ser un irresponsable, Carlos buscaba la vía, y estaba segura de que en medio del caos vi a Yuki comiéndose mis chocolates.
Hasta que todo eso fue interrumpido por un inquietante "Beeeeep" de mi monitor cardíaco indicando que los latidos se habían detenido.
Al punto que mientras presionaba mi herida no pude evitar chequearme a mí misma a ver si seguía viva.
Todos en la habitación voltearon a verme como si fuera un fantasma, y cuando me notaron viva, pero muy confundida, se calmaron.
—¿Qué pasó? —miramos a los lados tratando de buscar al responsable y encontramos a Checo conectando su cargador de teléfono.
—Joder, Checo, desconectaste su monitor —dijo Carlos algo estresado. Juraría que había envejecido diez años desde que los pilotos entraron en la habitación.
—¿Eso era? —nos vio sorprendido—. Perdón, quería conectar mi teléfono para distraerte con fotos de mis diablitos.
Carlos se pasó las manos por el cabello con frustración.
—¡Traje a una enfermera! —entró Charles apresurado a la habitación solo para escuchar ese incesante "Beeeeep" y parpadear confundido con la enfermera justo detrás.
—Perdón, mala mía —Checo volvió a conectar la máquina de latidos y se sintió como si todos en la habitación pudieran respirar tranquilos.
—Caballeros, creo que tendré que pedirles que se retiren —indicó la enfermera mientras se preparaba para volver a conectar mi vía. Y no me sentí ni un poco culpable de lo aliviada que estaba que dijera eso.
No toleraría ni un minuto más con estos desastrosos que casi me matan.
—Ya escucharon —Carlos comenzó a agruparlos hacia la salida como si fueran un ganado, tomándose la molestia hasta de sacar a Lando y a Alya del baño. Siquiera el cabello del duende ya se veía seco.
—¡Mejórate, Ada!
—¡Te queremos!
—¡Volveremos mañana! —gritó Danny antes de recordar algo—. En realidad nos vamos mañana así que, ¡nos vemos en la próxima carrera! —se despidió seguido de los demás.
Carlos y yo pudimos finalmente respirar en paz.
Claro que hasta que Danny volvió y recogió la botella de vino—No la necesitas ahora, ¿verdad? Prometo comprarte una nueva, diablillo, ¡te quiero, adiós! —dijo rápidamente antes de marcharse sin dejarme replicar.
Ahora tan solo me quedaban los chocolates.
O no.
—Yuki... —negué con la cabeza viendo como la mitad de mi caja de chocolates había desaparecido.
—¿Quieres chocolates? Porque si quieres te compraré chocolates —ofreció Carlos levantándose, pero lo sostuve de la muñeca y lo obligué a sentarse de nuevo.
—Sí quiero, pero creo que quiero algo mucho más que eso... —sentí su mirada atenta en mí—. ¿Qué tal si traes a mi familia y vemos una película todos juntos antes de que los lleves al hotel, hmm?
No tuve que esperar mucho por su aprobación, pues sonrió de esa manera que me volvía loca y me dio un dulce beso en la frente antes de levantarse.
—Como ordenes, cariño.
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N/A: Vuelve el perro arrepentido con sus miradas tan tiernas, con el hocico partido y con el rabo entre las piernas 😩
La última actualización fue hace casi dos meses, dios mío. No me miren, soy terrible.
Pero bueno, cambiando de tema vengo a compartir mi teoría con ustedes llamada: El efecto Wattpad. ¿Qué será eso? Se preguntarán.
Pues yo lo he definido como "la cadena de sucesos que le suceden a las autoras cuando empiezan a escribir para esta plataforma (Wattpad)."
¿Por qué creo en esta teoría?
Solo puedo hablar desde mi experiencia personal, aunque he oído de otros casos, pero yendo al grano, creo en ella porque vivía la vida más mundana hasta que empecé a escribir aquí.
En estos casi dos meses me tocó quedarme sola y a cargo de mis dos hermanos menores mientras mis papás viajaban por asuntos de negocios y tuve que: manejar la empresa familiar, trabajar, llevar a mis hermanos a sus actividades escolares y extracurriculares, y como cereza del pastel mi abuela, quien también estaba en casa con nosotros, enfermó y como no había nadie más tuve que llevarla a hacerse estudios, comprarle medicinas y acompañarla a consultas.
Me queda de experiencia de aprendizaje.
Después me fui a unas muy merecidas vacaciones por dos semanas a Punta Cana y sí diré que ni miré mi teléfono en todo el viaje.
Y cuando regresé me operaron de un proceso ambulatorio que tenía programado y tocó recuperación de dos semanas. Ya al menos el miércoles me sacan los puntos.
Así que tiempo para escribir estuvo bieeen complicado. No porque no quisiera hacerlo, sino porque ha sido difícil.
Entonces no crean que me fui, solo tuve una mala racha.
(Si has leído hasta aquí te quiero y te mando un abrazo <3)
Pero finalizando todo pues ya empiezo clases la próxima semana, y me he propuesto a volver a actualizar semanalmente pero con la condición de que los capítulos serán un poco más cortos.
Lo habitual ha sido de 10k palabras o más, ahora serán de 5k-8k porque si quiero que actualizar seguido sea sustentable a futuro necesito ponerme metas realistas. Que pues siendo aún más realista serían de 1k-3k, pero no logro hacer escenas tan cortas. O sí, pero tardaría más en terminar y tengo proyecciones de terminar TM este año sin falta.
(Aunque sí he pensado es escenas cortas de 1k-3k y actualizaría más veces a la semana, solo que no sería continuo y siento que se vería raro de mi parte el pasar de caps largos a súper cortos, por lo que no creo que se haga)
Así que gracias a las pacientes que me continúan apoyando aunque sufra del efecto wattpad, espero que me sigan acompañando y poder decir que cuando este libro termine estuvieron conmigo hasta el final 🤍
¡No se olviden de comentar y votar! (ojo con las que no comentan, prefiero mil veces comentarios que votos porque son el feedback que recibo 😅)
Las quiero mucho,
Se despide,
Val
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