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30.3 | The aftermath

𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫




PRIMER LUGAR.

Luego del podio, Carlos había logrado responder las entrevistas lo más rápido posible para poder irse al hospital, pero no había nadie más ansioso por llevarlo que su propio padre, quien manejó hasta el hospital donde se encontraba la piloto. Con sus dos padres y su primo se bajaron tratando de esquivar a los reporteros y fanáticos afuera lo mejor que pudieron.

—¡Carlos! ¡Carlos! ¿Qué sabes del estado de Adora?

—¡Se dice que Adora quedó paralítica! ¿Es verdad?

—¡Carlos! ¡Mira para acá! ¡Danos tu mejor cara de preocupado!

El madrileño tuvo que inhalar profundamente para no terminar golpeando a ninguno de los periodistas presentes mientras seguía liderando el camino.

—¡Sainz Senior! ¿Usted qué sabe del estado de la piloto? —pusieron un micrófono en todo su rostro, y por mucha exasperación interna que tuviera el señor Sainz, sabía mejor que responderle mal a la prensa.

—Se encuentra bien. Es todo lo que sabemos, y estamos preocupados, así que agradecería que nos dejaran pasar y luego que sepamos más les dejaremos saber siempre que tengamos permiso de sus familiares. Eso es todo —hizo a un lado los periodistas que lo estorbaban y tomando de la mano a su esposa la hizo caminar delante de él mientras con Caco seguían a su hijo.

Los cuatro avanzaron por el hospital hasta llegar a la recepcionista.

—Buenas, disculpe, ¿me podría ayudar con el número de habitación de una paciente? —se acercó primero un ansioso Carlos.

—Claro, ¿de qué paciente? —se puso a revisar su computadora.

—Adora Torres —apenas pronunció el nombre la señora detuvo lo que estaba haciendo para mirarlos con sospecha.

—¿Son familiares de la señorita Torres?

Carlos se pasó una mano por el cabello, gesto que hacía cuando estaba estresado.

No nos van a dejar entrar. No pudo evitar pensar.

—No exactamente, pero...

—Entonces lamento informarle que no le puedo dar el número de habitación. Políticas del hospital —se puso a hacer otra cosa.

El madrileño entendía que tan solo estaba haciendo su trabajo, pero se sintió muy frustrado.

Su padre se acercó—Es su novia, señorita. Tiene que dejarnos pasar.

—Lo siento, tengo órdenes de no dejar pasar a nadie más que familia debido a la prensa. Tendrán que esperar —dijo severa, y no les quedó de otra que sentarse en la recepción a aguardar alguna noticia.

Con cada segundo que pasaba sin estar con ella Carlos se sentía más desesperado.

¿No había esperado suficiente?

—¿No hay nada que puedas hacer? —volteó a ver a su primo, sacudiendo ansiosamente la pierna.

—Estoy en eso —replicó Caco haciendo una llamada.

Carlos asintió con la mirada perdida. Tenía que verla.

Habían pasado unos pocos minutos cuando vio a Lele salir de las puertas del ascensor con una expresión indescifrable. Les hizo un gesto con la cabeza de que la siguieran y rápidamente se levantaron de sus asientos tratando de no verse muy precoces ante los encargados de seguridad. Mientras actuaran como si supieran lo que hacían, nadie los cuestionaría.

Apenas las puertas se cerraron Carlos volteó a ver a su cuñada—¿Qué les han dicho? ¿Cómo está?

—Todavía no sabemos nada —Lele no lo miraba, y eso tan solo lo hizo sentirse peor.

—¿Nada? —sintió su pulso elevarse.

Ella negó con la cabeza—La llevaron a hacerse unos exámenes apenas llegamos, pero no nos han dado aún un diagnóstico ni nos dicen los resultados.

Carlos tragó saliva. Eso no le sonaba muy alentador...

La miró de reojo creyendo que tal vez había algo que no le estaba diciendo, pero Lele mantuvo su postura estoica, sin revelar nada más de lo que debía. El español no sabía cómo lo hacía. Si fuera a él que le dijeran que una de sus hermanas estaba en una camilla de hospital sin un diagnóstico detectado, estaba seguro que sería un manojo de nervios. En cambio la mayor de las Torres sabía que debía ser la que se mantuviera serena en estos momentos. Siquiera por su familia y la propia Adora.

De nada le serviría una manager emocional que no piense con anticipación en las necesidades de su cliente.

Carlos tenía claro que debajo de aquella faceta no era tan fuerte como se mostraba, lo había presenciado él mismo. Era una persona empática y sensible.

Cuando se quedó en el departamento de Adora con las hermanas hubo un día en que vieron una película los tres, y Lele fue la única de ellos que lloró a moco tendido. Y no se avergonzaba por ello.

Solo que considerando la imagen que presenciaron apenas salieron del elevador, comprendió que aquel era tan solo un rol que la mayor debía asumir por el bienestar de su familia.

La mamá de Adora no paraba de llorar encorvada en su asiento, muy asustada luego de tener que ver un accidente de aquella magnitud por primera vez.

Apenas escuchó las puertas abrirse, alzó la vista y al verlo llegar se levantó para abrazarlo, sollozando en su hombro bajo la propia sorpresa de Carlos—Me alegra que estés aquí —¿Hablaba de él?

Carlos le correspondió el abrazo, queriendo consolar de alguna forma a su suegra aunque él también necesitaba consuelo—No había fuerza en el mundo que me detuviera.

Alba se separó asintiendo con las mejillas mojadas—Todavía no nos dicen nada, pero han estado entrando y saliendo, haciendo exámenes. Pero... Sigue inconsciente y... —le volvió a temblar el labio inferior de solo recordar la imagen del monoplaza de su hija de cabeza, como todos en el garaje suplicaban que apagara el motor o se pondrían las cosas feas. Su propia imaginación haciéndole ver que el coche estaba en llamas...lo indefensa que se sintió...

Reyes se acercó a acompañarla en su dolor. Como madre la entendía perfectamente. Tener a su esposo y a su hijo en deportes tan peligrosos era una angustia constante, y quería demostrarle su apoyo.

—Todo estará bien, ya verá. Solo será un susto —buscó por su bolso hasta encontrar un frasco de pastillas y se la entregó a Alba, quien se secaba las lágrimas.

—¿Y esto? —preguntó sorbiendo la nariz.

—Es para los nervios, querida. Por si lo necesitas —le indicó con una pequeña sonrisa y Alba le dio las gracias—. No hay de qué, para eso estamos.

Reyes se tuvo que morder la lengua para no terminar diciendo "Somos familia también".

Claro que quería que su hijo y Adora tuvieran un futuro, pero era muy pronto para saber si duraría.

Alba le dio un beso en la mejilla al español—Son parte de la familia también, Carlos. No dejes que mi esposo te diga lo contrario —declaró antes de alejarse, y su aprobación significó muchísimo más para él que su propio trofeo.

Siquiera tenía el apoyo de uno de los padres de su novia.

Estuvieron en silencio varios minutos, esperando. No pudo evitar notar que no estaban los mellizos ni el señor Torres presentes.

Ni siquiera se podía dignar a estar aquí para su hija después de un accidente. Increíble.

Una doctora se detuvo enfrente de la habitación—Buenas noches, ¿Familiares de Adora Torres? —Todos se levantaron al mismo tiempo.

Alba se le acercó—Soy su mamá. ¿Cómo está ella, doctora? —juntó sus manos, preocupada.

—En términos generales, se encuentra bien dadas las circunstancias —Se escuchó un suspiro colectivo—. Le realizamos unos exámenes, radiografías a diferentes partes de su cuerpo y no evidencian fracturas ni lesiones, también una tomografía a su cráneo donde tampoco se evidencian fracturas, ni sangrado, ni edema cerebral.

La señora Torres se llevó una mano al pecho, donde lo podía sentir volviendo a latir con normalidad—Gracias a Dios. ¿Entonces no tuvo consecuencias del accidente?

—Ninguna a largo plazo —clarificó la doctora—. Sin embargo, es probable que este cursando con una conmoción cerebral y en las próximas horas empiece a mejorar su estado neurológico. Lo ideal sería dejarla descansar y en vigilancia neurológica por al menos 2 días.

Alba asintió—Eso haremos.

El español se sintió con la necesidad de interrumpir todavía algo aturdido—Pero vi sangre. Yo vi que tenía sangre en la cara y en la mano —explicó creyendo que había algo que no encajaba. No se lo pudo haber imaginado, estaba seguro que si buscaba en internet en ese mismo instante le saldría la imagen de Adora cubierta de sangre.

—Pues parece que por el impacto le comenzó a sangrar la nariz y puede ser la sangre que hayas visto —replicó la doctora—. Aunque también se cortó un poco la mano porque estaba apretando esto en su puño y le hizo daño en el impacto —sacó de su bolsillo un objeto que Carlos reconocía muy bien, metido en una bolsa ziploc y con manchas de sangre; estaba la pulsera que él le dio, obligándolo a dar dos pasos hacia atrás por la impresión.

Aquella que le mandó a personalizar sus charms le había hecho daño...

Se empezó a sentir culpable, como si fuera él quien le hizo eso, aunque sabía que no había sido así.

Ahora entendía mejor porqué estaba prohibido usar joyería en las carreras. Solo que Adora siempre se salía con la suya, y no seguir las reglas le costó caro.

—En realidad tuvieron suerte que fue tan solo una pequeña contusión y que la seguridad en los monoplazas ha aumentado como nunca. Podría haber sido mucho peor —advirtió.

—Muchas gracias por su ayuda, doctora —agradeció el señor Sainz con una amable sonrisa.

—¿Podemos pasar a verla? —quiso preguntarle Alba. Necesitaba comprobar con sus propios ojos que su hija estuviera bien.

—Sí, aunque lo mejor es que sea uno por uno para dejarla descansar. Es probable que se despierte desorientada y adolorida, así que lo adecuado será tenerle paciencia y evitar causarle estrés porque no sabemos qué consecuencias neurológicas pueda causar.

—De verdad, muchas gracias. Me quedo tranquila con su diagnóstico —Alba estrechó su mano y pocos momentos después la doctora se retiró.

Carlos quiso avanzar para entrar a ver a Adora, pero Alba se le había adelantado y la dejó. Era su madre, claro que querría ver a su hija primero si era su propia sangre.

Esperaba de nuevo un poco más tranquilo hasta que vio a alguien que en definitiva no debía estar ahí.

Sin pensar en nada, empujó a Miguel haciendo que se le derramara el café encima—¡Maldita sea, deja de acosarla! Acaba de tener un accidente y tú tan solo lo ves como una oportunidad para acercarte —lo miró con disgusto.

Miguel se apartó la pegajosa camisa de su pecho con una mueca de molestia—No es lo que trato de hacer, Carlos.

Su tono tranquilo no hizo más que presionar un nervio en el español. ¿Quién carajos se creía?

—¿No? ¿Y entonces por qué mierda estás aquí? —bramó furioso.

No tenía derecho de aparecerse. ¿Por qué lo dejaron pasar?

—Porque me sigo preocupando por ella. ¿O qué? ¿Acaso me vas a decir que eso es ilegal?

Al español no le gustó su actitud altanera, volviéndolo a empujar con fuerzas, y esta vez el otro hombre no se quedó muy lejos, devolviéndole el empujón y haciendo retroceder al piloto unos pasos. Enfermeras que iban a pasar por el pasillo que ocupaban frenaron sus pasos sin querer avanzar entre ellos.

—¡Eres un jodido egoísta! ¿Crees que ella te quiere aquí? ¿Ah? Te ha estado evitando como la plaga y ahora que está conectada a una cama de hospital vienes porque "te preocupas". A mí me suena que lo ves como una maldita oportunidad para hablarle sin que tenga otra opción que responderte —la mirada de Carlos irradiaba odio. Sentía todo su cuerpo quemarle, pero no de la manera que le gustaba.

—¡Ellos me llamaron! —replicó Miguel igual de molesto. No le gustaba lo que estaba suponiendo el otro hombre de él—. Soy su contacto de emergencia, así que creo que el que tiene que tener una conversación con su novia es otro.

Carlos parpadeó perplejo. ¿Cómo que el contacto de emergencia de Adora era Miguel? Eso no podía ser cierto. Terminaron hace meses.

—¡Pues mientes! ¡Adora no te tendría a ti!

—Revisa su teléfono si no me crees, pero creo que eso te dice todo, ¿no? A quien busca para que esté con ella en su momento más vulnerable. Al cabeza caliente, o...al que en verdad piensa las cosas antes de hacerlas.

El madrileño se convenció a sí mismo que en ese momento ya había tenido suficiente, pero no había ni bien alzado su puño, probando el punto del mexicano, cuando alguien lo hizo retroceder.

—Eh, eh, eh, que estamos en un hospital. Compórtense, por favor —habló el señor Sainz sosteniendo a su hijo del cuello de su camisa y se acercó para hablarle al oído—. Lo que menos necesitas es un titular de que te fuistes a los puños en un hospital. No arruines lo que has venido construyendo.

Lo alejó de Miguel dándole la espalda. No conocía a su hijo por ser así de impulsivo. Podía a veces no tomar las mejores decisiones, pero solía ser compuesto y sabía controlarse en público. Después de todo había sido entrenado para esto desde pequeño.

Sin embargo, todo ese entrenamiento quedaba olvidado cuando se trataba de Adora.

Era con la única y por la única que era impulsivo.

Y eso tanto Carlos como Miguel lo sabían.

De repente Miguel sintió una mano en su hombro—Miguel, qué bueno es verte —Leonardo intercedió en la pelea antes de que todo se complicara. Detrás de él lo seguían sus dos hijos comiendo golosinas de la máquina expendedora con una expresión decaída y los ojos rojos.

—Señor Torres, vine en cuanto me llamaron.

Miguel no quería molestar a la familia de Adora, pero ver ese accidente había sido de lo más crudo que había visto en su vida, todavía podía sentir su estómago en un nudo. Quería que Leonardo supiera que a diferencia de las creencias de Carlos, él no estaba ahí como acosador, estaba porque después de seis meses juntos, todavía se preocupaba por ella.

—Tranquilo, muchacho. Estoy muy feliz de que estés aquí. Seguro Adora lo apreciará.

En ese momento, Carlos no sabía qué le sorprendía más, si las palabras del señor Torres o que lo hubiera tratado así. ¿Acaso ese hombre aprobaba a alguien para su hija?

—¿Qué saben hasta ahora? —miró el treintañero a su anterior suegro.

—No tengo ni idea, estaba llevando a los gemelos a comprarles unas golosinas para distraerlos —se cruzó de brazos y desde la punta opuesta del pasillo Carlos sintió la mirada de Leonardo quemarle el perfil—. ¿Vino algún doctor a dar algún reporte?

Sabía que le estaba hablando, pero decidió ignorarlo. No supo si era infantil hacerlo o no, pero una parte de él resentía el hecho de que el señor Torres estaba bien, mientras que Adora estaba en el hospital y hace menos de veinticuatro horas lloraba en sus brazos porque tenía un imbécil como padre.

—Sainz —repitió más fuerte creyendo que el piloto no lo había escuchado.

Tanto Reyes como el señor Sainz voltearon a ver a Carlos, quien apretaba la mandíbula con una mirada mortal clavada en la pared, claramente ignorando los llamados del señor Torres.

Reyes no recuerda la última vez que había visto a su hijo así, pero sabía que esa expresión en su rostro significaba que se estaba conteniendo. Como un volcán listo para estallar.

Adora había sido de las únicas no afortunadas que lo presenció más de una vez en vivo y en directo.

—Está bien —replicó Reyes por su hijo, esperando poder calmar un poco las aguas antes de que todo empeorara—. Dijeron que solo tuvo una contusión y que esperaban que despertara pronto.

Leonardo asintió agradecido, y por un momento Carlos pudo verlo hasta nervioso cuando caminó hasta la puerta de la habitación para luego aclararse la garganta—¿Puedo entrar a verla?

—Creo que eso es lo que menos necesita —por primera vez en mucho rato Carlos habló, aunque fue como un murmullo.

Sin embargo, lo suficientemente alto para que Leonardo lo volteara a ver con el ceño fruncido—¿Disculpa?

—No, no lo disculpo —se encogió de hombros. Si en algún momento le interesó tener la aprobación de ese hombre, ese sentimiento había quedado enterrado bajo tierra hace mucho. Ya no le importaba lo que pensara de él, y ese era un pensamiento peligroso.

Porque si ya nada te importaba... ¿qué tan lejos llegarías? Para bien o para mal.

—¿Estás bien? —la mirada confundida y llena de hipocresía de Leonardo hizo que le hirviera la sangre—. ¿Yo qué te hice?

Carlos no pudo evitar levantarse soltando una risa irónica—¿A mí? A mí no me ha hecho nada... no de forma directa, al menos. Pero ¿qué diría de Adora? —lo miró desde arriba de forma recriminante. Su instinto protector se apoderó de su cuerpo.

—¿Qué diría de qué?

—A ella es a quien le debe una disculpa, no a mí. Le dije que no me hizo nada directamente, pero le hizo daño a Adora, y si le hace daño a Adora me hace daño a mí —puntualizó cada una de sus palabras queriendo perforar el mensaje en su cerebro.

—Lo dices como si yo fuera quien la puso en esa camilla de hospital, Sainz —replicó incrédulo—. Yo no manejaba ninguno de esos monoplazas, yo no estuve ni cerca de ella cuando pasó el accidente, así que te agradecería si dejaras de tratar de hacerme ver a mí como el culpable del accidente de mi hija a quien nunca heriría a propósito.

—Me resulta difícil creer eso —dijo con ironía—. Porque ¿qué clase de padre iría a ver a su hija en la noche antes de una carrera para decirle que no cree en ella? ¿La llamaría una puta? ¿Le diría que nunca ganaría el campeonato y que es el hazmerreír del deporte? —No apartó la mirada de él por un instante, queriendo humillarlo, que se pusiera en los zapatos de Adora por un momento—. Porque yo no creo eso. Estoy seguro de que Adora no ha hecho nada para no enorgullecerse, no como yo. Y sin embargo, mi papá sigue aquí, y me puede regañar a veces, pero al menos está.

—Hijo, vamos... —se acercó su padre, quien aunque no le caía bien el señor Torres en lo más mínimo, seguía sintiéndose un tanto mal por la expresión culpable que cubría el rostro del otro hombre.

Más porque el piloto le estaba diciendo sus verdades a la cara con sus dos hijos menores justo enfrente. Algo que era claro que Leonardo no quería que escucharan.

Pero los mellizos permanecían en sus teléfonos, tal vez muy acostumbrados o simplemente no estaban escuchando nada nuevo.

Carlos estaba seguro que ellos conocían bien a su padre y sabían de lo que era capaz.

—Puede decir todo lo que quiera que no es culpable de esto, pero eso no cambia los hechos; Es una basura como padre y todo el mundo puede verlo—dijo con seriedad y observó el momento en el que algo dentro del señor Torres se alocó.

El piloto no se había dado cuenta de cuándo fue que se acercó a su suegro al punto de tenerlo a meros pies de distancia, pero lo que sí se le quedó grabado fue cuando el hombre se vio con todas las intenciones de atacarlo, sujetándolo por el cuello de la camisa con fuerza y estirando su brazo hacia atrás con la mirada llena de rencor.

Y mientras Carlos esperaba poder esquivar el impacto del golpe, llegó otro antes que él.

De repente Leonardo se sujetaba la mejilla en el suelo, y cuando Carlos volteó a ver a su padre lo notó sobándose los nudillos con expresión adolorida.

—¡Carlos! —lo miró Reyes impactada.

—Llevas 24 años ganándote ese golpe, Torres —declaró el señor Sainz mientras que los dos miembros de su familia lo veían anonadados. Carlos Sainz Senior nunca había golpeado a alguien.

—Señores, les voy a tener que pedir que se retiren —indicó la enfermera con los de seguridad atrás. Carlos se quedó sorprendido cuando trataron de sacarlo también.

—No, yo me quedo. Soy el novio de la paciente —dijo evitando que lo toquen.

—Podría ser hasta el presidente, pero no se aceptan disrupciones en el hospital y usted es uno de los causantes. Debió pensar en eso antes de hacer todo este espectáculo. Tenemos pacientes que necesitan descansar.

Carlos suspiró frustrado, pero no era como que le quedara mucha opción si no quería empeorar las cosas. Accedió a irse no sin antes decirle a Lele que encontrara la forma de hacerlo pasar cuando Adora despierte, a lo que la mujer asintió a espaldas de su adolorido padre. Se había mantenido al margen y estaba claro que fue la mejor decisión.

Una enfermera había sido lo suficientemente amable para traerle un trapo con hielo para bajar la inflamación de la herida en el rostro de Leonardo.

El señor Sainz y su hijo se estaban subiendo en el ascensor cuando notaron cómo lo bañaban de atención por haber sido agredido por el padre de Carlos. Y debían admitir que detestaron ver la pequeña satisfacción en su rostro cuando los observó ser escoltados fuera del hospital.

Carlos se pasó una mano por el rostro—¿Contento? —miró a su padre.

—¿Qué?

—Me dijiste "Lo que menos necesitas es un titular de que te fuistes a los puños en un hospital" ¡Y no pasaron ni cinco minutos cuando no pudiste tomar ni tu propio consejo! —dijo exasperado. Él nunca planeó golpear al padre de Ado

Amaba a su padre, pero ahora gracias a lo que había hecho Miguel tendría vía libre para hablar con Adora sin que esté él presente, y le inquietaba.

¿Y si era uno de esos episodios donde perdía la memoria y olvidaba todos estos meses que vivieron juntos?

¿Y si Miguel le hacía creer que era su novio?

¿Y si...?

—Pues tú tampoco estabas muy tranquilo que digamos y ese señor se lo tenía buscado desde la cena del lunes, aparte que trató de golpearte —replicó con necedad su padre y Carlos rodó los ojos. Claro que esa sería su respuesta.

No un "Hijo, lamento que por mi culpa nos echen del hospital y no puedas ver a tu novia"

Todavía no lograba entender por qué dejaron a Leonardo quedarse cuando jugó un rol igual de grande que ellos. Ni cómo pasó Miguel en primer lugar.

—Es por ser el contacto de emergencias —explicó su padre leyendo su expresión como la palma de su mano, sin saber que le estaba clavando más el puñal en el estómago—. Le dan más prioridad que a nosotros.

—No entiendo nada —resopló el hijo pasándose las manos por la cara.

¿Por qué Miguel?

—Ya había cruzado una línea —quiso excusarse su padre.

—No, no... no entiendo por qué es el contacto de emergencia de Adora.

Su padre se quedó callado. Él tampoco sabía qué responderle.

—¿Él es su...?

—Ex novio.

—¿Y qué hace aquí? —lo volteó a ver con intriga.

—Pues eso es lo que yo quiero saber...




[...]




En otra parte del hospital, luego de casi cuatro horas inconsciente la piloto de McLaren abrió lentamente los ojos, parpadeando seguido para enfocar su vista y seguido los entrecerró con un gran dolor provocado por la intensa luz de su habitación.

Todo su cuerpo le dolía. Era como dijo Lando una vez "Se sentía como si la hubieran atropellado, vieron que no lo hicieron bien y metieron reversa".

—Mi amor, ya despertaste —se levantó apresuradamente su madre para estar a su lado.

—¿Qué pasó? —Adora traía el ceño fruncido y sentía que la cabeza le palpitaba—. Yo... Yo no recuerdo... —balbuceó con ansiedad empezando a reincorporarse en su asiento.

¿Qué sucedió? ¿Qué hacía en el hospital?

—Shhh, la doctora dijo que no te estresaras, cariño —la empujó con delicadeza, obligándola a recostarse de nuevo.

La piloto parpadeó con los ojos llorosos, sintiendo su corazón latiendo acelerado. Miró a su madre expectante, esperando que su expresión asustada fuera suficiente para que le diga qué sucedió.

Alba se sentó en el borde de la cama y apartó unos mechones de cabello del rostro de su hija mientras trataba de buscar las palabras adecuadas—Tú... tuviste un pequeño accidente en la carrera... —murmuró. Adora negó con la cabeza sin poder creerlo—. No fue tu culpa, ¿sí? No hubo heridos, solo... son cosas que suceden.

—Pero acababa de hacer la clasificación —le indicó Adora a su madre con tono incrédulo, no pudo haber pasado la carrera—. Acababa de quedar tercera cuando de un momento a otro desperté aquí —insistió.

Su madre la miró con lástima, sintiendo como le apretaban el corazón con la mano. Su hija tenía tanta presión sobre sus hombros que el solo pensar que había fallado le parecía apocalíptica, inaudita. Dejó un suave beso en su frente.

—Sé que eso crees, pero... ya pronto recordarás todo. Lo prometo.

Adora desvió la mirada—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —se sentía muy cansada, como con una pesadumbre por todo su cuerpo.

—Unas horas... Nos diste un gran susto, mamita —su madre la veía como si se pudiera romper en cualquier momento.

Y aunque Adora lo detestara, estaba consciente de que si tuvo un accidente lo suficientemente grave para despertar en el hospital sin memoria de ello, Alba tenía razones para verla así.

A pesar de que estaba bien, y hablando con ella con normalidad, Alba todavía traía los pelos de punta de solo recordar la escena.

Podría jurar que había visto el accidente en todos los ángulos y velocidades posibles. Ninguna combinación televisiva quedó a la deriva.

La voz de su esposo reclamando desesperadamente a gritos saber el estado de su hija, el llanto de los mellizos y sus propias lágrimas la marcarían por siempre...

De verdad intentaba ser más abierta con todo esto de la profesión de Adora porque podía notar la pasión con la que realizaba todo lo que se le exigía. A cada entrenamiento, estiramiento y práctica le ponía su mayor esfuerzo y admiraba eso de ella.

Pero esta imagen había sido aterradora.

Y sin embargo, por mucho miedo que tuvo, una parte de ella escuchaba las palabras que Carlos le dijo hace unos meses "¿Y no cree que si llega a suceder algo es preferible estar ahí que no estar y arrepentirse de no haber estado?"

La respuesta ahora era muy sencilla: nunca más quería dejar a su bebita sola.

Porque de solo pensar en que pudiera haber sido peor y ella no hubiera estado, le revolvía el estómago.

Adora se había quedado en silencio, todavía tratando de juntar las piezas del rompecabezas.

—No lo sobre pienses, ya lo recordarás —le aseguró, y recordando toda la fila que tenía detrás de ella de personas ansiosas por hablar con Adora, se levantó—. Los demás quieren hablar contigo también. ¿Los hago pasar o quieres descansar un poco?

La piloto asintió, queriendo más que nada ver a su novio—No, que pasen, má, tranquila.

Su madre la imitó y cuando abrió la puerta la primera persona que Adora vio fue a su padre, quien se levantó con el trapo con hielo pegado a su rostro y con expresión preocupada dio dos pasos hacia la habitación antes de ser interrumpido por un firme:—Él no.

Cuando Alba volteó a ver a su hija la vio decidida.

Adora recordó todo de golpe.

El ver a su padre fue como si algo se hubiera desbloqueado en su cerebro y todo volvió a ella. La pelea y todos las cosas hirientes que le dijo...

No quería escuchar sus "Te lo dije" porque juraría que iba a gritar de frustración en pleno hospital. Aparte que no debía estresarse y no había nadie que la estresara más que su padre.

—Dora, vamos... —suplicó entrando, pero no logró dar ni un paso cuando fue detenido por una mano en su hombro.

A pesar de su diferencia de alturas, nunca había visto a Alba tan determinada—No quiere verte.

—Acaba de tener una contusión cerebral, debe estar confundida —insistió tratando de rodearla, pero ella se mantuvo firme.

—No importa. La doctora dijo que no debía tener estrés y tú no creo que ayudes con eso —lo hizo retroceder y cerró la puerta detrás de ellos para hablar lejos de los ojos curiosos de su hija.

Leonardo se quedó callado, más que todo porque sentía que no era solo eso lo que la hacía apartarlo de ella. Había algo más. Y los dos lo sabían.

Ambos se miraban con una mezcla de emociones. Alba se veía cansada, pero decidida, y Leonardo estaba confundido y desesperado.

De repente Reyes se levantó y Caco la imitó, carraspeando miró a los mellizos—Niños, vamos, les invitamos unos helados. Ya podrán ver a su hermana.

Lele la siguió avanzando por el pasillo—Sí, vamos. Necesita descansar un rato más.

—Dios, hasta cuando duerme esa mujer —se quejó Adrian.

Miguel también se alejó haciendo unas llamadas del trabajo para darle privacidad a la pareja.

Cuando se quedaron solos, Alba habló primero:—Quiero que te vayas.

—No me voy a ir. ¡Es mi hija también! —dijo algo atónito, ¿cómo podía pedirle algo así?

—Afrontémoslo. El único motivo por el que estás aquí es por mí. Porque yo te lo pedí, Leo, te pedí que arreglaras esta familia y no pudiste ni hacer eso. Lo estropeaste todo desde el primer momento... —decía con tristeza. Aunque sabía que era lo correcto, no le quitaba lo difícil a renunciar a la persona que había sido su vida por 32 años.

Dejar ir siempre sería la parte más complicada.

Leonardo negaba con la cabeza a cada una de sus palabras. Él había tratado. O eso se decía a sí mismo.

La noche que se peleó con Adora había ido con todas las intenciones de hacer las paces cuando ella comenzó a cuestionarlo y terminó diciéndole impulsivamente una gran cantidad de cosas que no tenía planeado que nunca salieran de sus labios.

Pero el que fuera contra todo lo que él consideraba correcto para complacerla, decía mucho.

—Tuviste tu oportunidad, Leo. Tuviste muchísimas oportunidades y esta ya fue la última —dijo la mujer con decepción—. Quiero que te vayas...

—No. Tengo derecho de verla, Alba.

—Adora no te necesita aquí, y yo mucho menos.

La mirada del hombre se llenó de arrepentimiento—Quiero ver que está bien.

—Y ella no quiere verte. Así que vuelve a casa, que cuando regrese espero no encontrar tus cosas ahí.

Leonardo se quedó sorprendido, tan solo apretando los nudillos hasta que se le pusieron blancos—Dijimos... Tú dijiste que si venía...

—Dije que si arreglabas las cosas podría darte otra oportunidad, y ¿eso a qué me llevó? —rió con amargura—. Adora está en esa camilla de hospital por tu culpa. Porque no pudiste simplemente callarte y escucharla. Nunca has sabido hacer eso. Si lo hicieras sabrías que ni los mellizos quieren estar contigo.

Él se defendió—Eso es porque creen que está pasando algo malo entre nosotros por tu culpa.

—¿Por culpa? —rió incrédula—. Yo no te engañé. Tú me engañaste, y a diferencia de ti, yo hablo con mis hijos. Y antes de que digas que los puse en tu contra, piensa en que tú lo hiciste primero. Siempre dejando de lado sus sueños y tratándolos como tú propiedad.

Antes de que replicara, ella siguió—Pero tranquilo, no soy tan cruel. Podrás verlos. Siempre has proveído para nosotros y no olvidaré nunca eso, pero olvídate de decidir por ellos. No volveré a cometer el mismo error dos veces —O tres, pensó para sí misma. Que Lele nunca se hubiera quejado en voz alta por haberla hecho abandonar sus sueños de repostería y hacerla estudiar administración de empresas, no significaba que fuera la decisión correcta.

—Si a esas vamos, pues espera la llamada de mi abogado —dijo con altanería.

—Y tú la del mío —se cruzó de brazos sin mirarlo. Leonardo esperó que le dijera otra cosa, lo que sea, pero su silencio fue suficiente respuesta.

De verdad todo había acabado.

Avanzó por el pasillo sabiendo que ese era el fin de su matrimonio... y tal vez de él mismo...




[...]




Cuando Alba volteó a ver a los lados tan solo notó a Miguel, siendo el único que se había quedado. Él avanzó hacia ella con pasos cautelosos—¿Puedo...? —hizo un gesto hacia la habitación y ella juntó sus labios de forma indecisa en un gesto idéntico al de Adora.

Era cierto que desde el primer momento que lo conoció, Miguel le había caído de maravilla.

Sin embargo, también era cierto que Carlos le agradaba mucho. Sentía que era muy buena pareja para su hija y que la hacía feliz. Eso era lo que le importaba.

Pero tampoco quería tomar decisiones por ella. No cometería los mismos errores que su esposo.

—Tendría que preguntarle, Miguel. Si no quiere que pases no hay mucho que pueda hacer —aclaró y él asintió viéndose un poco inseguro.

Esperaba que ese no fuera el caso.

Alba se asomó por la habitación donde una aburrida Adora contaba las baldosas en el piso y sonrió un poco—Mija —la llamó y ella volteó a verla—. Miguel está aquí. ¿Puede pasar?

Adora alzó una ceja, intrigada. Tenía que decir lo primero que se le pasó por la mente—¿Y Carlos?

—Carlos... tuvo que salir por un momento, ya volverá —le aseguró. ¿Cómo le decía, "Hija, lo sacaron del hospital porque tu papá y tu suegro se pelearon"? Más aún cuando no debía causarle nada de estrés.

Una pequeña mentira blanca.

—No sé —dudó por un segundo.

No quería ocasionar problemas en su relación por invitar a su ex a verla antes que su pareja.

—Es tu decisión, mi amor. Pero creo que lo mejor para ti sería quedarte con la conciencia limpia de qué hablaron lo que tenían que hablar, y ya. Igual se hará lo que tú quieras.

La piloto lo pensó por varios segundos.

En parte, había ido hasta al hospital para verla, y sabía el esfuerzo que era para él. Era un hombre ocupado.

Si fue siquiera debía darle las gracias y cerrar ese capítulo de su vida con llave y candado para no permitirse más sorpresas con Carlos a lo largo del camino.

—...Déjalo pasar —se encontró diciendo, todavía indecisa de su decisión.

Sin embargo, era una conversación que debieron haber tenido hace meses.

Alba asintió y se volteó hacia Miguel abriéndole el paso para luego cerrar la puerta detrás de ella.

Apenas pisó la habitación la tensión fue palpable. Llena de incomodidad, sentimientos no resueltos e incertidumbre.

Tenían que hablar del elefante en la habitación, pero ninguno se mostraba dispuesto a ser el primero.

Por lo que Miguel no dijo nada, tan solo caminó con sus manos detrás de su espalda sin dirigirle la mirada y se dirigió hacia el ventanal.

Era cierto que los de la FIA se habían permitido todos los lujos en cuanto a la habitación de la piloto. Era espacioso, privado, y sobre todo, tenía una de las vistas más hermosas de Canadá.

Adora observó su perfil y la forma en que su cabello estaba echado para atrás. Esta vez no llevaba un traje más grande que él, sino uno azul marino a la medida que le quedaba como anillo al dedo.

Y sin embargo, todavía no se sabía hacer bien su corbata y detestó que le siguiera pareciendo adorable aquel detalle.

¿Por qué su ex no podía convertirse en un sapo desde que terminaron para que dejara de resultar atractivo? En cambio el condenado estaba más bueno que nunca.

—¿Vienes aquí solo por la vista o...? —no despegó su mirada de él y notó la comisura de su labio alzarse—. Porque si es así, creo que debe haber un mirador cerca o algo.

—Es bueno ver que tu sentido del humor sigue intacto, cielo —y ahí estaba de nuevo con ese jodido apodo que le daba un cosquilleo en el estómago. Se sintió culpable por seguir reaccionando a él, pero su cuerpo la traicionó.

Estaba segura de que había querido a Miguel en su momento, pero... ¿amado? De eso no estaba tan segura.

—Agradecería que no me llames así, ya no estamos saliendo.

—Tal vez no, pero eso no cambia nada. O al menos no el cariño que siento hacia ti ... —seguía sin mirarla, tal vez porque sabía que si la miraba de nuevo en una camilla de hospital se rompería, y esta era una conversación para la que se necesitaba entero.

—¿Qué haces aquí? —Adora quiso ir al grano, no podía dejarse distraer por apodos del pasado o cabello más corto y brazos musculosos. No, se rehusaba.

—¿Recuerdas la promesa que hicimos cuando regresé del funeral de mi padre?

Adora hizo una pequeña mueca, recordaba cada palabra.

—Lo hago.

Él asintió, volviendo a quedarse en silencio—Nunca pensé que tendría que cumplir con mi parte del trato sin que estuviéramos juntos.

—Todavía te preocupas por mí —No preguntó, afirmó.

—Lo hago —por primera vez en todo el tiempo que llevaba en la habitación, la miró a los ojos, y eso la puso nerviosa. Su monitor de latidos la delató, pero ambos decidieron ignorarlo—. Pero en todo el camino hasta aquí no pude evitar pensar que... por mucho que te ame, la realidad es que ese día me mentiste y nunca ibas a cumplir con lo que prometiste. Yo sí. Y esa es la gran diferencia entre tú y yo.

—¿De verdad crees que es el momento para hablar de esto? —lo miró desde la cama. No le causaba estrés, solo algo de incomodidad. En primer lugar porque había tenido un accidente y le salía con toda esta charla profunda, pero por otro lado porque sabía que era verdad lo que decía, y a nadie le gustaba que le tiraran sus defectos a la cara.

—¿Por qué soy tu contacto de emergencia? —le rompió un poco el corazón la pequeña gota de esperanza en su voz. Esperanza que para ella llevaba tiempo extinta.

Adora solo se quedó en silencio, ¿siquiera la conocía? Sabía que Miguel siempre había sido bueno en descifrarla, pero ahora no tenía idea si era su propia fé lo que no le dejaba ver la realidad o si de verdad no tenía idea.

Porque si la conociera tan solo un poco, sabría la respuesta.

—¿Y? —buscó las respuestas en su mirada, pero la piloto no profirió ni una sola palabra, optando por observar cualquier otra cosa en la habitación—. ¿Por qué?

—¿Es por eso que viniste? —Cambió el tema.

La expresión del mexicano se relajó momentáneamente—Sabes que vendría de todos modos... —suspiró dejándose sentar en el sillón a su lado—. Siempre íbamos a estar para los momentos difíciles del otro, lo prometimos.

—Y sin embargo no estuviste cuando más te necesitaba —se encogió de hombros Adora sintiendo la mirada de Miguel clavada en ella.

Se pasó una mano por la frente—Si te refieres a Navidad, juro por Dios que...

—¿Qué qué? —alzó una ceja—. ¿Terminaremos? Oh, espera, ya yo lo hice hace meses.

—Dijiste solo un tiempo.

—Dios, era solo una expresión —rodó los ojos.

—Y yo tan solo hacía algo por los dos —determinó él y ella se permitió mirarlo con los ojos entrecerrados, lo que pudo interpretar como un "¿Seguro que para los dos?"—. Tú querías a tu familia de nuevo, y yo tan solo quería caerles bien. Supuse que si les seguía el juego podría eventualmente ayudarte a hacer las paces con ellos.

—¿Y eso iba a ser antes o después de que recogí tu plato sucio? —fingió ser pensativa—. Uh, ¿o justo después de que te llevé una cerveza? —dijo con sarcasmo.

—Yo no planeé nada de eso, me tocó improvisar. Aparte me puse nervioso y entré en pánico, ¿sí? Me gusta agradarle a los demás.

—Ajá.

—Y siempre solía ser yo quien cocinaba y hacía las cosas del hogar en tu casa, entonces no sé por qué te tomas a pecho algo que no es verdad. Sabes que los roles de género nunca me han importado —recalcó con seriedad.

Era una conversación diferente a cualquiera que habían tenido en su relación.

La realidad era que Adora solía ser mucho más vulnerable con Miguel. No peleaba ni lo desafiaba porque no sentía que debía hacerlo. Se entendían bien, mejor dicho, Miguel sabía entenderla muy bien. Y por eso funcionaban.

Adora se cruzó de brazos ignorando el dolor muscular que sentía, su molestia era mayor—Tu boca dice una cosa y tus acciones otra. me dijiste que dejara mi carrera, me querías contigo jugando a ser la novia perfecta planeando una boda o construyendo nuestra casa mientras todos mis sueños se iban por el drenaje y tú seguías proveyendo por nosotros. ¿Te suena eso? Porque es exactamente lo que haría una mujer de los 50s que "cumple su rol".

—Te quería a salvo.

—Lo que querías era tenerme en cadenas igual que mi padre —resopló con cansancio y ambos se quedaron callados, tratando de calmar su irritación con el otro.

—Hubiéramos podido llegar a un acuerdo para que ambos tuviéramos lo que queríamos, pero nunca quisiste tratar. Estabas buscando la excusa perfecta para dejarme.

—Estás mal. ¿De verdad crees que quería dejarte? —lo miró a los ojos y dijo todo lo que llevaba meses reteniendo—. Cuando todo el mundo me dio la espalda solo tú me apoyaste. Creíste en mí, me motivaste a seguir, y no permitiste que dudara de mí misma. Pero no luchaste por mí. No me defendiste cuando te necesitaba, y trataste de cambiarme. Por eso terminamos.

Sonó una notificación de un teléfono y solo Miguel volteó a ver el contacto que aparecía en el teléfono de Adora.

—No, terminamos por él —señaló el aparato y Adora se vio confundida. Claro que eso fue hasta que vio el nombre de "Mi guapo novio" en su teléfono.

No recordaba haberlo cambiado desde "El Cacas", pero parece que Carlos sí se había tomado a pecho el apodo y decidió cambiarlo.

Casi se ríe por el nuevo contacto, pero se contuvo.

—¿Carlos? Lo detestaba, y lo sabes.

—Nunca lo hiciste —se levantó dando vueltas por la habitación para de una forma aliviar su ansiedad—. Aun cuando lo odiabas lo mirabas igual que ahora; como si pintara la luna y las estrellas.

—Eso es mentira, y aunque fuera verdad, no tuvo nada que ver en mi decisión.

—¿No? El que dos meses antes de terminar tuvieras ganas de besarlo estando conmigo...

Adora lo interrumpió—Si te lo admití fue porque me lo pediste.

Miguel la ignoró y siguió hablando—¿De verdad no tuvo nada que ver con tu decisión? ¿No te hizo tener dudas de por qué te sentías así por él estando conmigo?

Pudo ver que en verdad le afectaba. Claro que lo hacía, desde que la conoció estuvo encantado con ella, y verla superar tan rápido lo que él consideraba una relación con mucho potencial fue doloroso.

—No —dijo con firmeza—. Carlos no tuvo nada que ver.

—¿Entonces? ¿Me vas a decir que una pequeña pelea desmoronó todo lo que llevábamos? —se escuchaba incrédulo.

—Tú tomaste tu decisión y yo la mía. No querías verme de nuevo en una... en una cama de hospital —sonrió irónicamente y Miguel la imitó sonriendo con amargura—. Y yo no podía dejar de competir... Nunca me habrías convencido de dejarlo.

Él asintió de forma lenta, como asimilando toda su conversación. Era un cierre que necesitaba.

—Sabes que siempre te di todo lo que quisiste —la miró a los ojos—. Un abrazo, un hombro para llorar, un amigo, un compañero... lo que sea que me hubieras pedido te lo habría dado. Lo sabes, ¿no?

Adora tan solo lo miró, escuchando todo su dolor.

Ella nunca hablaba mal de Miguel. A pesar de todo, no podía amargar la buena relación que habían tenido por un par de errores que cometió en una noche.

Pero sabía adónde se dirigía con esa declaración. No respondió.

—Sé que lo sabes. Nunca fui alguien necio, ni testarudo. Tan solo necesitabas mirarme con esos hermosos ojos tuyos y sabes que haría lo que fuera —luego de unos segundos tuvo que forzarse a apartar la mirada, porque al igual que antes, se quedaba hipnotizado en ella—. ¿Entonces por qué no luchaste por mí? —murmuró en voz baja—. ¿Te fallé tanto que no quisiste pedirme que cambiara de opinión? No... la verdad, en cambio, es que no te interesó salvar nuestra relación. Pudiste tener todo lo que querías, pero viste una oportunidad para terminar conmigo y la tomaste.

—Lo siento... —se disculpó sabiendo que de los dos él era quien más había sufrido.

Ella lo podría haber cortado en mil pedazos e igualmente él le pediría seguir a su lado, porque la amaba.

—¿Por qué soy tu contacto de emergencia, Adora? —suplicó por una respuesta.

Siquiera eso se merecía.

No sabía cómo contestarle sin sentirse como una idiota, pero debía hacerlo—Se me... en realidad se me olvidó —desvió la mirada avergonzada—. Se me pasó por completo cambiarlo.

Otro golpe más a su ego.

—Tiene sentido —asintió luego de unos segundos tratando de aparentar que no le afectaba.

—Te juro que lo cambiaré —le aseguró—. Desapareceré de tu vista. Tú harás lo tuyo y yo lo mío...

Su voz fue perdiendo volumen cuando observó como él negaba con la cabeza de manera efusiva.

—No, tampoco es lo que quiero —se llevó las manos a las caderas, una pose que hacía frecuentemente—. No me alejes —Pidió y Adora lo escuchó atenta—. Si es verdad eso que dices de ganar el campeonato... no quiero pretender ser un extraño cuando te conozco más que a mí mismo. Quiero poder celebrarte.

—Miguel, yo no quiero volver —Quiso aclarar y él se acercó a ella con la misma familiaridad de antes.

Solo que ya no eran los mismos.

—¿Quién dijo algo de volver? —le ofreció su mano y Adora frunció el ceño con confusión—. ¿Amigos?

Propuso y ella dudó por un momento.

Era cierto que tendría que lidiar con él en el paddock más de una vez por, posiblemente, muchísimos años, si es que conseguía renovar su contrato. Sería menos incómodo si se pueden al menos tratar con normalidad.

Le apretó la mano aceptando su oferta—Amigos.

Él asintió apartándose luego de un momento, pero Adora lo sostuvo de la muñeca para detenerlo. No podía dejar ir algo que rondaba su mente desde que empezaron a hablar.

—Miguel... —La volteó a ver—. ¿Qué crees que... podría mejorar? —dejó ver la inseguridad que dejaba salir de vez en cuando.

Frunció el ceño—¿Mejorar como? ¿Pareja o...?

—Sí. Si te sientes cómodo hablando de eso, claro —No lo culpaba sino, pero en realidad no tenía a quién más preguntarle y quería hacer las cosas bien con Carlos. Quería que duraran.

—Yo... wow —parpadeó tratando de recomponerse—. No, no creo que tenga problema em... siempre y que no te ofendas.

Adora alzó ambas cejas, pero hizo un gesto incitándolo a continuar.

—Bien, yo... personalmente no tenía problema con lo que te voy a decir, pero cada persona es diferente y... en realidad ni siquiera lo habría notado si es que mis amigos no lo hubieran señalado —se rascó el cuello y aclaró su garganta sintiendo la mirada de Adora sobre él—. Tú... no eres mucho de dar —dice con dificultad—. No eres recíproca en una relación. A mí no me importaba porque soy lo contrario, me gusta dar y no tanto recibir, pero no todos son así.

—¿En qué sentido no soy "mucho de dar"? —hizo comillas.

—Pues... te gusta que te planeen citas, pero nunca planeaste una —se metió las manos en los bolsillos—. Te gusta que te den regalos, pero no das ninguno. Te gusta que te busquen todo el tiempo, no ser la que busca. Ser la que contesta los mensajes, no la que los inicia. En general, te gusta que luchen por ti, pero... pero tú no luchas por la otra persona.

Adora se quedó callada por muchos segundos, y Miguel comenzó a sentir como si hubiera metido la pata.

—Lo siento, ¿fue mucho? —buscó su mirada tratando de asegurarse de que no acababa de arruinar su reciente amistad.

—No, no... Supongo que... que necesitaba escucharlo para poder cambiarlo, ¿no? —lo volteó a ver.

Él asintió—Claro. Bueno yo... yo ya debería irme —se acercó hacia ella y ambos dudaron de cómo despedirse de su ex pareja, ¿un abrazo? ¿Un beso en la mejilla?

Antes de sobre pensarlo mucho le dio un beso en la coronilla de la cabeza y se alejó—Cuídate, ¿sí? Esas batas de hospital no son tu color —bromeó acercándose a la puerta.

—Tú aprende a atarte una corbata y luego hablamos —le sonrió y cuando Miguel volteó a ver su propia corbata desarreglada sonrió también, recordando el día en que aquella chica desconocida le acomodó la corbata sin saber que se volvería una persona importante en su vida.

—Touché —fue a abrir la puerta cuando se detuvo por un segundo—. Oye y si llegas a necesitar patrocinadores para quedarte en el deporte yo... yo no tendría problema en ayudarte. Solo llámame.

La miró a los ojos y ella asintió—Lo tomaré en cuenta.

Él asintió también y sin esperar nada más, salió de la habitación.




[...]




Carlos se encontraba inquieto. Fingía estar en una llamada para que los medios que se hallaban detenidos en las puertas del hospital no creyeran que había abandonado a su novia. Seguía esperando poder escabullirse para volver a entrar cuando observó la figura que reconocía como la de Miguel saliendo del hospital.

Traía lentes oscuros y una capucha que le tapaba gran parte del rostro. Por un momento su corazón se aceleró creyendo que los medios podrían reconocerlo como el ex de Adora, eso le complicaría las cosas. Pero pasó desapercibido, entrando en un carro que lo esperaba y desapareciendo de vista.

Parecía estar entrenado para ese tipo de situaciones por la forma en que se vistió y vino preparado para cubrir su rostro de forma que no lo reconocieran los fotógrafos. Tal vez quedó como residuo de ser pareja de Adora el saber ocultarse a plena vista.

En medio de sus propios pensamientos casi no cayó en cuenta cuando su teléfono empezó a sonar con una llamada real de su madre, obligándolo a despertar de su ensoñación y contestar.

Hijo, creo que ya podemos hacerte entrar si subes por las escaleras de emergencia. Es el octavo piso.

Antes de pudiera responderle, Reyes le colgó y Carlos volteó a ver a su padre—Tendremos que subir por las escaleras de emergencia hasta su piso.

—Bien, espero que la carrera no te haya dejado muy cansado —lo molestó antes de empezar a caminar hacia el hospital.

Carlos lo siguió, sabía que su padre no se negaría. Al igual que él, no le tenía miedo a un poco de ejercicio.

Tuvieron que escabullirse entre una familia que iba entrando para que los de seguridad no los noten y luego subir las escaleras, donde Reyes les abrió la puerta y los ayudó a llegar a la habitación sin ser vistos.

—Te está esperando —comentó Alba con una pequeña sonrisa. Sus dos hijos menores dormían apoyados en su hombro y Lele al igual que Caco estaban atendiendo unas llamadas.

Tan solo quedaba Carlos para ver a Adora. Su papá le dio unas palmadas en la espalda y Carlos se acercó a la puerta. Estaba nervioso. No sabía porqué, pero lo estaba.

Entró despacio, y cuando su mirada se dirigió a la camilla del hospital se encontró con el rostro sonriente de Adora. Tan solo eso fue suficiente para que sintiera como si un enorme peso se retiraba de sus hombros.

Sabía que si la veía y estaba bien, todo lo demás estaría en orden.

Apenas pisó la habitación el monitor de latidos comenzó a acelerarse, creando cosquillas en el estómago del piloto al saber el efecto que causaba en ella.

—Hey —dijo despacio entrando a la habitación y cerrando detrás de él.

No sabe porqué lo hizo, tal vez porque sentía que de alzar la voz tan solo un poco Adora se rompería.

—¿Por qué susurras? —susurró de vuelta con expresión divertida.

—No sé, se sintió correcto en el momento —habló con tono normal rascándose el cuello y avanzando hacia ella con las mejillas algo rojas—. ¿Cómo te sientes? —se sentó en el borde de la cama y le tomó de forma delicada de la mano.

—Como si me hubieran atropellado —replicó bromeando, pero Carlos no se rió de su chiste.

—Me asustaste —admitió después de un silencio trazando figuras al azar en el dorso de su mano—. Te juro que... por un momento...

"Pensé que habías muerto" fue lo que quería decir, pero no se atrevió.

—Lo sé —le dio un apretón en la mano, queriendo darle seguridad—. Pero no pasó nada —lo miró a los ojos—. Estoy bien, tú estás bien... tan solo fue un susto.

—Un horrible susto —coincidió él tragando saliva.

—Lo siento —alzó sus manos entrelazadas y le dio un beso en los nudillos.

—No fue tu culpa —le aseguró—. Lamento que te haya pasado esto, pero... no fue tu culpa, ¿me oíste?

Dijo de manera firme sin despegar su mirada de la suya. No quería que ella se sintiera culpable. Fue un accidente.

Ella asintió, pero Carlos sentía que lo hacía por compromiso. No porque de verdad lo sintiera. Lo podía leer en su expresión.

La tomó del mentón y se acercó hacia ella—Así que ni se te ocurra decir que fue error tuyo, cariño, porque no hiciste nada malo. Estuviste en el lugar y en el momento incorrecto, es todo.

Acarició su mejilla con su pulgar y Adora le mantuvo la mirada asintiendo lentamente mientras observaba sus labios. Aquellos que la hacían olvidar y le volaban la cabeza al mismo tiempo. Sin decir nada tan solo acortó la distancia y lo besó sin pedir permiso.

No quería hablar. Tan solo quería dejarse llevar y dejar atrás todo lo malo.

Con una mano en su sedoso cabello lo atrajo hacia ella y se permitió olvidar todo. Lo único que existía en esos momentos eran esos gruesos labios acariciando los suyos responsables por estremecer todo su cuerpo.

No era como cualquier otro beso que habían compartido. En cambio este transmitía todas las emociones que no podían decirse con palabras. Lo asustados que estuvieron, desesperados por ver al otro. Todo lo bueno y lo malo estaba mezclado en un solo lento y mágico beso que se sintió como escapar de la muerte.

Como si fueran lo único que el otro necesitaba para sentirse bien.

Se separaron con dificultad, compartiendo unos cortos besos antes de que Carlos dejara un inocente beso en su frente y la atrajera hacia él en un abrazo.

Estaba bien. Estaba completa. Y eso era un gran alivio para el español.

No estaba listo para perderla cuando apenas habían comenzado algo.

—¿Quién ganó? —preguntó contra su pecho y sintió las vibraciones cuando Carlos comenzó a reír.

Claro que luego de un accidente preguntaría eso.

—Yo.

—Por favor dime que mientes —casi que rogó, y Carlos no entendía por qué reaccionaba así.

—¿Por qué? ¿No querías que ganara? —se alejó un poco para ver su expresión.

—No, lo que no quería era arruinarte otra noche de celebración —suspiró y Carlos se quedó callado.

Ahora todo tenía sentido.

Adora creía que le había arruinado la noche de su primera victoria porque se fueron temprano y pasaron gran parte de su noche atrapados afuera de su propia habitación.

Y ahora no pudo celebrar tampoco porque ella estaba en el hospital y él fue a acompañarla.

—Hey, no quisiera estar en otro lugar —le sonrió—. Aparte, creo que ya me contagiaste tu forma de celebrar: Durmiendo.

Adora se rió y él se sintió bien por ser el responsable de aquella risa.

—Bueno, mientras tú no tengas problemas con eso, yo tampoco —aseguró y le dio un beso en la mejilla, solo que no se alejó mucho cuando lo miró con ojos entrecerrados—. ¿Te bañaste después de la carrera?

—¿No? —dudó. Solía bañarse hasta dos veces al día, pero con el apuro ni siquiera fue a su hotel a arreglarse.

—Apestoso —lo empujó un poco por los hombros y él sonrió.

—Lo dice quien me admitió que los días que no entrena no se baña —la señaló, y Adora se quedó boquiabierta.

—Estoy enferma, no tienes permiso de decirme mis defectos, eh —su mirada entretenida la delataba. Por fin estaba con quien se sentía cómoda.

—No estás enferma.

—Estoy herida, misma cosa. Una camilla de hospital significa que no me puedes decir nada malo. Está prohibido por ley, cariño —se encogió de hombros.

—Eso es mentira —dijo con ojos entrecerrados.

—Consúltalo con la ley —se miró sus uñas y Carlos no pudo evitar sonreír.

—Eso haré, señorita enferma.

De repente, algo volvió a su mente y se aclaró la garganta—Tú... si sabes que Miguel estuvo aquí, ¿no?

Adora se paralizó en su lugar sin decir nada.

—¿Por qué lo tienes como contacto de emergencia?

Si Adora hubiera sabido lo mucho que un pequeño descuido iba a herir a dos personas en su vida, lo habría cambiado.

—Se me olvidó. Soy olvidadiza y se me olvidó cambiarlo, Carlos —lo miró—. ¿En serio piensas que preferiría tener a mi ex en esta situación conmigo que a ti?

Carlos se vio dudoso. Una parte de sí mismo no pudo evitar pensar que sí.

Miguel era tranquilo y compuesto, mientras que cuando se trataba de Adora Carlos perdía la cabeza.

—Dios —suspiró—. Carlos... —hizo que la viera—. No te elegí por elección propia al inicio, pero... ahora yo te elijo. Me quedo contigo no por una estúpida relación falsa, sino porque quiero construir algo verdadero. Quiero que seas tú el que me abraces, el que me consuele y el que esté conmigo en los momentos difíciles. Nadie más —apartó un mechón de cabello y lo acomodó entre su melena—. ¿Sí?

Buscó su aprobación.

Carlos sonrió mirando a la hermosa piloto que tenía como novia—Y yo te elijo también, princesa —la besó y luego se quedaron abrazados, en un silencio cómodo, pero en el que se demostraban que no todo lo decían con palabras.

No hacía falta decir te amo en voz alta para saber que lo sentían...





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N/A: Volví pipol

No me voy a disculpar esta vez porque siento que vivo disculpándome, pero esto de chambear 5 días de la semana por 40 horas y tratar de encontrar tiempo para escribir está difícil.

Como siempre agradezco su paciencia. Este capítulo está sin editar y se irá corrigiendo a medida que encuentre los errores.

Luego del podio de Carlos tuve que forzarme a terminar este cap y responder a sus plegarias.

Sin embargo, traigo malas noticias.

Saben que no dejaré este libro porque he llegado tan lejos que me es imposible dejar de publicar. Pero sí decidí tomarme dos semanas de descanso porque quiero ponerme a escribir otras cosas, específicamente escribir one shots que con el poco tiempo que tengo no he encontrado el tiempo para escribir y deseo cumplir con algunos de los pedidos que me han hecho.

Así que me despido por ahora, las quiero,

No se olviden de votar y comentar,

Pronto nos leeremos en otro cap ❤️,

Val

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