25 | Cambio de temperaturas
[Leer nota al final, importante]
𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫
CARLOS PARECÍA UN HOMBRE EN UNA MISIÓN.
Apenas salimos de aquel pasillo me sentía como una adolescente ilusionada porque por fin iba a suceder algo con su crush. Más o menos así.
Oportunidades habíamos tenido, no mentiré.
Solo que o éramos interrumpidos, o alguno de los dos se acobardaba, asustados de lo que nos esperaría si cruzábamos aquella línea invisible.
Era claro que si la noche iba por donde pensábamos, esto marcaría un antes y después en nuestra relación. Y no sabía si sería bueno, pero no podía resistir más.
Había tan solo un límite que una mujer podía tolerar. Y luego de meses de tensión, coqueteos y besos que me embriagaban la cabeza, yo había alcanzado el mío.
En esos momentos no me importaba nada. Nada que no lo involucrara a él.
Con su mano en mi espalda baja, me guió por las mesas hasta llegar a la nuestra, sentí su aliento en mi oreja mientras se inclinaba y su perfume de Chanel azotó mis fosas nasales, supe en ese momento que haría lo que sea que me pidiera.
Y si conocía siquiera un poco al español, tenía el presentimiento de que lo que me fuera a decir estaría relacionado con algún plan que había formulado para salir de aquí.
—Finge que te sientes mal —susurró en mi oído. Su cercanía y el calor que me transmitía ya me tenían dando vueltas de anticipación por dentro.
Le lancé una mirada de reojo, pero ya estábamos cerca de la mesa, por lo que empecé mi teatro apoyándome en él y me abaniqué la cara. Creerían que el español era tan caliente que me tenía que refrescar o que estaba hirviendo de fiebre. No sabía qué más hacer, y ya me estaban viendo así que no me pude retractar.
Tocaba seguir con la mentira que ya había creado.
Los padres de Carlos habían vuelto y la primera en levantarse al verme así fue Reyes.
—Querida, ¿qué pasó? —se acercó preocupada a tocarme las mejillas para comprobar mi temperatura —. ¿Te sientes mal? ¿Debemos ir al hospital? Dios, estás hirviendo.
Ese comentario solo hizo que se encendieran más mis mejillas. Yo sabía porqué tenía la cara sonrojada, y se debía al español que me sostenía con una sonrisa engreída.
—¿En serio?
—Sí, tienes fiebre —asintió ella convencida y se alejó —. ¿Qué más sientes?
—Solo tengo algo de migraña y mareo, creo que pudo haber sido el día de playa. Ya se me pasará —me esforcé en poner mi mejor cara de enferma.
—No, no, olvídalo. Lo mejor será que vayas a descansar a la casa. Carlitos, llévate el carro y pasa por alguna farmacia. Tu papá no se va a querer ir, así que ya nosotros veremos con quienes nos regresamos.
Descansar era lo último en mi mente en esos momentos.
—¿Segura?
—Claro, querida, lo más importante es tu salud.
Asentí—Gracias. Perdón por irnos tan temprano.
—Ustedes tranquilos, son cosas que pasan. Ya los excusaremos con los novios —le quitó importancia y se fue a la mesa un momento para volver con las llaves, las cuales Carlos recibió —. Hay una farmacia cerca de la casa.
—Cuídate, Adora, que te sientas mejor —vociferó el señor Sainz desde la mesa.
—¡Mejórate, Ada! —dijo Blanca. Ana se había levantado a bailar con su pareja.
—Cuídala —indicó Reyes con tono severo hacia Carlos.
El español asintió empezando a guiarnos a la salida —Lo haré —Cuando estábamos lejos de ellos, se inclinó y con voz ronca dijo— Muy... muy bien.
Volteé a verlo y tomó una de mis manos entre las suyas para luego depositar un beso en mis nudillos y dedicarme un guiño.
Este hombre me iba a matar.
Salimos tomados de la mano y luego de montarnos en el carro comenzó el camino a la casa que alquilaron.
No sé qué me parecía más atractivo. Si lo rápido que llegamos o esa tentadora mano suya en mi muslo, con el conocimiento de que en cualquier momento podía subir tan solo un poco más y yo estaría perdida.
Cuando bajamos del carro las aguas seguían calmadas, el silencio tan solo aumentando más la tensión y la anticipación de lo que estaba por suceder. Mi corazón latía rápido en mi pecho y mis manos sudaban de los nervios.
¿De verdad haríamos esto?
Solo podía morderme los labios y observar la musculosa espalda del madrileño mientras sus grandes manos se encargaban de abrir la puerta.
En todo el camino mi mente se encontró hecha un remolino. Mi lado necesitado seguía insistiendo en hacerlo, en entregarme a él. Después de todo, si estábamos en una jodida relación de mentira donde no podíamos ver a alguien más ¿por qué no aprovechar los dotes de Carlos para mí misma?
Ambos queríamos esto.
Luego estaba el lado racional que decía que esto solo haría todo más complicado. Las vacaciones habían sido un respiro de mis problemas, pero en el momento en que regresara al paddock todos volverían con él.
Y sin embargo, no podía pensar claro. Carlos había nublado por completo mi mente de cualquier pensamiento que no lo involucre.
Cuando finalmente abrió la puerta, entré, sintiendo que acababa de romper un listón de primer lugar y no había manera de devolverlo a su estado original. Mis tacones repiquetearon contra el suelo hasta que me detuve, volteando a ver los ojos negros que me devolvían la mirada mientras cerraba la puerta detrás suyo. Ninguna palabra fue intercambiada.
Tan solo se acercó con dos grandes zancadas y ya me tenía arrinconada contra la pared mientras sus labios me tomaban presa. No había suavidad, ni ternura. Tan solo dos personas dejando que el deseo se apoderara de sus cuerpos. Quería besarlo hasta que me dolieran los labios y pudiera saborear mi bálsamo de cerezas en los suyos.
Su mano acunaba mi mejilla atrayéndome más hacia él, la otra bajó por mi cuerpo hasta llegar a mi muslo, donde sin esperarlo subió mi pierna y la entrelazó en su cadera, presionándose contra mí. La fricción de su creciente erección contra mi centro me tenía temblando. Era como si, sin importar qué tan cerca estuviéramos nunca sería suficiente, y creía no ser la única que lo sentía, si la respiración agitada de Carlos me daba alguna indicación.
A ciegas busqué su corbata para empezar a desatarla, queriendo tirarla muy muy lejos. Apenas y había logrado aflojarla de su cuello cuando algo vibrando contra mi pierna nos interrumpió.
Me removí de la impresión, y nos separamos con las respiraciones agitadas.
Carlos parpadeaba confundido y jadeante buscando a ciegas su teléfono.
—Apágalo —demandé, pero pasó desapercibido por él cuando lo sacó y vio el nombre de Mattia —. Sainz, juro por dios...
Me quise quejar cuando se alejó de mí arrebatándome del calor que su cuerpo me proporcionaba. Su pecho subiendo y bajando con sus labios entreabiertos.
—Déjame atender esto y soy todo tuyo, Torres, lo prometo —hizo un gesto para luego contestar tratando de recuperar la respiración —. Ciao, ¿come stai? ¿Tutto bene?
Tuve ganas de arrancarme los pelos debido a la frustración. Estaba cansada de este jodido juego.
Pero esto no se quedaría así.
Mientras él hablaba me deshice de mis tacones de manera silenciosa. Carlos trataba de no mirarme mucho porque sabía que lo desconcentraba. No sabía ni cómo había ganado la compostura de vuelta luego de tremenda sesión de besos.
Con una mano desabroché mi sostén por atrás, sacándolo de debajo de mi vestido y lo deposité en sus manos. Jugó con él por unos momentos, distraído en lo que conversaba hasta que su mirada bajó hasta el encaje negro. Sus ojos conectaron con los míos con sus pupilas dilatadas y tragó saliva.
Yo retrocedí con mis tacones en la mano—Tienes menos de cinco minutos para subir a la habitación o terminaré esto yo sola... Y créeme, puedo llegar a ser muy rápida.
Con esa última advertencia subí las escaleras sintiendo sus ojos clavados en mí.
No había ni bien dejado los tacones en el suelo cuando sentí sus pasos subiendo las escaleras con apuro, la puerta abriéndose y dando paso a un Carlos Sainz con mirada ensombrecida. Me senté en la cama y me quedé viéndolo mientras esperaba su siguiente movimiento.
Cerró la puerta detrás suyo y se retiró la chaqueta del traje todavía sosteniendo mi sostén en su mano.
—De verdad crees... —desabotonó los botones de su chaleco, sus dedos se movían tan ágiles que tuve que apretar las piernas para contener los recuerdos de cómo se sintieron entre ellas hace menos de una hora —. Que después de venir hasta aquí con una sola jodida intención... —tiró el chaleco y su corbata hacia la silla más cercana —. ¿Voy a dejar que te hagas venir tú sola? —murmuró con la voz grave, la mirada deseosa que me dirigió provocó que una corriente placentera me recorriera todo el cuerpo. Se acercó con pasos cautelosos sacándose los zapatos.
—¿Y tú de verdad creíste que iba a esperar a que te pusieras al día con tu jefe? —ladeé la cabeza recorriendo su cuerpo con la vista. Quería arrancarle esa jodida camisa de vestir con mis propias manos.
Él soltó una risa que me puso los pelos de punta—A la próxima, princesa, un por favor basta —me miró desde arriba haciéndome sentir inferior. Su dedo bajó de manera lenta trazando un camino por mi cuello erizando todo a su paso. Finalmente se detuvo en una de las tiras de mi vestido —. ¿Y esto? —alzó el sostén que traía en su mano —. Es jugar sucio. Así que no creas que no te devolveré el favor.
Tiró mi sostén a quien sabe dónde y siguió bajando con lentitud la tira de mi vestido, rozando toda mi piel acalorada con la punta de sus dedos.
Ni siquiera me había tocado como mi cuerpo demandaba y ya yo parecía un horno de lo caliente que estaba. Todo mi cuerpo despertando bajo su tacto.
No podía seguir con sus juegos, queriendo tomarse todo el tiempo del mundo, en cualquier segundo perdería la cabeza gracias a la desesperación.
Así que lo jalé hacia mí con ayuda de su cinturón bajo su sorpresa. Cayó encima de mí y aprovechando su desconcierto nos di la vuelta quedando yo encima.
Sus manos cayeron en mis caderas a lo que yo dejaba besos por su mejilla y su cuello, mis piernas a cada lado de las suyas. Mis dientes tomaron preso el lóbulo de su oreja sintiendo como sus dedos me apretaban anhelantes —O dejas de hablar, Sainz, y haces algo, o puedo mostrarte lo que es en verdad jugar sucio —susurré en su oído sintiendo como se tensaba debajo de mí.
Y puede ser que lo haya motivado a hacer algo, porque lo siguiente que pasó fue que sus caderas se alzaron y sus manos bajaron hasta mi trasero para empujarme contra él, rudo, su erección presionando de forma deliciosa entre mis piernas al punto que un jadeo escapó de mis labios.
—¿Algo así, Torres? —dijo despacio y con ojos brillosos. El tono engreído en su voz sin pasar desapercibido por mí. Tenía un amor odio por él. Me hacía sentir mareada con unas pocas palabras.
Sus labios entreabiertos parecían estar llamándome a tomarlo entre los míos, a mordisquearlos y dejarlos tan rojos como su carro.
—No. Así —y queriendo llevarle la contraria, bajé una de mis manos a su erección para acariciarlo sobre la tela. Escucharlo jadear debajo de mí se sintió mejor que ganar un Grand Prix.
Sin esperarlo, una de sus manos se entrelazó en mi cabello para atraerme a sus labios, donde hizo conmigo lo que le daba la gana, besándome con hambre y lujuria. Al mismo tiempo que sus labios me llevaban a las nubes su mano apretó mi trasero sacando una exclamación de mi boca que él se encargó de callar con la suya, su lengua abriéndose paso por mi boca para explorar todo lo que le permitiera. Era como si mis labios hubieran sido creados para ser poseídos por los suyos.
Sus caderas se rozaron contra mí, excitado, las mías siguiéndole el ritmo de forma inconsciente, sacándome suspiros entrecortados en cuanto hacíamos fricción en un vaivén con todavía capas de ropa.
Debía rectificar aquello.
Mis dedos se encargaron de desabotonar los botones que llegué a alcanzar, teniendo que obligarme a separarme para quitar los demás. Solo que o parecían haber infinitos botones o yo estaba tan desesperada que al final jalé la camisa, los botones volando por toda la habitación.
—Me gustaba esa camisa —murmuró Carlos mirándome divertido.
—Te compraré las que quieras —Dejé un beso en su pecho mirándolo con ojos inocentes. Lo escuché inhalar entrecortado.
Dejé que se levantara para retirarse la camisa y volví a empujarlo contra la cama. Y si el movimiento que sentí en mi muslo era una indicación, le encantaba que lo hiciera.
Bajé por su abdomen dejando pequeños besos y rasguños, estaba justo por abrir su cinturón cuando me jaló para subirme y nos dio la vuelta quedando él encima—Suficiente. Si alguien va a llegar primero esta noche serás tú —quise refutar, pero me calló con sus labios.
Pareció encontrar la fórmula perfecta para callar Adoras. Cada vez con besos más intensos, con más ansias, llegando a niveles que no había llegado antes.
Podría morir besándolo y sería la mujer más feliz de tener esos labios entrelazados con los míos.
Se separó con un sensual mordisco a mi labio inferior y miró el vestido que todavía cubría mi cuerpo—Te queda hermoso, pero tengo que admitir que desde que lo vi estuve fantaseando con verlo en el piso... —besó mi clavícula y seguido bajó hasta mis pechos cubiertos por el escote, sus ojos oscuros mirándome desde abajo me causaban frenesí. Si antes los comparaba con la miel, ahora eran lo más cercano al café negro.
Sus manos me rodearon buscando el cierre del vestido y arqueé la espalda para permitirle encontrarlo. A lo que lo bajó lo suficiente para que mis pechos quedaran a la vista, jalando mi vestido por mi cuerpo hasta que adornó el piso junto con el resto de nuestra ropa. Quise cubrirme, pero sus manos no me lo permitieron.
—No te escondas... —con una sonrisa dejó un beso encima de mi ombligo que me hizo contener el aliento.
Siguió subiendo y a continuación lo que sentí fue la respiración pesada de Carlos contra mi pecho, mis manos enterrándose en su cabello como si tuvieran vida propia, víctimas de las emociones que me azotaban. Como si necesitara sostenerme de algo.
—Mucho tiempo sin verlas —murmuró en forma de broma y quise patearlo por su mal chiste, pero toda intención murió cuando besó alrededor de aquel pezón sensible, la tensión y anticipación matándome por dentro.
En el momento en que por fin lo tomó entre esos gruesos y carnosos labios suyos, un gemido de su nombre salió de los míos. Lo sentí sonreír engreído en lo que se encargaba de chupar, lamer y morder, dándole toda la atención posible al punto que no creía que yo estuviera más lista para él ni aunque lo intentara.
Se notaba la experiencia en lo que hacía. En cómo tocaba y besaba de manera delicada, pero con la suficiente presión para que se me olvidara cualquier nombre que no fuera el suyo. No quería pensar en cuantas había tenido debajo suyo de esta misma forma para poder darme una experiencia así de excitante. No. No pensaré en eso.
Me retorcí bajo su agarre, una de sus manos manteniendo mi cadera firme contra la cama para evitar que me removiera como demente por su tacto.
Jalé su cabeza por su cabello para separarlo de mí, siseando un poco ante la pérdida del contacto—¿Puedes dejar de torturarme y hacer algo? ¿O tendré que hacerlo yo? —jadeé.
Esa chispa perversa en sus ojos se vio reemplazada por una desafiante.
Se levantó arrebatándome de aquel robusto y fuerte cuerpo encima del mío haciendo que extrañara el calor que me proporcionaba.
Observé atenta como se retiraba su cinturón y seguido de eso sus pantalones quedando en unos negros bóxers que se veían dolorosamente abultados.
Se inclinó sobre mí y trató de volver a besarme cuando lo detuve, recordando algo muy importante antes de que me provocara amnesia temporal con sus besos.
—¿Si tienes...?
—¿Protección? Sí —interrumpió jadeante y se alejó. Fue a buscar en sus pantalones a lo que yo me preguntaba por dentro si tenía un presentimiento de que esto iba a pasar, más no quise cuestionarlo mucho.
Cuando volvió lo dejó a un lado de mí en lo que sus manos se enganchaban en mi ropa interior de encaje negro, un brillo depredador en su mirada que me hizo apretar las piernas a su alrededor, necesitada de alguna clase de alivio de todas las sensaciones que me provocaba.
Cada vez parecía echarle más leña al fuego que tenía por dentro.
Lo quería.
Lo necesitaba.
Bajó de manera lenta por mis piernas hasta que cayó al suelo, y se agachó para dejar besos en el interior de mis piernas que me quemaron la piel.
Tenerlo entre mis piernas podía ser la imagen más erótica que había visto en mi vida. Sus ojos que parecían devorarme, su cabello despeinado, su pecho agitado, su abdomen contraído, y los músculos que tan solo parecían brillar bajo la luz de la luna tendrían que ser clasificados como prohibidos.
Carlos Sainz era el hombre más atractivo que había visto en mi vida y no temía admitirlo.
No podía más. Tenía que tenerlo ahora o no sabía qué sería de mí.
Lo jalé hacia mí poseyendo sus labios como si me pertenecieran. Como si no fueran tan solo prestados por unos meses y luego ya no serían míos, pero por lo menos, hoy lo eran. Hoy él era mío.
Con una mano bajé sus bóxers sintiendo su impresión en mi boca, a lo que él mismo me ayudó a bajarlos. Quise tocarlo, pero tomó mi mano entre las suyas y negó con la cabeza separándose—Si me tocas no creo que pueda seguir por mucho.
Se dio su espacio para colocarse el condón bombeando su miembro con su mano para luego volver a colocarse sobre mí, donde lo recibí entre mis piernas.
Finalmente pasó lo que debía suceder hace meses; Se hundió en mí y solté un gemido ahogado juntando nuestras frentes. Habíamos esperado mucho por esto y joder, se sentía demasiado bien. Me fascinaba poder ver el carrusel de emociones que atravesaba su rostro.
Luego de unos segundos de acoplamiento se comenzó a mover despacio. Su boca entreabierta, su ceño semi fruncido, sus labios hinchados, y aquellos ojos brillantes de deseo me arrebataban el aliento. No había visto algo tan sexy en toda mi vida.
Entrelacé mis piernas en sus caderas permitiéndole poder entrar más profundo, provocando un gemido de los dos. Era como si estuviera siempre en aquel punto donde más lo necesitaba.
Me había vuelto adicta y necesitaba más. Mis uñas rasguñaron su espalda y las clavé jalandolo más hacia mí, escuchando como siseaba en mi oído.
—Me vuelves loco, Torres —murmuró besando mi cuello, yo solo sabía que me quería quedar en ese momento para siempre.
Con Carlos entre mis piernas y sus labios mordisqueando mi sensible piel expuesta.
Pasé saliva y en contra de mi propio juicio, supliqué—Más, Carlos.
Se detuvo de manera injusta—¿Qué dijimos antes, princesa?
Repasé toda nuestra conversación con desespero—¿Por favor?
—Aprendes rápido, cariño —besó mis labios en lo que volvía a moverse, esta vez más fuerte, intenso, feroz. Cada embestida llevándome más cerca al cielo bajo sus administraciones.
Escuchar como me susurraba elogios al oído mientras sus caderas me daban la noche de mi vida me puso en blanco la cabeza. Lo dejaría hacer lo que quisiera conmigo de ahora en adelante si obtendría este tipo de tratos. Sería todo lo egoísta que pudiera, pero ya no había manera de que las noches de aquel español no me pertenecieran.
Y pensando en los celos que me provocó en la boda, lo jalé todo lo que nuestros cuerpos permitían hacia mí, amando los suspiros y gemidos que se escapaban de sus labios. No podría volver a ver los videos de los ice bath de Ferrari de la misma forma después de escucharlos en vivo y en directo.
Su mano bajó y contra todo pronóstico presionó y frotó en mi punto sensible hasta que empecé a ver luces detrás de mis párpados, mi orgasmo a la vuelta de la esquina.
Carlos se esforzó en hacer que llegase, sin detener sus atenciones, lo logré, y fue como si explotaran fuegos artificiales a mi alrededor, mi espalda se arqueó en lo que mis dedos se tensaron, mis piernas temblando en lo que abrazaba al español para mantenerlo cerca de mí.
Segundos después lo sentí llegar, dejándose caer encima de mí con un jadeo.
Luego de unos segundos en silencio en lo que recuperamos el aliento hablé—Eso fue...
Me interrumpió—Deberías ir al baño, ¿no? —salió de mí, y se alejó. Fue apenas un breve intercambio de palabras, pero lo sentí hablar con un tono diferente.
Lo miré, pero me dio la espalda quitándose el condón y buscó en el suelo sus boxers para luego colocárselos. Me tiró una camiseta suya sin ni mirarme para luego acostarse a mi lado mientras botaba el condón en la basura.
La sostuve todavía sin moverme. ¿Qué carajos había sido eso?
Debía estarlo imaginando.
Me metí al baño a hacer mis necesidades y salí ya con mi pijama puesta acostándome a su lado. Había un silencio incómodo. No sé si él estaba dormido aún o no, pero era como si la tensión que acabábamos de matar hubiera renacido como algo peor.
Lo miré de reojo. Traía los ojos cerrados, sus largas pestañas adornando sus mejillas con sus labios entreabiertos. De repente tuve un impulso que no había tenido antes.
Me acerqué hasta poder apoyar mi cabeza en su pecho disfrutando de su calor, lista para dejarme arrullar por su olor masculino y los latidos de su corazón.
Sin embargo, ni bien había dejado reposar mi cabeza cuando se alejó y fue como si me dieran un golpe en el estómago y me sacaran el aire.
Me dio la espalda y habló con tono seco—Necesito dormir bien, Torres. Mañana volvemos a Madrid y luego toca Baku. Trata de dormirte.
Bien, tampoco creía que por acostarnos estuviéramos casados, pero no esperaba que se comportara así de frío. No después de que le entregué mi confianza y fui vulnerable ante él.
Volví a dejarme caer contra las sábanas sintiendo la tela de su camisa contra mi cuerpo. En esos momentos no tenía más ganas que arrancarla de mí como si el simple toque me diera asco, pero no quería dejarle saber que me estaba afectando lo que hacía.
Debí suponer que pasaría algo como esto.
¿Cuántas veces no me dije que solo quería acostarse conmigo porque no podía hacerlo con alguien más?
Era idiota.
Es obvio que ya consiguió lo que quería. Solo sexo sin compromisos y ya, como si fuera cualquier otra de sus conquistas.
Seguro que toda esa faceta de querer conocerme mejor también era por lo mismo, y le entregué todo en bandeja de oro.
Me quería golpear a mí misma.
Tenía que ser la persona más ilusa del mundo. "Creo que las personas cambian solo si les das la oportunidad de hacerlo", pff, claro.
No importaba. Carlos Sainz no importaba.
Me mordí el labio.
¿Entonces si no importaba porqué quería llorar?
Mientras tanto en Fórmula 1 Twitter:
***
A la mañana siguiente, cuando me levanté Carlos ya no estaba en la habitación. Sin embargo, la tensión cada vez que estábamos juntos, seguía presente. Y creía que hasta su familia había notado el cambio.
Tuvimos el trayecto de Mallorca a Madrid y luego de Madrid a Baku juntos, pero la amistad y la complicidad que antes estábamos compartiendo parecía haberse desvanecido.
Y no mentiría, si dolía.
No sabía cómo había dejado que me afecte tanto, pero aunque nos hayamos acostado y las cosas cambiaron, siquiera esperaba que pudiéramos continuar siendo amigos. O civilizados al menos pues ahora era como si pasara de mí completamente y tenía que seguir viéndole el rostro porque se supone que estábamos saliendo.
Me tomaba de la mano cuando estábamos enfrente de las cámaras o conocidos y luego a solas me soltaba como si tuviera veneno. Todos nuestros intercambios de palabras se convirtieron en mera cortesía, sin compartir ni más ni menos. Y tenía que admitir que me estaba dando dolor de cabeza.
Y por si fuera poco, fui de nuevo arrastrada a mi ocupado estilo de vida. A mis otros problemas.
VIERNES 10 DE JUNIO (FALTAN 2 DÍAS PARA EL GRAND PRIX DE AZERBAIJAN)
—¿Y este mapache qué? —soltó Lando sin mirarme apenas me senté.
—¿Mapache? Yo diría que se parece más a un oso panda —asintió Charles siguiéndole el juego. Ambos rieron con complicidad como dos niñas de colegio.
Rodé los ojos.
—Que chistosos, ¿por qué no se metieron a comediantes? —solté con sarcasmo provocando más risas.
—Porque te quedarías sin competencia —dijo Charles seguro.
—¿Qué competencia? Si no ganas desde Australia —me burlé.
Charles rodó los ojos con diversión—Ya veremos si sigue así. Creo que podemos tener una ventaja inesperada en Baku.
Y lo dijo de una manera que casi me convence. Sabía por llamadas que intercambió Carlos con su ingeniero que habían traído mejoras, pero eso no hizo que mi confianza flaqueara.
—¿Ah sí? eso está por verse, Lord Percival —lo molesté. Nada había cambiado desde los días de karting.
—Pero en serio, ¿qué carajos te pasó? Te ves como si te hubieran atropellado, luego vieron que no lo hicieron bien y metieron reversa —comentó Lando analizando mi rostro, notando mis grandes ojeras.
Bien, había una pequeña posibilidad de que no había dormido tanto como debería, los cuartos separados con Carlos recordándome de la nueva distancia que existía entre nosotros.
Apenas pisé suelo en Baku todo me vino de vuelta a la cabeza, como si me hubieran tirado un balde de agua fría para traerme a la realidad.
Una en la que seguía compitiendo por el campeonato sin renovación de contrato y en una relación con un hombre. ¿Cuál era peor?
—Vaya, gracias duende, nunca me habían dicho palabras tan lindas —dije sarcástica —. No sé cómo Luisa te aguanta —rodé los ojos.
—Aprecia que sea observador, no como otras —hizo énfasis —. ¿Tan mal estuvo el descanso?
Negué con la cabeza—El descanso estuvo bien... —claro, hasta que me acosté con Carlos y arruiné todo.
Ambos me miraron dudosos.
Fue en ese momento que comprendí por qué Mattia y Zak eligieron decirles en aquella reunión.
Aparte de mi hermana, diría que estos dos estaban entre las personas que más me conocían. No iba a poder engañarlos de que de la noche a la mañana había pasado de odiar a Sainz a amarlo. Nunca se lo habrían creído.
—Estuvo bien, pero pasó algo y pues se fue todo al carajo —los vi con intenciones de interrumpir, pero no los dejé —. No, no, no es por eso que estoy como un mapache, solo estoy estresada.
Traté de convencerlos porque sentía que si lo hacía podía convencerme a mí misma que ese era el motivo por el que no había estado durmiendo bien, y no uno que involucra a cierto español.
Pero ni ellos me creyeron.
—¿Carlos? —cuestionó Charles con una ceja alzada.
—No, no tiene que ver.
—No, digo, ¿ese no es Carlos? —seguí la dirección de su mirada para encontrar a Carlos hablando muy sonriente con una chica. Le dedicaba una de esas sonrisas encantadoras suyas que no había visto dirigidas hacia mí los últimos días a menos que una cámara nos estuviera apuntando.
Apreté el tenedor en mis manos.
Que hiciera lo que le diera la puta gana.
—Así parece —traté de fingir desinterés mordiendo el interior de mi mejilla —. Pero ¿y ustedes? ¿Qué tal el mini descanso?
Pude sentir sus miradas cuestionando mi reacción. Sin embargo, no quería reaccionar, no tenía la energía para hacerlo en sí.
El primero que pareció comprender lo que necesitaba en esos momentos fue Charles—Tranquilo, estuve en Mónaco la mayoría del tiempo. Pasé con mi mamá y mis hermanos.
No pasó desapercibido para mí la manera en que evitaba mi mirada y el hecho de que no había mencionado a Charlotte, pero por mucho que deseaba preguntar, no sería sensato conversar aquel tema enfrente de Lando porque aunque lo quería mucho estaba consciente de que podía llegar a ser inmaduro y metiche. Una combinación que Charles no necesitaba en esos momentos.
—Yo estuve en la fábrica ayudando ya que no todos tenemos relaciones falsas que nos permitan gozar de idas a la playa —suspiró Lando, dramático como solo él sabía serlo.
Abrí la boca para defenderme cuando sentí unos ojos mirando en mi dirección. Apenas hice contacto con esos orbes marrones mi primer instinto fue esconderme; así que eso hice, detrás de un menú. Aunque era más pequeño de lo que planeé por lo que me tocó subirlo para cubrir mi rostro.
Odiaba lo que provocaba en mí.
Estaba decepcionada, al mismo tiempo que mi orgullo había quedado herido y tenía una ira por dentro que no sentía desde inicios de esta relación falsa.
Lo que más me enojaba era que la ira no estaba ganando mi batalla interna para poder alimentarme de ella, sino la decepción. Y de la decepción sentía que no podía sacar los mismos resultados.
—Estoy odiando esto, Ada, es como ver una película. Y como espectador me dan ganas de arrancarme los pelos de la frustración y decirles "¡ya déjense de estupideces!" —soltó Lando con fastidio mirando a Carlos y luego a mí.
—¿Qué estupidez? ¿Que nos acostamos y tú mejor amigo me trató como si tuviera SIDA después? —me frustré. Por las caras de ambos podía notar que no esperaban esa reacción, pero es que si ellos estaban frustrados pues yo igual.
Yo lo estaba viviendo.
Yo era la que estaba sufriendo por un español que me confundía.
—¿Qué?
—¿Acaso tiene mierda en la cabeza? —me sorprendí un poco de escuchar a Charles decir groserías, no era tan común —. ¿Por qué hizo eso?
—¿Y me lo preguntas a mí? Eso mismo quisiera saber yo —dirigí mis ojos hacia el español apretando mis labios —. Solo he tenido vergüenza...
Lando soltó una carcajada—¿Tú? ¿Desde cuándo?
—No sé, es su culpa, lo juro —suspiré —. Es que imagínate que al final de todo te aleje y te trate súper frío. ¿Cómo te sentirías?
—Uy, no sé, no he probado con Carlos aún —bromeó Lando y lo golpeé en el brazo —. ¡Auch! Okay, calma, bestia. Supongo que... eh... ¿confundido?
—Ajá, ¿y qué más?
—¿Utilizado? —me miró como buscando mi aprobación y yo asentí invitándolo a seguir —. Tal vez... ¿inseguro?
—Correcto.
Esa era la palabra que estaba buscando.
Insegura.
Lo que pasó con Carlos me hizo sentir insegura y lo detestaba porque no solía ser así. Tenía a los hombres comiendo de la palma de mi mano. ¿Y para qué mentir? Hasta a mujeres también.
Nunca nadie me había puesto a dudar de toda mi existencia como él.
Y lo odiaba por ello.
Mi ceño se frunció cuando vi a Carlos escribiendo algo en el teléfono de la chica para luego devolvérselo.
Ese maldito idiota.
¿De verdad acababa de darle su número en mis narices?
Lo iba a matar.
Fui a levantarme de la mesa y me frené a mí misma.
No. Eso era lo que él querría.
No le daría la satisfacción de reaccionar. Era preferible matarlo con la indiferencia. Aunque esto solo funciona si le interesas a la otra persona...
Carlos alzó su mano hacia nuestra dirección y solo Lando respondió a su saludo.
—Hombres —rodó Charles los ojos como imitando lo que diría una amiga —. No se dan cuenta ni aunque se los deletrees.
Solté una carcajada. Mis ánimos no estaban del todo repuestos, pero era algo.
—Amiguis, no me hagas empezar a hablar —le siguió el rollo Lando con un tono afeminado mientras tomaba su taza de té —. Son idiotas, ¿eh? ¡Todos mienten!
—Si te vas a conseguir uno, que sea con plata para que al menos te puedas dar el gusto —Charles hizo como si estuviera mascando chicle y mirándose las uñas, añadiendo a su teatro.
—Y que no te importe si es viejo o feo, le pones una manta en la cabeza y ya, vida gratis, hermana —me comentó Lando como si fuera muy sabia.
Yo no podía parar de verlos y reírme cada vez más.
—Ay, tú si sabes, amiguis —hicieron un saludo con los dedos que no había visto a ninguna mujer hacer nunca —. ¿Es que Carlos Sainz? Ew. Ya no se me hace tan bonito.
—Sí, ew. Odio a Carlos Sainz —arrugó Lando la nariz y ahí escuchamos un carraspeo.
Cuando alcé la vista con lágrimas de la risa bajando por mis mejillas vi a Carlos mirarnos algo incómodo.
Bien, que sufra.
—No quiero preguntar —pude ver el momento exacto en el que las mejillas de ambos pilotos se tiñeron de rojo por la vergüenza, riendo nerviosos —. Tenemos la reunión con la FIA en una hora y media para que te arregles y termines de desayunar —miró mi plato sin tocar, más no dijo nada —. Nos vemos en media hora en la puerta principal —indicó y se fue.
Los pilotos a mi lado me miraron interrogantes.
—No has comido nada —se dio cuenta Charles ahora con su tono de voz normal.
Ahí maldije a Carlos por abrir su gran bocota enfrente de estos dos.
—No tengo mucha hambre —alejé mi plato, pero Lando lo volvió a acercar a mí.
—Nuh uh. A mí no me vas a salir con esas, coñita —trató de decir en un mal español. Estaba segura de que eso se lo había escuchado a Lele —. Vas a comer así te tenga que hacer el avioncito yo mismo.
—Duende, no tengo hambre, en serio. Comeré luego en el club de McLaren, ¿sí?
Él negó y yo suspiré.
No era alguien que se privara de comer de forma habitual. Solo que sabía que estaba tensa, y estresada. Y en momentos como esos el pensar en comer me daba náuseas.
—Solo unos bocados, ¿porfis? —hizo ojitos tiernos.
Al ver que no estaba funcionando del todo, codeó a Charles y éste se unió.
Y joder, era difícil decirle que no a ese par de ojos claros.
—Bien —acepté rendida y lo vi celebrar victorioso con una cuchara de mi comida en su mano mientras lo llevaba en mi dirección —. ¿Qué? Dije que iba a comer, no que me dieras de comer —traté de esquivar su cuchara como gato que no quería ser bañado.
—Siquiera dame la satisfacción.
—¡Que no!
—Vamooos.
—No.
Me miró haciéndose la víctima y suspiré.
Cabe decir que minutos después acepté, y no sola esa vez. De alguna manera logró convencerme de darme toda la comida.
Creía que él lo sintió un poco como cuando puedes darle algo a tu mamá de tu propio bolsillo. Esa satisfacción que provocaba poder hacer algo de vuelta por alguien que quieres.
Sainz y yo no hablamos en todo el camino al paddock. La conversación entre Rupert y Zara llenando el silencio del carro.
Cuando tomó mi mano entre las suyas no tuve más que ganas de soltarla como si me enfermara. Cada pequeño toque era como un recordatorio de lo que habíamos vivido aquella noche. Y el recuerdo de cómo terminó se sentía como agujas en mi piel.
Nos encontramos con Mattia y Zak viéndose algo nerviosos mientras nos esperaban afuera de las oficinas de la FIA.
—¿Listos? —preguntó Zak y asentimos. En realidad no me sentía lista, pero solo quería salir de esta tonta reunión —. Bien, que continúe el show.
—Solo déjenlo hablar y respondan cuando les pregunte algo. Nada de qué preocuparse —Mattia le dio una palmada a Carlos en la espalda y entramos.
—Buenos días —saludó el director de la FIA en lo que nosotros estrechamos su mano —. Solicité su presencia en las oficinas porque esto es algo poco habitual —tomó asiento enfrente de nosotros, mirando a Carlos y a mí como analizando algo. Me ponía nerviosa, sentía que trataba de ver a través de nosotros y no estábamos en nuestro mejor momento.
—Como saben, la FIA no puede tener control sobre las vidas de nuestros pilotos fuera de nuestras pistas. Ese no es nuestro propósito. Sin embargo, es la primera vez que tenemos una situación como esta; dos pilotos, de equipos contrarios y saliendo —entrelazó sus dedos —. Creo que lo importante para nosotros es saber que están juntos por motivos honestos y no por publicidad —dijo severo —. Porque las consecuencias podrían ser graves. No podemos penalizarlos por estar saliendo, pero sí que podemos por buscar patrocinios de manera deshonesta.
Ahí me quedé callada.
Podía sentir mi corazón bombeando acelerado en mi pecho, listo para salir corriendo, pero de repente Carlos me tomó de la mano.
—Puedo decir que nuestra relación es verdadera. Estamos juntos porque así lo queremos y ya, sin motivos superiores —dijo convincente y el director asintió para luego mirarme.
—¿Y tú, Adora? ¿Qué opinas? En las reuniones de penalizaciones siempre te vas de largo —se cruzó de brazos.
Yo sentía como si estuviera en un interrogatorio.
—Yo digo lo mismo. No quiero dar detalles de nuestra vida privada, tenemos una bonita relación y pues ¿qué quieres te diga? Ambos somos pilotos, sí, lo sabemos, pero uno no elige de quién se enamora y tan solo resultó que fue del hombre con el que competía carrera a carrera —Carlos trazó círculos con su pulgar en mi mano y yo traté de verlo lo más enamorada posible.
—Bueno escucharlo. En realidad eso era todo, solo queríamos saber de ambos lados y confirmar que no es para su propio beneficio porque siendo dos pilotos saliendo y al ser algo que no se había visto antes pues no queríamos que fuera injusto para los otros equipos. Asimismo advertirles de la posible penalización de ser así, porque quedamos en que de estar saliendo por publicidad podríamos quitarles los 12 puntos de sus superlicencias y dejarlos sin competir una carrera. Además de una multa a sus equipos y como esta es una situación excepcional, tuvimos que agregar una nueva norma al reglamento y es que serían reemplazados por sus pilotos de reserva lo que queda de temporada —dijo como si fuera la gran cosa.
Mientras tanto a mí se me cayó el alma a los pies.
Significaría no poder correr, y sin competir no había manera de demostrarle a mi equipo que debían renovarme el contrato.
¿De verdad iba a poder seguir fingiendo sin que nos descubran?
Hasta el momento, no habíamos obtenido nada de esto. Nothing. Nada. Niente.
¿Valía la pena seguir poniendo en riesgo el campeonato? ¿Y hasta nuestro asiento el próximo año?
—Menos mal que no tenemos que preocuparnos por eso —dijo Sainz seguro.
—Sí, menos mal...
—Los dejo ir entonces. Ya no los entretengo.
Cuando salimos Sainz soltó mi mano apenas quedamos fuera de la vista del garaje de la FIA. Para lo que me importaba, pff.
Sin mirarnos a la cara ambos caminamos en direcciones opuestas.
Cody me venía siguiendo tratando de mantenerme el paso—Dios, Ada, eres bajita pero caminas como si tuvieras piernas largas —jadeó.
—Mantenme el paso, Cody.
—¡Eso intento!
Lo ignoré—¿Qué me toca ahora?
—Tienes firmas de autógrafos con Lando.
Me detuve para ver por donde era el escenario donde solían poner nuestro stand y me encaminé hacia allá sin esperarlo.
—Ada, ¡yo te sigo! Desde... aquí... atrás —jadeó llevándose las manos a las rodillas.
—Te veo muy lento —canturreé sin detenerme.
—¡Que ya voy! —resopló volviendo a trotar.
SÁBADO 11 DE JUNIO (FALTA UN DÍA PARA EL GRAND PRIX DE AZERBAIJAN)
—Parece que Carlos no está haciendo muy bien su trabajo —bromeó Zara mientras masajeaba los tensos músculos de mi espalda.
Aquello tan solo hizo que alzara la cara de la cama de masaje para verla, pero volvió a empujar mi cabeza.
—Tssch, bromeaba. Relájate, Ada, te necesitamos concentrada y con la cabeza en la tierra.
¿Cómo le explicaba que la tenía a miles de kilómetros de allí?
—Me estás pidiendo mucho.
—Si te he notado algo distraída, pero necesitas esos puntos este fin de semana. Lo que sea que te esté distrayendo trata de dejarlo de lado. ¿Tú problema puede esperar?
Lo pensé y asentí.
—Bien, entonces que espere. Si va a seguir ahí después del Gran Premio pues puedes resolverlo más tarde. Ahora vamos, hagamos unos estiramientos.
Seguí sus indicaciones y pues calenté, hice ejercicios de reacción y luego de mentalizarme de tratar de sacar el mejor lugar que pudiera al carro, salí.
Ya con todo mi equipo puesto me subí al carro y esperé que indicaran la salida.
Apenas lo hicieron me concentré en crear distancia con los carros de adelante para no interrumpir su clasificación ni ellos la mía. Ya pasada la primera vuelta todos se comenzaron a separar y supe que era el momento de empujar ese carro hasta decir basta.
Quería la pole. Quería una victoria tan limpia como en Mónaco.
Pasé cada curva tratando de mantenerme enfocada. Azerbaijan era de mis pistas favoritas por sus curvas tan cerradas y el hecho de que fuera un circuito callejero.
Amaba los circuitos en la ciudad.
Crucé la línea de meta esperando resultados de mi ingeniero.
—P7, Adora, P7.
Maldita sea.
Tenía que volverlo a intentar.
Sin embargo, por más que daba todo lo que podía, solo entraba al top 5. Me estaba frustrando conmigo misma porque sabía que era mi culpa. Mi mente no estaba tan enfocada como otras veces, y por mucho que tratara de hacer lo que Zara me dijo y dejar todo de lado, no podía.
De suerte pasé la Q1, siendo desplazada a último momento a P10 en el momento en que Bottas cruzó la línea de meta.
Enfocada, Ada. Enfocada. No puedes quedes quedarte fuera de la Q2.
Di mis vueltas de manera ansiosa. Sabía por las tablas que Lando no estaba teniendo buenos resultados tampoco. Los dos McLaren parecían estar colgando de un filo hilo para pasar a la Q3, cuando la cuenta regresiva se detuvo e inevitablemente Lando quedó afuera en P11. Yo en P10 por milagro del cielo.
Ya había cambiado neumáticos y me sentía lista para la Q3, debía tener una buena posición para mañana.
Charles no mentía con eso de las mejoras. Tanto él como Sainz liderando junto con los Redbull.
Terminé la primera vuelta y contuve la respiración.
—P4, Adora. Bueno, ahora P5. No, espera, P6.
Gruñí internamente, ya lista para dar otra vuelta más cuando la verdad no estoy muy clara de qué pasó, solo que sentí que algo tocó el alerón trasero y di una vuelta que traté de controlar cuando hubo un impacto contra el muro en la parte trasera.
—¿Adora? ¿Estás bien?
Apenas mi vista se enfocó vi un carro rojo echando humo estacionado enfrente mío, restos del desastre causado por él a nuestro alrededor.
Lo iba a matar.
—Yo sí —No sé qué diré de Sainz cuando termine con él.
Los comisarios de pista estaban llegando cuando ambos salimos de nuestros carros. Mi clasificación arruinada.
Pero alguien debía pagarlo.
Ni bien estuvimos en el paddock no sé si fue la adrenalina, o mi mínima capacidad de morderme la lengua, pero no pude contenerlo más—¿Qué putas te pasa? ¿Acaso tienes mierda en la cabeza? ¿Eres ciego? Que yo sepa no eres ningún novato como para estar cometiendo errores así, ¡jodiste todo!
Y pude sentir por la rabia en mi voz que no era de lo único que me estaba desahogando.
—¡No fue mi culpa! —se defendió. El que me respondiera en el mismo tono no ayudó en nada a calmarme.
—¡Entonces ponte lentes porque sí lo fue! ¡Arruinaste mi clasificación!
—¡La tenías arruinada mucho antes de que te chocara! —me señaló acercándose hacia mí.
Apreté mis puños a mis lados—¡Puros pretextos estúpidos para no admitir que fuiste tú quien causó toda esta pendejada!
—¿Pendejada? ¡Deja te bajo de esa nube, princesa, tienes que dejar de culpar a todo mundo de tus problemas, no es mi culpa que no aceptes tus errores! —dijo con sarcasmo.
—¡¿Mis errores?! —tiré el casco al suelo —. ¡Estás tan concentrado en demostrar que eres mejor que Charles que no conectas neuronas! ¡Yo estaba adelante, tú estabas atrás y debiste respetar mi jodido espacio!
—¡Respeté tú jodido espacio! ¡Tal vez tú papá tenía razón y no deberías estar aquí! ¡No puedes ni aceptar que tú causaste esto!
Y puede que haya sido el golpe más bajo que me habían dado en mi vida, pero dejé el dolor de lado y hablé sin pensar queriendo herirlo tanto como él a mí—¡Al menos yo sé mi lugar, Sainz, no como tú que no aceptas que jamás serás Charles! ¡No eres el número uno de nadie y hasta tú propio equipo lo sabe!
Supe que había dado en el clavo cuando vi la expresión herida de su rostro. Sin embargo, rápidamente pasó a imitar la mía. En ese momento pude sentir a Caco y a Lele avanzando rápido hacia nosotros
—¡¿Entonces por qué no te vas con él y dejas de joderme la vida a mí?! ¡Yo no pedí esto! ¡Anda, Torres, suma a otro más a tu lista de novios que no te aguantan!
Eso me dolió.
—¡Al menos con él no tendré que fingir como contigo!
Y lo vi con las intenciones de replicar, seguro de herirme tanto como yo a él, pero no tuvo tiempo de hacerlo cuando sentí unas manos en mis hombros apartándome. No me había ni dado cuenta de cuando nos habíamos acercado tanto, al punto que parecíamos estar respirando el mismo aire, apenas unos centímetros nos separaban.
Me dejé guiar por mi hermana, sabiendo que el español estaba furioso conmigo.
Pero no me sentí victoriosa como creí. No me gustó herirlo, aunque mucho menos me gustó que me hiriera a mí tocando todas mis inseguridades. Tan solo que en el calor del momento no pensé, solo lanzaba lo primero que se me viniera a la mente sin querer quedarme atrás.
Vaya pareja feliz.
Cuando alcé la vista y vi la mirada de los demás en nosotros, supe que la habíamos regado.
Y en grande.
En Fórmula 1 Twitter:
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N/A: Anuncio: Me han reportado varias lectoras que wattpad no les notifica cuando actualizo o no se les actualiza por sí solo, yo no puedo hacer nada por mi lado porque ejem: no controlo wattpad.
Pero me han dicho que el link que subo en mis historias de Instagram les funciona así que, sé que pongo mucha mamada, cuando no subo se me preocupan porque creen que me pasó algo así que ese es uno de los motivos porque de resto no uso ni mi Instagram personal, pero pediré que me sigan en @vals.keeper en Instagram o al menos que se mantengan viendo mis historias por avisos de actualización. Es lo que se me ocurre, perdón. A algunas tampoco les sale cuando aviso en el tablero así que es la solución que veo.
De resto, pido perdón por dejarlas con el corazón arrugado. No fue como planeé el capítulo, pero me gustó porque se viene algo que me va a gustar escribir jsjsj
Alguna se le ocurre un título para el capítulo? Estuvimos como media hora con Fer pensando y no se nos ocurría nada
Espero que hayan disfrutado de mis cochinadas, primera vez que escribo una escena +18 que no fuera trío (sí, el primer que escribí fue el del libro de one shots) así que déjenme saber qué les pareció. Espero que haya alcanzado sus expectativas, y sino pues pido disculpas, mejoraré con el tiempo.
TUVIMOS A CARLOS GANANDO EN SINGAPOREEE AAAAA, chicas, no superoooo
Lo mejor de mi fin de semana sin lugar a dudas.
Las quiero mucho, no se olviden de comentar y votar, ya llegamos a 20k!
Estoy demasiado orgullosa de este libro y agradecida de tenerlas a ustedes acompañándome en cada pequeño logro
Se despide,
Val
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