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24 | Los fantasmas de Carlos

𝐓𝐫𝐨𝐮𝐛𝐥𝐞𝐦𝐚𝐤𝐞𝐫



SUBÍ A DESAYUNAR EN EL COMEDOR DEL YATE CON ALGO DE PEREZA.

No sabía qué comían todos los Sainz que desde temprano ya parecían estar todos despiertos. Cuidado y no corrieron una maratón, le dieron la vuelta al mundo y ganaron un récord Guinness en lo que despertaba. Carlos no era la excepción, igual de madrugador que los demás. Parecía estar en su hábitat natural, bien contento de pasarse cotorreando a tales horas y ponerse a bromear con su familia.

Ojalá pudiera decir lo mismo, pero yo era más un ave nocturna y estaba detestando un poco el tener a tantas personas de buen humor tan de mañana.

Lo irónico es que yo me había levantado antes, pero esperaba poder volver a dormir cuando vino Blanca a tocar la puerta y avisarnos que pronto iríamos a la casa que alquilaron.

Menos mal, porque creo que la siguiente imagen que tendrá la familia Sainz además de "Adora, la ahogada", sería "Adora, la que vomita". Y no, gracias.

Suficiente humillación para un solo viaje.

Supongo que no estaba capacitada para dormir en un jodido yate anoche, pero si ellos querían eso pues no creía que tenía mucha voz ni opinión.

—¿Lista para una cama en tierra firme? —me molestó Ana en cuanto me senté a su lado en la mesa.

—No sabes cuanto —repliqué con ironía sirviéndome un plato de comida. Tal vez comer me pusiera de buen humor, pero no iba a repetir de nuevo el dormir en uno de esos. A mí que me dieran hasta un colchón de madera, pero que no sea en medio del maldito océano.

—Carlitos te había guardado un plato —Blanca tomó de su taza de café mirando de reojo mi plato, algo divertida con la situación.

Detuve mis movimientos y miré lo que me había servido. Joder, se me había olvidado que acordamos que me guardaría un poco de comida en lo que me levantaba.

Busqué a Carlos con la mirada y lo encontré en la cubierta con Caco, el señor Sainz y más de esos invitados de los cuales ya ni me molesté en tratar de aprender el nombre. Seguro que se llamaban Carlos de todas formas.

Carlos me vio, o eso creía, traía lentes de sol así que era difícil saber, pero alzó una mano como para saludar y tanto Caco como el señor Sainz se voltearon a ver a quien había saludado, ambos imitándolo. Yo alcé mi mano también por cortesía con una sonrisa de labios cerrados, los demás voltearon a ver y asintieron hacia nosotras por cortesía.

Las ganas de gritar Carlos para ver cuantos respondían me estaban matando.

—Ah, cierto. Es que me gusta mucho comer —repliqué mirando mi plato con una mueca, ya haciéndome a la idea que me iba a tener que comer dos platos para no desperdiciar comida y ser educada.

¿Quién mandaba a Lele a educarme tan bien?

—Puedes darme ese si quieres, querida —La voz de Reyes se hizo presente, entrando ya lista para otro día de playa—. No te tienes que comer dos platos, a menos que quieras...

—¡No! —dije aliviada—. Por favor, tome —le ofrecí mi plato escuchando como se reía y me largué a buscar el que me había dejado Carlos. Estaba de vacaciones, sí, pero el campeonato seguía y no podía excederme con mis porciones.

—¡En el microondas!

—¡Gracias! —repliqué abriendo justo ahí y sacando el plato. Tenía casi todo lo que me había servido yo, con la excepción de que había agregado un pequeño bowl con unas fresas y cerezas. Pude sentir la comisura de mis labios alzarse mientras me daba un jalón el corazón.

Eran de mis frutas favoritas, ¿cómo lo sabía?

—¿Saben si las frutas también me las puso Carlos?

—Sí, estuvo muy insistente de que compremos cerezas porque a ti te gustaban —replicó Ana viendo su teléfono.

No recordaba habérselo mencionado, más sí lo había hecho en alguna entrevista hace unos años cuando me estaban haciendo una ronda de preguntas básicas.

—Qué atento mi novio —miré aquellas frutas con una sonrisa y me fui a sentar a comer al lado de Reyes. Estuvimos comiendo en silencio hasta que Blanca lo interrumpió.

—Oye, te quemaste un poco, ¿si te echaste protector en la cara?

Traté de hacer memoria. Bueno, recordaba haberme echado protector en la espalda, o mejor dicho, a cierto español haciéndolo, pero... no, en la cara no.

Debía parecerme a un camarón al igual que Charles.

—Creo, sí, tal vez no lo suficiente.

—Te puedo prestar una crema si quieres, alivia mucho con las quemaduras del sol —se ofreció Reyes, y yo asentí.

—Por favor.

Terminamos de comer en silencio, pero no podía decir que era incómodo. Estaba cada vez más acostumbrada a estar rodeada de los Sainz y sabía que había momentos en los que se perdían en sus pensamientos al igual que Carlos.

—Ada, ahora que pienso, no nos has hablado mucho de tu familia. A tu hermana mayor la hemos visto en el paddock, pero no a tus padres —comentó Reyes juntando sus manos encima de la mesa —. ¿Los llegaremos a conocer algún día?

—Eh, siendo honesta lo veo lejano —comenté sin pensar mucho en ello.

Pero cuando alcé la vista de mi plato me di cuenta que no era la respuesta que Reyes quería oír.

—¿Y eso por qué? —se veía preocupada, como si le fuera a decir que estaban muertos o algo así.

Me quedé pensando, en realidad no sabía qué decirle. Tal vez la verdad sería la mejor opción. O al menos algo cercano a ella.

—Mis papás no están del todo encantados con nuestra relación.

Escuché el sonido de los cubiertos chocando contra los platos detenerse.

Reyes frunció el ceño—¿Por qué?

Sentí que debía aclararme—No es nada, en serio, solo que nunca les ha gustado la idea de mí siendo piloto, y el que Carlos lo sea tampoco les gusta.

—Ya veo. No te dan mucho apoyo.

—Nope —procedí a comer de mi bowl de frutas —. Sé que lo hacen supuestamente porque me aman y no quieren ver que me haga daño si algo sale mal, pero me gustaría verlos más en el paddock como a usted y al señor Sainz. Carlos es afortunado de tenerlos.

Me sinceré.

A cambio recibí una cálida sonrisa—Pienso lo mismo de ti. Carlitos es afortunado en tenerte, Adora. No lo había visto tan concentrado como ahora, mira los resultados que está teniendo —soltó una risa como si todavía no se lo creyera.

—Eso es todo él, Reyes. Solo soy espectadora de su talento.

—Nunca dije que no lo tuviera. Solo que traía la cabeza en todos lados menos en el que debería —ambas volteamos a ver a Carlos, quien se reía conversando.

—¿Y yo qué tengo que ver?

—Creo que lo motivas a dar lo mejor de sí —sonrió con sabiduría.

Me quedé viendo al español. Se estaba volviendo en alguien especial para mí, si es que no lo había hecho ya.

Con su manía de planear y organizar todo el tiempo, la manera en que con solo un toque me tenía ardiendo, su actitud juguetona, sus ojos de vaca, lo confusa que me traía, sus celos, el cómo me protegía, y sus besos que me llevaban al cielo y al infierno al mismo tiempo...

Creo que él me motivaba a dar lo mejor de mí también.


***


Después de desayunar emprendimos camino hacia el lugar donde estaba la casa en la que nos quedaríamos durante la fecha de la boda.

Apenas llegamos nos instalaron en cuartos y como sorpresa, no lo fue, nos dieron un cuarto a Carlos y a mí.

El primero que estaba ansioso porque saliéramos a la playa que quedaba enfrente era el señor Sainz, por lo que dejamos las cosas y nos fuimos directo.

Cuando me quité el vestido de playa pude sentir los ojos de Carlos en mi figura quemando todo a su paso, haciéndome querer sonreír engreída, me gustaba saber que podía provocar lo mismo en él cuando lo veía sin camisa.

—¿Quién babea ahora, Sainz? —me burlé pasando por su lado y dándole mi vestido en sus manos

El español lo tomó y tragó saliva observando cada curva de mi cuerpo. Estaba tan en sus propios pensamientos que ni siquiera me escuchó.

Por lo que tuvimos que recurrir a otros métodos...

—¡Eh! —se quejó apenas Caco le echó un chorro justo en la cara con su pistola de agua.

—Toma, para que se te pase la calentura, primo —rió Caco y me chocó la mano.

—Ja ja —Carlos rodó los ojos apartándose el cabello de la cara para luego ofrecerme su mano. La cual tomé bajo la mirada de su familia mientras caminábamos hasta llegar a un punto donde podía alcanzar con los pies. Los demás estando un poco más alejados.

—Ya veo que has estado formando alianzas —comentó soltando mi mano para tomarme de la cintura por si me empujaban las olas, o al menos eso me dije para autoconvencerme.

—Pues claro, sino ¿cómo sobreviviría a estas vacaciones? —dije divertida y me salpicó en la cara —. Muy maduro.

Le salpiqué de vuelta.

—Súper —dijo sarcástico con una sonrisa —. Y conmigo, el punto es que sobrevivamos las vacaciones juntos, princesa.

—Es que eso ya hacemos fuera de aquí, necesitaba un aliado sorpresa —me apoyé en su hombro cuando sentí que venía una ola.

—Estamos juntos, ¿recuerdas? En público estamos enamorados y en privado en guerra civil —recordó lo que habíamos acordado en Imola.

—¿Y quién dice que los enamorados no pueden estar en guerra civil? —alcé una ceja hacia él, juguetona, y antes de que pudiera replicar me alejé para empezar a salpicarlo, a lo que él me imitó, aunque con mucha más fuerza por lo que me vi pronto derrotada, no podía ni abrir los ojos por lo que salpicaba a ciegas —. ¡Me rindo! ¡Me rindo!

Las salpicadas se detuvieron—No te creo.

—Ven y te lo digo a la cara —dije inocente, y por algún motivo me creyó.

—Sabía que algún día te ibas a rendir.

Cuando estuvo lo suficiente cerca lo tomé de los hombros y empujando sus rodillas con mi pierna traté de hundirlo, más lo vi imposible.

Hasta que de repente se dejó hundir mientras me reía victoriosa, salió a la superficie—Eres una tramposa.

—Si no sabes perder, no juegues —me encogí de hombros mientras él solo me observaba.

—Dice la que menos sabe perder —replicó con ironía.

Me acerqué hacia él para susurrarle al oído—Sé perder con todos menos contigo —lo tenté, amando como sus ojos se ponían de tonalidad más oscura cuando bajaba mi registro de voz tan solo un poco.

—Ven acá —demandó queriendo atraparme entre sus brazos cuando me alejé entre risas—. ¡Torres!

Su familia nos llamó para unirnos a ellos y le tocó ceder a sus intentos de hacer lo que sea que quería hacer.

Nos pasamos la tarde jugando en el mar hasta que Reyes dijo que ya estaba atardeciendo y deberíamos ir a arreglarnos para la cena, a lo que todos obedecieron. Ella y el señor Sainz decidiendo caminar un rato por la playa en lo que se ocultaba el sol.

Yo me puse mi vestido de playa y me acosté en la hamaca que había afuera a esperar a que Carlos saliera del baño que nos tocaba compartir.

Apenas todos entraron y se fueron a bañar decidí cerrar los ojos por un momento. Minutos de paz como esos no los tenía seguido. Siempre tenía que estar haciendo algo, hablando con alguien, en llamadas, en reuniones, analizando datos, entrenando, replanteando la inmortalidad del cangrejo...

Si estaba en unas breves vacaciones entre fin de semana de carreras, pues planeaba disfrutarlas. Por lo que me relajé escuchando las olas del mar, el canto de las gaviotas, sintiendo la brisa revolviendo mi cabello y con el olor de la playa... Esa era la buena vida.

Después de un rato abrí los ojos mirando a la playa desde mi posición en la hamaca, parecía que Reyes y el señor Sainz se habían alejado, si aquellos puntos en la distancia me daban alguna pista.

Oí un carraspeo—¿Cómoda, Torres? —me volteé para encontrarme a un Carlos empapado, estaba chorreando agua por todo el piso, pero no se veía que le importara mucho. Se estaba secando los brazos y el abdomen con una toalla.

Quería ser la toalla.

—Algo, la verdad. Amo una buena hamaca —me estiré en mi lugar y él asintió.

Luego, se sacudió el cabello como perro haciendo que me cayeran pequeñas gotas encima.

—¡Sainz! —me quejé secándome con el propio material del chinchorro.

—¿Qué? —dijo haciéndose el inocente—. Mi toalla ya está muy mojada —y seguido de eso no sé en qué momento se tiró a mi lado, solo que se balanceó por un rato aquella flotante cama y quedó muy cerca de mí.

—Solo vienes a hacer desmadre —me crucé de brazos, pero mi molestia no parecía perturbar mucho a Carlos, ya al parecer muy acostumbrado con aquello. En cambio se volteó hacia mí quedando frente a frente.

Paseaba sus ojos por mi rostro de manera muy atenta, como cautivado conmigo, queriendo tomarse todo el tiempo del mundo para grabarse mi imagen en su mente. Sus ojos se veían de una tonalidad muy bonita, como miel, el cabello lo traía mojado y para atrás como para que no estorbe.

—Puede ser... Espero que no te importe éste —entrelazó su mano en mi cabello y me atrajo hacia él dándome un suave beso que duró muy poco comparado a lo que me esperaba. Apenas lo clasificaría como un roce. Se separó, juntó nuestras frentes y conectamos miradas para luego ambos mirar los labios del otro con ansias. Queríamos más.

Su boca volvió a estar contra la mía en cuestión de segundos, un beso profundo, como si no pudiéramos tener suficiente del otro.

De manera rápida antes de que me diera cuenta, ya se encontraba encima de mí con una de sus piernas entre las mías. La otra apoyada en el piso para evitar que nos balanceemos de más.

Desordené su cabello con mis dedos, amaba que lo tuviera tan largo que podía hacer puños con mi mano si quería y atraerlo más hacia mí, pero eso no hacía falta, estábamos tan unidos que no podría pasar ni una corriente de aire. Buscaba sus labios una y otra vez como muerta de hambre, no quería separarme de esos gruesos labios suyos que me llevaban a la perdición.

Pude sentir su mano bajando por mi cuerpo, mi respiración se paralizó apenas esos dedos se deslizaron por debajo mi vestido yendo directo a mi entrepierna. Me sentí temblar.

Joder...

Se separó y bajó sus besos por mi mejilla hasta mi cuello, pequeños suspiros que no podía controlar salieron de mis labios —Si aparto esto —su dedo índice rozó la tela de mi traje de baño haciendo que contuviera el aliento. Sonrió engreído —. ¿Qué me voy a encontrar, Torres?

Me sostuve con una mano de sus hombros, la otra aferrada a su cabello mientras seguía dándole atención a mi cuello.

—¿Por qué no lo averiguas? —lo reté y eso pareció gustarle aun más, pues lo sentí chupar y lamer, seguro dejando marca.

¿Qué acababa de decir? Por favor que no haya sido algo para alejarlo porque me odiaría mucho.

—Solo trata de no gritar mucho que podrían volver —advirtió y sin yo esperarlo una de sus grandes manos me cubrió la boca, la otra apartó a un lado la tela y rozó con sus dedos los alrededores de mis muslos, cualquier lugar menos el que quería.

Traté de hablar y decirle que dejara de jugar y me tocara de una vez por todas, un "Sainz" salió de mis labios, pero se escuchó amortiguado.

—¿Qué? No te escucho, Torres —sonrió y uno de sus dedos finalmente me tocó, recolectando todo para luego deslizarse dentro de mi punto sensible, y una exclamación que salió de mi boca quedó perdida debajo de la gran mano del español. Me sentí volar, embriagada ppr la atención que me daba. Introdujo un segundo y los curvó de manera justa para que me hiciera ver estrellas, mis caderas alzándose mientras me retenía con su mano chasqueando la lengua, como retándome.

Que me retara toda la vida si terminaríamos así.

Lo sentí esmerarse, moviéndose más rápido.

Cerré los ojos un segundo, presa de mis sensaciones, cuando sentí como si estuviera cayendo por un vacío—Torres... —escuché a lo lejos como un eco.

—Torres.

—Torres, vamos, despierta —me sacudieron y de repente abrí los ojos, confundida.

Carlos se encontraba enfrente de mí, seco, vestido y con el cabello peinado.

Maldita sea. ¿No me digan que estaba teniendo un sueño erótico con...?

—Te quedaste dormida. Ya vamos a cenar —me indicó con una picardía en su mirada mientras yo todavía parpadeaba algo desorientada.

Me tenían que estar jodiendo.

Me senté, lista para huir de aquella hamaca provocadora de sueños eróticos cuando noté la sonrisa juguetona que portaba Sainz en los labios.

—¿Qué?

—Oh, nada, ¿tuviste un bonito sueño? —se burló y yo me quedé paralizada.

Como este hombre haya escuchado algo no me dejaría olvidarlo nunca.

¿Qué tan mala podría ser mi suerte?

—No soñé nada —repliqué de manera rápida y me quise golpear a mí misma de lo sospechosa que sonaba.

—¿Ah, sí? Porque creo que escuché que dijiste Sainz, ¿me lo imaginé? —no borraba su sonrisa del rostro.

Para mí que ya sabía la respuesta y solo quería torturarme para divertirse. No volvería a repetir lo del like.

—¿Si ya sabes que lo dije para qué jodes? —Rodé los ojos y me levanté apresurada para dirigirme adentro. Escuché su estruendosa carcajada atrás mío. Sus pasos siguiéndome de cerca mientras caminaba al lado de la piscina.

Sainz —Gimió imitando mi voz —. Oh, Sainz...

Maldito. De verdad que no tenía ni idea de donde sacaba lo imbécil cuando su familia era tan buena.

Estaba segura de que mis ojos iban a darle la vuelta completa a mi cráneo si seguía rodando los ojos así. Me volteé y detuvo sus pasos, casi chocándose conmigo. Me miró desde arriba con esa expresión burlona que me sacaba de quicio.

—¿Te jode que nunca oirás gemidos míos como esos en la vida real? —pregunté con una sonrisa falsa y él no borró su expresión.

—¿Me estás retando, princesa? —alzó sus cejas y me analizó de pies a cabeza, esa chispa traviesa sin irse de su mirada.

—¿Yo? Tan solo te digo la realidad. Deja de inventarte cosas —me crucé de brazos y él me imitó.

—Yo no creo que me estoy inventando nada —entrecerró sus ojos hacia mí —. Esto me suena a que me estás diciendo que no haga algo para que tenga ganas de hacer eso mismo. ¿Cómo se llamaba eso? —chasqueó los dedos tratando de recordar, una expresión de concentración adornaba su rostro—. ¡Ah! Psicología inversa —me señaló.

Solté una carcajada—Oye, Sainz, si te quieres inventar cosas, adelante. Pero yo solo te estoy diciendo que calmes esas hormonas, mi rey.

—Vale, ahora yo soy el de las hormonas alborotadas —rió con ironía—. ¿Quién estaba gimiendo el nombre de quién, cariño? Supondré que en ese sueño no estábamos rezando el rosario, ¿o sí?

Lo fulminé con la mirada, pero la realidad es que sentía toda la cara caliente, y no sabía si era por molestia o vergüenza de que haya sido el espectador de aquello porque significaba que tenía más material para molestarme.

—¡Chicos! Avisen si necesitan una toalla —nos llamó la atención Reyes caminando hasta la puerta corrediza sin mirarnos. Ambos enseguida dejamos nuestra posición a la defensiva para quedar uno al lado del otro, Carlos rodeando mis hombros mientras yo lo abrazaba por la cintura con un brazo, portando las mejores sonrisas que podíamos mientras pretendíamos hablar acaramelados. Cuando llegó alzó la vista de su teléfono mirándonos a ambos —. ¿Todo bien?

—¡Excelente! ¿Necesita ayuda con la cena? —ofrecí amable y escuché a Carlos toser soltando por lo bajo un "No tenemos extintor acá". Lo empujé con mi cadera sin borrar mi expresión.

—Oh, gracias Ada, pero hoy cocinan los hombres —sonríe —. Ya tocaba un descansito, ¿no? Aunque si quieres me puedes ayudar a preparar la sangría.

De nuevo escuché a Carlos soltar "no puedes quemar la sangría también, ¿o sí?".

Quería golpearlo.

—Claro, no hay problema —le devolví la sonrisa—. Solo denme un minuto en lo que termino de hablar con Carlos —levanté mi dedo índice gesticulando el minuto.

—Bueno, no tarden mucho, tórtolos —molestó y entró dejándonos de nuevo a solas.

Lo siguiente que se escuchó fue el chapuzón de Sainz apenas lo empujé a la piscina.

—¡Eh! ¡Me acabo de bañar! —resopló con molestia cuando salió a la superficie.

—Uy, qué pena me da —repliqué con sarcasmo mientras caminaba hacia la cocina, lo sentí querer mojarme salpicando por lo que aceleré el paso —. ¡Reyes! ¡Necesitamos una toalla!

—¡Mi sangría sin veneno!

Le saqué el dedo del medio y cerré las puertas corredizas detrás de mí para impedirle el paso. Voltearme a verlo con la ropa mojada sería un grave error que no estaba dispuesta a cometer.


***


Había llegado el día de la famosa boda del primo de Carlos de la cual había sido informada casi a último minuto. Ya me estaba mentalizando a la idea de que no iban a haber muchas personas con las que pudiera interactuar aparte de la familia de Carlos y pues el español mismo, porque no era tan extrovertida para hacerle conversación a extraños a menos de que ellos me lo hicieran a mí primero. Igual esperaba poder pasar un buen rato y aprender más acerca de él por fuentes cercanas ya que tenía entendido que algunos de los amigos del círculo de Carlos estarían presentes también, siendo cercanos con el novio.

—¿Por casualidad sabes hacer un nudo de corbata? —preguntó Carlos viéndose al espejo de la habitación con una mueca.

Suspiré dejando mi maquillaje de lado —Ven acá, inútil —hice señas para que se acercara y obedeció más no sin poner cara de ofendido primero.

Realicé el nudo de manera rápida sin sobre pensarlo mucho ni querer reparar en nuestra cercanía para luego continuar terminando de maquillarme. Cuando terminé y me volteé Carlos seguía viéndome anonadado—¿Dónde aprendiste eso?

—Tuve que usar corbata por gran parte de mis años escolares —me encogí de hombros y me senté en la cama a colocarme los tacones. Sin embargo, por algún motivo no querían colaborar conmigo y no lograba colocar bien la hebilla.

—Déjame —se hincó en el suelo y sujetó mi pie para apoyarlo en su regazo.

—Te vas a ensuciar todo el traje —lo miré con el ceño fruncido.

—Chsst, me desconcentras —sonrió divertido y volvió a mirar mi tacón para seguido colocar la hebilla de la manera más delicada posible, luego repitiendo el proceso con la otra pierna. Sus ojos me miraron desde abajo mientras su mano iba subiendo por mi pierna haciéndome tragar grueso.

Y luego resulta que era para dejar mi pierna en el suelo. Lo odio.

—¿Cuándo aprendiste eso? —lo imité.

—Justo ahora —me guiñó el ojo y se levantó acomodándose las mangas del traje—. ¿Te he dicho que estás hermosa? —me miró analizando mi atuendo de arriba a abajo. Traía un vestido negro y largo sostenido por dos finas tiras con una abertura que empezaba más arriba de la mitad de mi muslo derecho hasta abajo.

Tenía el presentimiento de que si Lele me hubiera visto diría algo como "Uhh, ¿te vas de cacería?" Porque no era desconocido para mí aprovechar una boda para conocer posibles candidatos. Sentía que en las bodas todos terminaban con envidia de la pareja y tomarían la oportunidad de empezar una relación por querer tener algo como ellos.

Claro que ahora esa no era la táctica porque estaba atada al español en esta relación falsa, pero en unos meses no lo descarto.

—No, pero no creas que te salvará de dormir en el piso esta noche —repliqué mientras me colocaba los aretes, el español soltando una maldición que me causó gracia.

No volvería a pasar una mala noche.

Cuando llegamos a la recepción de la boda tenía que admitir que apenas en la entrada donde estaban los nombres de la pareja fue que me enteré de la boda de quienes estaba asistiendo. Ahora lo sabía: Antonio Sainz y Clara Andrada-Vanderwilde, que me parecía un apellido bastante extravagante.

No había ni bien cruzado el portón del lugar donde sería la fiesta cuando Reyes nos rogó a Carlos y a mí tomarnos una foto en la entrada porque nos veíamos muy monos/chulos.

De verdad no creía que algún día terminaré de acostumbrarme a las expresiones españolas. Esperaba algún día dejar a Carlos igual de incrédulo con las expresiones venezolanas, solo que debido a tener que interactuar siempre con los medios había tenido que suprimir un poco mi jerga porque aprendí que no todo es universal y no todos me iban a entender. Y detestaba tener que repetirme mil veces o tener que explicarme. Era irritante.

Ya quería ver la cara de Sainz cuando alguien diga que nos vemos muy cuchi.

—Vale, júntense ahí —nos hizo señas de que nos moviéramos un poco a donde ella quería. Ni siquiera se veía algo llamativo que gritara "boda", pero era madre, siempre querían fotos sin un verdadero motivo detrás más que "para el recuerdo".

Nos movimos y esperamos a que tomara la foto, algo incómodos. Parecíamos dos tablas, se sentía muy foráneo tomarnos fotos juntos. Las fotos que teníamos solían ser captadas mientras caminábamos tomados de la mano, o conversando, o de los besos en el podio. Sí, nos habíamos tomado una que otra foto entre nosotros para nuestras redes o hasta selfies, pero por algún motivo nunca habíamos posado lado a lado. Teniendo que tocarnos.

En cambio la mayoría de fotos eran captadas por algún tercero.

No era desconocido para mí tomarme fotos con algún novio, solo que cualquier pose que pudiéramos intentar parecía haberse borrado de mi mente.

Estaba en blanco.

Y creía que por la cara de Carlos, él igual.

—¿Qué pasó? —Reyes bajó la cámara y nos miró extrañada —. No me digan que se pusieron tímidos, que aquellos besos en el podio no son de penosos.

Trágame tierra.

—Mamá —la regañó Carlos.

—¿Qué? Es cierto. Aquí solo estamos tu papá y yo y se ponen así, pero los ven por televisión millones y se comen la boca —ni siquiera es que lo decía de mala manera, solo como si fuera un dato.

Me estaba muriendo de vergüenza. La próxima celebración de podio sería un puñito ¿porque esto? Nunca más.

—Es que no nos gustan mucho las fotos, estamos acostumbrados a que fotógrafos nos digan qué hacer —nos excusó Carlos.

—Venga, pero para verse cariñosos no necesitan un fotógrafo, hijo —añadió el señor Sainz, algo impaciente. Por lo que había notado en la casa era alguien que le gustaba llegar puntual y si no salíamos a la hora que quería se empezaba a poner impaciente, al punto de casi entrar al baño a sacar a Carlos él mismo para poder irnos y llegar a tiempo.

Yo solo existía en aquel momento, sin saber qué decir o qué hacer. Podría jurar que mi pulso se estaba acelerando. Faltaba nada más que dijeran que no parecíamos una pareja, ¿y ahí qué hacíamos?

—Bueno, pero es que nos ponen nerviosos. Además, mamá es la que quiere las fotos, ¿no que te gustaba andar de fotógrafa? Eso significa indicarle a la gente cómo posar. El curso de fotografía vendría bien en estos momentos —bromeó.

Reyes hizo una mueca, pero decidió hacerle caso para alivio mío.

—Vale, sostenla de la espalda baja como atrayéndola a ti. Y Ada, tú ponte como de perfil y abraza con ambos brazos el hombro de Carlos.

Sentí la mano de Carlos posarse en mi espalda baja, algo tímida, pero despertando todo tipo de nervios en mi cuerpo. De repente me atrajo hacia sí de manera delicada hasta que quedé contra él. Mis brazos se apoyaron en su hombro todavía algo insegura con lo que estábamos haciendo en lo que el madrileño me miraba a los ojos. Me ponía nerviosa verlo a la cara porque sentía como si fuera transparente para él, que cada emoción que se me atravesara la podía ver tan clara como el agua. Y tal vez así fuera.

Él me sonrió y me guiñó el ojo, pero en esos momentos no creía que lo hacía con la intención de molestarme, sino más para provocar lo contrario. Y lo estaba logrando.

Sentí la comisura de mi labio alzarse como si tuviera vida propia, de repente mi sonrisa imitando la suya.

El madrileño bajó hasta dejar un suave beso en mi mejilla, que le salió tan doméstico y natural que mi corazón se quería salir de mi pecho.

Nos deberían llamar de Hollywood porque cualquiera de esas parejas por publicidad quedaban como nada al lado de nosotros.

—Me encantan —volteamos a ver a Reyes, quien se veía muy contenta con su teléfono todavía en manos—. Ahora probemos otra.

Carlos suspiró y le susurré al oído mientras Reyes hablaba de la nueva pose sintiendo como se tensaba por mi cercanía "Cinco minutos más y finjo alguna condición médica para que nos dejen".

Rió y sonreí satisfecha de haberle provocado una sonrisa al español.

Tomamos varias fotos hasta que al fin Reyes quedó satisfecha, y entramos algo apresurados por el señor Sainz quien no se quería perder la entrada de los novios.

Sin embargo, no llegamos a avanzar más de seis pasos tomados de la mano cuando noté como la usual mirada pérdida de Carlos a la que estaba acostumbrada, se ponía como en estado de alerta, parecía nervioso al ver algo o alguien a la distancia.

Traté de seguir su línea de visión, pero se puso enfrente de mí.

—Hey —me quejé alargando la vocal y luego lo miré —. ¿Qué te pasa?

—Solo no mires, cariño —trató de jalarme al lado contrario.

—¿Qué? ¿Pero no mirar adónde? —de nuevo intenté mirar por donde estaba mirando.

—Chsst, que no mires para allá —me regañó.

Quise rodar los ojos. ¿Quién estaba ahí que no podía mirar?

Volví a tratar de rodearlo como si estuviéramos en un juego de baloncesto y tuviera que pasar, y lo logré por poco cuando esta vez Carlos me sostuvo desde atrás por la cintura a lo que yo soltaba una carcajada por nuestro comportamiento.

Estábamos actuando como niños pequeños y eso que aún no habíamos tomado nada.

Carlos hizo amago de volver a girarnos para darles la espalda a esa persona, cuando alcé la vista rápido y me topé con la mirada de una chica en la barra. Una pelinegra con ojos mieles la cual me sonrió y me alzó la mano como para saludarme.

¿Era a mí?

Miré detrás y nadie le estaba prestando atención así que supuse que sí, porque no había algo más vergonzoso que cuando creías que te estaban saludando y no era así.

La imité tratando de ser amable y sentí a Carlos chasquear la lengua en lo que nos volteaba para seguir caminando a nuestra mesa, la chica sin perdernos de vista.

—¿Todo ese escándalo por una chica? ¿En serio? —me quise burlar —. Tampoco soy una tóxica, Sainz, por favor. No me importa con quien hayas andado o quieres andar después de esto.

Lo dije, pero al final de aquella oración puede que no me creyera tanto como hubiera querido.

Me ignoró—¿Por qué carajos si te digo que no voltees haces lo contrario, mujer? Si te digo que mires seguro que no lo hacías —rodó los ojos y a pesar de su irritación, cuando llegamos a la mesa igual me apartó la silla dejando que me sentara para luego empujarla para adelante.

Ya me estaba familiarizando más con sus actos caballerosos y no me ponía a la defensiva. Si lo hacía feliz hacer cosas por mí, pues que haga lo que quiera.

—Es probable, ¡pero es que no puedes decirle a alguien que no haga algo porque provoca hacerlo más! —me defendí acomodando mi vestido para que me cubriera más la pierna que tenía expuesta.

Carlos suspiró y se sentó a mi lado, de repente mirando hacia atrás de nuevo como quien no quiere la cosa.

—Además, ¿cuál es el problema? No entiendo por qué te pones así —me volteé hacia él tratando de buscar su mirada en vano.

—Joder, ahora está hablando con Tamara —murmuró sin prestarme atención en lo que se apartaba el nudo de la corbata del cuello como si de repente le apretara y se estuviera asfixiando.

—¿Quién es Tamara?

No contestó.

Me estaba empezando a irritar. Sus papás se habían ido a conversar con familiares junto con Caco y sus hermanas y no tenía nadie más con quien conversar.

—¿Aló? Sainz.

—Saaaainz.

—¡Carlos! —lo pateé en la pierna con suficiente fuerza para llamar su atención, pero no dejarle un morado.

—¡Ay! —se quejó volteando a verme—. ¿Qué pasó?

—Eso te pregunto yo a ti. ¿Quiénes son estas chicas que te ponen tan nervioso? Ni que te fueran a comer, por dios —volteé a mirar donde estaba la pelinegra y se hallaba conversando con una rubia igual de bonita. Ambas observaban nuestra mesa cada tanto soltando risitas.

¿Era por mí?

Fruncí el ceño.

—¡Que no mires, joder! —me miró serio y yo solo lo observaba confundida. Al ver mi rostro su expresión se relajó y se quiso apiadar un poco de mí. Resopló pasándose una mano por el cabello —. Son unas chicas...

—Puedo ver eso —interrumpí.

—Déjame hablar, mujer —me quedé callada porque se veía muy nervioso y no estaba ayudándole —. Gracias. Bien, son unas chicas con las que tuve sexo y pues digamos que se me pasó volver a llamarlas.

Solté una risa irónica. Con razón estaba todo cagado. A los mujeriegos lo que menos les gusta es enfrentar sus problemas, mejor conocido como chicas a las que usaron.

—No se te pasó —no pregunté, afirmé.

—No, en realidad no se me pasó —admitió resignado.

A veces se me olvidaba cómo empezó todo esto. Era difícil verle esa faceta de mujeriego a Carlos cuando con la única mujer que tenía permitido coquetear era conmigo a menos que quisiera que nos pusiera una multa la FIA.

Pero era parte de su pasado.

Había perdido la cuenta de cuántas mujeres en el deporte había escuchado hablando de las noches que tuvieron con Carlos. Todas hablando de lo bueno que era en la cama y cosas por el estilo que en su momento me hicieron querer vomitar.

Solo que en el transcurso de estos meses esa otra cara de Carlos había estado oculta, seguro lista para salir en cuanto terminemos la relación falsa, pero se me pasó hasta su existencia.

Estaba muy acostumbrada a que los coqueteos del español fueran dirigidos a mí.

Vi a Reyes haciéndome señas de que fuera con ella, seguro para presentarme a algunas personas, pero cuando fui a levantarme Carlos me agarró la muñeca con fuerza, como niño asustado de las montañas rusas.

—Viene para acá —susurró mirándome con algo de pánico, y yo volteé a ver a las chicas, pero las dos seguían en sus lugares conversando —. No, ellas no. Viviana.

—Maldita sea, Carlos. ¿Te acostaste con media lista de los invitados? —dije exasperada. ¿Éste hombre no podía mantenerlo dentro de sus pantalones?

—No, puede que con unas cinco —miró a alguien más a lo lejos —. Pongámosle siete, creo que las gemelas están aquí.

—¿Gemelas? ¿Y no se molestaron de que te acostaste con la otra?

Me quedé desconcertada.

—¿Has oído la expresión trío alguna vez, Torres?

Creo que los ojos se me iban a salir de la cara de la impresión, pero no tuve tiempo de replicar cuando un olor a perfume de mujer se hizo presente. No era desagradable, aunque sí tuve que estornudar.

—Salud —me volteé para encontrarme a otra castaña, pero de ojos verdes, la cual me ofreció una sonrisa.

—¿Gracias? —dije sin saber muy bien qué más responderle a la extraña.

—De nada, linda —miró a Carlos—. Carlos, justo a ti te estaba buscando.

Pero Carlos no la miraba, en cambio me veía a mí queriéndome reír por la cara que había puesto. Estaba irritado y yo lo estaba gozando a otro nivel.

—¿Carlos? —ella trató de llamarle la atención de nuevo.

—¿Adora? —alzó las cejas hacia mí.

—Uy, creo que Reyes me llama, amor. Ya vuelvo —comenté haciendo todo un teatro para levantarme, Carlos me fulminó con la mirada como diciendo "como te atrevas a dejarme aquí con ella, te mato".

Y tal vez debía ser un poco más celosa en circunstancias normales, pero Carlos se veía tan poco interesado en la chica que solo me daban ganas de reír por su sufrimiento. Le pasaba por perro.

No tardes, cariño —soltó entre dientes a lo que yo me alejaba para alcanzar a Reyes quien se dedicó a presentarme a invitados quienes era probable que no recordaría su nombre.


***


Luego de tanto ajetreo y de ser paseada por media fiesta como trofeo de una suegra orgullosa, fui a la barra de los tragos dispuesta a lo que sea que me sirvieran.

Ya con mi cóctel en la mano me quise voltear cuando me encontré con un Carlos caminando molesto hacia mí, quise ocultar mi sonrisa divertida detrás del trago cuando lo apartó de mis manos y lo dejó en la barra.

—Eres una malvada —me señaló sin despegar su vista de la mía.

—¿Yo? ¿Por qué? —me mordí el labio para no reírme.

Siguió el movimiento de mis labios, pero parece que su enojo superaba lo otro.

—Tú sabes bien por qué. Creí que una novia estaba para proteger a su novio, no para lanzarlo a los brazos de las leonas —bufó enjaulándome contra la barra.

—Pues te pasa por andar de callejero, ¿quién te manda? —me encogí de hombros.

—¿Te gustaría que yo te pusiera en un cuarto con todos tus exes?

—¿De verdad algo de una noche cuenta como una ex? —Alcé una ceja hacia él y rodó los ojos. Para mí estaba comparando una migaja con un pedazo de pan.

Y era jodidamente irónico si consideraba cómo había iniciado todo, pero una cosa era mi mejor amiga y otra las demás.

—Bueno, no, pero entiendes lo que te digo. No fue nada cómodo para mí.

Quise reír—Supongo que tampoco fue nada cómodo para ellas, Sainz. Se le llama empatía.

Me apartó la mirada, al parecer ya muy irritado conmigo.

—¿Cómo hacías que las traes tan locas? —Me entró curiosidad y él volteó a verme, confundido.

—¿Por qué quieres saber?

—No se responde una pregunta con otra pregunta. Vamos, responde —lo empujé un poco con mi hombro.

—No.

La sonrisa en el rostro de Carlos era de satisfacción y completamente engreída.

—¿No?

—No estás lista para eso, Torres —Carlos se alzó de hombros mientras le daba un trago a mi bebida.

—Ni que fueras tan especial.

Y entonces una mirada retadora apareció en su cara por un segundo, solo para después desaparecer y verse más tranquilo.

Fue ahí que Carlos se acercó más a mí, lo suficiente para que su boca estuviera al borde de mi oído y comenzara a susurrarme como una serpiente, queriéndose meter en mi cabeza, en este escenario yo era la presa y Carlos estaba por devorarme.

—Solo diré que si en verdad quieres saber, las cosas no van a terminar bien para ti. Terminarás rogándome por más.

Carlos se alejó lo suficiente para que yo pudiera verlo, se tomó mi bebida regalándome un guiño y saludó a algunos invitados desde lejos.

Y pues como decía el refrán "La curiosidad mató al gato".

Lo miré tomar su posición despreocupada con una ceja alzada, una risa incrédula saliendo de mis labios.

—¿Qué? ¿No me crees? —se relamió los labios y me miró a los ojos.

—No, la verdad que no —me encogí de hombros—. Creo que eres mucha habla y poca acción.

Yo solita me estaba cavando mi propio ataúd.

—Tú decides, ¿lo quieres ahora o cuando menos te lo esperes?

Me quedé pensando. Por un lado estaba ansiosa por ver cómo era en su totalidad aquel lado de Sainz, pero lo que lo haría más interesante era el factor inesperado.

—Sorpréndeme, cariño —tomé el vaso de sus manos para llevármelo a los labios bajo su atenta mirada, terminándome lo poco que quedaba.

—¿Se vale jugar sucio?

—Tú haz lo tuyo y yo marcaré los límites —indiqué y creo poder haber visto el momento exacto en que los engranajes en su cabeza comenzaron a girar.

—Vale, tenemos un trato entonces —me miró extendiendo su mano para que la estrechara y eso hice, sintiendo que acababa de hacer un trato con el diablo.

—Trato hecho.

—Solo no digas luego que no te lo advertí.

Me quedé viéndolo replanteando un poco mis decisiones. ¿Qué tan malo podía ser? Si ya había tenido a aquel hombre encima mío y lo había obligado a apartarse.

Creía que si podía con eso, podía con lo que vendría.

Fui a replicar cuando escuché una voz detrás mío—Carlos Sainz, el hombre de la noche.

Cuando me volteé estaban las dos chicas, la pelinegra y la rubia sentadas justo atrás de nosotros. Se me pasó por completo su existencia.

—¿De nuevo en las andadas, Carlos? —la rubia me observó entretenida, ni bien había iniciado la fiesta y ya empezaba a arrastrar las palabras —. Créeme, querida, te dará la mejor noche de tu vida, pero olvídate de que va a llamar.

—De hecho...

Me interrumpió esta vez la pelinegra—Y es tan descarado que luego cuando te lo vuelvas a encontrar será con otra chica y pretendiendo que no te conoce.

—Oigan, pero...

Me miré con Carlos, quien no sabía si estaba más irritado o avergonzado. La rubia me sostuvo del hombro, su aliento a alcohol azotando mis fosas nasales cuando se acercó—Un gilipollas, no te dejes engañar porque sea un piloto, apenas consiga un polvo contigo se olvida de tu nombre...

—Tamara —dijo confiado. No sé si trataba de parecer como el bueno, pero no le resultó muy bien la jugada pues ambas chicas rodaron los ojos.

—Mariana —dijeron al mismo tiempo, al parecer muy irritadas con el madrileño y no era para menos.

—Qué cojones, cabrón. La llevaste hasta a Mónaco y no te acuerdas ni de su nombre —dijo la pelinegra mirándolo con molestia.

—¿Qué te digo? Un gilipollas —señaló la rubia como queriendo probar su punto.

Yo me removí algo incómoda. En realidad no sabía qué hacer ni qué decir cuando hace unos meses probablemente podría haber sido yo quejándome del español. Nada de esto era información nueva para mí, sabía con el Carlos que me estaba metiendo cuando empezamos todo esto, pero no podía decir que me había imaginado algún día estando en esta situación.

—Tenéis razones para estar molestas, ¿vale? —trató de razonar Carlos —. Lamento no haber llamado, y en general ser un gilipollas con ustedes, pero ella es...

—Una chica lo suficiente lista como para no irse contigo —soltó la pelinegra mirándome decidida, como si hubieran decidido adoptarme en su pequeño club de #odiamosaCarlosSainz y salvarme de las garras del susodicho.

—Mi novia —dijo apretando los labios, y eso pareció desconcertarlas a ambas.

—Y en verdad me disculpo por mi pareja, pero él ya no es la persona que dicen que era —tomé la mano de Carlos y la entrelacé con la mía, el madrileño dándome un apretón como diciendo "gracias".

—¿Entonces estás consciente de lo mujeriego que es y aún así sales con él? —preguntó la pelinegra confundida.

—Creo que las personas cambian —miré a Carlos a mi lado, quien me ofreció una pequeña sonrisa que me provocó cosquillas en el estómago —. Solo si les das la oportunidad de hacerlo.

Ambas se quedaron observando, parecían estar enfrente de un espejismo.

—Nos quedaríamos conversando, Mariana y... Andrea, ¿no? —la pelinegra asintió, parecía sorprendida —, pero tenemos que irnos a nuestra mesa, así que espero que pasen una buena velada.

Y así de fácil Carlos nos alejó de la barra perdiéndonos entre la gente.

—¿De dónde conoces a todas ellas? —susurré dejando que me arrastrara.

—Son amigas de mi primo y de Clara.

—No pierdes el tiempo, ¿no? —bromeé aunque no me generaba tanta gracia como quisiera.

—No tienes ni idea... —suspiró mirándome de reojo.

¿Qué tanto me faltaba por conocer de Sainz?


***


Empezó a sonar mi teléfono. "Lele", decía en el identificador.

Contesté en lo que buscaba a Carlos con la mirada, se había ido a buscarnos algo de comida y ya se estaba tardando.

Hermanita, ¿cómo estás?

—A los años, mujer. ¿Se te olvidó que tienes hermana? —la molesté todavía en búsqueda de esa cabellera de telenovela.

Pues no, pero la comunicación es mutua.

—Lo sé, se me olvida. La verdad no he estado tan pendiente del teléfono.

—Bueno, deberías. Te he estado mensajeando porque parece que a McLaren y Ferrari le llegaron correos de la FIA. No creo que sea tan grave, pero quieren que Carlos y tú tengan una reunión con los directores. Y pues puede que no sea nada, pero igual necesitan presentarse ahí y... —de repente dejé de prestar atención en lo que mis ojos encontraron a Carlos, sí, pero con Isabel Hernáez justo enfrente viéndose muy sonriente mientras conversaban.

¿Lo peor del caso? Carlos se veía sonriente también, nada como el Carlos malhumorado e incómodo que estaba hablando conmigo hace una hora. Y no traía comida.

Oye, Lele, te llamo luego, ¿sí? —no dejé que respondiera cuando colgué y metí aquel teléfono en mi cartera, caminando hacia donde se encontraban esos dos.

La primera en notar mi presencia fue Isabel, quien me sonrió como si hubiera visto a una vieja amiga.

¿Por qué no podía ser más odiosa para que fuera más fácil que me cayera mal?

—Carlos —le llamó la atención mirándome y el español dejó de hablar.

Odiaba la facilidad en la que pronunciaba su nombre, como con familiaridad. Y sí, Carlos era uno de los nombres más comunes del planeta tierra, pero no quitaba de que lo llamara así sin pestañear.

—Hasta que llegas, cariño —Carlos me sonrió y puso su mano en mi espalda baja para integrarme a la conversación —. Isa, ella es mi novia, Adora Torres. Adora, ella es una amiga, Isabel Hernáez.

—Me puedes decir Isa, si quieres. No me gusta tanto Isabel —dijo amable mientras se acercaba a darme un beso en la mejilla, y la imité, pero se me olvidó por completo que en España son dos besos, por lo que cuando me fui a alejar casi me terminó dando un beso en la comisura del labio.

Ambas reímos nerviosas.

—¡Perdón!

—No, perdóname a mí porque se me olvidó las costumbres de acá —dije algo avergonzada.

Claro que tenía que hacer el ridículo con la ex novia de Carlos.

—Tú tranquila, ya con Carlos poco a poco le irás agarrando el tiro —juntó sus manos enfrente de ella —. Oye, casualidad que justo estábamos hablando de ti antes de que llegaras.

—¿Ah, sí? —sonreí algo falsa, podía sentir a Carlos mirarme divertido —. ¿Cosas como qué?

Mi objetivo era sonar casual, pero no me salió. En realidad parecía muy demandante, aunque ni se inmutó.

—Es que yo hago un podcast de moda...

Carlos interrumpió—Muy bueno, la verdad.

—¿Qué vas a saber tú, tío? —lo molestó y Carlos rió.

Traté de mantenerme impasible aunque por dentro quería chillar.

No me gustaba que ella hiciera reír al español.

Oye, tengo audífonos y opiniones de moda, creo que soy un oyente válido —se defendió el madrileño.

—¿Entonces de qué fue mi último capí...?

La interrumpí, no quería que se siguieran hablando sin yo formar parte de la conversación—Disculpa, ¿dijiste algo de que haces un podcast y que estaban hablando de mí?

Quería hacerle acuerdo.

Ambos voltearon a verme.

Parecería castrosa, pero no iba a dejar que siguieran coqueteándose en mis narices.

—Claro, perdón —se rieron, y tuve que contener las ganas de golpear algo. Odiaba su complicidad —. Es que Carlos estaba hablando de que debería traerte como invitada en el podcast, y pues yo estaría encantada. Amaría hablar de las tendencias y las que sigues porque te gusta y no por un patrocinio. También para explorar un poco los gustos de moda de una atleta.

Me propuso y yo miré a Carlos de reojo. Esperaba que recordase por quién fue nuestra última pelea. Porque ese alguien estaba aquí parado enfrente nuestro y proponiéndome participar en su podcast.

—Pues yo también estaría encantada, pero no manejo mi agenda así que tendrías que comunicarte con mi manager —traté de poner una excusa para no hacerlo, aunque no parecía perturbarle de alguna forma.

—De hecho, Carlos dijo que podrías decir algo así y me puso en contacto con tu manager. Lele, ¿no?

Apreté los dientes.

Claro que lo hizo.

No tenía que verlo para saber que se estaba divirtiendo a sobremanera con esto.

—Sí, Lele.

—Ya anotó una posible fecha por si decides hacerlo. Sin presiones, solo que he visto algunos de tus outfits y me encantan, amaría tenerte de invitada —dijo con una sonrisa.

—Lo pensaré —traté de imitarla, aunque capaz me salió más como una mueca. No sabía cuál era mi problema con ella. No me había hecho nada. No me consideraba celosa como tal, ¿pero con ella? No sabía porqué causaba que me reviente la vena.

—Todo lo que tú quieras —escuché como la llamaban y cuando vi, parecía ser la novia de la boda que la estaba llamando.

Jodeme.

Claro que la ex se tenía que llevar bien con su familia. Hasta ese momento ni había caído en cuenta que traía el vestido que usaban las del cortejo.

Tenía que ser una clase de broma de mal gusto.

Siento que debía estar pagando contra alguna clase de pecado. Primero hacía reír a Carlos y ahora resulta que es tan amiga de su familia que la invitaban a bodas. Y no solo eso, sino que era tan cercana que hasta la habían hecho del maldito cortejo.

¿Cómo competía yo contra el privilegio de antigüedad?

—Lo siento, Clari me llama. Hablamos después —se despidió con dos besos de mí, y cuando hizo lo mismo con Carlos se me revolvió el estómago. Fue como si me estuvieran rasguñando el pecho desde adentro. Mis manos se volvieron dos puños a mis costados.

Me hervía la sangre.

Se fue, y no esperé mucho más para irme a la mesa. El español se tardó un poco en regresar, poniéndose a conversar con unos amigos.

Mientras tanto yo trataba de controlar mi molestia. Énfasis en tratar, porque se me estaba haciendo imposible.

¿Por qué quería competir contra ella?

¿Por Carlos?

¡Ni siquiera se veía interesada en él!

Y yo era una novia para las cámaras, nada más ni menos.

¿Entonces por qué sentía como si fuera un volcán preparándose para estallar cada vez que interactuaban?


***


Él volvió un tiempo después a la mesa con nuestros platos de comida. Yo me encontraba conversando con sus hermanas, sus papás al parecer se habían ido a sentar en otra mesa para hablar con otros familiares.

Yo no entendía eso de asignar mesas en las bodas, si igual a todos les valía y hacían lo que les plazca, pero bueno.

Se sentó a mi lado derecho y dejó mi plato enfrente mío a lo que yo solté un bajito "gracias" y empecé a meterme bocados a la boca como si no hubiera comido en tres siglos.

Por un lado, tenía hambre, y por otro había encontrado que si tenía la boca ocupada no podía decir cosas impulsivamente.

Podía sentir la mirada de Carlos en mi perfil.

—¿Todo bien, cariño? —preguntó a lo que yo asentí con la boca llena.

Su mano se escabulló hasta mi rodilla por debajo de la manta de la mesa y casi me atraganté con el pedazo de papa que estaba ingiriendo.

—Me alegro —tomó de su vaso de agua como si nada.

Pero tenía el presentimiento de que aquello apenas iba empezando.

—Oye, Carlitos, me di cuenta que estaba Isa. ¿Ya saludaste? —preguntó Ana cortando su pollo.

—Ah, sí. Nos pusimos al día —sonrió Carlos y quise rodar los ojos —. De hecho, se la presenté a Adora.

Sus dedos empezaron a subir por mis muslos internos. Me tensé bajo su tacto.

—¿Y? ¿Qué te pareció? —me miró Blanca, expectante.

Noté a Carlos observarme divertido. No le daría la satisfacción de hacerle saber que verlo hablando con su ex me había afectado.

—Excelente. Encantadora, la verdad —asentí solo queriendo que cambien de tema y eso pareció satisfacerlas, poniéndose a conversar entre ellas.

Sentí al madrileño inclinarse sobre mí, su aliento golpeándome en la mejilla cuando me susurró al oído—Mentirosa.

Quise responderle, pero esta vez, a diferencia de otras, no detuvo la ruta de su mano hasta que se aventuró por la abertura de mi vestido.

Lo miré a los ojos y dijo—¿No te vas a comer todo?

De manera casual, suficiente alto para que sus hermanas nos escuchen. Ambas mirándome preocupadas.

Mi plato estaba apenas empezado, olvidado, en completo segundo plano porque no me podía dedicar a comer con la cercanía de su mano en donde más lo necesitaba. La calidez que me proporcionaba comparado con lo helado que estaba mi piel era un contraste que no sabía que me excitaba. Un cosquilleo burbujeando en mi vientre.

—¿No tienes hambre, Ada? —preguntó Blanca.

—Sí, solo que como lento —no la quise preocupar por los movimientos de su hermano.

Asintió y volvió a su plática con Ana.

—¿Estabas celosa, Torres? —sus dedos rozaron la tela de mis bragas mientras me susurraba al oído.

—No —Tragué saliva y negué. Ambos sabíamos que era mentira, pero primero muerta que admitirlo.

—Respuesta incorrecta —seguido de eso hizo contacto por encima de mi intimidad, y pues mi boca podía decir una cosa, pero era claro que mi cuerpo decía otra.

Tuve que contener la respiración. Lo miré como diciendo "¿qué carajos haces? Nos podrían ver".

Aunque sabía que el que estuviera cubierta bajo la manta, con nuestra mesa en una esquina excluida y sus hermanas enfrente de nosotros en otro mundo hablando con sus parejas ayudaba a que el español ignorase mi mirada.

—¿Vas a decir la verdad? —me retó frotando sus dedos en un punto que me hizo soltar un bajo suspiro ahogado.

Okay, si antes me negaba a decirle por mi propio orgullo, ahora que empezaba a torturarme con el tacto de sus dedos pues menos.

—No.

—Bien, tú te lo buscaste. Y cuidado y sueltas un solo sonido porque me detendré —advirtió con voz ronca, y no había ni terminado de procesar sus palabras cuando apartó aquella barrera que separaba a sus hábiles dedos de su objetivo, acariciando mis pliegues antes de hundirse de forma lenta en mí y yo tuve el impulso de sostenerme de la mesa al ser arrebatada de todo sentido de control.

No me lo esperaba.

Me mordí los labios para evitar que salieran los jadeos que amenazaban de escapar de mis labios. Hace tiempo que no era tocada de esta manera.

Empezó a moverlos con experiencia, experimentando dónde estaba aquel punto que me volvía débil en las rodillas. Supo que lo logró cuando apreté las piernas contra su mano, temblando bajo su toque. Sonrió arrogante y continuó, enfocándose con cada penetración de sus dedos en rozar el lugar que me hacía ver toda una galaxia detrás de mis párpados. Sentía la cara acalorada y el cómo cada vez el placer iba en aumento. Era demasiado para mí luego de meses sin nada más que los besos de Carlos. Y pues con la atención de los dedos de aquel tremendo español, se me hacía difícil resistirme. Apenas llevaba dos dedos introducidos, pero me tenían volando.

No sabía cómo me iba a contener si llegaba, solo quería expresar el tumulto de sensaciones que estaba atravesando. Me encontraba curvada contra la mesa con el codo apoyado en ella. Me tapaba la cara con la mano porque mis ojos se cerraban bajo las administraciones del hombre a mi lado, quien se veía imperturbado. De hecho, comía con su otra mano como si no estuviera a nada de llevarme al orgasmo. Aunque el brillo travieso de sus ojos no pasó desapercibido para mí.

¿De verdad podía estar tan tranquilo cuando estaba por llevarme al cielo?

Me volvía loca.

Quise mover mis caderas para encontrarme con su mano a medio camino, pero apenas hice el intento de frotarme contra él Carlos me miró de manera peligrosa.

Okay, al parecer tampoco podía moverme para aliviarme.

Su pulgar frotó mi clítoris y supe que sería mi condena. Sus dedos aceleraron su ritmo.

Traía las mejillas encendidas, mi cuerpo indicándome con vibraciones que me recorrían toda que estaba a segundos de mi final a manos del español. Me arqueé contra la silla.

Joder...

—Ada, ¿estás bien? —interrumpió Blanca y quise matarla. Levanté la vista de debajo de mi mano, la de Carlos se apartó de mí.

Maldita sea, mamagueva, que coño, ¿no podía ayudar a una?

La miré tratando de no fulminarla con la mirada, sino demostrando confusión—Es que te veo muy roja, y sudando. ¿Tienes fiebre?

—No, creo que me encuentro algo sofocada —me abaniqué con la mano y Carlos me miró bajo ojos ensombrecidos —. Creo que iré al baño a lavarme la cara.

—¿Quieres que te acompañe?

—No, estoy bien. En serio —aseguré y me levanté esperando que no me tiemblen mucho las piernas, aunque supongo que podía culpar un poco los tacones.

Si Carlos no iba a terminar el trabajo debía hacer algo porque no me iba a quedar así.

Avancé hacia el pasillo de los baños, se encontraba vacío.

Sin embargo, no logré ni entrar cuando sentí una presencia a mis espaldas.

Carlos me volteó y me estampó contra una de las paredes en una esquina oscura. Sus carnosos labios se encontraron conmigo a medio camino, mi mano se entrelazó en su cabello jalando mechones que causaron que soltara gemidos graves en mi boca. Nuestros dientes se chocaban mientras nuestras bocas se buscaban desesperadas. Introdujo su lengua en mi boca y la recibí con mucho entusiasmo acercándolo más hacia mí tratando de aliviar la presión en mi vientre. ¿Inhibiciones? No sabía qué eran en ese momento.

No me importaba nada más que él.

Nos separamos con las respiraciones pesadas, el español bajó sus besos por mi mejilla hasta mi cuello, su mano en mi cintura me presionó contra él, sintiendo todo. Lo necesitaba.

—¿Ahora si vas a admitir que estabas celosa? —preguntó creyendo que por mi estado excitado sería más dócil.

Y ni mierda.

—Ni loca —y volviendo a recordar aquella escena con su ex lo jalé hacia mí con mi mano hecha un puño en su cabello, pero pareció gustarle porque soltó un gemido contra mis labios. Dominé su boca queriendo hacerle saber que no podía estar con otra. Que yo tenía todo lo que quería y necesitaba.

No Viviana, ni Mariana, ni Andrea, ni Isa, ni las jodidas gemelas.

Yo, Adora Torres.

Solo existíamos los dos y mis ganas de devorarle a besos aquellos hinchados y rosados labios.

Mi corazón palpitó con fuerza cuando se alejó jadeante.

—Esperaba que dijeras eso —miró mis labios relamiéndose los suyos, debíamos parecer unos adolescentes calenturientos con los labios hinchados y el cabello despeinado —. Nos vamos.

No preguntó. Demandó.

Y esta vez no tenía ganas de poner objeción.

No cuando estaba extasiada por más.

Le acomodé el cabello con mis dedos, tratando de que se viera siquiera decente cuando saliéramos, pero no podía hacer nada por sus ojos oscuros. Él me imitó tratando de borrar los rastros de sus manos en mi cabello y cuando terminó me miró de manera penetrante a los ojos y contrario a todo lo que había hecho anteriormente, dejó un suave beso en mi boca. Un pico que causó que se me encogiera el corazón por lo inocente que fue.

Estaba súper jodida.





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N/A: Holaaaaa, I'm baaaack

Para las que leyeron el crossover no habrá sido hace mucho que me vieron, para las que no pues hola, perdón por no subir, no las perdono por no leer el crossover porque Adora sacó lo resentida de mí, y sí, me ofendí.

Y pues para esas mismas que se quejaron de que no tenían capítulos nuevos, hermanas, ESCRIBIMOS 120,000 palabras en el crossover.

Para ponerlas en contexto, Troublemaker llevaba menos de eso hasta este capítulo. Así que energías + tiempo, no había.

En Instagram he estado anunciando todo con chisme incluído de cosas que me van pasando así que si no están ahí, se lo pierden.

Este capítulo, en resumen:

Pero hay posibilidades de que haya capítulo la próxima semana, cuando esto se suba me encontraré en proceso de escribir el siguiente. Estoy pensando si subir los sábados como era originalmente cuando inicié, o los domingos. Ustedes déjenme saber.

Se vienen tweeeets, así que quien quiera participar (que no tenga ya un usuario creado por mí) deje su nombre, usuario inventado y foto de perfil de quien querrían.

Ya saben qué pasará el próximo capítulo 🫣👀... así que, ajústense los calzones y prepárense. Quería que fuera en un capítulo que termine con 5 como el número de ambos (55 y 95) al igual que el primer beso ;)

Perdón por hacerlas sufrir (en realidad no)

Las quiero, adoro los edits que me están mandando por Insta, y responder la cajita de preguntas para interactuar con ustedes así que apenas terminen pásense por ahí.

¿Qué pensamos del título del cap? Quería que fuera tipo los fantasmas de Scrooge jsjsjs

¿Y de Isa? Tenía que hacer una aparición en algún momento, y con Fer estuvimos de acuerdo en revivirles el trauma de Isa y Mallorca (por eso sí pido perdón jsjsj)

Las quiero mucho, gracias por el apoyo, estamos cerca de 20k votos así que plis no se olviden de votar,

Y espero ver muchos comentarios porque las extrañé y espero que ustedes a mí igual,

Se despide,

Val

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