Capítulo 7
—¿Por qué siempre haces eso? —Jake frunció el ceño, mirando la bandeja de comida de Nathan.
—¿Hacer qué? —El rubio levantó una ceja.
—Separar la comida de esa manera, y cada vez que llevas algo a tu boca es una sola cosa —murmuró Jake.
—No me gusta que la comida se mezcle —le contestó Nathan simplemente.
—Pero si en el estómago se va a mezclar de todos modos —se burló Jake.
Nathan se lo quedó mirando un momento antes de pinchar un brócoli con su tenedor.
—Deja de hablar y come —ordenó antes de llevarlo a su boca.
Jake levantó una ceja.
—¿Me estás dando órdenes?
—Estoy pagando tu comida. Pronto terminará el receso y no terminarás de comer. Será un desperdicio de dinero —explicó Nathan.
—Voy a terminar de comer, y no sabía que eras tan tacaño —soltó Jake, sorbiendo un poco de malteada.
—No estoy siendo tacaño, solo que se estima que un tercio de todos los alimentos producidos para el consumo humano se desperdicia a nivel mundial. Esto es una enorme pérdida de recursos. Si se redujera el desperdicio de alimentos, se podrían liberar recursos para invertir en otros sectores —le dijo Nathan.
Jake asintió. Vaya, Nathan sí que era listo, y eso lo demostraba con creces. Con Nathan nunca podría tener una conversación “normal” de un par de chicos de 18 años.
—Está bien, lo que digas —dijo, llevándose a la boca unas papas con kétchup y ensuciándose un poco los labios.
—Tu forma de comer es desordenada —reprochó Nathan entre dientes.
—Y tú eres un clasista con la comida —Jake masticó de forma ruidosa.
—¿De qué hablas? —preguntó Nathan.
—Que tú decides que tu brócoli no puede mezclarse con la zanahoria, ni esta con el tomate, y menos con la lechuga. ¿No se supone que estás comiendo ensalada? Todo debería ir junto —alegó Jake.
—No para mí, cada cosa debe tener un lugar —Nathan se encogió de hombros.
—Eso te convierte en clasista, así como todas las personas que nos miran mal en este momento. Algunas piensan que tú y yo no deberíamos estar sentados juntos —le respondió Jake.
—¿Por qué no deberíamos hacerlo? —preguntó Nathan, confundido.
—Es obvio, míranos: el peor estudiante de este instituto junto al mejor. Tú mismo lo dijiste, cada cosa tiene su lugar. Se supone que somos de distintas clases.
—Dijiste que no te importaba lo que pensaran de ti —le recordó Nathan.
—No lo hace…
—Entonces no debería preocuparte lo que ellos piensen porque nos sentemos juntos —Nathan se ajustó sus lentes—. Y mi forma de comer es mi problema, no el tuyo.
Jake se rió —Solo tú puedes ser amable e insultar con un solo argumento.
—Solo digo lo que pienso —refutó Nathan.
Jake sonrió—Lo sé, solo que no tienes que cerrarte todo el tiempo. A veces es bueno probar cosas nuevas. ¿Quieres de mi hamburguesa? Aún no la he tocado.
Nathan miró el plato de Jake con el ceño fruncido y una mirada inexpresiva.
—¿Qué, eres vegetariano o algo así? —preguntó Jake.
—No, solo que todo está junto.
—¡Eso es lo que hace especial a la hamburguesa! —Jake la levantó y se la ofreció—. Juro que te va a gustar, y si no lo hace, puedes golpearme.
—¿Acaso eres masoquista? —chistó Nathan—. ¿Por qué todo lo resuelves con golpes?
Jake dejó salir una risa avergonzada —No cambies el tema. ¿No vas a probarla? ¿De verdad no tienes curiosidad por cómo sabrán todos los ingredientes juntos?
Nathan apretó los labios y pareció meditarlo. Después de un largo momento, asintió —Pero no quiero ensuciarme las manos —aclaró.
Jake sonrió, como si convencer a Nathan fuera uno de los mayores logros de su vida —Yo puedo darte, muerde un poco —dijo ofreciéndosela en la boca.
Nathan, no muy convencido, mordió la hamburguesa y masticó lentamente.
Para Jake, fue como una eternidad mientras Nathan masticaba la comida, y lo peor de todo era que el rubio seguía teniendo ese rostro inexpresivo de piedra, sin dejar ver un atisbo de emoción.
—¿Te gustó? —preguntó con ansiedad.
—No está tan mal —respondió Nathan.
La sonrisa de Jake se hizo aún más enorme —¿No quieres más?
Nathan negó con la cabeza —Es suficiente.
—Está bien con que la pruebes hoy. ¿Ves? No pasó nada por comer todos los ingredientes juntos.
—Deja de alardear.
Jake se rió y llevó su dedo al labio inferior de Nathan, limpiando una mancha de salsa que había allí. Luego, lo chupó.
—Tu perfecta imagen también sigue intacta —dijo guiñándole un ojo.
Nathan abrió los ojos con sorpresa, mirando a Jake —¿Qué? Termina de comer, tú mismo dijiste que no se debe desperdiciar la comida.
Ambos siguieron comiendo, y Jake, por supuesto, no se daba por vencido en su intento de obtener más información sobre Nathan, queriendo saber más sobre sus raros hábitos y su personalidad un tanto peculiar.
Para cuando el timbre de regreso a clases sonó, ya habían terminado —¿Cuándo es nuestra próxima clase juntos? —le preguntó Jake.
—Mañana a primera hora. Música —le respondió Nathan.
—Entonces nos vemos mañana.
Jake se puso el bolso sobre el hombro, despidiéndose.
Las clases para él habían terminado por hoy; tenía algo mejor que hacer que escuchar al profesor Lee hablar sobre cálculos y ese montón de cosas que no entendía.
Esquivando a los maestros y alumnos, se encaminó hacia la oficina de la directora.
Pero entonces una mano lo detuvo, sosteniéndolo del brazo —¡Mierda! Me asustaste, imbécil —gruñó Jake a Ethan.
—Ay, pues perdón. Ibas caminando todo misterioso y me dio curiosidad. ¿A dónde vas? —quiso saber.
—A la oficina de la directora —respondió Jake entre dientes.
—¿Qué hiciste ahora?
—Nada, solo voy a buscar algo allí…
Ethan lo miró con los ojos entrecerrados —¿Qué vas a hacer?
—Necesito ver el archivo de un estudiante —respondió Jake.
—¿Y eso para qué? —Ethan estaba más que confundido ahora.
—No te interesa, y si no vas a ayudarme, déjame ir —musitó Jake.
—Bien, te ayudo con la condición de que me lleves a comprar el alcohol para la fiesta que organicé esta noche —propuso Ethan.
—Hecho. Entretén a la secretaria mientras yo busco el archivo —dijo Jake.
—¿Por qué siempre tengo que entretenerla yo? —se quejó Ethan.
—Porque eres un sol. ¿No es así como ella te dice? Creo que le gustas —Jake movió las cejas.
—Es una anciana —refutó .
—Pero está bien conservada. Podrías tener una sugar —burló Jake.
—Te voy a patear el culo, ella dice que le recuerdo a su nieto —gruñó Ethan, pero lo siguió.
Siguieron por el pasillo hasta las oficinas —Haz lo tuyo —ordenó Jake a Ethan.
Ethan suspiró resignado y trató de poner la mejor de sus sonrisas —Hola, Sra. Brown.
La mujer mayor levantó la mirada—Oh, pequeño sol, ¿qué haces por aquí? ¿Te metiste en problemas de nuevo?
—Claro que no. Solo que extrañaba un poco verla —dijo Ethan.
—¿A mí? —preguntó la mujer, sorprendida.
—Sí, es que usted es la única que me trata bien en este instituto —dijo, poniendo ojitos de cachorro mientras le hacía señas a Jake para que pasara.
Jake tuvo que hacer un esfuerzo para no reírse y pasó prácticamente agachado para que la mujer no lo viera. Estaba seguro de que la directora no estaba en la oficina; ella siempre salía a la hora del almuerzo y llegaba algo tarde.
Usando sus “mañas”, abrió la puerta y fue directo a su objetivo: los archivos de los estudiantes. Sabía perfectamente dónde estaban; el suyo estaba lleno de anotaciones.
Le tomó un poco de tiempo encontrar el que quería, por supuesto, el de Nathan, pero lo hizo. Cero anotaciones negativas, ni siquiera hubo registro de la vez que estuvieron castigados juntos.
Jake levantó una ceja y tomó una foto con su celular a la información que quería antes de guardar todo como estaba y salir tan rápido como pudo. Ethan seguía hablando con la anciana.
La mujer estaba tan entretenida que ni cuenta se dio cuando él salió.
—Ya debo ir a clases, Sra. Brown. Gracias por siempre escucharme —dijo Ethan en tono de víctima.
—Aquí estoy siempre que me necesites, solecito. Te haré unos postres la próxima vez —le dijo ella.
—Estaré encantado de probarlos —dijo Ethan, despidiéndose con la mano antes de salir corriendo.
—¿Por qué tardaste tanto, imbécil? —le reprochó Ethan a Jake.
—No tardé nada. Ahora vamos.
—¿Por mis cervezas?
—No, primero iré a otro lugar. Apresúrate, tenemos que sacar la moto de aquí —Jake tiró del brazo de Ethan.
Y, por supuesto, salir del instituto fue muy fácil para dos escapistas profesionales como ellos.
—¿Qué hacemos en este barrio de ricos? —preguntó Ethan, confundido, después de un rato.
—Por aquí vive alguien que conozco —dijo Jake, asegurándose de que no se hubiera equivocado de dirección.
Por alguna razón, creía que la forma de ser de Nathan debía tener un poco que ver con el lugar donde vivía, y quería averiguar eso.
—¿Desde cuándo tienes amigos ricos? —preguntó Ethan—¿Puedes pedirle que nos preste su casa para la fiesta?
—Claro que no, no seas idiota —murmuró Jake, mirando al frente.
Esta era la dirección. Jake silbó al mirar la casa, o mejor dicho, la mansión frente a él. Solo podía ver un poco a través de las rejas, pero era enorme, como las que muestran en televisión.
¿Por qué alguien con tanto dinero como Nathan estudiaba en un instituto como el suyo de clase media-alta, cuando podría estar en uno lujoso?
—Aléjate de las rejas o llamo a la policía —escuchó la voz de un hombre hablarle.
Jake frunció el ceño mirando al tipo vestido como pingüino, con su traje y todo, incluida la pajarita.
—¿Por qué llamarás a la policía? No estoy haciendo nada malo —dijo.
—Tu presencia causa desconfianza y estás mirando mucho hacia la mansión, como un ladrón —respondió el tipo.
—Jake, vámonos —dijo Ethan entre dientes, tirando de su brazo.
Jake se soltó de su agarre —Si fuera un ladrón, no vendría a estas horas, estúpido —escupió Jake— Solo quería estar seguro de que Nathan vive aquí.
El hombre de las rejas lo miró mal —Tienes pinta de no ser alguien decente. ¿Y por qué mencionas al joven Harington? —preguntó desconfiado.
—Prefiero vestirme así y no como un pingüino estreñido —dijo Jake—. Y soy amigo de Nathan, por eso pregunto por él.
El hombre lo miró indignado —Cierra la boca o te enseñaré a respetar, mocoso. ¿Y tú, amigo del joven Harrington? En tus sueños.
—¿Por qué no puedo ser amigo de Nathan? —preguntó Jake, enojado.
—Porque el joven Harrington no tiene amigos, y si los tuviera, no serían de tu clase. Ahora vete o llamo a la policía —amenazó, sacando su teléfono.
—Jake, vámonos, estoy muy joven para ir a la cárcel —insistió Ethan, tirando del pelinegro hacia la moto.
Jake le dio una última mala mirada al tipo arrogante y subió a su moto —Maldito imbécil —dijo entre dientes.
—Sí, mejor vamos a comprar nuestra cerveza. La fiesta es en la playa y, como anfitriones, organizamos la próxima carrera —le recordó Ethan.
Jake aceleró la moto, maldiciendo entre dientes. Iba a hacerle tragar sus palabras a ese tipo.
El resto de la tarde pasó en un borrón, ayudando a Ethan a comprar alcohol y organizando una ruta segura para las carreras de motos.
Aunque Jake no estaba tan concentrado en nada, incluso en la fiesta estuvo distante, fumándose un cigarrillo lejos del grupo de chicos que bailaban junto a la fogata en la arena.
Sus pensamientos estaban en otro lado, cerca de Nathan Harrington. Que el rubio no tenía amigos fue algo que supo desde el comienzo. Era obvio que, a pesar de ser tan inteligente, no tenía la menor idea de cómo relacionarse con otras personas.
Pero, ¿por qué ese tipo había dicho que Nathan no tenía amigos de esa manera? ¿Acaso le tenían prohibido eso? ¿Por eso él era tan apático y reservado?
—Oye, deberías dejar de fumar esa mierda —escuchó una voz femenina a su lado.
Jake inhaló el humo y luego lo dejó salir hacia el rostro de la chica a propósito—Y tú deberías dejar de hablar tan vulgar, eres mujer.
—¿Ahora solo los hombres pueden decir palabrotas? Jodido machista —la pelinaranja le pateó la pierna.
—¡Auch! Oye, solo digo que ser más femenina no te iría mal —gruñó Jake—Así tus padres no te hubieran enviado al colegio de monjas.
Lexi rodó los ojos —Que te jodan.
Jake se rió —¿Cuántos rosarios debiste rezar hoy? Estás más agresiva que nunca.
—Qué te importa —le respondió ella—¿Y tú qué haces aquí, lejos de todos?
—Nada, pensando —respondió simplemente.
—¿Tú piensas? Eso es una novedad —se burló Lexi.
Jake le dio una calada al cigarrillo y lo sopló hacia ella nuevamente.
—¡Mierda, Jake, para con eso! —le gritó— No sé por qué las chicas te ven atractivo cuando eres un bruto.
—Tengo mis encantos —Jake le guiñó un ojo.
—Pero muy bien escondidos, ¿eh? —murmuró Lexi.
—Solo se los muestro a las personas que se lo merecen —respondió Jake— Las que me importan.
Lexi puso los ojos en blanco —Escuché que has faltado a las últimas fiestas porque vas al instituto más seguido.
—Vaya, los chismes vuelan —silbó Jake.
—Solo es curiosidad. Nunca quieres estudiar por estar en fiestas, carreras o peleas, y de repente empiezas a ir con frecuencia al instituto… —Lexi se encogió de hombros.
—Hay algo que me interesa, por eso voy.
—¿Algo o alguien? —preguntó Lexi, levantando una ceja.
—Ambos —Jake se encogió de hombros.
Lexi sonrió —Lo sabía. Las chicas tendrán que pagarme mi dinero.
—¿De qué hablas? —Jake levantó una ceja.
—Ellas decían que ibas a estudiar porque querías cambiar, así que apostamos. Yo gané —dijo ella.
—Tienes que darme el 50% de las ganancias —respondió Jake.
—¿Por qué? —lo enfrentó Lexi.
—Porque gracias a mí ganaste. Es lo justo —dijo Jake.
—Usaré ese dinero para apostar por ti en la carrera. Si ganas, lo compartiré contigo —propuso Lexi.
—Hecho —Jake le dio un golpecito en la frente con sus dedos.
—¡Jodido estúpido! Más te vale ganar o te patearé el trasero —le gritó Lexi.
Jake solo se rió. Después de la carrera se iría a casa, necesitaba dormir un poco si quería llegar a tiempo a la clase de música.
Aquí estoy de vuelta mis amores con un capitulo más de esta historia.
Les amo mucho muchote.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro