Capítulo 5
Un segundo…
Sus labios se rozaron exactamente un segundo antes de que Nathan se pusiera de pie con rapidez, mirando a todos lados de forma desesperada mientras se arreglaba la ropa y se aseguraba de que seguía viéndose impecable.
Jake observó adolorido, sin poder creerlo.
—El mundo no se va a acabar si dejas de tener una imagen perfecta —soltó con ironía.
—Tú te vistes como un rockero de los 80 y yo no le veo el problema —Nathan arregló las solapas de su chaqueta y empezó a recoger los libros que cayeron al suelo; los acomodó en perfecto orden.
—Yo no me visto como un rockero de los años 80 —refutó Jake.
—Creo que solo te falta un poco de delineador negro muy marcado y serías la imagen perfecta de uno —respondió Nathan con tranquilidad.
Jake entrecerró los ojos y decidió no seguir discutiendo por eso; estaba claro que con este chico siempre estaba en desventaja.
—Claro, tú preocúpate por cómo te ves y los jodidos libros. Mis fracturadas costillas y yo podemos esperar —gruñó Jake, quejándose.
—Si tus costillas estuvieran fracturadas, estarías llorando en este instante —contestó Nathan—. Deja de ser exagerado.
—¿Ahora eres doctor? —refutó Jake.
—Solo levántate y ya, o quédate allí acostado el resto del día; no es mi problema —Nathan volvió a subir a la escalera y acomodó los libros más altos.
—Tú llegaste tarde a la repartición de empatía —aseguró Jake—. Yo tuve tu caída con mi cuerpo; no espero que me lo agradezcas, pero al menos ayúdame a levantar.
—Yo no te pedí que lo hicieras —respondió Nathan, bajando.
—No hubiera sido divertido ver tu bonito rostro estampado contra el piso —soltó Jake.
Nathan se cruzó de brazos, solo mirándolo.
—Gracias, supongo —respondió.
Jake estiró su brazo para que le ayudara y Nathan dudó un poco antes de tenderle su mano. Entonces, los casi siempre ilegibles ojos del rubio se abrieron sorprendidos.
—Hay sangre bajo tu cabeza —le hizo saber.
Jake se llevó una mano detrás de la cabeza, y sus dedos se humedecieron. Al mirarlos, el color rojo los teñía.
—¡Auch, mierda! —se quejó.
—¿Qué pasó aquí? —Entonces apareció por el pasillo.
—Un accidente con las escaleras —respondió Nathan—. Se rompió la cabeza.
—¡Oh, Dios mío! —La mujer se agachó a la altura de Jake—. ¿Te sientes bien?, ¿no estás mareado?
Jake levantó una ceja. ¿De verdad estaba preocupada?
—Solo me duele.
—Vamos a levantarte entonces, debes ir a la enfermería —dijo ella, ayudándolo.
—Es un desastre —murmuró Nathan, mirando el piso.
—Yo me encargo de eso, vamos a llevar a tu compañero con la enfermera —ordenó ella—. No tenemos nada para detener la hemorragia.
Para sorpresa de Jake, Nathan llevó su mano al bolsillo de su chaqueta, sacando un elegante pañuelo blanco y se lo tendió a la mujer.
Ella lo tomó, lo presionó contra la cabeza de Jake y salieron de la biblioteca rumbo a la enfermería.
—¿Ahora qué hiciste, Lawson? Esta vez sí tenemos que llamar a tu abuela —fue lo primero que dijo la enfermera al verlo.
—No es necesario, enfermera Davis, estoy bien —Jake hizo una mueca. Perturbar la paz de su abuela no era una opción para él—. No hice nada, solo estábamos en la biblioteca y tuvimos un accidente con las escaleras; no es grave.
Ella lo miró.
—Vamos a revisarte primero y decido qué tan grave es —anunció.
—Los dejo a tu cargo, Davis, iré a limpiar la biblioteca.
La enfermera asintió y le quitó el pañuelo de la cabeza para empezar a revisarlo.
—Creo que tendré que raparte —dijo ella.
Los ojos de Jake se abrieron.
—¡No!
La enfermera se rió.
—Era broma, no es necesario. Solo cortaré un poco de cabello, no se notará. La herida no es muy grande; un par de puntos serán suficientes. Pero sí debo llamar a tu abuela, tal vez debas ir al hospital y que te hagan otro tipo de estudio para descartar.
—Ya le dije que no es necesario, enfermera Davis, no es nada. Tengo la cabeza dura —aseguró Jake.
Ella suspiró.
—Está bien, solo esta vez. Te daré medicinas, si sientes molestias, debes ir al hospital —sugirió—. Harrington, puedes irte, yo me encargo.
Nathan, que se había mantenido al margen de la conversación, asintió e iba a salir, pero la mano de Jake tomó la suya.
—Él no puede irse, tuvimos el accidente juntos; es mi acompañante —explicó con una pequeña sonrisa.
—Está bien, traeré todo lo necesario.
Nathan lo miró con los ojos entrecerrados.
—No eres un bebé.
—¿Me vas a dejar solo después de lo que hice por ti? —chistó Jake, indignado.
—No soy necesario aquí —Nathan se encogió de hombros.
—Claro que lo eres. Ella va a ponerme una inyección seguro y va a coserme la cabeza. No me gustan las agujas —se quejó.
Nathan le dio una mirada para nada impresionado.
—¿Una persona con el cuerpo lleno de tatuajes le teme a las agujas?
—¡Es diferente! —refutó Jake.
—Una aguja es una aguja. Para tatuar o inyectar, ambas causan dolor. ¿Cuál es la diferencia? —Nathan lo miró, esperando la respuesta.
Jake soltó un suspiro.
—Tú y tu lógica nunca lo entenderían —se quejó.
—Regresé, tranquilo, no va a doler —dijo la enfermera—. Esos moretones en tu rostro… ¿también fueron producto del accidente? No lo creo —murmuró.
—Me golpeé con una puerta —respondió Jake de inmediato.
—¿De verdad? ¿Y te hiciste todo esto? —interrogó la mujer sin creerle.
—Sí… me golpeé varias veces.
—¿Con la misma puerta?
—Sí… —Jake hizo una expresión exagerada de dolor—. Por favor, enfermera Davis, me duele demasiado. Haga algo —suplicó.
Nathan lo miró sin comprarle la escena y rodó los ojos con molestia.
—Te pondré un poco de anestesia para suturar. Deja que termine de limpiar el área —dijo ella.
Jake tuvo una idea y miró a Nathan.
—¿Puedo sostener tu mano mientras ella cose mi cabeza?
—No. Te pondrá anestesia, no dolerá —Nathan se acomodó los lentes.
—¡Ay, por favor, no te cuesta nada darme tu mano! —exclamó Jake.
Nathan dejó salir un suspiro.
—Parece que lo rudo solo es tu imagen, pareces un niño —dijo entre dientes, pero accedió, tendiendo su mano.
Jake casi se ríe ante el gesto que hizo Nathan cuando le tomó de la mano. Quería probar hasta dónde podía tentar a Nathan a dejar de comportarse como un robot insensible.
¿Cómo era posible que un chico que podría incluso verse adorable tuviera una forma de ser tan rara?
Nathan era realmente humano, ¿verdad?
La enfermera hizo su trabajo por un rato hasta terminar.
—Estás listo, quédate aquí al menos un par de horas.
—¿No puedo irme ya? —Jake no estaba contento con permanecer allí más tiempo.
—Solo si viene un adulto responsable por ti.
—Está bien, me quedaré —respondió Jake, resignado.
—Quiero asegurarme de que no tienes ninguna otra molestia, y no te escapes, Lawson —le advirtió.
Jake la miró fingiendo inocencia.
—Yo no haría eso, enfermera Davis.
Ella solo negó con la cabeza antes de salir.
—¿Puedes devolverme mi mano? —preguntó Nathan.
—Si lo hago, te irás —Jake movió las cejas.
—Solo voy a buscar nuestras cosas a la biblioteca, todo se quedó allí y debemos adelantar al menos un poco del informe —le recordó Nathan.
—¿Es en serio? Acabo de romperme la cabeza por hacer ese informe, de forma literal. Ten algo de compasión —gruñó Jake.
—Bien. —Nathan tiró de su mano y salió de la habitación.
Jake se quedó mirando la puerta por donde el chico salió. Nathan era todo un caso, a veces irremediablemente molesto, pero jodidamente interesante.
A pesar de verse y hablar como un niño rico arrogante, no se comportaba como uno, lo que despertaba su interés en descubrir quién era realmente este tipo de humano robotizado.
Jake miró sobre la mesita donde aún permanecía el pañuelo manchado de sangre y se levantó de la camilla. En el baño trató lo mejor posible de limpiarlo.
—La enfermera dijo que no podías moverte —espetó Nathan al entrar y verlo fuera de la camilla.
—Solo usaba el baño —murmuró Jake, volviendo a su lugar.
No podía negar que el hecho de que Nathan volviera lo sorprendió.
Nathan no le contestó, solo puso los ojos en blanco antes de dejar las cosas en la mesa, sacar una libreta y sentarse junto a la camilla, empezando a escribir.
—¿Qué haces? —preguntó Jake.
—Eso no te incumbe —respondió Nathan sin dejar de escribir.
—¿Por qué siempre respondes de esa manera? ¿No crees que es por eso que las personas no se te acercan? —inquirió Jake.
—¿Qué hay de malo con mis respuestas? Lo que hago no es de tu incumbencia. ¿Por qué debería contarte? —preguntó Nathan.
—¡Ay, Dios! —Jake suspiró—. No se trata de eso. Es que tú no tienes filtro al hablar, hasta yo sé que a veces hay que tener tacto con las personas.
—¿A qué te refieres? ¿Debo fingir que me interesa tu opinión sobre lo que hago? —Nathan lo miró.
—No tanto como fingir… bueno, a veces hay que hacerlo. A mí, por lo general, me vale mierda lo que piensen de mí —Jake se encogió de hombros.
—¿Entonces por qué debería importarme lo que piensas de mí? —Nathan hizo unas anotaciones.
—¡Tampoco se trata de eso! Es que cuando yo te pregunto por tus cosas, no es porque sea entrometido. —Bueno, sí lo era un poco—. Solo quiero conocerte mejor. Eso hacen las personas normales, tener conversaciones sobre sus gustos o pasatiempos, creo.
—¿Con qué propósito? —Nathan parecía interesado.
—No lo sé, solo para conocerse, supongo. A veces para ser amigos o ser pareja, qué sé yo —respondió Jake—. Para ser un genio, no eres muy bueno con las relaciones interpersonales.
—¿Y tú sí? —preguntó Nathan.
—Digamos que tengo un grupo de amigos. Ellos son como yo, tenemos gustos en común, supongo que eso hace que nos llevemos bien —le dijo Jake.
Nathan solo asintió.
—¿Así que crees que necesitas tener lazos afectivos con otras personas para sentirte bien?
—¿No lo hace todo el mundo? —Jake frunció el ceño.
—Yo creo que el ser humano es capaz de trabajar en sociedad sin necesidad de crear lazos afectivos que los hagan dependientes de otros. Ser autosuficiente debería ser lo importante —murmuró Nathan.
—Tú eres raro. Se necesitan los lazos afectivos en la sociedad. ¿Cómo se crearían las parejas y las familias entonces? —refutó Jake.
—Exactamente, es lo que prueba mi teoría. El ser humano solo se hace creer a sí mismo que necesita del otro por supervivencia, no porque realmente lo necesite.
Jake frunció el ceño.
—¿De qué hablas?
—Para que el ser humano no se extinga, el cerebro libera dopamina que te hace creer que estás enamorado. Eso lleva a que te unas a una pareja y venga la reproducción. Es un ciclo —explicó Nathan.
—¿Entonces, según tu teoría, el amor no es real? —Jake frunció el ceño.
—Creo que es una idea que se vende para preservar la supervivencia del ser humano en la Tierra —dijo Nathan.
Jake lo miró. ¿De verdad había tenido esta conversación con Nathan? Ahora empezaba a dudar que el chico fuera humano.
¿De dónde sacaba esas ideas tan locas?
Bueno, al menos esta era la conversación más larga que habían tenido hasta ahora… y una muy extraña.
Nathan de verdad no pensaba como un chico normal de 18 años. Eso hizo que su curiosidad creciera de forma descomunal.
Ahora, más que nunca, necesitaba saber más de este extraño chico genio y demostrar que sus teorías estaban equivocadas.
¿Por qué quería hacerlo? No sabía. Solo sería interesante y divertido ver a Nathan darse cuenta de que su lógica no lo explica todo.
¡Llegué!
Que les puedo decir, Nathan es alguien muy lindo ¿Ustedes también creen que es extraño?
¿Les gusta esta pareja?
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