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Capítulo 4

Era jodidamente increíble, pero cierto.

Jake Lawson estaba interesado en realizar un trabajo que dejó el maestro de economía.

—¿Cuándo vamos a hacer el informe? —preguntó Jake, caminando al lado de Nathan. Acababan de terminar la clase y caminaban juntos por el pasillo.

—¿Vamos? —Nathan levantó una ceja, mirándolo con esa expresión inexpresiva que tenía.

—Sí, vamos. El maestro dijo que teníamos la opción de realizar el taller en parejas —le recordó Jake.

—Yo siempre trabajo solo —dijo solemnemente.

Jake frunció el ceño. —Pero… vamos, yo no entendí nada de lo que dijo. Necesito una buena nota si quiero pasar.

—Deberías prestar más atención en clase si quieres pasar las materias —Nathan se encogió de hombros.

Jake soltó un bufido. No era de los que les gustaba pedir favores, y en realidad le importaba un pepino ganar o perder economía; solo necesitaba una excusa para pasar más tiempo con este chico.

¿La razón? No tenía idea, solo que Nathan era muy raro y Jake, un poco demasiado curioso.

—Yo aportaré al trabajo. Sé que no entendí mucho, ¿podrías explicarme? —Jake movió las cejas.

Nathan se detuvo, mirándolo a los ojos. —¿Qué ganaría invirtiendo mi tiempo en un estudiante que no pone ni siquiera un poco de esfuerzo?

—Esto no se trata de ganar o perder. Los amigos se ayudan entre sí —se quejó Jake, cruzándose de brazos.

—Tú y yo no somos amigos, ya te lo había dicho —dijo Nathan calmadamente.

Jake abrió la boca y se pasó la punta de la lengua por el piercing. —Lo que tú hiciste ayer con la alarma, y lo que yo hice hoy con lo de Moore, fue ayudarnos entre nosotros. Eso es lo que hacen los amigos.

Nathan se llevó las manos a los lentes y los acomodó, mirando a Jake por lo que sintió una eternidad antes de asentir. —Bien.

Jake abrió los ojos asombrado. ¿De verdad aceptó? ¿Bien qué? ¿Eran amigos o aceptaba que hicieran el trabajo juntos?

—¿Bien?

—Camina a la biblioteca —ordenó Nathan.

—Espera… ¿lo haremos ahora? —Jake se rascó la cabeza con molestia—. Es para la otra semana.

—No me gusta que se me acumulen los deberes, y tengo clases más tarde —murmuró entre dientes.

—¿Clases? —Jake lo miró confundido.

—Sí —le respondió Nathan.

—Pero esta es la hora de salida.

—Son clases particulares —Nathan suspiró.

Jake lo miró como si estuviera loco. ¿Quién diablos en su sano juicio tomaba clases particulares después de ir a las clases en el instituto?

—Ya camina, estamos perdiendo tiempo —gruñó Nathan al ver que Jake se quedó solo mirándolo.

Jake chasqueó la lengua al escuchar el tono autoritario del chico. El rubio era como mínimo unos cinco centímetros más bajo que él. Su cuerpo era esbelto, pero se veía frágil ante el suyo.

¿De verdad le había hablado de esa manera?

—¿No te han dicho que eres un poco mandón? —preguntó Jake de forma irónica.

Nathan no le contestó, ni siquiera lo miró. Solo siguió su camino de forma erguida y elegante hacia la biblioteca.

Jake soltó un gruñido bajo, pero siguió al chico hasta el lugar que querían ir.

La biblioteca…

Jake podría decir que la biblioteca era un lugar desconocido para él. Sí, literalmente nunca había estado allí. Estaba llena de libros y silencio, y libros. Personas que Jake jamás había visto leían como si fuera la cosa más entretenida del mundo. Casi se sintió mareado.

—¿Por qué tenemos que venir aquí? —preguntó Jake molesto. Pensó que pasar más tiempo con Nathan sería divertido.

Ahora empezaba a arrepentirse…

—Porque aquí encontraremos la información que necesitamos para hacer nuestro trabajo —señaló Nathan, serpenteando entre los estantes antes de tomar un libro y ponerlo en el pecho de Jake.

—Podemos descargar algo de Internet y usarlo. No hay necesidad de leer libros —argumentó Jake, dejando el libro de nuevo en el estante.

Nathan se dio la vuelta y lo miró de forma aguda.

Jake hizo una mueca y volvió a tomar el libro. —¿Contento? —bufó.

Nathan lo ignoró y siguió caminando por ese pasillo, poniendo un libro encima del otro en los brazos de Jake. Solo cuando estuvo satisfecho lo guio hasta una de las mesas.

—Empieza con este —dijo, entregándole uno.

Jake no pudo pasar de la primera línea y, cinco minutos después, estaba por quedarse dormido.

—Estos libros son aburridos —se quejó Jake sin poder evitarlo.

—Concéntrate —le respondió Nathan sin levantar la mirada del suyo.

—Ni siquiera tienen dibujos o algo para entretenerse —gruñó Jake, tirando el libro sobre la mesa como si fuera la cosa más aborrecible del mundo.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Nathan en tono de molestia.

—Tengo 18 —respondió Jake.

—Pareces un niño de 5 años —dijo Nathan, negando con la cabeza—. ¿Por qué un libro sobre economía tendría dibujos para entretenerte?

—No lo sé, qué más da. Esto es aburrido. ¿A quién mierda le importa la economía en el siglo XV? —Jake rodó los ojos.

—En el siglo XV fue donde hubo los primeros indicios del capitalismo, con el sistema feudal. El capitalismo es uno de los sistemas económicos más importantes a nivel mundial hoy en día —le explicó Nathan.

—Vaya, qué mierda más interesante —chistó Jake con sarcasmo.

—Tu vocabulario es tan vulgar —respondió Nathan entre dientes, ajustándose las gafas.

—Perdón, señor refinado, si mi vocabulario no es el adecuado para hablar con su alteza —soltó Jake con ironía.

Nathan suspiró con exasperación, cerró el libro con cuidado y lo dejó sobre la mesa. Luego se acomodó las gafas antes de levantarse.

—Si no estás interesado en realizar este informe, deja de hacerme perder el tiempo —murmuró mientras se ponía de pie.

Jake abrió los ojos con dramatismo y casi se lanzó sobre la mesa para sujetar el brazo de Nathan—Está bien, ya lo haré —dijo rápidamente.

Nathan lo miró con incredulidad antes de apartar la mano de Jake de su brazo—Te dije que no arrugues mi traje.

—Señores Harrington y Lawson, hagan silencio o discutan fuera de la biblioteca —les advirtió la encargada, una anciana ceñuda con una arruga prominente en el puente de la nariz.

Jake la miró con curiosidad—¿Cómo sabe mi apellido si nunca he estado aquí?

—Porque te registraste al entrar, ¿quizá? —señaló Nathan con obviedad.

Jake arrugó la nariz—Pensé que era una bruja, parece una.

—Deja de juzgar a todo el mundo por cómo se ve —Nathan rodó los ojos.

—Todos lo hacen conmigo. Cuando me ven, dicen que soy un delincuente —Jake se encogió de hombros.

Nathan lo miró de arriba abajo. Vestido de negro, con piercings en los labios y orejas, tatuajes en los brazos y un rostro lleno de moretones, era fácil entender por qué otros lo prejuzgaban. Pero Nathan simplemente dijo:—Yo no lo hice.

Jake lo miró, un poco asombrado—Es que tú eres muy raro.

—Y tú, demasiado común —soltó Nathan alejándose de él.

Jake se rió ante la respuesta—Espera, no te vayas. Te dije que haría el informe.

—Iré por más libros —fue lo único que Nathan dijo sin mirarlo.

—¿Más? —Jake se quejó, pero Nathan no le prestó atención y se dirigió al pasillo donde estaban los libros que necesitaba.

Jake lo siguió, asegurándose de que el chico no escapara. Observó cómo Nathan analizaba cada estante con detenimiento, pasando los dedos por los lomos de los libros como si estuviera frente a un tesoro. Finalmente, Nathan tomó un libro que estaba escrito en otro idioma.

—¿Sabes español? —preguntó Jake, curioso.

—Español, francés y algo de chino —respondió Nathan sin apartar la vista del libro.

Jake silbó, impresionado. Apenas podía hablar bien inglés con su acento de Miami, lo que no ayudaba mucho.

—¿Qué edad tienes? —preguntó Jake, cambiando el tema.

—¿Para qué quieres saber? —respondió Nathan.

—Yo te dije la mía —refutó Jake.

—Fuiste tú quien decidió hacerlo.

—Oh, vamos, ¿qué te cuesta decirme tu edad? —insistió Jake.

Nathan lo pensó por un momento antes de responder—También tengo 18. Y deja de ser tan entrometido.

—Yo no soy…

—Toma —lo interrumpió Nathan, entregándole un libro para que lo cargara.

Jake lo tomó, quejándose mientras veía cómo Nathan subía a una escalera para alcanzar otro libro en un estante alto—¿También necesitamos ese? —gruñó.

—Por supuesto que sí —respondió Nathan con firmeza mientras tomaba el libro. Pero en ese momento, perdió el equilibrio.

Jake reaccionó instintivamente, alcanzándolo justo a tiempo para evitar la caída. Sin embargo, no esperaba que Nathan terminara tendido sobre su cuerpo… y con esos regordetes y suaves labios aplastando los suyos.


Hola bebés míos de mi corazón, llego su loquita Potter trayendo un nuevo capítulo con mucho amor para ustedes.

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