Capítulo 29
La última semana corrió a un tiempo más veloz del normal. Klaus se vio inmerso en muchos preparativos y casi no se reunió con ella.
Lena había conseguido sustraer la llave de las celdas, del cinturón de Karl. Klaus hizo una copia y devolvieron la original. Lo mismo habían hecho con la ropa, Elke robó unas prendas de la habitación del príncipe. Prendas que usaría Kenso para representar el papel.
Tenía dudas, muchas. Pero trataba de confiar seriamente en Klaus. Él se mostraba muy confiado con el plan. Decía que sería un guardia pero ¿de dónde sacaría el traje y las armas? Demasiadas incógnitas tenía. Claro que seguramente él ya lo habría descifrado.
Una vez que Luke estuviera libre, podría usar su poder para huir y dejar a Kenso en libertad para huir también. No estaba segura de que el actor entendiera realmente los riesgos. Todos actúan como inmaduros, cual si fuese solo un juego. Aquí hay vidas en riesgo, se decía mientras intentaba reflexionar sobre lo que estaba a punto de suceder.
La noche llegó y luego de la cena, se refugió en su habitación a esperar. Probablemente a las voces de alarma de los guardias. No confiaba en lo que estaban haciendo y sabía que era cuestión de tiempo que los atraparan. ¿Qué haría ella en ese momento? Había pensado en huir. Entre los prisioneros saltaría a la luz su nombre y no podría evitar quedar involucrada. Sería apresada también y juzgada por traición. No quería llegar a eso, mejor huir lo más rápido posible.
—Espera una hora al menos— le instó Lena, Elke ya estaba vestida con su atuendo de calle—. Iré a ver qué está pasando y si veo alguna señal de alarma vendré inmediatamente aquí y te guiaré a la salida de manera segura.
—Vale, te esperaré—dijo Elke con el corazón en la boca. No quería realmente huir, no quería abandonar a Klaus. Pero tenía demasiado miedo como para quedarse viendo.
—-------------------
—¿Estás listo? —le preguntó a Kenso mientras se acomodaba el traje por enésima vez.
—Estoy listo— dijo hablando con formalidad y Klaus sonrió. Esa peluca que había conseguido se veía muy real. Ocultaba los pelos rebeldes del actor y tenía todas las vibras del príncipe. Era increíble como un poco de maquillaje y una peluca podían cambiar a una persona. Por otra parte, el traje le quedaba bien ceñido al cuerpo, eran casi de la misma talla.
Listraus los miraba serio y un tanto orgulloso por haber sido quien había dado la idea. También, probablemente estaba esperando que ya se fueran para no ser sorprendido junto a ellos.
Klaus llevaba un uniforme de soldado, no le había sido complicado robar uno. En ese momento, el dueño estaba inconsciente y desnudo bajo la mesa de algún salón olvidado de la mansión. Por lo bajo, se regodeaba de su hazaña.
Indicó el camino y Kenso avanzó, con porte y sofisticación. Ya estaba dentro del personaje.
—¿Quién anda ahí? —se oyó la voz del señor Ristrow quien se asomaba por una puerta.
Kenso no volteó a verlo, siguió caminando y dijo con firmeza:
—Vuelva a dormir, mayordomo. Mañana tiene importantes tareas.
¿Cómo supo que se trataba del mayordomo? Klaus no lo supo, lo más probable es que solo lo adivinara. En cualquier caso, el señor Ristrow asintió con la cabeza y cerró la puerta. La figura de Klaus había quedado también de espaldas, no había riesgo de ser reconocido luego.
Una pluma que flotaba en el aire los detuvo. Klaus se adelantó y la tomó, Kenso lo miraba anonadado.
—Lena, al final sí viniste. Necesito que nos guíes a los calabozos. ¿Lo harás?
Lena quitó la pluma de la mano de Klaus y avanzó por el pasillo. Kenso seguía sin comprender y Klaus le prometió que más tarde le explicaría el porqué seguían a una pluma flotante.
Los calabozos estaban al otro lado del palacio, tenían que cruzar por lo menos una docena de guardias. Claro, no sería problema si veían a Karl, Karl...
Llegaron junto al primer grupo de guardias, Klaus se quedó detrás con la cabeza en alto, firme como todos ellos. Ninguno lo miró, apenas miraron también a Kenso. Lo vieron al pasar y asumieron que era Karl, no tenían motivos para creer que no lo era. La clave era no cruzarse con el mismísimo Karl.
Avanzaron hacia las galerías inferiores, siguieron el antiguo corredor y se cruzaron con al menos cuatro guardias más. Ninguno reparó en ellos. Klaus comenzaba a sentirse astuto.
Los pasos de los dos hombres resonaban en los corredores de piedra pulida del palacio, creando un eco que se desvanecía en la distancia. A medida que avanzaban, las paredes altas y ornamentadas con tapices y retratos antiguos se cernían sobre ellos. La luz de la luna a través de las ventanas de vitrales, teñía los pasillos con colores suaves y misteriosos.
Kenso lideraba el camino con confianza, con Klaus siguiéndolo de cerca e indicando el camino. Sus pasos eran seguros y silenciosos. Cada vuelta y cada puerta que atravesaban los acercaba más a su objetivo.
A medida que descendían por las escaleras de mármol, la atmósfera se volvía más fresca y húmeda, indicando que se acercaban a los calabozos. Los murmullos distantes de voces y el eco ocasional de pasos les recordaban que no estaban solos en el palacio.
Finalmente, llegaron a la entrada de los calabozos. Dos guardias la custodiaban. Kenso, si estaba nervioso no lo demostró, avanzó con confianza y abriendo la puerta, cruzó entre los dos guardias. Klaus se tragó sus miedos y lo siguió. Ya quedaba la última parte, dos guardias más en la parte inferior de los calabozos, custodiando las celdas. ¿Qué podía salir mal con Kenso y su seguridad?
Bajaron por un oscuro corredor subterráneo. La iluminación era tenue, con antorchas parpadeantes en las paredes, arrojando sombras danzantes sobre los muros de piedra. Klaus y Kenso caminaron con cautela, conscientes de que estaban a punto de ingresar en un lugar peligroso.
Llegaron al piso de los calabozos y pasaron junto a los guardias, quienes se irguieron al vernos pero se relajaron al detenerse en Karl. No importaba mucho el disfraz ahí, estaba demasiado oscuro. Solo la luz de las antorchas revelaba las caras si las veías con detenimiento.
Buscaron la celda, era una de las últimas, la más alejada. Allí, recostado estaba Luke. Se puso de pie inmediatamente y se acercó con ánimos de incordiar.
—Volviste— dijo—. Mas te vale dejarme aquí por siempre porque en cuanto esté libre iré a por tí en la noche y... —se detuvo de pronto, tal vez reparó en que ese Karl no era Karl. Lo miró a Klaus quien guiñó un ojo y sonrió.
—Me temo que ha sido todo una equivocación— dijo Karl—. Ahora procederé a liberarlo.
Sacó las llaves de su cinturón y abrió la puerta, luego se acercó a los brazaletes que llevaba Luke en las manos y lo liberó también.
—¿Qué rayos son estas cosas? —preguntó Klaus mirando los brazaletes.
—Inhiben mi poder. Oí que funcionaban con los de fuego, pero al parecer también funcionaron en mí— susurró Luke.
Kenso hizo señas a los dos guardias.
—Por favor escolten al prisionero afuera, será juzgado en otro momento— dijo serio.
—Pero señor— uno de los guardias se acercó—. Usted dijo...
—Yo sé lo que dije— entonces la luz lo alumbró demasiado y el soldado reparó en el maquillaje, la peluca... Sacó la espada y también lo hizo su compañero. Luke lanzó una ola de agua contra ellos, que los dejó reconfigurando la situación. Kenso golpeó al primero con la cabeza, eso sorprendió a Klaus. Que cabeza dura, madre mía.
Klaus golpeó al segundo con la pistola que llevaba en su traje y aprovechó para robar otra de uno de los guardias. La revolución necesitaba armamento y esa era una gran ocasión para hacerse con algunas cosas.
—Por favor díganme que hay refuerzos allá afuera— preguntó Luke.
—Nosotros somos tus únicos refuerzos— sentenció Klaus—. Pero tranquilo, no habrá problemas si usas tu poder.
—Ya una vez lo intenté y terminé aquí.
—También estoy yo— dijo Klaus mostrando su fuego, eso fue determinante en la mirada de Luke. Kenso los miraba sin comprender. No habían hablado demasiado, a decir verdad.
Subieron corriendo las escaleras, tenían que apurarse mientras los dos guardias siguieran dormidos. El tiempo les apremiaba si querían salir vivos de esta.
Llegando a la puerta del calabozo oyeron voces.
—¿Qué dicen? —preguntó bajito Luke. Klaus se acercó a la puerta y oyó. Permaneció en silencio unos instantes y luego con cara nerviosa dijo:
—Nos descubrieron— Kenso se tensó y Klaus desenfundó la pistola—. Tendremos que pelear si queremos salir de aquí. Pero hay que hacerlo rápido, antes de que vengan refuerzos.
—¿Por qué usas pistola si tienes tal poder? —preguntó Kenso.
—No lo sé, costumbre tal vez. La idea es ocultarme. Pero tienes razón, aquí ya no hay vuelta atrás— guardó la pistola y se preparó.
La puerta se movió levemente y ellos tomaron posiciones. No había dónde ubicarse, estaban en una escalera bastante empinada. Y la puerta no se abría, los segundos se hicieron horas.
—El príncipe está del otro lado— dijo Klaus impaciente—. Va a reconocerme, ¡soy el maldito cochero!
—Intenta quedarte detrás— instó Luke—. Yo me haré cargo.
La puerta se abrió y avanzaron a trote un grupo de soldados que no esperaban encontrarse con ellos amotinados. Tuvieron que retroceder y una ráfaga de agua los empujó hacia fuera.
Kenso, rápidamente, sacó la pistola de su cinturón, apuntando a los guardias con decisión. Klaus, por su parte, extendió las manos y, con un gesto, creó una bola de fuego ardiente en su palma. Luke, sereno y concentrado, hizo lo mismo, pero con una esfera de agua que flotaba junto a él.
La tensión en el aire era palpable. Los guardias, aunque sorprendidos por la aparición repentina de los tres fugitivos, estaban preparados para el enfrentamiento. Los destellos de metal reflejaron la luz de la luna mientras los guardias empuñaban espadas. El príncipe, el verdadero Karl, estaba detrás de dos guardias, mirando asombrado la escena.
Sin previo aviso, Kenso abrió fuego con su pistola, disparando con precisión y derribando a un par de guardias antes de que pudieran reaccionar. Los otros se dispersaron, buscando cobertura detrás de columnas y puertas.
Klaus y Luke se miraron y actuaron al unísono. Lanzó su bola de fuego hacia un grupo de guardias, creando una explosión que arrojó chispas ardientes por el pasillo. El caos y el pánico se apoderaron de los guardias, quienes intentaron sofocar las llamas en sus ropas.
—¡Estás que ardes! —gritó Luke y Klaus rio. Una risa nerviosa.
Luke liberó su esfera, haciendo que el agua fluyera como una ola y los empapara. Apagó las llamas y los dejó mojados y desarmados.
Aprovechando la confusión, Kenso disparó a otro guardia. Klaus le había brindado el arma pero no sabía que el actor supiera manejarla, incluso se le notaba cierta experiencia.
En un movimiento audaz, el príncipe sacó su pistola y apuntó a Kenso, quien seguía disparando. Klaus advirtió la situación sacó la pistola y disparó al guardia con el que se encontraba luchando, haciéndolo retroceder. Corrió hasta Karl y lo golpeó con una bola de fuego. El príncipe cayó al suelo derrapando. Sin embargo, el objetivo principal de Klaus era mantener su identidad en secreto. Giró su rostro lejos de su vista, tratando de evitar que lo reconociera.
—¡¿Quienes son?! —gritó Karl—. ¡Guardias, ataquen!
El príncipe, momentáneamente desarmado y desconcertado, recuperó su compostura rápidamente. Mientras Luke mantenía a raya a los guardias con su control del agua, Kenso y Klaus decidieron no luchar contra el príncipe en ese momento.
Con un último vistazo a Klaus aprovecharon la oportunidad para huir del pasillo. Sus vidas dependían de escapar del palacio antes de que el príncipe pudiera alertar a más guardias.
—¿Y ahora por donde? —preguntó Luke a la carrera. Klaus guiaba a los tanteos. No conocía el palacio y la pluma que los había guiado, ya no estaba. Lena debía de haberse ido.
—¡Solo correr! —le respondió sin dejar de ver el camino. Trataba de recordar por donde habían llegado hasta allí. De pronto vio un jarrón, uno grande con flores silvestres y recordó—. ¡Por aquí!
Doblaron por un pasillo más oscuro, se preguntaba por qué siendo el palacio real no invertían más dinero en iluminación. Sin embargo, esa noche lo agradeció. Unos pasos más y llegaron a la sala de recepción. Unos guardias salieron al encuentro. No lo hicieron con demasiado ímpetu, casi fue por casualidad. No los vieron venir y se llevaron un susto cuando Klaus los echó a todos por tierra con una llamarada de fuego. Desde detrás se oían los gritos y voces de los que venían siguiéndoles el paso. El príncipe debía de estar furioso. En su propia cara lo habían enfrentado y perdió.
Bajaron por las escaleras hasta el corredor del servicio. No podían quedarse ahí, registrarían el sitio. Había que seguir el camino.
—Tienes que quedarte— le dijo Kenso—. Si registran el lugar y tú no estás te dejarán como cómplice.
—No puedo dejarlos solos, soy responsable— insistió Klaus con voz nerviosa.
—Ya me salvaste, hermano— dijo Luke—. De aquí yo puedo solo— lo palmeó en el hombro con confianza—. Luego nos vemos.
Se miraron durante unos segundos, Kenso asintió y se despidieron. Siguieron por el pasillo hasta la entrada trasera.
Klaus se quitó el uniforme a velocidad inhumana y escondió todo en una bolsa revuelta de ropa que ya tenía preparada. Se acostó en la cama y cerró los ojos.
Se hizo el dormido cuando abrieron su puerta y los obligaron a ponerse de pie. Listraus, quien sí había estado durmiendo, le clavó la mirada buscando al culpable.
El príncipe pasó frente a ellos pero no lo reconoció. Klaus se sintió vencedor por dentro. Escaparon, lo habían logrado.
Ahora sabía que el palacio real tenía sus vulnerabilidades. Había una posibilidad y no podía esperar hasta que la oportunidad llegara.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro