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Capítulo 26

En la esquina de Broucher y Gimmi, esperaba Klaus, agazapado en la oscuridad del callejón. Esperando que Vik y los otros hicieran su aparición.

La hora se pasó, eran las nueve y veinte y nadie había llegado. Se asomó a la calle, buscando signos de su llegada, pero solo encontró el silencio. Esperó un rato más y cuando estaba a punto de renunciar y regresar, oyó un ruido y volteó a ver. Desde el fondo del callejón, tres hombres saltaron la verja y caminaron decididos hacia él. Tuvo el reflejo de huir, aún tenía tiempo de arrepentirse. No sería sensato, tengo que hacer lo que hay que hacer, pensó.

—¿Qué quieres? —preguntó el primero, un hombre de alta estatura, vestido con traje marrón y chaleco debajo de la chaqueta. La cara apenas se veía, oculta en las sombras. Tenía el pelo rubio escondido bajo una boina. ¿Sería Vik? —. Creí que había dejado claro que te hicieras a un lado, o ¿será que buscas una nueva golpiza?

—El chico quiere terminar como tomate aplastado— dijo otro de detrás y todos rieron copiosamente. Vestía similar al que creía ser Vik.

—Quiero saber el motivo por el que buscan a los originales—se adelantó Klaus interrumpiendo las risas.

—¿Qué te hace pensar que te diremos eso?

—¿Recuerdan a los abogados? ¿Kency y asociados?

—¿Qué hay con ellos? Oí que volaron por los aires, ya no son un problema— estaba enterado, era momento de revelar la verdad.

—Porque fui yo el que los eliminó—dijo Klaus airoso.

—Está mintiendo, Vik—susurró uno más petiso al fondo. Vik parecía analizar lo que Klaus había dicho, intentó hacerlo con rapidez. Klaus lo miraba esperanzadoramente. Quería unirse, deseaba que compartieran los mismos ideales. No quería estar solo.

—¿Qué quieres de nosotros? —volvió a replicar Vik.

—Ya te lo dije, saber por qué están reclutando a los originales.

—¿Por qué quieres saberlo?

Klaus entendió que tendría que revelar su identidad o no sería admitido, así que chasqueó los dedos y encendió una pequeña llama. Los ojos de todos se abrieron de asombro, menos Vik... él se mostraba impasible.

—Con que eres uno de ellos. ¿Quién te habló de nosotros?

—Ustedes mismos cuando me atraparon. Mira— se acercó un poco más—, yo solo quiero saber a qué me estoy enfrentando y así decidir mi camino.

Vik no dejaba de verlo a los ojos, cuidadosamente sin mostrar ninguna expresión. Klaus intentó descifrarla pero lo hizo sin éxito. Vik finalmente le tendió una mano, Klaus dudó en tomarla pero la curiosidad fue mayor y lo siguió.

Uno a uno saltaron la verja. La noche envolvía la ciudad en un manto oscuro, con estrellas parpadeando en el cielo nocturno.

Klaus los siguió hacia el edificio que estaba al final del callejón. La estructura se alzaba antigua, con techos altos. Escaló con agilidad pero no sin dificultad por los bordes de los tejados adyacentes. Aún no estaba curado del todo y las heridas tiraban. Los techos eran resbaladizos, pero sus compañeros se movían con la gracia de un gato, sin hacer ruido. El viento nocturno susurraba a su alrededor mientras avanzaba con sigilo.

Con cautela, descendieron hacia el tejado del edificio adyacente, saltando ágilmente de un edificio a otro. Mientras avanzaba, Klaus observaba cada entrada, cada ventana y cada cornisa en busca de pistas de hacia dónde se dirigían. La ciudad dormía bajo él, ajena a su presencia en los techos.

Al llegar al edificio objetivo, Vik y los demás se detuvieron. Se agachó junto a una chimenea antigua y observó a su alrededor para asegurarse de que nadie veía. La luna llena se alzaba en el horizonte, iluminando débilmente el lugar.

Despacio abrió una trampilla que se encontraba camuflada bajo unas tejas sueltas. Reveló una escalera de caracol que bajaba hacia la oscuridad. Era la entrada a su escondite. Klaus se preguntó si debería hacer de nuevo todo ese camino cuando quisiera regresar, si es que regresaba.

Fue el último en bajar y descendió con cuidado por la escalera, cerrando la trampilla detrás de él. La luz de una vela parpadeaba fuertemente en el interior, y se oían voces y risas. El final de la escalera reveló una gran sala, con mesas y sillas. Una angosta cocina donde una chica preparaba unos sándwiches y dos hombres servían bebidas en jarras. Había por lo menos treinta personas en todo lo ancho del lugar.

—Hoy tenemos una reunión importante— le dijo Vik—. Lo escucharás y si no te gusta, te daré la oportunidad de irte bajo promesa de no revelar a nadie lo que escuches.

Klaus asintió, ansioso por oír. Llevaba días esperando este momento.

Vik se paró sobre una mesa y habló:

—Préstenme atención por favor— su voz era dura y fuerte. Tanto así que todos voltearon a verle y la sala quedó en silencio, la mayoría tomaron asiento. Vik era una persona imponente, denle una pistola y una espada y te revolucionaba todo el reino él solo—. Hoy es cuando nos tenemos que poner de acuerdo. Ya no podemos seguir divagando, nunca haremos nada si seguimos por este camino. Lokys, ¿qué pasa con tu grupo de originales?

Lokys, un muchacho gangoso de no más de veinte años, se enderezó en el asiento y dijo:

—Son difíciles de controlar, Vik. La mayoría no saben usar bien sus poderes y se la pasan haciendo preguntas. No lo sé, creo que no son una buena idea.

—Jakke—continuó Vik—. ¿Cómo va tu grupo de hombres?

—Tienen espíritu— dijo Jakke acariciando su largo bigote negro—. Pero al igual que con los originales, no saben pelear y que aprendan no es algo que consigamos de un día para el otro.

—No hay mucho tiempo, pero puede hacerse— interrumpió Klaus poniéndose de pie. Vik lo miró intrigado y un poco molesto porque tomara la palabra—. ¿Estamos hablando de una revolución, verdad? Necesitamos más espíritu, hacer ruido y que nos oigan. Tenemos menos de meses cuando mucho, que es cuando el príncipe contraiga matrimonio. Es un gran momento para atacar.

Apenas había tenido momento de respirar, la noticia de que alguien más podía hacer realidad el sueño, lo llenaba de esperanza.

—¿Cómo quieres que entremos al palacio? —preguntó Vik.

—Tengo un contacto, puede hacernos entrar.

—¿Tu contacto es la princesa? —vaya, después de todo si estuvieron siguiéndome.

—Si ya lo sabes no necesitas preguntar.

Se oyeron algunos silbidos y suspiros, no esperaba nadie esa declaración. Nadie excepto Vik, que por cierto lo sabía desde hacía algún tiempo—. Ella está de mi parte, sé como funciona todo allí dentro. Corremos con ventaja.

—Somos muy pocos, Klaus— negó con la cabeza—. Explica mejor tu plan.

—No tengo un plan por así decirlo— comenzó—. Son solo ideas. Para llegar al rey primero tenemos que escalar a los nobles de su alrededor. Hay algunas familias que funcionan en conjunto en la corte. Si llegamos a ellas y le hacemos temer: se volverán débiles, buscaran protección y nadie se las dará. Las fuerzas del rey estarán todas concentradas en la guerra.

—¿La guerra? —preguntó uno asustado.

—Si, tenemos una guerra a nuestros pies. Podemos sacar ventaja de ello. Dejarán la ciudad desprotegida mientras intentan salvar el reino y cuando regresen seremos nosotros quienes estemos en el trono.

—¿Qué planeas para los nobles? —preguntó Vik interesado.

—infiltrarnos, secuestrarlos, asesinarlos.

Todos se quedaron en silencio. Si, Klaus sabía que se le había ido un poco la mano, pero sentía fervientemente que la causa ahora podía llegar a funcionar. No planeaba realmente asesinar a nadie, aunque si eso era lo que servía...

—Mis hombres no saben pelear pero saben hacer ruido— dijo Jakke rompiendo el silencio—. Los puedo poner a manifestarse, romper cosas, golpear a los nobles que se crucen. Son muchos, cada vez más y tienen convicción.

—Eso está muy bien—Vik asintió—. ¿Qué uso les podemos dar a los originales?

—Yo puedo entrenarlos— se ofreció Klaus.

—No, te necesito en la logística— dijo Vik firmemente pensando—. Alguien más se tendrá que encargar de ellos. Tenemos que discutir tu plan con los nobles, llevarlo a fondo.

«Lokys, busca la vuelta de hacer que aprendan a usar sus poderes. Después de todo nacieron con ellos, tienen que saber usarlos.

—Si, señor.

—Lorka, ¿cómo va tu búsqueda?

—Encontramos cuatro nuevos esta semana, si doblamos nuestros esfuerzos llegaremos a más.

—Muy bien, que así sea. Rinalk, sigue buscando más alborotadores, y si encuentras entre ellos a gente que sepa pelear, nos lo haces saber.

Rinalk asintió.

—¿Alguien tiene alguna pregunta?

Klaus se preguntó qué haría el resto de los participantes e imagino que serían parte del mini ejército que planeaba formar.

—Finalizamos entonces— continuó Vik y todos volvieron a sus cosas, bebiendo y riendo. Algunos hablaban en voz baja, probablemente discutían entre ellos las nuevas indicaciones. Klaus se mantuvo a un lado esperando que Vik se acercara.

—¿La princesa es de fiar? ¿Está al tanto de tus planes para con los nobles?—le preguntó seriamente.

—Si, está tan metida en esto como yo— no estaba seguro si ella había oído la parte de los nobles, pero sabía que por un tiempo al menos no le molestaría. Ya tendría tiempo luego de convencerla.

—¿Puedes traerla a una reunión?

—No lo sé, hay demasiada gente aquí, no es seguro.

—Vale, comprendo. Por otra parte quisiera que esclareciéramos lo que vamos a hacer. ¿Dices que hay varias familias implicadas en el seno de la casa real?

—Si— asintió Klaus bajando la voz—. Los principales son los Von Hohenzoll, Von Wittelsbak, Von Sachsensk, Von Bismak, Von Goeth y Von Humbolk.

—¿De donde sacaste esos nombres?

—Estuve indagando, es increíble lo que llegan a saber los del servicio de una casa. Me enteré que Von Wittelsbak es el designado para los cargamentos del rey. Mantiene todo en el máximo secreto, nadie sabe de qué se trata— sonrió—. Von Hohenzoll, Von Bismak y Von Goeth cortaron relaciones con la corona cuando sus hijas no fueron elegidas para ser la nueva princesa. Se comportan como familias invisibles, el rey las tiene sin cuidado pero pronto podría necesitarlas.

—¿Y los otros?

—No pude enterarme de nada de ellos, se mantienen en bajo perfil pero tienen negocios con la corona, así aumentan sus negocios y sus bienes.

—Tendríamos que empezar por los cargamentos de Von Wittelsbak. Podría haber armas o oro. En cualquier caso necesito hacerme con ellos. También será un buen golpe contra la corona.

—Pedirán ayuda al rey y no podrá darla— asintió Klaus—. Porque estará usando todos sus medios e inteligencia en la guerra.

—Necesito toda la información posible sobre esa guerra—dijo seriamente Vik.

Klaus se pasó el siguiente cuarto de hora narrando todo lo que sabía, todo lo contado por Elke. Que a decir verdad, era muy poco. Por eso tenía que seguir indagando, obtener más información. Hasta ahora se le había dado bastante bien, tal vez porque había sido lo único que pudo hacer en las últimas semanas.

—Con eso basta por ahora, necesitaremos más información sobre cuándo planea el príncipe actuar de nuevo.

—Tenemos muchas galas por delante, para ir midiendo terrero— quien diría que Klaus no estaba en su tema, sin miedo a nada y con todas las opciones por delante.

—¿De qué hablas?

—No me digas que no barajaron la idea de intervenir en los bailes reales— Vik lo miraba sorprendido, la idea se había escapado de su imaginación—. No digo que hagamos gran cosa, sobornar o traer hacia nosotros a la servidumbre es algo a tener en cuenta, aunque en general son bastante leales al rey. Podemos trazar planes, visualizar las salidas y posibles escapes si algo sale mal. Solo estuve dentro durante el baile presentación y ya casi no recuerdo en detalle cómo se veía.

—¿Cómo lograste entrar?

—Es historia para otros día— lo desestimó Klaus—. La boda se celebrará en la capilla, no sé donde está.

—¿Y tú quieres detener la boda por... ? —Vik sonrió.

—Si ya sabes la respuesta ¿para qué preguntas?

—Está bien—rio—, pero me alegra que podamos contar con la presencia de la princesa de nuestro lado. La mayoría de los planes siempre fracasan por carecer de los contactos esenciales. Sin los originales peleando de nuestro lado, solo somos una turba enojada.

—¿Y todos estos hombres? —Klaus señaló a los hombres que reían y hablaban alrededor.

—Saben luchar, se las apañan. Pero ninguno es soldado.

—A veces el fervoroso convencimiento de una causa las hace de enseñanza.

—Puede ser— reflexionó Vik—. La opresión puede hacer que el hombre recurra a sus más antiguos instintos. Por ciento, lamento que mis hombres te hayan golpeado— se disculpó.

—Descuida, me hizo replantearme las cosas— y así había sido, luego de eso sus amigos se echaron atrás y quedó solo, solo para forjar su propio destino.

Vik le invitó a beber algo y luego, cuando Klaus le dijo que tendría que irse, lo acompañó a una puerta trasera. Había que cruzar un cerco y saltar al edificio colindante antes de poder salir. Nadie diría que fuera tan difícil llegar al escondite secreto. Klaus casi se sintió idiota haciendo reuniones en la casa de Niklas. Niklas, Niklas... tenía que hablar con ellos o tal vez no. Lo pensó mientras caminaba por la fría noche. Tal vez fuera mejor dejarlos fuera, no estaban realmente comprometidos, preferían seguir viviendo como estaban, creían que las miserias que recibían por el tiempo de trabajo prestado, eran suficientes, justas.

Klaus jamás se conformaría, y como pensaba Elke, siempre querría más.

Estaba en su ser, en su pensar. Le gustaba la libertad y eso que aún no la había probado. La anhelaba, podía sentir su palpitar a la distancia, un repiqueteo que se intensificaba cada vez que parecía acercarse a ella.

¿Qué diría Elke de lo que acababa de descubrir? ¿Estaría feliz? Ella deseaba eso, aunque tal vez no tanto como él. Sin embargo su devoción por él era genuina, lo sabía y puede que hasta se aprovechara un poco de ello.

Montó nuevamente en la bicicleta nueva, bueno... nueva. Era la que había tenido preparada para que usara Elke, pero ya que ella nunca la usaría pues, mejor darle un fin.

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La entrada estaba cerrada, como siempre a esa hora. No le fue difícil abrir el cerrojo desde afuera y estuvo dentro. Se encaminó hasta su habitación donde Listraus dormía y la luz estaba apagada. Se sentó en la cama y meditó sobre lo que había pasado. Entonces fue que una idea apareció en su mente.

—¿Lena? ¿Estás ahí? —enseguida le pareció estúpido pensar que la chica fantasma estuviera allí en la oscuridad, pero por algún motivo le parecía probable. Acechar en la oscuridad era fácil cuando nadie podía verte. Por otra parte, si fuera Elke, querría saber un poco de todo y Lena era perfecta para ello—. ¿Lena? Vamos, no me enojaré porque fisgonees.

El silencio que siguió lo hizo sentir tonto, hasta que...

Algo arrancó una página del libro sobre la mesita y escribió en el, Klaus se acercó y encendió una vela para poder leer.

—Sabias que los libros no se rompen, cortan o mutilan ¿verdad? —le dijo.

«Cállate decía» el papel, «Elke quiere saber qué averiguaste, sabe que saliste esta noche.»

—¿Por qué no viene ella misma y me lo pregunta? Ya llevo tiempo sin verla— se impuso.

«Es muy peligroso, deberías saberlo. El mayordomo está siempre escuchando, lo he visto.»

—Vale, me das miedo. ¿Puedo ir yo?

«Si quieres que te atrapen...»

—No seas cruel, puedes ayudarme— insistió cruzando las manos en señal de súplica.

«Eres todo un niño... ¿cómo esperas que te ayude? ¿Que lleve el papelito y te escriba?»

—Eso sería poco práctico.

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Klaus recorría el palacio siguiendo un libro que flotaba en el aire delante de él. Cuando había alguna amenaza, el libro retrocedía y esperaba. Klaus esperaba paciente que pudiera continuar el camino. Por momentos se preguntaba si Lena estaba de su parte, luego se reconfortaba que a contra de su voluntad y gracias a Elke, la chica obedecía y lo cuidaba.

Subió al segundo piso y aguardó unos instantes. El libro continuó su camino con paso apresurado hasta la habitación de la princesa. Dejó el libro en sus manos y entró a la habitación, o eso creyó él. De cualquier manera, un corto rato después la puerta se abrió y Elke lo apuró a entrar.

Había poca luz, apenas una lamparilla encendida junto a la cama. Klaus sabía que no deseaba a nadie mirando por la cerradura, invitado por la luz. ¿Qué hacía a aquellas horas? ¿Lo estaba esperando?

Llevaba puesta una bata, Klaus creyó que cubriendo su ropa de cama. Se acercó despacio, ella lo miraba esperanzadora y tímida.

—Elke— le dijo y ella sonrió acercándose un poco—. Tenía muchas ganas de verte.

—Y yo a tí— negó con la cabeza—. Lamento haber enviado a Lena, estaba preocupada. Necesitaba saber que regresarías a casa.

—Comprendo— avanzó la distancia que los separaba y la besó, como si fuera la confirmación de todo lo que estaba pensando. Llevaba días imaginandolo, la extrañaba más de lo que podía permitirselo y eso lo volvía débil. Ella estaba con él, pelearía con él.Y ella le hacía sentir cosas que nunca había sentido y nisiquiera sabía que podía sentir.

La miró y vio a la niña ingenua que se había dejado engatusar por él.

—Te quiero— dejó escapar ella.

—¿No es muy pronto para decir eso? —dijo sonriendo. Elke se sintió tonta. Klaus lo advirtió y se apresuró a agregar—, no te sientas mal, me gusta que seas apresurada e impetuosa. Todo en su medida justa. Sabes que me traes loco y no dejo de idear el plan para que al fin estemos juntos.

—Acerca de eso—dijo ella alejándose un poco, solo un poquito—. ¿Pudiste ver a esos matones?

Klaus le contó toda su experiencia de esta noche, no escatimó en detalles... bueno, tal vez algunos en lo que respectaba a las medidas decididas para las principales familias nobles. La propia familia de Elke estaba en la lista original, pero él se había encargado de quitarla cuidadosamente y no hacer mención alguna sobre ella. Elke jamás perdonaría que algo les ocurriera y Klaus no quería hacerle daño.

—¿Entonces ya está? —preguntó Elke.

—Si con eso te refieres a que hay un plan, sí, ya está. Ahora falta todo lo más difícil; ejecutarlo— sonó reflexivo, intentó inspirarla.

—¿Qué tengo que hacer yo?

—Tú eres la mayor informante. Necesito que me des fechas principalmente y un dibujo de la capilla donde tendrá lugar la boda, con todas las salidas. Espera— se detuvo—. ¿La boda tendrá lugar en la capilla?

—Si— confirmó meditativa—. ¿Para qué quieres saber eso? ¿No íbamos a evitar ese día? No entiendo.

—Lo haremos en tu boda, ese es el día en que actuaremos. No quiero ser dramático pero es una buena ocasión y nadie estará esperando el ataque.

—Hay muchas ocasiones, bailes, presentaciones— intentó enumerar con desesperación, Klaus lo notó y se acercó tomándola de las manos, calmándola.

—¿A qué le temes? Todo saldrá bien.

—¿Y si no? Yo estaré casada con el príncipe.

Klaus rio bajo.

—Eso no va a pasar, será nuestro gran momento. Confío en que la mayoría del ejército esté ausente para ese entonces.

—Lo estará— asintió Elke—, Han enviado tropas al extranjero. Establecen campamentos o eso creí escuchar. Karl no me ha contado de sus planes aún pero sé que desea ir junto a su ejército. Estoy segura de que él quisiera posponer la boda pero el rey ha sido muy claro con respecto a la fecha.

—¿Ya hay fecha? —se emocionó Klaus ante la noticia, al fin dejaría de especular.

—Si, el día del solsticio de verano. Todos los nobles del reino estarán invitados.

—Será una gran fiesta.

—No, porque allí estarás para impedirlo.

—Ojalá así sea.

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No supo como pero Klaus terminó recostado en su cama, a su lado, de brazos cruzados y mirando el techo.

—Siempre me pregunté cómo sería dormir en una de estas camas, tan grandes y mullidas— dijo él.

—¿Tu cama no es buena?

—Es... como todas las camas donde he dormido, un poco duras, gastadas... con los resortes del colchón clavándose en mi espalda. Te envidio.

—Puedes quedarte esta noche— lo invitó ella. Klaus giró la cabeza para verla a los ojos.

—Sabes que no puedo— dijo despacio.

—Nadie tiene porqué enterarse— se puso de pie y dando la vuelta a la cama tiró de las botas de Klaus dejando sus medias al descubierto.

—¿Qué haces?

—No puedes dormir con zapatos— le quitó la otra bota y tironeó de la manta—. Hace un poco de frío.

Elke se arremolinó junto a él y se cubrió con la manta.

—Esto podría salirnos muy caro— aseguró él.

—No mientras no nos descubran, ahora duerme y deja de hablar. Lena me despertará si alguien viene.

Klaus mantuvo los ojos abiertos, sin dejar de ver el techo y los intrincados dibujos en la madera. Elke lo miraba sonriendo en su interior y cerrando los ojos cada vez que él volteaba a verla. Quiso dormirse, ignorar el hecho de que Klaus estuviera a su lado. Sentía su respiración acompasada romper el silencio. Le hubiera gustado abrazarlo o al menos poner una mano sobre su pecho, mas no se atrevió. Se contuvo y dejó los ojos cerrados, los apretó con fuerza y trató de quedarse dormida no sin antes escuchar el descontento de Lena.

—Esto es una muy mala idea— dijo y finalmente Elke se durmió.

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