CAPÍTULO 26: La nueva.
Por más que Clara buscó y buscó, no logró encontrarlos. Sin más remedio, se encaminó al salón de su próxima clase.
Su debilidad la hacía lenta, y había estado padeciendo de dolores de cabeza terribles desde que salió de Mercadotroll aquel día.
Al entrar por la puerta, vió a todos sus compañeros, como siempre, sentados cada uno en su asiento. Aunque todo parecía correr como cualquier otro día, algo, o más bien alguien, llamó su atención.
Una chica.
Su cabello pelirrojo resaltaba del resto, ondulado y corto por debajo de los hombros. Su ropa gigantesca y su aspecto asustado la hacía ver como algo a lo que todos no hemos sentido susceptibles en algún momento: ser la persona nueva.
La chica se ubicaba hasta el fondo del salón, justo dónde Clara solía sentarse.
No iba a decirle nada, obviamente. Hacerla sentir más incomoda de lo que claramente ya estaba no era lo mejor.
Tomó el asiento más próximo a ella, que resultó ser el de la izquierda, justo al lado de la ventana.
La chica, cuyo nombre Clara desconocía, mordisqueaba un lápiz con ansiedad, mirando al frente con algo de nerviosismo.
El profesor estaba retrasado, por lo que ella no dudó en voltearse hacia la joven.
—Hey —la llamó.
La pelirroja se giró al instante y se volvió casi tan roja como su cabello.
—H-hola... —dijo, casi sin voz.
Clara sonrió con ternura.
Pobrecita.
—Soy Clara —dijo con amabilidad—. ¿Cuál es tu nombre?
La joven se aclaró la garganta.
—Soy... Erika —respondió con un marcado acento escocés—, Erika Campbell.
Clara le extendió su mano, a lo que la joven la miró con algo de tímidez y la apretó suavemente.
—Clara Nuñez —dijo—, un placer.
Erika le sonrió.
—El placer es todo mío.
Jim
Sentado en su pupitre, jugueteaba con un lápiz incesantemente. El nerviosismo comenzaba a apoderarse de él. No sabía cómo regular la muchas emociones que surcaban por su cabeza.
Por un lado, el solo hecho de pensar lo devastada que Clara iba a estar al enterarse lo rompía por dentro.
Por otro, solo quería encontrar la manera de arreglar las cosas.
Todo en su vida parecía ir de mal en peor. El reseteo, problemas, más problemas, y aún más problemas.
La obra escolar estaba pospuesta por una enfermedad por parte de la Srta. Jannette, Strickler continuaba acechándolos, Vendel había vetado a Clara... En serio, todo estaba yendo de mal en peor.
***
Terminada las clases comunes, llegó la hora de educación física. El equipo se encontró fuera de los vestidores, cada uno con sus problemas en la cabeza.
Exepto Clara, obviamente. Ella y su nueva amiga charlaban con entusiasmo.
—¡Ah, Toby, Jim! —los saludó cuando los vió salir.
Los chicos intercambiaron una mirada y comenzaron a acercarse lentamente.
La pelirroja, con cara extraña, había pasado de la comodidad al nerviosismo.
—Ella es Erika Campbell —la presentó rápidamente—. Viene de Escocia.
Ambos la saludaron con una apretón.
—¿Vienes a Educación física? —preguntó Jim dirigiéndose a la pelirroja.
Ella desvió la mirada y asintió.
—Pues espero que estés preparada para el infierno —advirtió Tobías—. El entrenador Lawrence es lo peor que te va a pasar en la vida.
Eso le arrancó una risita suave a la chica.
—Creeme, eso es porque no conoces a mi antiguo profesor. Eran dos horas de puro sufrimiento —dijo, para luego volver a ponerse roja y desviar la mirada por el arrebato de valentía—. Pero seguro voy a pasarlo bien... espero. Ustedes parecen amigables...
Clara sonrió. Se veía reflejada en esa chica. Tan tímida y reservada que apenas y se podía distinguir que era una joven y no era una parte más de la decoración.
—¿Que estamos esperando? —preguntó con ironía—. ¿Una invitación? ¡Vamos! —exclamó la castaña con un gesto de brazo en dirección al gimnasio.
Cómo bien había dicho Tobías, la clase de educación física era un infierno. Al menos para él. Las cuerdas eran su peor enemigo.
Bueeeno, puede que eso sea una exageración por su parte.
Clara se decidió a hacer sentir a Erika como en casa. Le mostró lo que usualmente hacían en Educación Física, los salones a los que había sido asignada, los profesores, y, básicamente, todo lo que no incluyera hablar acerca de troles.
Al finalizar la jornada escolar, todos tomaron sus cosas y se encontraron a la salida.
—Por Dios, ese hombre es despiadado —se quejó Tobías.
Clara y Jim iban tomados de la mano, cada uno al lado de su amigo.
La joven charlaba enérgicamente con la pelirroja, mientras que los restantes se miraban con algo de nerviosismo.
—Muy bien, me alegra mucho hablar contigo. Espero que tú estancia en Arcadia sea muy longeva y maravillosa —aunque Erika no se lo esperaba, Clara la envolvió en un abrazo.
—Gracias —murmuró la pelirroja—. Eres una gran persona, Clara Nuñez. De eso no cabe duda —le sonrió.
—Oh, vamos, es solo cordialidad.
—Pues me alegra mucho que tú tengas esa cordialidad —rió.
Cuando estaba por despedirse nuevamente e irse con sus amigos, volteándose hacia ellos, Jim la interrumpió con temor.
—Oye, Clara, uhm... Quizá podrías acompañar a Erika a su casa —dijo con nerviosismo, a lo que ella enarcó una ceja—. Ya sabes, para mostrarle la zona, los caminos y... Cosas así.
Clara forzó una sonrisa y farfulló algo entre dientes.
—¡Esa es una idea increíble! —exclamó luego, acercándose para abrazarlo, a la vez que le susurró al oído—: Que te conste, Jim Lake, que eres un pésimo mentiroso, y juro que voy a extrangularte si no me entero que está pasando para mañana, ¿Ok? —se separó y volvió a su sonrisa falsa—. Nos vemos, chicos —los saludó a la vez que caminaba hacia Erika.
Jim tragó saliva e intercambió una mirada con Tobías.
—Muy bien, vamos, Erika, te mostraré la ruta —le dijo, dandole la espalda al dúo, a la vez que le pasaba un brazo por encima de los hombros a la joven.
Sin más preámbulo, se alejaron con total tranquilidad hacia el lugar contrario a los chicos.
Jim
—Esto está mal —dijo, pasándose las manos por el pelo.
Tobías exhaló un suspiro.
—Sí, muy mal. Cuando exige algo, se pone agresiva...
El pelinegro negó con la cabeza.
—Ni que lo digas...
Douxie
Algo inquietante se sentía esparcido por el aire. Palabras sin ningún tipo de sentido revoloteaban por su cabeza como un torbellino de pensamientos.
“La novena configuración”
¿Que diablos era eso?
Hacía semanas que este sentimiento extraño lo acompañaba, por lo que no tuvo mejor idea que investigar más a fondo.
Una pizarra de caucho adornaba una de las paredes de la habitación de invitados, que, aunque para él se veía completamente normal, seguro ustedes sentirán que le falta algo.
Quizá una vocesita molesta exclamando por reclamos hacia su hermano mayor...
Nah, no creo.
En el centro del pizarrón la frase que su cabeza repetía estaba fichada por cuatro tachuelas de color rojo, como sinónimos de la importancia de esas palabras en la investigación.
—¿No piensas ir al trabajo, Hisirdoux? —preguntó Archie subiendo al escritorio—, es tarde.
El mago, con una mano en el mentón y la mirada fija en la hoja de papel con las palabras impresas negó con la cabeza.
—Decidí pedir vacaciones —dijo, acomodando otro papel.
El felino negó con la cabeza.
—A veces no te entiendo, querido Douxie.
—Es parte de mi encanto —le sonrió de lado.
Clara
Los caminos se hacían largos cuando tenías una pregunta carcomiéndote la cabeza.
—Oye, y, ¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó la pelirroja, algo temerosa.
Clara se volteó hacia ella con una pequeña sonrisa.
—Unos tres años, más o menos —contestó con amabilidad—. Creeme, cuando lleves un tiempo aquí, dejarás de contar los días.
Erika suspiró.
—Eso espero —dijo algo decaída.
Clara ladeó la cabeza.
—¿Sucede algo? —preguntó con escepticismo.
Ella volvió a suspirar.
—Todo esto de la mudanza no es de mi agrado. Socializar... no es lo mío. Y, por favor, no me malinterpretes, todos son geniales, y el lugar es precioso, pero... no siento que sea mi hogar.
La joven morena sonrió de lado. Sabía lo que se sentía estar en sus zapatos. Tardó mucho tiempo en adaptarse al idioma, acoplarse a la gente... Sentirse como en casa.
La tomó del codo y le sonrió.
—Te entiendo completamente.
Mercadotroll
La amenaza de Clara impactó bastante fuerte contra el dúo. Ambos estaban dispuestos a cambiar el pensar de Vendel, aunque eso significara que los echaran a ellos también.
Blinkie se les unió por el camino, leyendo su monólogo de entrenador enojado por falta de práctica.
—Maese Tobes, esto no puede seguir así —sentenció—. ¡Imagínese que Bular arrematara contra Mercadotroll! ¿Que haría en esa instancia?
Tobías suspiró por vez número mil en lo que llevaban la caminata.
—En primer lugar, mantener la calma, en segundo lugar, pedirle ayuda a Jimbo, y en tercer lugar, llamar a Clara, la cual, por si lo olvidas, estamos tratando de salvar de un exilio permanente por uso de magia oscura.
Jim ahogó una risa al ver la cara del troll.
—Por favor, Blink —lo codeó—, solo son un par de clases. Cuando todo esto acabe, todo volverá a la normalidad.
—Eso más les vale por su propio bien —murmuró entre dientes.
Clara
Llegaron a la calle de Erika luego de algunos minutos a pie.
—Esa es —señaló la pelirroja.
La casa estaba pintada de un celeste claro, con el tejado azul opaco y las ventanas blancas con los vidrios tan limpios que hasta podría parecer que no había.
—Que bonita —dijo Clara con sinceridad.
Erika le sonrió.
Al llegar el porche, se oía una música proveniente del interior de la casa. Una voz con acento marcado cantaba la letra con total fluidez y a todo pulmón.
La pelirroja apoyó la mano en el pomo y se giró hacia Clara.
—¿Te gustaría pasar? —preguntó, algo avergonzada.
La morena se lo pensó un momento.
—Uhm... Supongo que estaría bien —sonrió.
Erika respiró hondo. Antes de hacer nada, soltó la manija y se retorció los dedos.
—Por favor, no te asustes... Mi familia es algo... peculiar —advirtió, sonrojada por la vergüenza.
Oh, vamos, nada podía ser más peculiar que tener un troll por hermano.
Porque sí, ella ya lo había notado. Lo encontró una tarde comiendo calcetines en el cuarto de sus padres.
Y no, no le sorprendí para nada.
—No tienes idea de con quién hablas —murmuró divertida mientras entraba a la casa a la par de Erika.
Douxie
—¡Demonios! —exclamó cerrando un cajón con fuerza.
Las ojeras le invadían el rostro, y buscaba algo con desesperación.
Archie dió un respingo, luego bostezó.
—¿Que haces, Hisirdoux? —cuestionó con fastidio y adormecimiento a la misma vez.
—¡Me quedé sin hilo rojo!
—¡Oh, por favor! —se desperezó el familiar.
Tarde. El mago ya había salido corriendo.
—¡Ahora vuelvo, Arch!
Mercadotroll
Justo cuando estaban por entrar a la piedra corazón, una grupo de troles salió del interior de la sala.
Troles que Jim conocía muy bien.
—El consejo —murmuró.
Oh, no, iban a juzgarla.
Clara
Bueno, Erika tenía razón en algo: sí eran un poco peculiares. Pero no en el mal sentido, era gente muy agradable.
Resultó ser que quien cantaba a todo pulmón aquella canción en escocés era la hermana de la pelirroja; Sasha.
Era una chica alta y delgada. Su cabello era casi idéntico al de su hermana, con la excepción de que tenía unas mechas de color rojo vivo tanto en el fleco como en las puntas.
Su madre también resultó ser alguien agradable. Tenía el pelo castaño oscuro y corto. Era baja y algo corpulenta, cocinaba en la estufa con empeño.
Erika le ofreció sentarse en la sala y la castaña aceptó con amabilidad. Charlaron otro rato, está vez, la pelirroja estaba más suelta que en la calle.
Aunque todo parecía completamente normal, había una extraña vibra en el aire.
—¿Estás bien? —le preguntó Erika al cabo de un rato.
Clara parpadeó. Se disoció por un segundo.
—Sí —aseguró mirando el ambiente con algo de extrañeza.
¿Era... mágia lo que había ahí dentro¿
Douxie
Salió de la tienda con el hilo en mano y algunos snacks.
Caminaba sereno en dirección a su departamento, tarareando una canción de rock en voz baja.
—¿Hisirdoux Casperan? —murmuraron a sus espaldas.
El mago reconoció la voz al instante. Todo su cuerpo se tensó involuntariamente y cerró los ojos un momento. Forzó una sonrisa al darse vuelta.
—Hola, Zoe —saludó con aspereza.
—No sabía que residías en Arcadia —rió por lo bajo a la vez que se cruzaba de brazos.
Douxie suspiró con pesadez.
—¿Cómo va la vida? —preguntó fingiendo desinterés. Volver a ver a tu amiga de la infancia era algo verdaderamente duro—. Han pasado...
—Ocho siglos —completó por él con la voz apagada—. Ochocientos cuarenta y nueve años, para ser exactos.
El mago se rascó la nuca.
—¿Tú... cuentas los días? Porque yo...
Un bufido interrumpió su oración.
—¿Si cuento los días desde la muerte de mi hermana? —enarcó una ceja y rió amargamente—, pues claro que lo hago.
Douxie cerró los ojos otra vez y tragó saliva.
—Bueno —dijo finalmente, intentando evadir el tema—, creo que ya debo irme. Tengo... cosas que hacer —excusó falsamente.
Se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia el lado contrario.
Mercadotroll
—No puedo creer que lo hicieras —exclamó Jim con dolencia.
Vendel miraba la piedra corazón con aire pensativo.
—Te guste o no, la jovencita debe de ser juzgada —replicó.
—¿Por qué? —se exasperó el joven.
Vendel se giró hacia él.
—Porque usar magia oscura es peligroso. Está prohibida desde hace años.
Esta vez Tobías intervino.
—Te recuerdo que tú fuiste quien le dijo lo que debía hacer y quién conservaba el libro de hechizos —le replicó.
—Tienes razón, pero ustedes no debieron entrometerse.
—¡Oh vamos! —volvió a exclamar el Cazatroles—. Admite que te equivocaste de una vez. Revoca la demanda con el consejo y problema solucionado.
Vendel respiró hondo. Ya le estaba empezando a molestar el tema.
—Sí, Cazatroles, admito mi error, pero eso no quita que deba alertar al consejo de lo sucedido.
—¿Y por qué vetar a Clara? —interrumpió Jim—. Ella solo hizo eso para salvarme. A mí. Y bajó tu tutela.
—Pero...
—Si deben exiliar a alguien, es a mí —se señaló a si mismo—, o a tí —lo señaló a él.
El anciano suspiró.
Todo se desmoronaba.
Y tenían razón. Todo era su culpa. Ni siquiera él mismo entendía por qué actuaba así.
—Veré que puedo hacer —dijo finalmente, sereno por fuera, nervioso por dentro.
Casa de Erika
—Entonces... ¿Esa es la onda de los jóvenes de hoy en día? —preguntó Sasha, la cual se había sentado junto a Clara en el sofá, con el codo apoyado en el apoyabrazos y sosteniendo un vaso de jugo con la otra.
La castaña no entendió al principio, pero no tuvo que pensarlo mucho más hasta caer en el hecho de que la mitad de su cabellera estaba blanca.
—Oh... —murmuró, tocándose esa parte afectada por la magia oscura— sí, aunque, yo no voy muy a la moda —rió algo incomoda.
No podía decir nada.
—Me gusta tu estilo —aseguró la joven de puntas rojas—. Tiene actitud.
Clara asintió con una sonrisa, agradecida.
Douxie
Aquel infame encuentro le había dejado un mal sabor en la boca.
No esperaba volver a ver a aquella chica nunca más. No desde todo lo ocurrido en Camelot hace ya tanto tiempo.
Cerró la puerta tras de sí, y apoyó los snacks en la mesa. Con el hilo rojo en mano, comenzó a caminar cabizbajo hacia el cuarto.
Su familiar le sonrió al verlo entrar, pero al ver su semblante triste, se preocupó el instante.
—¿Que sucede, Doux? —preguntó alarmado.
El mago simplemente abrió la boca, pero no pudo emular palabra alguna. Negó con la cabeza, para luego levantarla hacia Archie.
—Ella está aquí...
Clara
Estuvo ahí más o menos una hora. Le habían dicho que estaba invitada a cenar cuando quisiera, y ella aseguró que estaría encantada de asistir.
Intercambió número con Erika, y se despidieron en la puerta con un abrazo.
—Espero que el recorrido haya sido lo que esperabas —dijo la castaña con una sonrisa.
—Fué increíble —le aseguró la pelirroja—. Muchas gracias, Clara.
Ella asintió una vez, y luego de algunas sonrisas más, salió de la casa en dirección a Mercadotroll, pensativa.
En serio, había algo extraño en esa casa. Era magia, podía sentirlo. Suspiró una vez más, y dió la vuelta en una calle.
Caminó un rato más y llegando a los canales, sacó su Horn Gazle de la mochila. Se deslizó por la rampa con agilidad y estando frente al muro dibujó el ya tan famoso semicírculo.
La cosa es... que no funcionó.
—¿Pero que...? —miró la pared de concreto, deslizando su mano por la superficie, pero solo vió desvanecerse la tenue luz que había dejado el rastro de la llave.
Al no encontrar respuestas en el muro, movió su mirada hacia la piedra. Y ahí todo cobró sentido.
No brillaba como siempre. Estaba apagada.
Intentó repararla dándole unos golpecitos, pero no funcionó en lo absoluto. Después de intentarlo un rato más, comenzó a frustrarse, y a golpear la roca con más fuerza.
Al final, se resignó, y cuando estaba por lanzarla al otro lado de los canales con furia... se esfumó.
Levantó ambas cejas, sorprendida.
Literalmente se había esfumado. Se había convertido en un polvo, como si fuera ceniza.
¿Los Horn Gazle tienen fecha de caducidad?
Ya nada le sorprendía.
Cómo último recurso, sacó su teléfono y llamó a Jim.
Jim
Las palabras de Vendel le habían dado esperanzas. Por lo menos, intentaría solucionar el problema.
Que él mismo había causado, dicho sea de paso.
Caminaba hacia la forja del héroe junto a Toby, charlando, cuando de repente su celular comenzó a sonar.
Lo sacó de su bolsillo y contestó al instante.
—¿Diga?
—¡Jim! —exclamó Clara al otro lado de la línea, a lo que él se tensó— que bueno que contestas.
—Es Clara —susurró él a Toby, tapando el auricular con una mano—. Sí, sí, te escucho... ¿Pasa algo?
Hubo un corto silencio del otro lado.
—Sí, de hecho, algo bastante extraño, es un problema con mi Horn Gazle, creo que... se rompió. No puedo abrir y...
Sin ni una sola palabra más, Jim cortó la llamada.
Oh, estaban en un gran problema.
Clara
Se alejó el celular del oído.
—¿Colgó? —murmuró.
Frunció el ceño y soltó una maldición entre dientes.
¿Que era lo que estaban ocultando?
Jim
Con solo esas palabras ya había deducido toda la situación.
—¡Ella está aquí afuera! —le exclamó a Toby.
Tobías ahogó un grito.
—O sea... ¿Aquí, aquí, aquí, afuera? —cuestionó señalando el piso.
—¡Sí, Tobes, aquí, aquí, aquí, afuera!
—¿Y que hacemos?
El joven pelinegro lo pensó un momento. No había otra forma. Tenían que decírselo.
Suspiró.
—Creo que... no hay otra opción. Debemos decirle.
***
El dúo salió a la superficie con el corazón latiendo a mil por hora.
Clara se giró hacia ellos extrañada, pero feliz al fin y al cabo.
—Oh, entonces me colgaste solo para venir a abrir —rió—. Yo ya me había creído que ocultaban algo y...
—Clara... —la cortó Jim, a lo que ella paró su frase, algo sorprendida— En realidad, si hay algo que no te hemos dicho...
Clara
Este había sido, literalmente, el peor día de su vida.
Le habían contado todo, hasta el más mínimo detalle.
La ira la inundaba por completo. La rabia la comía desde adentro.
¿Cómo un acto que había sido puramente por amor terminaba en algo como... esto?
Ella no quería convertirse en un monstruo, pero si hacerlo significaba salvar a su novio, pues, lo haría mil y una vez.
Jim había insistido en acompañarla hasta su hogar luego de la mala noticia, pero Clara se había rehusado. Necesitaba tiempo para pensar.
Todo pensamiento racional había abandonado su cabeza. Todo lo que sentía odio y repudio.
Y lo peor es que era hacia ella misma, y en lo que se había convertido. Y las consecuencias que eso había traído.
Ni bien llegó a su casa, cerró la puerta con la mayor fuerza que pudo. Todos los vidrios temblaron un poco, al igual que los jarrones y platos del modular.
Subió por las escaleras con lágrimas de dolor y rabia en los ojos, y sin importar la hora que fuera, se durmió profundamente.
En medio de la noche, una vocecita comenzó a retumbar en su cabeza.
Hazlos sufrir. Que sufran por lo menos la mitad de lo que tú lo haces...
Nota de la autora:
Oh mai gash, ¿Revivió?
Efectivamente.
Y con un capítulo el triple de largo de lo que los suelo hacer :D
Espero de acá en más poder actualizar más frecuentemente, sí la inspiración me ayuda, van a tener capitulos más seguidos :)
En cuanto a la historia, ¿Que opinan?
No sé si fuerte es la palabra que busco, pero sí emocionante jeje
Espero hayan quedado satisfechos con el cap, y les deseo unas felices vacaciones :]
(Para los que ya lo están, como yo jeje)
Y a los que no, mis condolencias :(
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