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CAPÍTULO 25: Malas noticias.

Las semanas habían pasado con una lentitud agobiante. Clara aún estaba sensible a la luz, y muy débil.

La cura de Jim, no parecía surtir ningún efecto negativo, pero Vendel le había advertido que debía ser precavido con lo que hiciera.

Ella, en cambio, no tuvo más remedio que volver a su casa y explicar todo lo sucedido.

Y cuando digo todo, es todo.

Por su terrible aspecto, era imposible disimular que algo pasaba.

Sus padres abrieron la puerta con furia cuando Jim tocó el timbre, a la vez que ayudaba a Clara a mantenerse en pie.

Los ojos del señor Nuñez casi se salieron de su lugar al ver el estado de su hija, a lo que una mirada asesina recorrió al joven a la vez que tomaba a su hija y la atraía hacia él, mientras que Ophelia miraba desde un poco más atrás, igualmente preocupada.

—¿Que le hiciste a mi pequeña? —preguntó en un grito el señor Nuñez, abrazando fuertemente a Clara, la cual se retorcía débilmente.

Jim solo sonrió con tranquilidad. No podía perder la calma.

La joven logró zafarse del agarre de su padre y dió un traspié hacia atrás. Jim, por suerte, con sus reflejos, logró alcanzarla antes de que cayera al suelo.

—Él no hizo nada —murmuró Clara volviendo a ponerse en pie. Suspiró pesadamente—. Necesitamos hablar —agregó levantando un poco la cabeza hacia sus padres, los cuales intercambiaron una mirada.

Fué una media hora de desesperación, gritos, desmayos y preocupaciones, pero finalmente habían logrado explicar todo.

La magia, los troles, el viaje en el tiempo... Todo.

La señora Nuñez se agarraba el puente de la nariz con frustración, mientras que el señor Nuñez estaba recostado hacia atrás con la mirada perdida.

—¿Y-y que s-se supone que hagamos ahora? —preguntó la mujer—. ¿C-como se supone que crea en todo esto así sin más?

Jim estaba sentado junto a Clara en un sofá, justo en frente del otro, dónde los señores Nuñez entraban en un colapso.

—Sé que es difícil de entender —dijo la joven en un suspiro—. Pero deben hacerlo. Por mí bien, y por el suyo.

Javier retomó una buena postura, saliendo de su ensimismamiento y mirando a Clara con algo de confusión.

—Necesito una prueba —dijo finalmente—. ¿Podrías hacer algo?

La chica intercambió una mirada con Jim, y ambos se entendieron sin necesidad de palabras.

—Esa es la cosa... —comenzó a decir ella— este último tiempo, abusé demasiado de la magia y ahora, bueno, digamos que no estoy en condiciones de hacerla por... algún tiempo.

Al notar su tono triste, Jim apoyó su mano en el hombro de la joven, a lo que ella le sonrió de lado.

—De... ahí el mechón blanco —terminó, haciéndolo más evidente acomodando uno detrás de su oreja.

Bueno, más que mechón era una peluca. La mitad de su cabellera azabache estaba teñida de un blanco nieve, haciendo una vista extraña de la joven. Desde que salieron de Mercadotroll aquel día, toda la gente se le quedaba viendo con extrañeza, como si le hubiera salido una segunda cabeza, o algo así.

Ahora, nos transportamos al presente.

La joven volvió a la escuela con más anticipación de la debida. Estar en cama le era una tortura, por lo que decidió que era buena idea retomar sus estudios luego de una semana y media de reposo, aunque Jim le había dicho que necesitaba más tiempo.

Ahora, no solo la miraban como un bicho raro en la calle, si no también en la escuela.

Al entrar por el pórtico el primer día, todos se le quedaron viendo. Ella, simplemente decidió ignorarlos, puesto que estaba más que claro que no iban a dejar de hacerlo, y por más que llorara o se quejara, seguirían así.

—Hola —dijo con felicidad al aproximarse a Jim y Toby—. Tengo muchas preguntas para hacerles. Está semana pensé en muuuuchas cosas, por lo que creo que es conveniente que...

Paró abruptamente al ver el nerviosismo en los rostros de los chicos.

—¿Pasa algo? —cuestionó con una ceja alzada.

Ellos intercambiaron una mirada.

—No —se apresuró a decir Jim—, t-todo está bien —se rascó la nuca con incomodidad.

Ella no iba a tragarse eso, era más que obvio.

Jim, intentando no establecer contacto visual, comenzó a simular que acomodaba unas cosas en su casillero, mientras que Tobías silbaba sin mirarla.

—Oigan, si creen que la magia me volvió idiota, creanme, están equivocados —dijo cruzándose de brazos y alzando una ceja—. ¿Que ocultan?

Los jóvenes volvieron a intercambiar una mirada, y cuando parecía que ambos iban a hablar, los interrumpieron.

—¡Que locura! —exclamó Mary con su molesta voz chillona—. ¡Estás loca, Bombón!

Clara se giró hacia sus amigas con una sonrisa forzada, y mirando de reojo al dúo, que con poco disimulo salía del lugar con prisa.

—Hola, Mary —saludó mirando a la pelinegra, para luego girarse hacia la morena—, hola, Dars.

—¿Por qué el cambio de color, Clara? —cuestionó la asiática ignorando su saludo—. Es decir, te sienta bien y todo... pero no entiendo muy bien el cambio repentino.

Darci codeó con brusquedad a Mary y sonrió a Clara.

—Lo que Mary quiso decir —hizo énfasis en el nombre—, es que tú nuevo look se ve increíble, pero que decidieras hacerlo es extraño... ¿Pasa algo, Clara bebé?

Ella echó una ojeada en la dirección a la que se fueron los chicos y lo pensó un momento.

—Uhm... sí, bueno, no, pero... —volvió a mirarlas a ambas— me tengo que ir. Lo siento.

Las caras perplejas de sus amigas le partieron el alma, pero en ese momento su última preocupación eran los sentimientos. Ahora, necesitaba averiguar que ocultaban esos dos.

Dejó sus cosas en el casillero rápidamente y se encaminó hacia donde el dúo había, literalmente, corrido.

Buscó por cada pasillo que el tiempo le permitió, pero no logró hallarlos por ninguna parte. Miles de alumnos en cada uno, pero en ninguno estaban ellos dos.

Al llegar al último, no logró ver a nadie más que una figura alta, delgada y pelirroja con aire extraño divagando por ahí.

Suspiró.

¿Que era tan malo como para que se ocultaran así?

Si era por lo de No-Enrique, ya lo había notado hace tiempo.

El cambio de pañal se hacía cada vez más intenso...

Jim y Toby

Caminaban por la escuela en alerta. El solo crucé de miradas con Clara podía hacer que la catástrofe llegara.

Escondidos en el baño, dentro del armario del conserje, hablaban en susurros.

—¿Tienes alguna idea? —preguntó Jim, alarmado.

Tobías, histérico, negó con la cabeza.

—Sé que no es algo permanente, pero creo que va a dolerle mucho...

El otro suspiró.

—Sí, va a dolerle —dijo—, y mucho...

Ambos se sumieron en un silencio corto, pensativos.

—Pondríamos hablar con Vendel —sugirió el regordete chico—. Él podría... no lo sé, reconsiderarlo.

Jim negó con la cabeza.

—No, Tobes, es terco como una mula. Jamás no escucharía.

—Pero esto es demasiado —alegó su amigo—. E-es decir... entiendo todo lo que pasó, pero tanto Clara como yo somos culpables.

El joven cerró los ojos un momento.

—Vetar a Clara de Mercadotroll es algo excesivo y... cruel... ¿No lo crees? —continuó mirando a su amigo.

Jim volvió a suspirar.

—Sí, Tobes, lo es.

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