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CAPÍTULO 10: Recuerdos memorables.

Amanecía en el hospital, Jim no había podido pegar un ojo entre entrada y salida del personal, por otro lado, Clara logró dormir toda la noche, la pelea con Temp, por corta que fuera, la agotó mucho.

El joven la contemplaba descansando en la silla, sentada junto a su cama.

Lo sé, parece algo enfermo, pero en la situación de Jim, era solo una acción más. Cómo si fuera algo de todos los días.

La chica se estremeció. El ambiente del hospital era frío.

Jim dudó, y luego tomó una de las cobijas extras que le habían dado esa mañana y la cubrió dulcemente.

Ante tal acto, la joven comenzó a despertarse y estirarse. Luego, soltó un bostezo.

-Buenos días, dormilona -saludó Jim mientras hojeaba un libro.

-Buenos días -respondió Clara y se incorporó -¿Cómo te sientes?

Jim lo pensó un momento.

-Como si hubiera descansado mil horas, me siento mejor -mintió.

Su conversación fué interrumpida por una enfermera, que venía a hacerle los controles matutinos a Jim.

-Buenos días jovenes -dijo entrando al cuarto con una bandeja y algunos objetos más.

-Buenos días -respondieron ambos.

Entré control y control, tardaron unos diez minutos. La enfermera, sacó un anotador y comenzó a escribir algunas cosas.

Jim y Clara intercambiaron una mirada.

-Muy bien -dijo la enfermera, la cual se presento como Madisson-. Todo parece indicar que estás en perfectas condiciones, pero tú tienes la última palabra antes del médico, ¿Cómo te sientes?

-Me siento... mejor -volvió a mentir.

La mujer vestida de blanco asintió.

-Si el médico lo autoriza, creo que puedes irte hoy -dijo asintiendo mientras miraba su anotador.

-Eso me alegra mucho -Jim sonrió, aunque esa sonrisa no llegó a sus ojos.

-El doctor Davis llegará en quince minutos -informó saliendo de la habitación.

Aunque sus sentimientos y afectos no fueran visibles, Clara estaba realmente feliz y sumida en sus propios pensamientos hasta que la melodiosa voz de Jim la interrumpió:

-¿Sabes?, quería llevarte a un lugar luego de salir del hospital -informó.

La joven lo miró.

-¿Estás seguro de que estás lo suficientemente fuerte? No quiero que te pase nada -puso una mueca.

-Tu no te preocupes -respondió, apoyando impulsivamente su mano sobre la de ella.

Clara miró su mano, ahora cubierta por la del joven. Una pequeña descarga eléctrica le recorrió el cuerpo, con ganas de acercarse a él.

No lo entendía.

Sentía algo más por Jim. Algo más profundo, más invisible, que iba más allá.

¿Por qué?

Se preguntaba.

En ningún momento Jim había mencionado nada de una relación, pero su forma de mirarla, de tratarla y de hablarle, dejaba entrever que fueron algo más que amigos.

El joven no quiso decir nada acerca de su antiguo compromiso. Sentía que, si lo hacía, estaría presionando a Clara, y él no quería eso, él quería que se enamorara otra vez, como había prometido...

Aquella promesa había sellado su destino.

Aquella promesa había dejado fuera demasiados sentimientos.

Esa maldita promesa...

Pasaron los quince minutos de espera, y quizá algunos minutos más, hasta que un hombre robusto, con una barba negra y la piel morena entró por la puerta. Su bata blanca indicaba que era parte del personal del hospital.

-¿James Lake? -preguntó mirando un anotados distraídamente.

-Sí, soy yo.

El hombre asintió sin quitar su mirada de los papeles y luego miró a Jim con una sonrisa.

-Parece que todo está en orden.

Jim sonrió.

-¿Eso significa que puedo irme?

-Afirmativo -respondió el hombre y se ajustó un poco sus intelectuales gafas-. Solo... trata de no hacer fuerza de más, tu cuerpo aún se está recuperando, ¿Sí?

-Por supuesto, doctor. Muchas gracias.

-Dentro de un rato vendrá una enfermera para quitarte todo esto. Esperemos que hasta dentro de mucho, señor Lake -le dedicó una sonrisa profesional y salió del lugar.

Casi inmediatamente después de que el doctor saliera, una enfermera entró y desconectó a Jim de todas las máquinas. Entré el papeleo y todas esas cosas, tardaron media hora en salir del lugar, ahora acompañados por Bárbara.

Estando ya fuera, Bárbara soltó todo el aire que había contenido en los pulmones.

-Bien, hora de ir a casa jovencito. Clara, podemos llevarte de paso -aseguró limpiando sus gafas.

-En realidad... quería llevar a Clara a un lugar. Es... importante.

Para cumplir su promesa. Aquella que había sellado su destino.

-Jim, no. Estás débil -la chica se posicionó a su lado.

-No te preocupes por mí -respondió tomando su hombro.

No, por favor, eso no. Cuando se preocupaba, sus ojos no tenían ese castaño brilloso que tanto los caracterizaban, esos que habían dejado completamente perdido a nuestro Cazatroles...

La mujer sospechaba que traían algo entre manos, y no pudo evitar negarse. Además, los resultados de Jim habían salido perfectos y él aseguraba estar bien. No había por qué oponerse.

-Muy bien, ¿Los acerco? -preguntó acercándose al auto.

-Creo que prefiero caminar -respondió Jim. Era parte del encanto.

-Como gusten -subió al auto y bajó la ventanilla para mirarlos -. Vayan con cuidado, ¿Bien?

El joven asintió con una sonrisa y la mujer arrancó el auto en dirección a su hogar.

Permanecieron un momento en silencio, y Jim metió sus manos en los bolsillos. Por su parte, Clara se aclaró la garganta y dijo:

-Jim, ¿Estás seguro de esto?

El joven se relajó visiblemente y asintió.

-Relajate, Clara. Estoy bien -aseguró con una sonrisa.

Comenzaron a caminar. Jim tenía un lugar en mente. Uno muy específico.

El acantilado.

Sí.

Si Clara no recordaba con ese lugar... no habría forma de que lo hiciera.

Durante el viaje, ambos iban visiblemente tensos por la presencia del otro:

Clara, por no saber que pasaba con ella y sus sentimientos, y Jim, por no saber cómo iba a reaccionar o si iba a recordar.

El joven respiró hondo y hech9 una hojeada a la chica. Con toda la valentía y suavidad del mundo, tomó la mano de la joven. Ésta, ante tal gesto, se sonrojó. Una parte de ella, sentía una familiaridad extraña en su presencia, y para la otra, era simplemente en chico normal (Que de normal no tenía nada)

Estando a unos metros, el chico pidió a la joven que cerrara los ojos. Ella obedeció y se dejó guiar por él.

El joven la posicionó en el sitio perfecto, para que la vista de la magnífica ciudad fuera notoria.

-Muy bien, ¡Ábrelos!

La joven lo hizo y contempló el ambiente con suma fascinación. Entreabrió los labios y una sonrisa se formó en sus labios.

-Wow... ¿C-cómo sabías de este lugar, Jim? -soltó una risa de asombro, sin despegar su mirada de la hermosa vista. El sol se ponía, y los rayos se reflejaban en su rostro.

Durante la distracción de la joven, Jim aprovechó para posicionar su teléfono en una roca, mientras éste mismo reproducía su canción...

La de ambos. La que, después de ese memorable momento, había quedado como suya. La que habían atesorado tanto tiempo. Después de tanto peligro y tantas experiencias vivídas.

Clara se volteó al oír la música y miró a Jim. El joven le dedicó una sonrisa y ambos comenzaron a acercarse lentamente, como esperando el consentimiento del otro. El ambiente, poco a poco dejaba de ser tenso, pasando a ser más, personal, más... familiar.

Con toda la suavidad del mundo, Jim tomó ambas manos de Clara y comenzaron a bailar al compás de «Eres tú».

Entre vuelta y vuelta del baile, Jim no puedo evitar decirlo:

-Te ves tan hermosa como la última vez que vinímos.

Clara entreabrió los labios y se sonrojó. Luego, le dedicó una sonrisa de labios cerrados.

La joven no podía despegar sus ojos de los de él. Era hipnotizante.

Cuando tomaron más ritmo y más confianza, Jim la acercó hacia él de manera suave, como siguiendo la melodía con cada movimiento.

-¿Recuerdas algo? -le susurró sin dejar de bailar

-Solo... fragmentos. ¿Ya estuvimos aquí, verdad?

El joven asintió.

Seguían bailando lentamente. Uno de los recuerdos más hermosos y memorables que poseían se estaba repitiendo.

Ese baile.

El baile que los había marcado de por vida. El baile que había sacado a la luz todos sus sentimientos.

Justamente ese baile.

(N/a: Y mi escena favorita de la franquicia)

Los recuerdos surcaron la mente de Clara. Cómo un barco que navega, perdido por el basto océanos y logra percibir un faro a lo lejos...

Las notas que sonaban en el mundo real concordaban con las notas que se oían en sus recuerdos:

-No -dijo ella, dándole un empujoncito a Jim.

El joven retrocedió dos pasos, sorprendido.

-¿Que? ¿Es mi aliento? -preguntó exhalando en su mano y oliendola.

-¡No, no, no! ¡Ya se por qué huyó con mi bolsa! -exclamó acercándose a él de manera desesperada - ¡Él la tiene, el la tiene! -repetía, exasperada.

-¡Clara! -la llamó Jim- ¿Angor Rot tiene que? -preguntó tomándola por los hombros.

La joven hizo una pausa.

-¡Él tiene la llave de Mercadotroll!

-Ya recuerdo... -murmuró Clara, saliendo de su ensoñación-. Estuvimos aquí en el baile de primavera.

Ambos seguían bailando. Jim no iba a forzarla a hacer algo. El momento debía darse solo.

Un momento de silencioso surcó el ambiente. Clara pensó un momento en lo que iba a hacer y luego sonrió, algo nerviosa.

-Creo... que te debo esto... -murmuró y comenzó a acercarse lentamente.

Poco a poco, unió sus labios en un corto y tierno beso, en el que en ningún momento dejaron de bailar.

Cuando se separaron, Jim tenía ambas manos en la cintura de la joven y ella tenía ambas manos posadas en los hombros del chico.

Ahí estaban; esos ojos que desde la distancia, Jim siempre había podido contemplar. Esos hermosos ojos castaño brillante que destellaban cada vez que hablaba de un tema que le gustaba.

-Gracias... -murmuró con una tierna sonrisa y mirándola a los ojos.

Un silencioso volvió a inundar el ambiente, pero esta vez no era tenso, era más bien... reflexivo.

Ambos miraban los ojos del otro, dudando entre que deberían hacer ahora, contemplando cada pequeño detalle del otro.

Justo cuando Jim estaba por adelantarse y volver a besarla, un dolor punzante se hizo presente en el lado izquierdo del pecho.

-Siempre seré parte de tí.

Se arrodilló en el suelo, agarrándose el pecho con una mano y con la otra apoyada en el hombro de Clara, que estaba a su lado.

-¡¿Que pasa?! -exclamó alarmada.

Al joven le pitaban los oídos y sentía un cosquilleo muy extraño en todo el cuerpo. Y tenía ganas de... matar.

De la nada, cualquier síntoma que hubiera sentido hace un milisegundos se detuvo y volvió en sí.

-¿Jim?

El joven respiraba agitado.

-¿Estás bien? -insistió ella.

-No sé que me pasa -murmuró mirando un punto fijo en el suelo y sin soltar su pecho. Su característico suéter azul estaba arrugado.

-Tus ojos... están...

-¿...Rojos?

-Sí...

La respiración comenzó a ser normal otra vez y fué ahí cuando por fin soltó su ropa.

En ningún momento Clara se había apartado, eso conmovió al chico.

No quería preocuparla. No de nuevo. No quería que se sintiera tan mal como lo había estado la última vez que la había visto así.

Probablemente ustedes crean que para Jim fué facil partir y dejar todo atrás. Pero están equivocados. Cada vez que volvía a ver a sus amigos era como volver a verlos sufrir por su partida.

-¿Quieres que llame una ambulancia?

-No, tranquila -dijo y levantó la cabeza, mirandola a los ojos.

Clara esbozó una sonrisa entre preocupada y aliviada y lo abrazó.

-Prometeme que no vas a ponerte en riesgo -le susurró mientras lo abrazaba.

Él le devolvió el abrazo solo con una mano -la otra la tenía apoyada en el suelo para no caerse- y sonrió de manera triste.

-No puedo prometerte eso y lo sabes, Clara...

***

Todos los personajes aparecidos en este capitulos nos son de mi propiedad. Pertenecen a DreamWorks y Guillermo del Toro.

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