
Sept
--¿Marinette? ¡Marinette! --llamó Chat noir, sintiendo su desesperación crecer al no encontrar respuesta.
Había sido un idiota. A causa de sus malditos celos no había querido llevarla con Luka; a cambio, la había dejado allí sola, asustada y en peligro. Y, lo que era aún peor, ni siquiera la había besado antes de irse. ¿Por qué no lo había hecho? Estaban tan cerca... recordó su respiración, su postura, la cercanía de sus labios entreabiertos, su estrecha cintura bajo sus garras. Pero él no la había besado, y quizás ya nunca volvería a tener la oportunidad. Como Adrien prácticamente lo había tirado todo por la borda, y como Chat noir no coincidían a menudo, y menos a solas.
Simplemente, había dejado escapar la ocasión perfecta. Aunque, bien mirado, tal vez no habría estado bien aprovecharse de su vulnerabilidad en aquel momento. Eso sin hablar de que ella tenía pareja, y de que él también, y de que todo aquello era una maldita locura sin sentido.
Muy bien; ahora ya volvía a tener la cabeza fría. El nivel de adrenalina iba volviendo a la normalidad, había tenido tiempo para reflexionar con calma, y había decidido que ya no volvería a ponerla en un compromiso así. Ser un héroe conllevaba una responsabilidad: no estaría bien aprovecharse de esa circunstancia para atreverse a hacer lo que sin máscara no era capaz, utilizarlo para su interés personal, robarle un beso a la chica que amaba sin que ella supiera que era a él a quien se lo estaba dando. No, aquello no estaría bien.
Así que la encontraría, se disculparía, y se limitaría a llevarla a su casa para que se vistiera y se preparase para otra maravillosa cita con su novio. Y sería como si aquel momento entre ellos dos no hubiese existido jamás. En realidad, era mejor así. ¿Verdad?
--¿Chat noir?
Su corazón dio un vuelco al oír su voz. Allí estaba, surgiendo de entre las sombras como un dulce ángel vestido con lencería fina. Se acercó hacia él corriendo, se arrojó a sus brazos, y su firme determinación de solo un instante atrás tardó aproximadamente un segundo en desvanecerse. Acarició su cabello, estrechó su cuerpo contra él, disfrutó de su tacto y de su aroma hasta embriagarse con ellos.
--Estás bien, Chat... Estás bien --musitó Marinette, antes de separarse para tomar su rostro y mirarlo directamente a los ojos--. Te vi, ¿sabes? Vi desde aquí cómo te atacaba, y aquella bola de luz alcanzándote, y yo... --gimoteó.
--No, no, preciosa, no te preocupes, por favor --colocó sus manos sobre las de la chica--. Estoy bien, ¿ves? La magia de Ladybug hizo su trabajo. ¿Tú estás bien? ¿Pasaste mucho miedo? ¡Estarás helada!
Volvió a estrecharla, recorriendo sus costados con la palma de sus manos, frotándola suavemente para intentar proporcionarle algo de calor. Y no sabía si aquel gesto la habría confortado a ella, pero desde luego su propia temperatura no tardó en subir.
--Estoy bien. Y las mariquitas han hecho un buen trabajo por aquí también: ¡han reparado hasta mis medias!
Se apartó un poco para mostrárselo, ensayando una simpática y sexy reverencia mientras recorría sus muslos con la punta de sus dedos. La gloriosa visión de una buena porción de sus senos asomando por encima del encaje que tuvo cuando la chica se agachó para hacerlo le hizo relamerse sin querer. No sabía si era efecto de la noche, de la tensión vivida durante el ataque de Black painter, del tiempo que llevaba deseándola o del traje de gato, pero sentía sus instintos a flor de piel, enviando insistentes mensajes a cada una de sus terminaciones nerviosas, tan tentadores como difíciles de ignorar.
Tomó su mano para hacerla girar ante sí, admirándola a placer, devorándola con la mirada. Ella se sonrojó ante su escrutinio, pero lo dejó hacer.
--Eres absolutamente preciosa, princesa --ronroneó, con la voz impregnada de deseo.
La atrajo hacia sí de un tirón seco, y ella jadeó, sorprendida, al chocar contra su cuerpo. Colocó uno de sus brazos tras la cintura de la chica para eliminar cualquier resquicio entre los dos, y notó los corazones de ambos acelerándose al compás. Su otra mano acarició el rostro sonrojado de Marinette, de su mejilla a su boca, para terminar en su barbilla; y ella lo miró expectante, con sus grandes ojos azules muy abiertos. Y, cuando por fin se atrevió a besarla, primero suavemente, y luego con pasión, ella respondió con tanta intensidad como había imaginado en la más tórrida de sus ensoñaciones.
--Chat...
--¿Hmmm?
No quería separarse ni un milímetro de ella, no quería dejar de saborearla, no quería dejarla hablar por miedo a que sus palabras rompieran aquel hechizo que parecía haberlos poseído. Avanzó un paso, haciéndola retroceder hasta quedar apoyada contra la pared, y apresó sus muñecas, levantando los brazos de la chica por encima de su cabeza hasta unirlas de manera que pudo sujetar ambas con una sola mano, mientras la otra se dirigía hacia sus caderas. Besó sus labios una y otra vez, y luego deslizó su boca hasta su cuello, que mordisqueó con suavidad, disfrutando de los murmullos de excitación que surgían de aquella blanca garganta que despertaba todos sus instintos de depredador. Clavó los dientes en su hombro, bajó la mano aún más para deleitarse con la firmeza de su trasero, y pegó su cuerpo al de ella permitiéndole sentir su miembro endurecido contra su vientre. Ella gimió bajito, buscando desesperadamente su contacto.
Soltó sus muñecas para acariciar sus pechos, y ella enlazó los brazos tras su nuca, arqueando la espalda para llevarlos a su encuentro. Juguetón, recorrió con la lengua el borde del encaje, y luego la introdujo bajo este hasta alcanzar uno de sus pezones, y luego el otro.
Marinette lo apartó un poco, obligándolo a mirarla de frente.
--Por favor, Chat, llévame a casa.
--Sí, yo... eh...
Se separó de su cuerpo, abatido. Había sido un bonito sueño, y era duro despertar de golpe.
--Lo siento, yo... no sé que me ha pasado. Es que eres preciosa, y yo... Tranquila, te llevaré a casa.
Ella chasqueó la lengua, meneando la cabeza, divertida.
--Chat, creo que no me has entendido bien. Llévame a casa... y quédate conmigo.
Sus ojos se abrieron por la sorpresa, pero no tardó en reaccionar, rogando porque ella no se arrepintiera. La alzó en brazos, y en una decena de rápidos saltos estaban ya en su terraza. Salpicó su espalda de besitos impacientes mientras ella abría la trampilla de acceso a la habitación, y al entrar la condujo hasta la cama, empujándola para que cayera sobre la blanda superficie y colocándose luego sobre ella, apoyado en sus rodillas y en la palma de sus manos.
El colchón era mullido, y la ropa de cama muy suave. Adelantó su diestra para tapar los ojos bordados del largo cojín en forma de gato:
--Shhh, ¡no mires! Lo que pienso hacerle a tu dueña no es apto para cachorros --bromeó, haciéndola reir.
Ella lo atrajo para besarlo, sujetándolo del cuello de su traje, haciendo repiquetear el cascabel.
--No es justo --protestó Marinette entre besos--: tú tan vestido, y yo tan poco...
--¿Tú crees? Por que a mí empieza a parecerme que llevas demasiada ropa encima.
Una de sus garras se coló tras la espalda de la chica para hacer saltar el cierre de su sujetador. Ella soltó una exclamación sorprendida, pero le permitió retirar totalmente la prenda, exponiendo la palidez de sus senos ante sus ojos verdes oscurecidos por el deseo. Se permitió contemplarla un instante antes de comenzar a recorrerlos con sus manos, el cuero negro de sus guantes contrastando con su piel del color de la nata batida. Pronto sus labios y su lengua se unieron a la fiesta, dejando a su paso un rastro de humedad y suspiros femeninos.
Si bien maldecía la presencia de aquel traje que no le dejaba disfrutar totalmente del tacto de su piel, el resto de los sentidos, exacerbados por sus poderes, le estaban regalando un verdadero festín. Atesoró cada expresión de su rostro, cada sonido de su garganta, y se dejó arrullar por la intensidad de su respiración y el ritmo desbocado de sus latidos, mientras disfrutaba sin recato de sus pechos firmes y deliciosos.
Los masajeó despacio, jugó con sus duros pezones atrapándolos entre sus dedos, acariciándolos con su lengua, y probó con curiosidad qué porción de cada uno de sus pechos era capaz de introducir en su boca, mientras su mano buscaba el camino para llegar hasta su sexo, que acarició sobre la tela que aún lo cubría, satisfecho por el escalofrío que aquel contacto provocó en ella.
--Hum, creo que por aquí sobra alguna prenda más...
Dibujó un sendero de besos sobre la piel de su vientre, hasta encontrarse con la barrera que marcaba su liguero, y sus braguitas de encaje después.
--Bien... creo que las medias te las puedes quedar; estarás muy sexy solo con ellas.
Enredó sus garras en el fino encaje negro de sus bragas. «Cataclysm», pensó, divertido, mientras las rompía de un brusco tirón.
--¡Chat! ¿Las has roto? --le reprendió ella. Aunque tenía que reconocer que aquel gesto de deseo salvaje había logrado llevarla hasta nuevas cotas de excitación.
--Shhhh... --chistó para acallar sus protestas, disfrutando de la sensación de tenerla a su disposición, rendida a sus caricias, temblando de expectación ante la promesa del placer en el que planeaba sumergirla enseguida.
Se posicionó entre sus piernas. El liguero y las medias negras enmarcaban su sexo, deliciosamente humedecido, expuesto ante él. Pasó la lengua por sus labios antes de probarlo al fin, sintiéndose enloquecer por su sabor, por su aroma.
--Ohh, Chat... --gimió ella, enredando sus dedos entre los mechones rubios, dejándose llevar por la marea de sensaciones que la arrastraba sin piedad, mordiéndose el labio con fuerza.
--Muy bien... ahora sí que quiero escucharte, princesa --invitó, seductor.
Marinette no pudo evitar complacerlo; los gemidos escapaban, simplemente, sin control, mientras la lengua del chico imprimía movimientos circulares alrededor de su clítoris, para recorrer luego su entrada una y otra vez. Sus dedos exploraron su interior con suavidad, provocando nuevos estremecimientos.
--Mmmm, creo que podría volverme adicto a escucharte así... --murmuró--. Princesa, quiero... quiero que acabes para mí.
Ella aprovechó el breve respiro para recuperar el resuello, y volver a sentirse por un instante dueña de su propia voluntad. Tiró de él para acercarlo y besar su boca, probando en sus labios su propio sabor. Y antes de permitirle volver a hacerle perder la cabeza, quiso establecer sus propias reglas.
--Lo haré... con una condición.
--Dime, preciosa --alzó una ceja, expectante ante lo que le pediría.
--Quiero probarte yo también. Cuando llegue... quiero tenerte en mi boca.
--Eso suena muy tentador, pero mi traje...
--Shhhhhh... --lo mandó a callar ella esta vez--. Solo tienes que desearlo, y dejarme hacer mi magia.
Se incorporó y comenzó a recorrer su cuerpo con las manos, provocando un tenue resplandor verdoso bajo el cual el cuero negro parecía disolverse, dejando expuesta su piel.
--¿Cómo...? ¿Cómo haces eso?
Marinette continuó concentrada en su labor. Su kwami le había contado que, a lo largo de la historia de los prodigios, muchos portadores del gato y la mariquita habían terminado enamorándose; y a veces les llegaba el momento de intimar antes de que fuera segura aún la revelación de las identidades. Dado que la tentación de saltarse las normas podría llegar a ser demasiado, poderosa, existía un mecanismo que permitía deshacerse de parte de la vestimenta, conservando sin embargo el antifaz. Y las palabras de aquel hechizo se transmitían de Ladybug a Ladybug a través de la pequeña Tikki.
--No sé por qué sucede --mintió--. Pero lleva un rato pasando. Cuando estoy muy... bueno, cuando te deseo con fuerza, la tela desaparece bajo mis dedos. Aunque no parece funcionar con tu cascabel...
--Bueno, tú conservas las medias, y yo el cascabel; y el antifaz, claro. Me parece un buen trato.
--¿Me estás sugiriendo que te quite todo lo demás, gatito?
--Y no protestaré en absoluto si comienzas justo por la parte necesaria para satisfacer tu petición...
Acató su sugerencia de inmediato, pero no pudo dejar pasar la oportunidad de hacerlo sufrir un poco. Acarició su duro miembro sobre el traje, frotando con voluptuosidad. Pero la tela esta vez se mantuvo, inmutable, en su sitio.
--¡Vaya! Pues parece que, justo aquí, la magia no funciona...
El chico masculló, frustrado, maldiciendo su mala suerte.
--No sé... --continuó Marinette, con tono inocente--. ¿Será, tal vez, que no me deseas lo suficiente?
--Princesa, puedo asegurarte que es matemáticamente imposible que exista en este mundo hombre alguno que haya deseado más a una mujer de lo que yo te deseo a ti en este momento.
--Vaya... --continuó masajeándolo sobre el cuero negro-- ¿Estás seguro?
--Tanto que, si no dejas de tocarme, empiezo a temer que acabaré manchando mi precioso traje de superhéroe...
--Ah, no --rebatió ella--; eso lo quiero todo para mí.
En respuesta a sus palabras comenzó a brillar un intenso resplandor verde, y el cuero pareció reptar sobre la piel del chico, revelando desde la musculatura de sus abdominales hasta sus bien formados muslos, y extendiéndose poco a poco para dejar ver su torso también. Exhaló un suspiro agradecido cuando su miembro fue liberado por fin de la presión que llevaba largo rato soportando, mientras Marinette ahogaba un jadeo, fascinada por aquella erótica visión.
Tanteó su cuerpo sin prisa, deleitándose con la perfección de sus formas, antes de concentrarse por fin en su miembro, que le pareció enorme entre sus manos. Clavó sus ojos en las pupilas gatunas y, agachando la cabeza con lentitud, acercó su boca al glande para acariciarlo parsimoniosamente con la lengua, sin perder el contacto visual. Adoraba ver el deseo, la excitación, ese brillo salvaje fulgurando en el fondo de sus ojos verdes.
--Antes de que sigas, preciosa, necesito que uses tu magia otra vez --señaló sus guantes, todavía intactos, para que se los quitara--. Me muero por sentir tu calidez cuando te toque --susurró.
Ella asintió, enternecida porque él hubiera sido capaz de pensar en sentirla y hacerla sentir antes de concentrarse en su propio placer. Entrelazaron sus dedos, y el resplandor bañó enseguida su mano izquierda, mientras que la que portaba el anillo permanecía cubierta. Bueno, tendrían que conformarse con eso.
Chat acarició sus hombros, se detuvo un rato en sus pechos, y luego buscó su entrepierna con la mano libre, emitiendo un ronroneo quedo al percibir, por fin sin barreras, su humedad y su calor. Ella estaba de rodillas sobre la cama, semisentada sobre los talones, y sintió cómo sus piernas de aflojaban cuando los dedos del chico bucearon en su interior; inició un lento vaivén, moviendo las caderas para ir a su encuentro, notándolo entrar y salir, y el primer gemido se le escapó justo cuando se inclinaba hacia delante dispuesta a buscar su pene con la boca.
Lo tomó entre sus labios, introduciéndolo tan profundamente como fue capaz, y lo sintió vibrar contra su lengua y su paladar. Acomodó el ritmo de sus succiones al que imprimían los dedos del chico en su interior, y se ayudó de su mano para poder seguir estimulándolo cuando la intensidad de su propio placer la obligaba a interrumpirse para recuperar el resuello, gimiendo desesperadamente contra su erección.
Chat noir gruñó de satisfacción al sentir su lengua de nuevo, extasiado ante la escena que tenía ante sí. Los movimientos de Marinette contra su mano, ya empapada por los fluidos de la chica; los sensuales sonidos que emitía; las expresiones que iba tomando su rostro en respuesta a sus caricias, cada vez más profundas; y la avidez con la que degustaba su miembro, como si disfrutara de un verdadero manjar.
El ritmo de los movimientos de los dos amantes comenzaba a volverse frenético, y los gemidos de ambos llenaban el aire.
--Marinette... llega conmigo... llega para mí...
Ella, ocupada en darle placer y a punto de ser desbordada por el suyo propio, no respondió con palabras, pero sí aumentando la intensidad todavía un poco más. Enseguida notó cómo su interior comenzaba a contraerse, justo cuando él alcanzaba su propio clímax, derramándose en su boca. Ella lo saboreó con gusto, bebiendo cada gota de su explosión de placer, y luego se abandonó a su propia liberación, que la sacudió con la fuerza de una tormenta, dejándola extenuada y temblorosa.
--Marinette... --suspiró Chat cuando se acurrucó contra su pecho.
--Chat noir, esto ha sido... ¡uff! Estoy agotada.
Él la abrazó con fuerza, intentando transmitirle con su contacto todo lo que no podía decirle con palabras. Enterró la nariz en su cabello, aspirando su aroma, rogando por que aquel sueño maravilloso tardara el mayor tiempo posible en quebrarse.
Lamentablemente, ese tiempo apenas llegó a prolongarse por dos míseros minutos, hasta que el móvil de Marinette empezó a sonar con insistencia. Ella se envolvió con la sábana y se levantó para ir a por él.
--No lo cojas --rogó Chat.
--Pero... ¡oh, no! ¿Y si es Luka? ¿Y si está en la puerta?
--Dile que estás ocupada --rezongó él.
--¡Chat! --le riñó, molesta.
Desbloqueó el teléfono: varias llamadas perdidas y una decena de mensajes, todos de Luka, preguntándole si estaba bien. Marcó su número, con los nervios a flor de piel, y él no tardó ni un tono en responderle.
--¡Marinette! ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¡Estaba muy preocupado!
«Verás, estaba demasiado ocupada teniendo un magnífico orgasmo junto al héroe de París como para acordarme de ti. ¿Te has fijado en su bastón? Pues deberías ver su...»
La angustia invadió su pecho. Durante todo aquel rato no había pensado en nada, solo se había dejado arrastrar. Y ahora que empezaba a ser consciente de lo que había hecho, el peso de la culpa cayó sobre ella de golpe, amenazando con aplastarla.
--¡Estoy bien, Luka! Muy bien. Solo... nerviosa. El ataque del akuma fue muy cerca, con todas esas explosiones, y cuando todo terminó yo no encontraba mi teléfono para avisarte, y...
--Tranquila, cariño; ya pasó el peligro, y todo vuelve a estar tranquilo. ¿Voy para allá?
--Lo siento mucho, mi amor, pero después de tanta tensión ahora tengo un dolor de cabeza horrible, y mis padres seguramente vendrán muy pronto, y... ¿te importa si no quedamos hoy?
--Claro que no, preciosa; descansa, ¿vale? Pasaré a verte mañana: intentaré buscar tiempo para acercarme al instituto y darte un beso antes de salir hacia Nimes.
Chat noir aterrizó a su lado de un ágil salto, sobresaltándola.
--Bien, eso... eso será perfecto, Luka. Te quiero.
Enrojeció al percatarse de que era a Chat a quien estaba mirando cuando pronunció aquellas palabras, y más aún debido a la intensidad con la que la estaba mirando.
--Te quiero, pequeña. Hasta mañana.
--Hasta mañana.
Nada más colgar, Chat tomó el teléfono de entre sus dedos y lo apartó hacia un lado con displicencia. Luego, se acercó buscando sus labios de nuevo.
--Chat, no...
Él se detuvo justo antes de llegar a rozarla siquiera, su aliento chocando contra sus labios al respirar, sus pupilas rasgadas atravesándola con la mirada.
--Tú lo deseas, yo lo deseo. Dame una buena razón por la que deba detenerme.
--¡¿Quizás porque tengo novio?! ¡No quiero engañar a Luka! Y ya acabo de contarle un buen montón de mentiras hace un momento.
--Tú misma lo has dicho, princesa: ya es un poco tarde para todo eso. Ya hemos... metido la pata bastante, me parece; ¿qué crees que va a cambiar exactamente por meterla un poco más?
Sabía que estaba actuando mal. Pero no quería --no podía-- renunciar a ella tan pronto. No se sentía capaz de asumir que ya no podría volver a tocarla, y sería otro al que regalaría sus gemidos, su pasión... su amor. No iba a pensar más allá, pero al menos lucharía por tenerla esa noche.
--Chat, no puedes estar diciendo eso en serio --su mirada se desvió sin querer hasta sus labios, la duda titilando en sus ojos.
--Dame esta noche, Marinette. Solo hoy, solo nosotros dos.
--Pero...
--Por favor. Quiero más de ti. Quiero todo de ti.
--¡No puedo dártelo todo!
--Déjame tenerte hoy. Sé que lo deseas tanto como yo; dame esa oportunidad.
Sus labios se encontraron, desatando una intensa corriente eléctrica entre los dos, generando la chispa que prendió la hoguera de nuevo. Chat noir la besó con furia, con desesperación, arrastrándola sin remedio. Ella jadeó, respondiendo a su intensidad con idéntica pasión, sabiéndose vencida, pero dispuesta a presentar batalla en el dominio de ese beso que sellaba su rendición.
--Chat... solo por hoy --aseguró, dejándose llevar hasta el diván, sobre el que cayeron, enredados, sin dejar de colmarse de besos y caricias--. Seré tuya solo por hoy. Quiero... quiero sentirte dentro de mí --terminó en un susurro.
--Esta noche será solo para nosotros dos. Voy a hacer que olvides cualquier cosa fuera de esta habitación; haré que olvides su nombre, y solo quieras gemir el mío --prometió.
Ella lo rodeó con sus piernas, buscando su calor, ansiosa por sentirlo. Sus cuerpos respondían, prontos, a cada movimiento del otro, en tan perfecta comunión que parecían haber sido creados para convertirse en uno solo, como si estuvieran predestinados a unirse. Cuando Chat supo que ella estaba preparada para recibirlo se introdujo lentamente en su interior, comenzando un baile lento y apasionado al ritmo de sus respiraciones entremezcladas, de los suspiros compartidos. Ambos descubrieron juntos la fascinación de poder sentirse en plenitud, sin barreras de por medio, solo humedad y calidez, pasión y placer, susurros y gemidos.
El ritmo y la intensidad crecieron, cada uno entregado al otro. Chat se aferró con fuerza a las caderas femeninas, embistiéndola como si pretendiera grabar a fuego su tacto en su interior. Recorrió su cuello, sus clavículas, sus pechos, intercalando besos y mordiscos, algunos dulces, otros más rudos y posesivos.
--Quiero oírte, princesa. Quiero oír mi nombre de tus labios --exigió.
--Yo te complaceré a ti si tú me complaces a mí --respondió Marinette, juguetona, empujándolo para que quedara recostado, y colocándose a horcajadas sobre él, estableciendo con aquel gesto que era su turno para mandar.
Guio su duro miembro hasta su entrada y lo condujo lentamente hacia su interior, meciéndose alante y atrás, apoyada en el diván de tal manera que sus pechos se bamboleaban tentadoramente frente al rostro del chico, que se esforzaba en alcanzarlos con su lengua cuando se acercaban lo suficiente. Marinette sujetó sus hombros contra el colchón para ponérselo más difícil. Riendo al ver su expresión frustrada, lo compensó inclinándose para ponerlos a su alcance y que pudiera disfrutarlos a placer durante un instante, para luego volverse a apartar.
--Te gusta jugar conmigo, ¿eh? Eres malvada, princesa.
--Quizás un poco --reconoció ella con una sonrisa traviesa, volviendo a iniciar su placentero vaivén.
Él tensó repentinamente los glúteos para llegar más adentro, haciéndola gritar; cuando volvió a relajarlos, la mano de la chica bajo una de sus nalgas le ánimo a volver a hacerlo.
--Sé buen chico y mantente así, ¿vale? Dámela toda, gatito --susurró, sensual.
Cuando él obedeció, comenzó a mover voluptuosamente las caderas para disfrutar al máximo de su contacto, sintiéndose deliciosamente llena, colmada de él. Se ayudó solo de la presión de sus muslos para cabalgarlo, mientras usaba sus manos para comenzar a acariciar sus pechos, satisfecha por la expresión excitada del chico al contemplar el erotismo del espectáculo que había ideado para él. Lamió sus dedos sensualmente para humedecerlos y jugueteó con sus pezones, pellizcándolos, mientras gemía de placer. Cuando comenzaron a fallarle las fuerzas tuvo que apoyarse en el torso de Chat, aprovechando para intensificar los movimientos de sus caderas, sintiendo cómo perdía poco a poco el control. Su sexo vibraba con cada escalofrío, haciendo arreciar sus gemidos, cada vez más cerca del clímax.
--Oh, sí, Chat... ¡Hmmm, Chat!
Intensos espasmos la recorrieron mientras le llegaba la ansiada liberación. Quería seguir balanceándose todavía un poco más, pero las piernas apenas le respondían; se apoyó de nuevo en el pecho de Chat noir, y él compensó su extenuación comenzando a moverse bajo ella en una serie de embestidas cortas, rápidas, bruscas, que lograron llevarla hasta el éxtasis más absoluto, su interior contrayéndose fuertemente sobre el miembro del chico.
Él controló su respiración, frenando el ritmo en cuanto ella estuvo totalmente satisfecha sin dejarse arrastrar para terminar también. Una idea perversa se había instalado en su mente, y ahora deseaba convertir esa fantasía en realidad. La ayudó a descabalgarlo, y le cedió su sitio en el diván, ella tumbada, lánguida y temblorosa, él sentado en el suelo a su lado, acariciando su sedoso cabello mientras le daba suaves besos en los labios. Ella lo atrajo hacia sí buscando un beso más largo y profundo, que volvió a activarlo enseguida.
--Dejaré que tomes resuello, porque esto no ha acabado, princesa.
--Ahora te toca a ti --convino ella--. Pero, ¿a qué esperas? --retó, sensual.
--Uh, vaya, ¿mi preciosa princesa quiere más? ¿Estás preparada para otro asalto?
--Sí, Chat, quiero más. Quiero sentir cómo me llenas, cómo llegas y cómo te derramas dentro de mí --susurró--. Y estoy más que preparada: estoy ansiosa.
A pesar de su reciente orgasmo, su cuerpo pedía más. Su sensibilidad continuaba exacerbada, y estaba segura de que la primera embestida ya la llevaría cerca de la cúspide. Pensaba que podía alcanzarla de nuevo, y esta vez junto a él.
Jadeó sorprendida cuando él la levantó con firmeza, su vientre recorrido por una oleada de calambres por la anticipación de lo que vendría enseguida. La colocó de rodillas, de espaldas a él, y dirigió la mano a su nuca para indicarle que se inclinara hacia adelante, las palmas de sus manos plantadas en el diván, totalmente dispuesta para someterse a sus deseos.
Él acarició su espalda, recorriendo su columna vertebral, y ella se arqueó en respuesta: las rodillas separadas, el trasero bien hacia arriba, y su sexo empapado y enrojecido por la excitación tentadoramente expuesto ante sus ojos. El encaje negro del liguero y las finas medias oscuras resaltaban en contraste con su piel de nata, completando aquella imagen que parecía extraída directamente desde uno de sus sueños eróticos más calientes.
Se adelantó para probar su sexo, recorriéndolo con su lengua, aplicando delicadas succiones a su botón de placer, deleitándose con su sabor. Y cuando ya todo su cuerpo clamaba por penetrarla, y el de la chica por acogerlo, se irguió para aferrarse a sus caderas y clavarse en su interior de una estocada profunda y certera, que arrancó un grito agudo de la garganta de Marinette.
Complacido, comprobó que la situación del espejo de cuerpo entero le permitía ver el reflejo de su rostro demudado por el placer, y seguir el hipnótico movimiento de sus pechos en respuesta a sus embestidas, al ritmo del agradable sonido de sus cuerpos sudorosos al chocar. Se percató de que ella tenía los ojos fuertemente cerrados, y enredó sus dedos en su cabello para que elevara su rostro, acercándose a su oído para hablar.
--No, no cierres los ojos. Quiero que mires, quiero que veas bien lo que estamos haciendo.
Ella los abrió, obediente, y clavó la mirada en los suyos a través del espejo, sintiéndose morir de excitación ante aquella imagen: su propia expresión al gemir, el cuerpo masculino tras ella, el brillo de sus ojos mientras la poseía, dominante. No pudo evitar volver a cerrarlos, arrastrada por aquellas sensaciones, pero los abrió de golpe al notar una fuerte nalgada que resonó sobre su trasero, elevando su temperatura todavía varios grados más.
--Abre los ojos... --repitió él, con un brillo oscuro y salvaje tras sus pupilas.
Esta vez sostuvo su mirada, retadora, antes de volver a bajar sus párpados, aguardando ansiosa su castigo. Este no se hizo esperar, llevándola de nuevo al límite, totalmente entregada a aquel juego morboso.
--¿Vas a seguir portándote mal?
Ella cerró los ojos en respuesta, mordiendo con fuerza su labio inferior, estremeciéndose y gritando ante cada nueva nalgada.
--Sigue, Chat... sigue... Dame... fuerte --rogó, sintiéndose desbordada por el placer.
Él atendió su petición, acelerando a la vez sus movimientos en su interior hasta que pensó que estallaría de placer. Marinette se retorcía entre largos gemidos, los ojos cristalizados de humedad, hasta que la potencia del orgasmo que la atravesó de parte a parte coincidió con la liberación de sendas lágrimas, que se deslizaron por sus mejillas. Las violentas contracciones de sus paredes atraparon el miembro de Chat, que gimió sin control, eyaculando en su interior.
Continuó moviéndose suavemente dentro de ella hasta que estuvo completamente satisfecho, y luego salió con cuidado. Ella se dejó caer de bruces, apoyando su cara sobre el diván, agotada, pero él todavía mantenía sujetas sus caderas, así que se permitió disfrutar unos segundos de la magnífica visión del sexo de la chica, del que desbordaban sus propios fluidos, resbalando por la cara interna de sus muslos hasta manchar sus medias. Running down the length of your thigh, Sharona.
La liberó de su agarre para que pudiera tumbarse, e intentó acomodarse tras ella en el escaso espacio libre que ofrecía el diván.
--¿Vamos a la cama? Apenas cabemos aquí.
--No creo que pueda dar ni un paso ahora mismo, Chat.
--Te llevo. Aunque tampoco es que ande muy sobrado de energías en este momento.
La cargó hasta la cama, donde pudieron abrazarse mejor, mirándose frente a frente. Él pasó sus pulgares por las mejillas de la chica, resiguiendo el rastro de sus lágrimas. Ella sonrió.
--Todavía no puedo creer que me hayas hecho llorar de placer.
--¿Llorar? Creo que he hecho más que eso, cariño. Te he hecho gemir, gritar, repetir mi nombre y prácticamente rogarme que te diera más, y más... --recordó, orgulloso.
Ella se tapó la cara con las manos, avergonzada, sintiendo sus mejillas arder.
--Vaya... --rio él--. No parecías tan tímida hace un instante.
Volvió a abrazarla con ternura, llenándola de mimos. Se había prometido no pensar más allá de aquella noche, pero no pudo evitar que la angustia se anudara en su garganta al recordar que, si no cambiaban mucho las cosas, no podría volver a tenerla.
--Ojalá estuviera en mis manos detener el tiempo --suspiró--. No quiero que esta noche termine, Marinette. No soporto pensar que esto acabe. --Ella se tensó entre sus brazos, con la culpabilidad volviendo a despertar en su pecho--. ¿Cómo voy a hacerlo, princesa? ¿Cómo voy a soportar saber que no puedo tenerte, que estarás con él?
La estrechó contra su pecho, escondiéndose en el hueco de su cuello, con los ojos ardiendo, su corazón desgarrándose al oirla sollozar también. Ella se recompuso primero, para besarlo entre lágrimas, terriblemente confusa pero con la necesidad de consolarlo superponiéndose a su propio dolor.
--Ssshh, vamos --lo arrulló, tratando de calmarlo.
--¡Es que ni siquiera sé si podría ofrecerte algo más! Y tampoco sé si tú lo deseas. Solo sé que mañana volverás a ser suya, y yo tendré que seguir sonriendo cuando te vea con él. ¿Cómo voy a hacerlo, Marinette? ¿Cómo voy a mirarte a la cara sin recordar lo que hemos compartido?
--Chat noir...
--Dime.
--Yo no sé lo que siento en este momento. Tengo mil preguntas en la cabeza, no sé qué hacer con todo esto, y me ahoga la culpa. Lo único que puedo decirte... es que todavía tenemos por delante un ratito de noche antes de tener que enfrentarnos a nosotros mismos.
Él se dejó llevar de nuevo por sus besos, volcándose en transmitirle sus sentimientos a través de cada caricia. Desabrochó su portaligas, quitándole las medias muy despacio, para poder sentir la mayor superficie posible de su piel, y le hizo el amor dulcemente, con calma, con exquisita ternura. Mezcló sus lágrimas saladas con las que derramaba ella mientras sus cuerpos de unían una última vez. Y casi pudo escuchar el sonido de su corazón al romperse cuando se separaron por fin.
--Marinette, yo... te...
«Te quiero. Estoy loco por ti. Y no sé cómo voy a respirar sabiendo que no podré volver a sentirte de esta manera»
--Tengo que irme --se obligó, sin embargo, a completar.
Ella colocó la mano sobre su corazón, y el cuero negro pareció extenderse bajo sus dedos hasta recubrir su cuerpo de nuevo. Luego se dio la vuelta, sin decir nada, sin fuerzas para verlo marchar, hasta que el golpe seco de la trampilla al cerrarse le indicó que ya había salido. Y permaneció todavía un rato allí, de pie, desnuda, abrazándose a sí misma, los hombros agitándose en silencioso llanto.
CONTINUARÁ...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro