En la gran mansión de los Zubillaga, había un gran revuelo debido a que se iba a celebrar una fiesta.
Todas las personas encargadas de limpiar y atender a sus jefes trabajan a contra reloj para que todo esté listo alrededor del mediodía.
Sentados en la mesa comentaban de lo que iba a tratar la fiesta y la gente tan importante que estaría allí.
Dania desayuna en silencio escuchando la manera de expresar Arlet y su madre los vestidos que se pondrían presumiendo delante de ella, la cual veían como una pobre diabla.
Terminado el desayuno, todos se levantaron de la mesa para prepararse para el evento.
Dania aún seguía sentada en la mesa contemplando aquel lugar.
Sin dudas, aquella casa estaba edificada con toda clase de lujos. Disponía de la última tecnología y en sus paredes colgaban cuadros de pintores famosos.
— Señorita, ¿desea algo más? — Pregunta una de las mujeres del servicio.
— No, disculpe estaba distraída mirando los adornos que hay colgados en la paredes. Ahora mismo me levanto para dejarle limpiar.
Sin añadir nada más, Dania se fue hacia el jardín intentando buscar Adán. Desde lejos vio que estaba hablando con su prima.
Al ponerse al lado de Adán, Arlet comenzó a reírse burlándose de Dania.
— Por favor, mírate no pegas con mi primo. Te falta glamour querida.
— Y a ti te falta un par de tornillos contando también que te hace falta un buen vibrador. Porque aunque yo no tengo glamour, no se me nota que ando desesperada por meterme en la cama con mi primo. ¡Por dios, qué espanto!
— Eres odiosa, no me extraña que mi tío te quiera fuera de aquí.
— En verdad no me interesa si me quiere o no vuestro tío. Con quién me acuesto en con Adán no con él.
— Qué bajo has caído Adán con casarte con alguien tan vulgar como ella.
— Arlet, mide tus palabras. Y no vuelvas a dirigirte de esa manera a mi esposa. — Antes de marcharse, Arlet fulminó a Dania, la causante de no poder estar ella casada con Adán.
— Dania.¿Quieres acostarte conmigo?
— Aquella pregunta le había pillado por sorpresa. Incluso tuvo que disimular su tartamudez al pensar en la posibilidad de acostarse con Adán.
— ¿Porqué me preguntas eso? Sabes que no vamos a tener sexo.
— Lo digo por tí. Yo no tengo ningún problema en acostarme contigo. Si quieres podemos saltarnos esa regla.— Guiñándole un ojo, esbozando una sonrisa pícara, Adán se marchó para cambiarse.
Dania miraba el azul del agua de la piscina, meditando sobre si quería o no entregarse por primera vez Adán.
En ese momento fue interrumpida por unos camareros del catering. Confundiendo la con una mujer del servicio, éstos, dirigiéndose a Dania le pidieron si podría ayudar para comenzar a preparar el buffet.
Dania, acostumbrada a servir mesas no le importó ayudarles a los camareros.
El tiempo iba transcurriendo más deprisa de lo que Dania hubiera imaginado. Puesto que los primeros invitados comenzaban a llegar.
Rogelio, como buen anfitrión daba la bienvenida a sus invitados junto a su mujer e hijo.
Varios empleados guiaban a los invitados hasta el gran jardín donde todo estaba preparado para dar comienzo a una comida y de paso tratar tema de negocios.
— Lo qué me faltaba por ver. — Enojado, hablando por lo bajito Rogelio se dirigió ha su hijo para que hiciera algo para que se fuera lo antes posible de allí Dania.
— Lo siento papá, creía que se encontraba arreglándose, no sirviendo mesas.
— Nos está poniendo en ridículo Adán. Espero que nadie se entere que es tú esposa. No quiero ni pensar en lo que dirán nuestras amistades después de verla haciendo de Cenicienta.
— No se preocupe, ahora mismo hablo con ella.
Con disimulo, Adán agarró del codo a Dania apartándose hacia un lugar más privado para poder hablar con ella.
Dania creyéndose que Adán le iba a agradecer el haber ayudado a los camareros, se equivocó.
Éste le reprochó su comportamiento haciéndole entender lo absurdo de servir mesas.
— ¿Me estás queriendo decir que te avergüenzas de mí porque he ayudado a unas personas a poner mesas y servir?
— Dania, nosotros no somos unos sirvientes, somos personas serias las cuales pagan para que otras personas hagan su trabajo.
— Me ha quedado claro.
Eres más tonto y orgulloso de lo que me hubiera llegado a imaginar.
Pues para que te enteres señor Zubillaga, yo he estado trabajando como camarera durante años.
¡Uy, lo siento! Usted perdone por no saber lo que significa servir a otras personas.
Para mí es toda una satisfacción poder desempeñar un trabajo. Aunque sea de sirvienta. Pero vamos, que en este mundo debe de haber señores y criados porque si no miles de familias no podrían levantarse para ir a cumplir con sus trabajos.
— Tú eres una señora no una criada. Y no voy a permitirte que mis amistades te vean haciendo un trabajo el cual tú no estás obligada a realizar.
— Habla por tí mismo, porque yo no te permito que dispongas de mi vida.
— Eres mía. Lamento tener que hacerte prohibiciones.
— A mí no me hicieron en una fábrica. Por lo cual, no tengo dueño y mucho menos te voy a permitir que me impidas hacer cualquier cosa que yo quiera. Siento decirte señor Zubillaga, que no valgo para estar en los salones de belleza pensando cómo debo estar guapa para meterme en la cama contigo.
Su presunción y esa soberbia de responderle provocó en Adán el deseo de querer besarla.
Dándole un empujón hacia la pared, sujetándola con firmeza de su muñeca, Adán besó a Dania.
Al ver las intenciones de Adán, Dania sintió más coraje al tratarla como lo estaba haciendo.
Con todas sus fuerzas se separó de él advirtiéndole del error que había cometido en besarla.
— ¿Tanto asco te doy para no querer ni que te bese?
— ¿Acaso el señor millonario no le enseñaron modales? Debes pedirme permiso si quieres besarme. — Adán comenzó a reírse a carcajadas.
Él, que jamás ha tenido que pedir permiso para seducir a una mujer ahora debía de hacerlo con su esposa. La mujer que lo trae loco de deseo y la cual se niega a que la toque.
En ese momento fueron interrumpidos por Génesis. Ella sin saber que ocurre pidió explicaciones.
— Sólo estábamos discutiendo porque su hijo siente vergüenza ajena por mí por tratar de ayudar a otras personas ha servir mesas.
— Adán, ese no es tú comportamiento. Dania no está haciendo nada malo. Me disculpo Dania si algo te ha molestado.
— Gracias, ya está todo solucionado.
— Dania, ¿hoy no tienes que ir a ver a tú padre?
— Pensaba quedarme en la fiesta. Al ver como mi presencia está demás, me doy por aludida.
— Será lo mejor. Ahora me disculpo debo de ir atender a nuestros invitados.
Génesis miró alucinada a su hijo sin comprender el motivo exacto de su comportamiento hacia Dania.
— Te acompaño Dania si vas al hospital. — Le anunció Génesis haciendo el intento de poder entender la situación y los conflictos que estaban teniendo su hijo y Dania.
— No se preocupe iré yo sola. Me imagino que usted debe regresar a su fiesta.
— No quiero regresar. Ya he hablado con los invitados. Deseo acompañarte, puedo llegar a entender por todo el dolor que estás pasando y lo mejor es no estar sola en estos duros momentos. Al igual que tú, yo también perdí a mis padres. A día de hoy, a pesar de todo el tiempo transcurrido sigo echándoles de menos.
Déjame que coja mi bolso y vamos juntas al hospital.
Un día más, con sus manos apoyadas en los cristales podía ver a su padre pensando en la conversación mantenida con los médicos.
Su padre está agonizando, su vida se está apagando demasiado rápido como para tener que ir mentalizando se que jamás volverá a verlo.
A su lado, Génesis estaba asombrada de haberse enterado quién era en realizar Dania.
Apoyó su cabeza en el hombro de ella disculpándose por la manera de haberla tratado creyendo que era una mujer vurgal buscando la fortuna de su familia.
— Me siento muy avergonzada Dania. Eres la hija de uno de nuestros amigos y te hemos tratado mal juzgándote severamente.
— La comprendo Génesis. Desde que murió mi madre y hermano me alejé de ese mundo de ricos que solo saben hablar de política y negocios. Quería tener mi propia vida, por eso nunca me he relacionado con gente de nuestra misma posición social acudiendo a fiestas y esas cosas.
— Me acuerdo cuando murieron tú familia lo mal que lo pasó tú padre. Él te quería mucho y lo demostró alejándose también de nuestro círculo social para estar a tú lado. Siempre hablaba maravillas de tí. Me acuerdo que te mencionó la última vez que nos vimos en un evento.
— Mi padre fue muy bueno y comprensivo conmigo. Nos apoyemos mucho al quedarnos solos. Y ahora...que le tenga que pasar esto no es justo. — Génesis abrazó llorando junto a Dania.
Enfurecido por la manera de haberle dejado plantado ante sus invitados por irse con Dania, Rogelio le recrimina a su mujer su mal comportamiento haciendo más caso a Dania antes que atender sus obligaciones.
— Deja de hablar así de Dania. Si me fui con ella es porque quiero poder ampararla en este momento tan angustioso que está pasando.
— No sabía que le habías cogido tanto cariño.
— Rogelio, Dania es la hija de Pablo Prato, uno de nuestros amigos. Ayer fui testigo de como su hija está sufriendo demasiado porque va perder a su padre. Pienso que le debes una disculpa.
— ¿Dania la hija de Pablo?, ¿Quién lo diría? Una familia tan respetada y educada tener una hija tan insolente como lo es Dania. En fin, deberé pedirle disculpas.
— Espero que seas más comprensivo ahora en adelante.
— Lo seré no te preocupes. Ahora debo de ir a jugar al golf. Adán se viene conmigo, ayer varios accionistas se interesaron en su trabajo. No te puedes ni imaginar de lo orgulloso que me sentí al ver como mi hijo ha comenzado a ser todo un hombre de negocios. Estoy seguro de que será un gran empresario.
En el campo de golf, Adán junto a su padre y más hombres practicaban el deporte mencionado los contratos y algunas ideas para ir avanzando en sus negocios.
Rogelio, parado aún lado observaba a su hijo la manera de desenvolverse con los demás empresarios.
Infló su pecho percibiendo la grandeza de la satisfacción esbozando una risa de orgullo por ver el gran cambio que ha dado su hijo y más como aquellos hombres hablaban maravillas respeto a su función en la empresa.
Después de terminar de jugar, Adán se separó del grupo de hombres, había quedado con una preciosa mujer para cenar.
— ¿Dónde vas Adán? — Le pregunta su madre haciéndole entrega de su chaqueta.
— Tengo una cena con un administrador de la empresa.
— Qué feliz me hace de ver cómo has cambiado a mejor. Presiento que Dania a tenido que ver mucho en tú cambio.
— En cierto modo ella me ha ayudado confiando en mí. Ahora debo de marcharme nos vemos mañana.— Adán se despide de su madre, se mira por última vez al espejo dándose un pequeño retoque en su pelo alisando su ropa.
Consultó su reloj al mismo tiempo que estaba sentado en su auto esperando poder entrar en el apartamento de Hanna, su última conquista.
Dispuesto para entrar en el piso, su teléfono sonó. Miró dudando en responder o no.
Desvío sus ojos al cielo cabreado al tener que aguarle sus planes su madre.
Habló con su madre explicándole lo mal que se encuentra Dania.
Resignado y preocupado fue hacia su casa habiéndose disculpado con Hanna proponiéndole tener otra cita.
Al llegar a casa de Dania, tocó la puerta varias veces sin éxito. Volvió a meterse en su auto dirigiéndose hacia el hospital.
Al verla, Adán se quedó parado sin saber cómo iba afrontar aquel momento. Había quedado con otra mujer para mantener sexo y poder olvidarse de lo que Dania le hace sentir. Necesitaba poder creerse él mismo que nada de lo que fluye en su organismo podría tratarse de emociones. Sólo era una atracción física mediante el rechazo de ella lo que le hacía enloquecer por querer rozar su piel.
— Dania, no llores más, por favor. — Adán se arrodilló delante de ella limpiando le su rostro.
— Se muere Adán, mi padre se muere. — Fue lo último que pudo pronunciar antes de esconder su cabeza en el hombro de él.
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