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Capítulo 8

Su apariencia cada vez se estaba volviendo más deprimente. Sus ojos reflejan el agua de la tristeza y su cuerpo aferrado al coraje de no poder hacer más por su padre.
El amargo sabor de tener que presenciar como el cuerpo de su padre está tumbado en una camilla, observándole diariamente sin esperanza alguna de poder salvar su vida, llenaba más de frustración e ira a Dania.
Las clases en la facultad estaban resultando ser muy pesadas, apenas podía concentrarse. Tal vez sería mejor dejar las clases por un tiempo. Le aconsejó uno de los profesores.
Negó con su cabeza, explicándole al profesor los motivos de querer asistir a clases, guardándose para ella misma el verdadero motivo.

En los últimos días, Adán se había mostrado más atento con ella. Siempre estaba al pendiente del estado de salud de su padre, había ido a su casa llevándole la cena, quedándose después con ella viendo una película mientras ella estudiaba.
Todo aquello le estaba pareciendo algo rara la actitud en la que se estaba comportando Adán con ella.
Incluso en la empresa estaba haciendo un buen trabajo.
Se había involucrado demasiado, era atento con los empleados, y en pocos días se había ganado la confianza de los ejecutivos.
En tan poco tiempo, Adán había comenzado a ser otra persona, a pesar de seguir temiendo a los comentarios tan hirientes de su padre referente a él.

Después de las clases, Dania buscó a Meri, la cual aún seguía estudiando.
Habían quedado para ir al hospital juntas, debido a una prueba que tenía mañana tuvo que disculparse con su amiga.
Abrazada a su carpeta, camina por un estrecho pasillo de cemento absorta en sus pensamientos hasta que de la nada escuchó un grupo de chicas comentan y se ríen al mismo tiempo mirando hacia el frente.
Dania siguió andando cruzando la puerta de la salida cuando enfrente suya estaba parado Adán.
Al verlo allí parado apoyado tan sexy con su traje azul marino de tres piezas, sus ojos tapados por unas gafas de sol hizo que ella se quedase observándole unos minutos notando su corazón palpitar rápido dejándola casi sin aliento.

— Hola Adán. — Llamó la atención fijando sus ojos en él.

— Hola Dania. ¿Cómo te ha ido el día preciosa?

— Bien gracias. ¿Qué haces tú aquí?

— He venido para acompañarte a ver a tu padre al hospital. Hoy tengo la tarde libre y quiero pasarla contigo.

— Sólo voy al hospital no voy hacer turismo.

— Ven, monta y vayamos juntos. — Sorprendida, Dania montó en el auto deportivo de él algo inquieta.
Aún no podía explicarse porqué Adán se estaba comportando tan correcto y educado.

Durante el trayecto, Adán le contaba como estaba desarrollando su trabajo en la empresa de su padre. Dania lo escuchaba en silencio contenta por la gran labor que estaba realizando.

— Gracias Adán por trabajar duro por sacar adelante la empresa de mi papá. En estos momentos, yo me siento incapaz de avanzar en nada. Mi mente está puesta en mi padre y si hubiera estado sola, quizás me hubiera vuelto loca con tantos problemas.

— No tienes por qué agradecerme nada. Yo estoy encantado de poder ayudarte. Para eso soy tú marido. — Le lanzó una mirada  tierna logrando que las mejillas de ella se pusieran rojas. Suavemente acarició sus nudillos mirándola a rabillo de ojo sabiendo el efecto que le estaba produciendo estar tan cerca uno del otro.
Su estrategia de lograr seducir a su esposa comenzaba a dar su fruto.

Nada más llegar al hospital, Dania fue directa hablar con uno de los médicos que llevaban el caso de su padre.
Aquel doctor fue claro con ella.
Pablo tenía sus días contados. Tarde o temprano la tragedia volvería a golpearla y debía de estar preparada.
¿Cómo se puede preparar alguien para la despedida de un ser querido, el cual nunca más volverá a ver?

Aquella noticia impacto directamente al corazón de ella. Débil, tapándose su rostro tomó asiento llorando por tener que despedirse de su única familia. La vida de su padre se estaba apagando.

— Dania ven, llora todo lo que necesites en mis brazos. — Adán la abrazó dejando que aquellas gotas la tranquilicen de alguna manera. El trataba de hablar con ella haciéndole saber que no estaba sola, ahora él cuidaría de ella.

— Adán, ¿Qué voy hacer cuando mi padre muera?

— Seguir con tu vida Dania. Debes entender que él ya no volverá de ese viaje que todos estamos destinados a ir. Pero tú debes ser fuerte y continuar con tu vida. Yo estoy aquí a tú lado sirviendo de apoyo, secando tus lágrimas y abrazarte si es necesario para calmar tú sufrimiento.

En esos momentos, en los cuales su mente y preocupación estaban puestas en su padre. Dania se dejó vencer por el sufrimiento existente que la rodea dejando caer su frágil cuerpo para abrazar al hombre que estaba en esos momentos ayudándola.

Al salir del hospital, Adán se ofreció a llevarla a su casa pasando antes por un restaurante para comprar la cena.
Su teléfono sonó repetidas veces. A pesar de no querer responder a la llamada, tuvo que hacerlo. Se trataba de su padre.
Cómo siempre, le exige que vaya hasta su casa para tener una conversación entre ellos.

— Te acompaño. Y tranquilo que ya estoy vacunada contra las indirectas que me lanza tú padre.

— ¿Estás segura? No quiero que pases un mal trago por culpa de él. Ya bastante tienes tú como para tener que soportar los comentarios satíricos de mi padre.

— Estaré bien. Además un poco de distracción no me vendrá mal. — Se burló Dania agarrando la mano de Adán. De algún modo quería transmitir con ese gesto las pequeñas emociones que comenzaba a florecer dentro de ella.

Sentado en el sillón leyendo el periódico, Rogelio vio entrar a su hijo agarrado de la mano de aquella mujer que no soporta.
Sin dirigirse ha ella, le hizo un gesto con la cabeza a su hijo para ir a un lugar apartado para poder hablar.

— Dania, ¿Cómo te encuentras, qué gusto me da de volver a verte? — Génesis, muy amable la saludó tomando su mano para sentarse juntas en el sofá.

— Ahí ando señora. En estos momentos no puedo decir que esté bien.

— Por favor puedes tutearme. Entiendo perfectamente por lo mal que lo debes estar pasando. Adán me ha comentado lo de tú padre. Dime hija, ¿En qué puedo ayudarte?

— Muy amable Génesis, pero nadie podemos hacer nada por salvarle la vida a mi padre.

— Sabes que no estás sola Dania. Aquí estoy para lo que necesites.

— En verdad, eres muy buena Génesis. Si no le importa quiero ir a dormir estoy agotada.

— Claro que sí. ¿Has comido algo?

—  No.

— Dime qué quieres comer y mandaré que te lo preparen. Por favor Dania, cualquier cosa que necesites házmelo saber. Quiero que estés cómoda y te sientas a gusto en mi hogar. Haré todo lo que pueda para aliviar de alguna manera ese dolor que debes estar padeciendo.

Dania no podía creer en las palabras tan amables de Génesis. Además de ser una mujer elegante, se estaba portando muy bien con ella.
Agradecida por el detalle de llevarle la cena hasta su habitación. Dania comió preocupada por lo que estará sucediendo entre Rogelio y su padre.

— Para qué tienes que traer a esa mujer ha mí casa. Sabes que no es bien recibida. — Furioso protestó Rogelio mientras se servía un vaso de coñac.

— Es mi esposa, además está pasando por un mal momento y quiero apoyarla.

— Mañana la quiero fuera de mi casa. Espero unos invitados importantes y no deseo que esté aquí.

— No te preocupes que se marchará, no creo que quiera quedarse aquí.

Rogelio echó varios tragos a su bebida mirando a su hijo frustrado.
Llevaba todo el día pensando en él y en mil posibilidades del porqué está al cargo de la empresa de Pablo Prato.
Las últimas noticias recibidas hace pocos días le confirman el estado grave de su salud.
Por lo que no tardó en planear una estrategia para poder quedarse con la empresa.
Intrigado se dirigió hacia su hijo preguntando de frente del porqué en esos momentos estaba dirigiendo  la empresa de Pablo Prato.
Adán le contó toda la verdad a su padre.
Conforme iba escuchando a su hijo, ajeno a las intenciones de su padre, Rogelio esbozó una sonrisa maléfica alegrándose de que al menos su hijo hubiera hecho algo de provecho casándose con la hija de su amigo Pablo Prato.

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