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Capítulo 2

Sujetando firmemente su taza, Dania escuchaba con atención la noticia que le estaba dando su padre. Comenzando a sentirse frustrada, se levantó impidiendo de alguna forma mostrar su dolor delante de su progenitor. Volvió a mirarlo fijamente a sus ojos, apretando al mismo tiempo sus puños rabiosa de haberse enterado como su padre se marchará para siempre.

Aquello no podía estar sucediéndole de nuevo. ¿Cómo podía reaccionar de nuevo ante la pérdida de su padre? Ya había pasado anteriormente siendo una adolescente por la muerte de dos de sus familiares y ahora esto.

—Dania hija tranquilízate, no quiero verte así. Me destruye por dentro el saber que tú corazón se quedará hecho añicos tras mi partida.

—Dime que no es cierto papá. Dime que no me dejarás sola. Dime que todo esto es una broma, que tú no tienes cáncer, que hay alguna posibilidad de que te cures. Dime papá, te lo ruego te quiero tanto que no puedo fingir que nada de esto que nos está sucediendo me lastima.

—Hija mía, no me mires con lastima. Quiero ver a mi hija como la he estado viendo desde hace tiempo, sonriendo y luchando por conseguir tus propósitos.

—Me duele mucho papá el saber que jamás te volveré a ver. Dime que puedo hacer para intentar alargar tú vida.

—Nadie puede hacer nada hija mía. Pero si puedes hacer algo por mí. Entenderé que podrás odiarme por haberte buscado un marido y haber firmado un acuerdo para que te cases con él.

— ¿Qué has hecho qué? Papá no me digas que tengo que casarme porque tú vayas a morirte porque entonces me estarías defraudando.

Pablo se levantó agarrándose a una silla, tosió varias veces antes de volver a mirar a su hija queriendo poder explicarle los motivos que le han llevado para pactar su matrimonio.

—Dania, escúchame te lo ruego. Si he establecido un convenio sobre tu matrimonio es porque no quiero que estés sola cuando yo me vaya. Dania, entiéndeme, he sido testigo de lo mal que estuviste cuando fallecieron tu madre y hermano. Dime, ¿acaso debo mantenerme quieto sabiendo que mi única hija se quedará sola y con una empresa a su cargo? No he podido, han sido muchos años sujetando tu mano y ahora que debo de soltarla para marcharme para siempre, quiero que alguien ocupe mi lugar.

—Tal vez si me hubieras preguntado, te hubiera dicho que no me hace falta un hombre para poder continuar con mis estudios y aunque lo pase mal, tu ausencia nadie la podrá sustituir.

—Te lo ruego hija mía, cada palabra que me dices aumenta más mi dolor, y entiende que tener que soltar tú mano me destruye más deprisa que esta maldita enfermedad. Es mi última voluntad Dania, saber que mi hija no estará sola en el momento que llegue mi día y deba de despedirme de ti para siempre.

Dania no podía más, la confesión de su padre la hacía enloquecer, pensando que aquellas manos la han agarrado durante más de veinte años pasando por tantas dificultades. llegando cierto día que deba de aprender la invisibilidad está en el recuerdo y el amor en su corazón.

Entre una llovizna de gotas de amargura, sin saber qué decir ni que hacer, Dania clavó sus ojos en su padre abrazándole fuerte. Como si con ese abrazo pudiera salvarle la vida.


En el aeropuerto, Adán se despedía de su hermano algo triste. Ambos hermanos se apoyaban mutuamente ante la suerte que le había tocado de vivir en una familia prestigiosa, adinerada y pobre en el tema del amor.

Nada más salir del aeropuerto, Adán recibe la llamada de su fiel empleado Mateo, comunicándole la noticia tan esperada para él. La hija del señor Prato ha aceptado casarse con él y por ello ha planeado una cena para conocerse antes de ser marido y mujer.

Aun sin poder creer su buena suerte, Adán va hacer una llamada para reservar una mesa en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, cuando en ese momento una bella dama lo llama para quedar con él.

¿Cómo poder negarse ante una cita con una afectuosa y tierna dama? Sin dudarlo dos veces, aceptó la invitación reemplazando los planes.


Quedaban apenas cinco minutos para que el reloj marcase las ocho de la noche. Aquella misma noche, Dania conocería al que sería su marido. Mucha gracia no le hacia la idea, de hecho, si no fueran por las circunstancias no estaría arreglada sentada en una silla mirando constantemente el reloj esperando que apareciera aquel hombre. Molesta abrió la puerta encontrándose de frente a un hombre algo mayor que ella. Alucinando miraba con desaprobación aquel varón que sostenía entre sus manos un ramo de flores.

—Buenas noches señorita Prato, soy Mateo el hombre de confianza del señor Zubillaga. Disculpe las molestias, resulta que a última hora le ha surgido un improviso lo que ha hecho que el señor no haya podido acudir y haya venido yo en su nombre.

Dania sacudió su cabeza mirando en horizontal a su padre, el cual permanecía parado apoyado de medio costado en la pared viviendo en primera persona el error que había cometido en confiar en alguien como aquel joven.

Ella. para no echarle más leña a la cosa, sonrió y se marchó con Mateo a un restaurante donde cenarían y le contaría cosas referente a su jefe. Mientras tanto, Dania escuchaba en silencio ese hombre tan amable que sin tener culpa hacía que su ira aumentase por haber creado unas esperanzas donde no las hay.

¿Qué clase de hombre sería ese tal Zubillaga, como para dejarla plantada y mandar a un empleado para que le narre su vida?  Alguien que no muestra ningún tipo de interés sobre lo que está sucediendo. Simplemente para ella era todo aquello tan absurdo como el pensar que podría fluir amor entre ellos. Visto lo visto, nada podría pasar entre ellos salvo cumplir con la última voluntad de su padre.


—¿Cómo fue la velada con el señor Zubillaga? —Pregunta Pablo a su hija viéndola que desde hace  días no ha mencionado nada respecto a la cita a ciegas.

—Si quieres saberlo padre. Pienso que te has anticipado en pensar que cualquier hombre puede casarse sin conocer a la otra persona y mucho menos ser al menos formal. Cosa que por lo que me contó Mateo, ese tipo es de todo menos legal. Ese tipo cambia de mujeres como de calcetines, se la pasa todo el día holgazaneando pendiente de su móvil para quedar en irse de fiestas con sus amigos para poder conocer alguna mujer que esté dispuesta a terminar en la cama con él. Al parecer es un hombre rico, guapo, altanero y soberbio. Si quiere saber qué opino de todo este asunto padre. Es que no ha creído en mí, teme que la soledad me destruya, y no estoy sola, tengo amigos donde apoyarme y una vida por delante. Admito que ser arropada por una familia no es lo mismo que estar sola. Soy fuerte, tengo juventud y ganas de construirme mi futuro. El amor ya aparecerá en mi vida, aun así no necesito un hombre para calmar mi llanto, quizás sea él quien lo aumente.

—Dania, perdóname hija mía. Jamás he dudado de tu capacidad para salir adelante, simplemente quería que tuvieras alguien donde apoyarte y así tu sufrimiento sería menos doloroso. Pienso que debería haber dejado las cosas tal cual y el destino será el encargo de hacernos ver la triste realidad de nuestras vidas.

Sintiéndose abatido, como si una flecha atravesara cada célula de su cuerpo, Pablo cayó en los brazos de su hija débil. Ella al ver que su padre no podía articular palabra cerrando sus ojos quedándose inconsciente llamó a una ambulancia, donde un rato después su padre fue ingresado en cuidados intensivos. Al parecer su enfermedad iba más deprisa de lo que los mismos médicos hubieran diagnosticado.

Separándola un cristal, Dania veía a su padre conectado a las máquinas. De vez en cuando hablaba con los médicos, los cuales le comunicaban noticias peores. Hecha a la idea, Dania sabía que tarde o temprano su padre se marcharía para siempre. 

Entonces solo le quedaba algo por hacer antes de tener que despedirse de él para siempre. Cumplir con su última voluntad.


—Adán, ya has vuelto a venir de madruga de tus fiestas.— Sin darle tiempo a que responda, Rogelio continúa regañando a su hijo de veintisiete años como si de un niño de cinco se tratase.

Estaba más que harto del comportamiento de su hijo. Quería que al menos fuera algo responsable y fuera diariamente a trabajar a la empresa, no una o dos veces en semana sin preocuparse de nada. Génesis, su esposa, hacía de intermediaria entre los dos. Padre e hijo no lograban entenderse desde hace años. Adán no soporta que su padre le diga lo que tiene que hacer y su padre no otorga el comportamiento de su hijo.

—Me tienes harto con tu comportamiento de niño consentido. No sé lo que es sentirse orgulloso hablando de tus trabajos. Solo siento vergüenza ajena cuando me reúno con padres y hablan tan orgullosos de los progresos de sus hijos mientras el inútil de mi hijo se la pasa durmiendo de día y de juerga de noche. Eres un irresponsable. —Dio por finalizada la conversación Rogelio levantándose sin apenas mirar a su hijo.

Génesis trataba de hacerle ver desde otra expectativa a su hijo su comportamiento y por el cual debía de cambiar para no enfadar a su padre.

—No lo entiendes mamá. A él solo le importa poder presumir ante esos estúpidos viejos que solo saben contar mentiras referente a sus hijos. Después esos mismos niños tan buenos, hacen cosas peores que yo. Pero claro, como mi vida es fácil saberla porque me persiguen los periodistas, mi padre siente vergüenza por mí. Quiero que me deje en paz, que me deje vivir mi vida, y si tuviera más confianza en mí y me mostrarse un poco de afecto y comprensión, tal vez sería ese hijo ejemplar del cual se sentiría orgulloso.

—Adán debes intentar cambiar, mírate ya no eres un muchacho. Eres todo un hombre. Tienes tu carrera, buena posición, inteligencia. Tan solo te falta una mujer a tú lado que te aporte cosas buenas y te ayude alejarte de todo este mundo de libertinaje. 

—No vuelvas a insistir mamá en que debo de casarme con  Arlet. Ella es mi prima. No insistas en ese asunto. Y ahora debo de irme tengo que reunirme con Mateo.

Adán se despide de su madre, la cual la deja preocupada por todos los acontecimientos que están ocurriendo últimamente entre padre e hijo. 

Nada más montarse en su auto deportivo, telefonea a Mateo con una sonrisa plasmada en sus labios. El haberse enterado que a pesar de todo la hija de Prato ha accedido para contraer matrimonio supone una gran batalla para él ganada. De alguna manera podrá demostrarle a su padre que se está convirtiendo en un gran hombre de provecho y al mismo tiempo hablará con ella explicándole sus reglas.

Si algo tenía claro Adán era que la juventud no era eterna, y por ello quería poder disfrutar experimentando todo tipo de aventuras. Por su puesto no entraba en sus planes el matrimonio, sin duda su padre ha sido el causante de haberlo lanzando a firmar un acuerdo y aquel hombre que tanta pena le dio le hizo comprender que tarde o temprano la muerte está ahí. Después de todo, a pesar de no conocer bien a Pablo Prato y mucho menos no sabía ni como era su hija, debía hacer lo posible por cumplir la palabra que le dio respetando su última voluntad.

Ahora solo quedaba ponerle la guinda al pastel y organizar lo que sería un matrimonio de conveniencia. 

Sin embargo, una inquietud rozó el corazón de Adán, ¿Qué  ocurrirá si llega a enamorarse de su esposa? ¿Sería capaz de dejar entrar ese sentimiento al cual todos llaman amor y él aun desconoce?

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