Marla
Kilian aparca el coche frente a su casa, lanza un gruñido hacia la ventanilla y pasa su mano por su cara. No pretendía hacerlo sentir frustrado y mucho menos culpable de algo. Algo dentro de mi salta y una idea llega a mi cabeza: necesito averiguar sus inquietudes, lo que lo afecta, qué lo hace ser tan vulnerable y obstinado a la vez. Cada día que paso a su lado el misterio sobre su pasado aumenta en mi interior.
— ¿Por qué estamos aquí? —le pregunto sin mirarlo, buscando una explicación para que me haya traído a su casa y no a la mía.
—No lo sé.
Parece perturbado, aunque trata de disimularlo muy bien. Se acerca a mí y me sujeta la cara, mirándome con algo que no logro descifrar muy bien. Estoy cansada de tratar de entender sus gestos hacia mí, cansada de nadar contracorriente.
—Entremos —me dice, levantándose del asiento del piloto y abriéndome la puerta para que salga.
—No te entiendo, Kilian —parloteo a su lado sin entender su actitud conmigo.
—No trates de entenderme, Marla, no lo hagas, por favor —me levanta en brazos y entramos en la casa. Me lleva hacia el sofá y me deposita con delicadeza en él, luego se arrodilla ante mí y limpia las pocas lágrimas que quedan en mi cara.
— ¿Por qué escogiste ser guardaespaldas? —indago entre susurros, sin atreverme a preguntar en alta voz por miedo a que se aleje como siempre hace.
El responde rápidamente mientras sigue acariciando mi rostro.
—Porque necesito proteger a todo el que necesita seguridad.
Su respuesta me despierta mucha curiosidad, sobretodo porque su rostro cambió al decir esa frase. Estoy segura que hay otra razón de peso para dedicarse a esto.
— ¿Por qué ya no estás en el ejército?
Esta vez, su respuesta no llega de inmediato, sino que titubea y se aparta de mí con brusquedad, dejándome un vacío que no sabía que podía llegar a sentir.
—Porque… porque ya no me interesa formar parte de sus filas —murmura con la mirada perdida en algún punto de la sala de estar.
Y, aunque no creo ninguna de sus palabras, es mejor que no continúe hurgando en su pasado, no se puede conocer lo que no quiere ser conocido. Su actitud me enfada y me levanto del sofá sin hacer caso a su presencia.
—Necesito ropa, ¿podrías prestarme algo de tu hermana? Cooper dará una fiesta y necesito ir arreglada —dije, perdiéndome de su vista camino a su habitación.
—Marla —escucho su voz seguida de sus pasos, los cuales me indican que me está siguiendo —. Necesitas descansar, ya escuchaste a la doctora, acabas de salir de un… un aborto.
La repulsión con la dice la palabra “aborto” no me pasa inadvertida. ¿Acaso le genero asco? La verdad no me importa, no me arrepiento de mi decisión.
—Ya he descansado lo suficiente.
Se pasa la mano por su rostro y me observa suspirando. Le ha quedado claro que no voy a cambiar de idea.
—Como tú quieras, Marla, ahí en el armario de Kayla encontrarás todo lo que necesites.
Sale de la habitación dejándome sola, saco del armario de su hermana un vestido veraniego color rosa pálido y lo dejo sobre la cama. ¿Qué pensará su hermana de todo esto? No quiero ni pensar. Vuelvo al armario y registro sus profundidades en busca de unas medias panty, pero en cambio me encuentro con una pequeña caja de madera con un diminuto candado entreabierto. La tomo entre mis manos y la examino con detenimiento.
— ¿Qué es esto? —me pregunto para mi murmurando para que Kilian no me escuche.
Miro la caja una vez más, incapaz de resistir la tentación de ver su contenido. Estoy consciente de que debería alejarme, que esto es invadir su privacidad, pero si con ello puedo averiguar un poco más acerca de Kilian no voy a alejarme.
Al abrir la caja, me doy cuenta que solo contiene fotos. Contengo el aliento al comenzar a ojearlas de una en una. Echo un vistazo hacia la puerta para cerciorarme de que Kilian no me observa. Alargo la mano y tomo una de las fotografías, en ella se observa una pareja feliz y sonriente. Me muerdo el labio inferior al verlo tan brillante. Nunca lo he visto sonreír de esa forma. Un atisbo de celos se implanta en mi interior al centrar los ojos en la chica pelirroja que lo abraza de forma posesiva. Tomo la foto y la llevo a mi pecho. Ambos jóvenes llevan un uniforme militar y una placa con sus respectivos nombres.
«Violet» La chica se llama Violet.
— ¡¿Qué demonios estás haciendo?! —el grito rabioso de Kilian hace que mi corazón se altere. La foto se me escapa de entre las manos y la veo volar hasta los pies de la cama. Me doy la vuelta poco a poco con los ojos muy abiertos. Kilian está parado frente a mí, enfadado, mientras aprieta sus puños con fuerza al punto que tiene los nudillos casi blancos.
—Yo… lo siento, no quise ser entrometida —titubeo con la cara colorada sin saber muy bien que decir —. No sabía que…
—Ese es el problema, Marla, que tú nunca sabes nada —se acerca a los pies de la cama a grandes zancadas, toma la foto del suelo y la coloca dentro de la caja de madera, cerrando el diminuto candado.
— ¿Quién es Violet? —pregunto, aun conociendo el rumbo que ha tomado todo esto.
—No es tu problema. ¡Sal de aquí! ¡Maldita seas, Marla, sal de aquí! —me grita malhumorado y se encierra en el baño dejándome aquí parada mucho más confundida de lo que antes estaba.
Hago una mueca de dolor y toco mi pecho ante las bruscas palabras que ha utilizado conmigo. Es evidente que con esa tal Violet era feliz, era él mismo, pero también es evidente que ellos ya no están juntos.
— ¿Quién diablos eres, Violet? —me pregunto a mí misma en alta voz —. ¿Y por qué tu recuerdo le causa tanto daño a Kilian?
De repente la puerta del baño se abre y el cuerpo de Kilian se encuentra apoyado en el marco de la puerta. Le dedico una mirada de arriba hacia abajo y tengo que apartar la mirada ante su torso desnudo y una pequeña toalla que cubre sus cualidades.
«Madre del amor hermoso»
—Creí haberte echado de la habitación —dice de mal humor, pero mucho más calmado que antes. Comienza a acercarse a mí y trago saliva.
—Lo hiciste, pero no me voy a ir.
Doy un paso hacia él con determinación, pegando mi cuerpo al suyo y con mis ojos clavados en los suyos. No veo la chispa de fuego en sus ojos que siempre reluce cuando está enfadado, todo lo contrario, lo que percibo es culpa, muchísima culpa.
—Siento haberte gritado de esa forma —murmura cerrando los ojos y tragando saliva.
—No importa, fue mi culpa —contesto.
Toma mi mano entre las suyas y me sonríe de medio lado. Mi cuerpo se tensa ante su contacto y el corazón vuelve a latirme con fuerza. Es difícil no reaccionar ante su presencia y su toque.
—Nunca más pienses que fue tu culpa, porque no lo fue, ningún hombre puede gritarte por nada del mundo —pronuncia esas palabras con una seguridad que hace que dé un paso atrás. Sus ojos me miran con tanta intensidad que casi siento que me perfora la piel. Su cara comienza a acercarse a la mía y sus ojos se desvían hacia mis labios. Contengo el aliento ante la idea de volver a sentir sus labios sobre los míos.
—Kilian —susurro casi jadeando.
—Shh, no hables, por favor.
Debería ponerle un freno a esto, debería alejarme, pero mi cuerpo y mi corazón me dicen justo lo contrario. Me cerebro me susurra que me lance de cabeza a la piscina aun, sin esta llevar agua.
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