Marla
El dolor en el pecho me consume cada vez que a mi mente llegan los recuerdos de Carlos. Parpadeo un par de veces ante la molesta luz brillante que se filtra por la ventana de mi habitación.
—Que irónico, esa ventana tiene más luz que yo —hago una mueca y luego suelto un bufido cansado.
Aparto la mirada de la ventana y mis pensamientos se centran en el próximo diseño de la nueva colección de invierno que Serena y yo tenemos pensado lanzar el próximo mes. El dibujo de un hermoso vestido rojo captura toda mi atención y hace que por primera vez en días sonría. Tomo la hoja de papel en mis manos y la acaricio con delicadeza, es impresionante todas las ideas que llegaron a mi cabeza en apenas segundos. Las enumero para evitar olvidármelas cuando hable con Serena.
Rojo.
Largo.
Escote de infarto.
Espalda abierta.
Pegado al cuerpo.
Cinturón reafirmante de senos.
Simplemente es perfecto.
La puerta se abre y me saca de mi entusiasmo mañanero. Aparto la hoja de papel pintada al ver las narices de Akua, el mayordomo de Cooper, asomarse por la rendija de la puerta.
—Señorita Marla, su padre la espera en su oficina —me informa de pie frente a mí con su traje negro inmaculado y su pajarita blanca.
¿Quién usa pajarita en pleno siglo veintiuno? Me incorporo y me coloco mis sandalias de andar por casa. La atenta mirada de Akua me espera con impaciencia. Guardo el dibujo en la pequeña gaveta de la mesita de noche y paso por al lado de Akua sonriendo.
—Oye, Akua, ¿sabes que las ballenas explotan cuando mueren? —le pregunté al pasar por su lado. El señor africano de unos setenta años me mira curioso y frunce su ceño.
—No lo sabía señorita, en África no tenemos ballenas. Pero no sé a qué viene su pregunta — sus ojos se oscurecen mucho más y mi sonrisa de bromista se ensancha. El hombre se acomoda de uno de sus pies al otro y su enorme barriga se mueve con él, parece que el último botón de su traje vaya a liberarse en cualquier momento.
—No, lo digo porque pensé que el dato te vendría bien, ya sabes, es algo que toda ballena debería conocer — me río de forma burlona, aunque no es mi estilo Akua y yo nos hemos cogido cariño, es un hombre muy sabio con muchas historias de su país natal.
Su sonrisa se vuelve más grande y sale lentamente de mi habitación mientras me mira sonriendo.
—Veo que hoy se ha levantado de buen humor, señorita, espero que tenga ese mismo sentido del humor con la noticia que su padre tiene pensado darle.
Mi sonrisa se desvanece de golpe y bajo corriendo las escaleras hasta la oficina de Cooper. La puerta se encuentra cerrada, pero llamo con tres golpes en ella y la voz de Cooper se filtra por ella indicándome que pase. Entro y mi mirada se encuentra con la del tipo que nos ayudó en el cementerio, entrecierro los ojos al no entender su presencia aquí.
—Akua me dijo que querías decirme algo. —Dije.
—Sí, princesa, quiero presentarte a alguien.
Acerco mi cuerpo al escritorio mientras el tipo se coloca a mi lado. Es mucho más alto que yo, de espalda y hombros anchos, cabello negro largo recogido hacia atrás en una diminuta coleta y ojos cafés penetrantes que no han parado de observarme desde que entré en esta oficina.
— ¿Quién es este tipo, Cooper? Lo vimos ayer en el cementerio —pregunto dirigiendo mi mirada a Cooper.
—Enseguida lo sabrás, hija, algo muy grave está pasando y lo sabes, el asesinato de Carlos no fue de casualidad, algo muy turbio está detrás de nosotros —explica él de forma tranquila, aunque sus ojos preocupados denotan otra cosa —. El será tu guardaespaldas a partir de hoy, su nombre es…
—Kilian, el héroe de la historia, mucho gusto —interrumpe a Cooper para tenderme su mano en saludo. Mis ojos lo miran y saltan chispas de fuego entre nosotros, pero no de modo erótico, más bien de odio. Abro la boca sorprendida y me deparo entre aceptar su saludo por educación o mandarlo a la mierda junto con Cooper por tener semejante idea. Aunque ya me lo había comentado y yo había estado de acuerdo debo admitir que jamás pensé que hablaba en serio. Ahora veo que sí.
El tipo carraspea y aparta su mano al ver que ni de coña pienso corresponderle.
— ¿Qué es esto, Cooper? Creí que ya era mayor de edad para andar con niñeras detrás de mí cuidándome. Y menos una niñera con aires de grandeza. —protesto mirando con desdén a mi oponente impertinente. Mi objetivo era dañar su ego lo suficiente para que él mismo renunciara.
—Marla, te recuerdo que ayer alguien ordenó un tiroteo en pleno cementerio en nuestra contra, entiende de una buena vez que no estamos a salvo y deja de comportarte como una niña arrogante —dice Cooper mientras se levanta de su asiento y se acerca poco a poco a mí, en sus ojos puedo ver que está decepcionado.
Refunfuño por lo baje lamentándome de mi existencia. Soy consciente de que ya todo está hablado, pero me apetece orecer un poco más de drama y resistencia.
— ¿Y si me niego? Vuelvo y repito que soy mayor de edad y puedo hacer lo que me venga en gana. —Cruzo mis brazos para otorgarle más odisea al asunto.
—Fácil, tienes las salidas prohibidas, tus visitas se restringen al hospital o la casa de Serena, punto.
—Pero… no puedes hacer eso, sé cuidarme sola, no te atreverías a tanto —lo miro molesta ante su atrevimiento y sus ojos se encuentran con los míos en una guerra de poder.
—Ponme a prueba, no sabes de lo que soy capaz —murmura y sus palabras hacen que mi piel se erice y el miedo se instaure en mí. Cooper resopla con desprecio y vuelve a tomar asiento en su silla de oficina.
—No sé si estás informado, pero regento varias tiendas de moda en la ciudad, soy gerente y necesito estar presente en mis negocios —le explico tratando de controlar las inmensas ganas que tengo de salir corriendo de aquí.
—Y me parece perfecto, pero mi decisión está tomada y no hay marcha atrás, es esto o nada, tú decides, princesa —suspira Cooper. Aprieto los dientes ante su nivel de terquedad.
El tal Kilian mira la escena familiar con una media sonrisa en los labios. Se está divirtiendo a costa nuestra.
—Señorita Marla, soy muy silencioso, ni siquiera notará mi presencia a sus espaldas, de hecho, también puedo servirle de modelo para sus diseños y los de su amiga — informa el tipo, y aquella proposición hubiera sonado más sincera si su sonrisa burlona y sarcástica no hubiera aparecido en escena. Se estaba mofando de mí el muy cabrón.
— ¿Lo dice en serio? Mira qué casualidad, justo tengo un nuevo diseño que creo que le vendría muy bien por su tono de piel —le seguiré el juego a ver quién aguanta más, no sabe con quién está jugando el vikingo este.
—Oh, me parece genial, luego me lo muestra —me guiña uno de sus ojos y su gesto me causa repelús. Estúpido.
—Es rojo, escote de infarto y espalda afuera, le quedará genial, estoy segura. Aunque… no lo he visto modelar aún, a ver, dese la vuelta para ver de que está hecho, señor Kilian — ahora soy yo la que sonríe.
Para mi sorpresa él lo hace, comienza a darse la vuelta lentamente como si estuviera luciendo uno de mis vestidos mientras sonríe de forma perversa. Aprovecho el momento para observar con detalle sus atributos y tengo que reconocer que está buenísimo, y encima tiene buen culo.
«Dios mío, si es verdad, existen ese tipo de hombres» Pienso para mis adentros.
Rebusco en mi ingenio alguna frase inteligente para burlarme de él, pero nada, mi cerebro ha quedado choqueado ante su culo y su figura.
«Céntrate, Marla, es un idiota con aires de héroe».
—Y entonces, ¿Qué tal? ¿Pasé la prueba visual? — pregunta sarcástico enfrentando su mirada oscura con la mía azul. No me puedo creer que lo hizo.
—Sí, de hecho, creo que pasaré del vestido rojo y probaré un tutú de ballet, estoy segura que lucirá mejor que un soso vestido del montón.
—Ahora que lo menciona, he dado clases de ballet y tengo que decirle que soy el mejor para ese puesto, si puede ser rosa mucho mejor. Me priva el rosa.
Vuelvo a mirar a Cooper que se ha quedado callado observando nuestra disputa de indirectas muy directas.
—Cooper, no quiero un guardaespaldas, pero no voy a poner más resistencia porque ya me cansé de este circo. Vuelvo a mi habitación.
Cooper no dice nada, solo asiente con su cabeza y mira a Kilian sonriendo triunfante. Les doy la espalda a ambos y me dispongo a salir por la puerta de la oficina. De pronto un mareo hace que me detenga en seco, toco mi cabeza para amortiguarlo pero nada, no mejora, continua. La cabeza me da vueltas y los ojos amenazan con cerrarse. No sé qué pasa conmigo que últimamente no me he sentido bien. Siento como mi cuerpo pierde fuerza poco a poco y todo se vuelve oscuro poco a poco.
—Marla, cariño, ¿te encuentras bien? —pregunta Cooper preocupado desde su silla.
—No, yo… yo… creo que… me voy a desmayar.
Y caigo de golpe contra algo duro perdiendo el conocimiento por completo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro