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Marla

Mi padre…

El señor Cooper era mi padre. Tomé el primer vuelo de regreso a Nueva York lo más rápido que pude y sin darle ninguna explicación a Burton.

Aún no podía creerlo, eso no podía ser cierto. Carlos me mintió, una vez más.

El edificio donde se encontraba el bufete Pérez-Llorca siempre había sido un lugar que me provocaba escalofríos, principalmente porque lo consideraba un lugar sombrío carente de emociones en sus paredes, era como si sus dueños no tuvieran alma. Ahora al parecer era el lugar de trabajo de mí supuesto padre: Cooper Llorca.

Entré decidida secándome una lágrima que aun caía por mi mejilla, el portero me miró, pero ni siquiera se dignó a detenerme. Tomé el ascensor hasta la planta del señor Cooper que ya me sabía de memoria donde se encontraba. Solo me detuve cuando llegué a la puerta de su oficina, entré en ella y acomodé mi trasero en su silla presidencial. Él no se encontraba, mucho mejor para mí, pensé. Observé su decoración, todo era blanco allí adentro, a excepción de las cortinas que poseían un color crema horrible. De entrometida hurgué en la pequeña gaveta de su escritorio, estaba consciente que no tenía derecho a invadir su intimidad muy a pesar de que existiera la posibilidad de que fuera su hija.

— ¿Qué es esto? —me pregunté a mi misma, llevándome un mano a la boca para cubrírmela. Abrí mis ojos de par en par sin poder creer lo que mis ojos observaban en ese instante. Una foto mía de cuando apenas tenía cinco años se encontraba escondida entre varios papeles dentro de la gaveta. La tomé entre mis manos y mis lágrimas volvieron para continuar descendiendo por mi cara. Verme ahí, con los ojos brillosos, llenos de ilusión, llenos de esperanza, hizo que recordara a la niña de cinco años huérfana que soñaba con tener una nueva familia, un padre. Cooper Llorca tenía muchas cosas que explicarme.

En ese instante la puerta de su oficina se abre y él entra en ella.

—Te estaba esperando, padre. —Mi voz cargada de rencor resuena en la oficina y Cooper centra de inmediato su vista en mí.

—Marla…

En apenas unos minutos lo vi tragar el nudo que se le formó en su garganta, cambiar su postura y balbucear mi nombre una y otra vez. No necesitaba su mierda, ni siquiera necesitaba fingir que me parecía bien el hecho de que él fuera mi padre. Odiaba toda esta situación, asi como también odiaba a Cooper Llorca. Me sentía una maldita adolescente perdida, y hacía mucho tiempo que había dejado de ser una adolescente hormonal, ahora era una mujer, perdida sí, pero una mujer a fin de cuentas.

—Ya veo que te sabes mi nombre a la perfección —lo ataqué con todo mi sarcasmo mientras me levantaba de su silla y me acercaba hasta él. La foto aún descansaba entre mis manos.

—Marla, puedo explicarte lo que pasó hace años, créeme que no tienes idea de nada —se justificó enseguida, pero mantuvo su postura en el mismo lugar —. La foto es tuya, es el único recuerdo que tenía para mantener mi vínculo contigo y recordarte, jamás dejé de buscarte, pregunté por ti, contraté un detective privado, pero jamás diste señales de estar viva.

—Porque será que no te creo, Cooper —sequé mis lágrimas con rapidez, nunca fue mi estilo dar lástima.

—No lo hagas, yo estoy muy consciente de todos mis errores, de cada maldito error que cometí en mi vida. Pero sabes una cosa, Marla, cuando descubrí que eras mi hija, esa que por tantos años busqué, no pasó ni un solo día sin que necesitara tenerte cerca, pero nunca me permitiste acercarme más allá del amigo entrometido de Serena — con el dorso de su mano secó sutilmente las lágrimas de su mejilla y me arrebató la foto de las manos.

—No hiciste nada para estar cerca de mí, aun sabiendo que era tu hija, no sé a qué le llamas necesitar, pero estoy muy segura que el concepto no es así —levanté mi voz para que me escuchara muy bien.

—No sabes lo que hablas, Marla, no lo sabes —negó con su cabeza.

— ¡No el que no sabe lo que habla eres tú!, ¡el que no sabe por todo lo que pasé eres tú, el que no sabe nada de mi eres tú! ¡Tú no eres nadie para decirme que no sé nada, no eres nadie Cooper Llorca!, nadie. —Me derrumbé, comencé a llorar sin control y mi corazón se agitó al punto que me costaba respirar. De repente los brazos de Cooper se aferraron a mi cuerpo, abrazándome. No lo aparté, simplemente agradecí en silencio su pequeña muestra de apoyo y cariño, o lo que fuera todo aquel circo donde yo era la atracción principal.

—Yo lo sé todo, Marla, Serena me contó. No me alcanza la vida para pedirte perdón por todo, te lo juro que no, pero revivir una vez más el pasado no nos hará bien a ninguno de los dos.

Levanté mi cabeza del suelo para mirarlo a los ojos, parecía sincero. Secó con la yema de sus dedos algunas de mis lágrimas y me sonrió. Se sintió bien, no lo podía negar.

—Pero yo necesito saber toda la verdad, por favor, prometo escucharte sin juzgar, por favor —le rogué. Mi respiración había vuelto a la normalidad poco a poco.

Cooper pareció pensárselo, lo notaba indeciso.

—Está bien, entiendo que quieras conocer tu pasado y las circunstancias que te llevaron a un orfanato. Marla yo renegué de ti, y eso es algo que no me lo perdonaré nunca, el hecho de no haberle creído a tu madre cuando dijo que estaba embarazada de mí, solo eso me hace mala persona. Jamás le creí a tu madre, siempre pensé que era una oportunista y una aprovechada que solo quería chantajearme para sacarme dinero para drogarse —se acomodó para mirarme a la cara mucho mejor —. Tu madre tenía un gran problema con las drogas, la conocí en una exposición de arte callejero, era muy hermosa, pero su adicción nublaba todos sus sentidos. Por aquel entonces yo estaba casado, y también mantenía una relación con Karin, tu madre. De ahí naciste tú, ella me lo confesó, pero no le creí y simplemente me alejé de ella y jamás la busqué.

— ¿Cómo supiste de mi existencia? —pregunté curiosa.

—Un día cualquiera la mejor amiga y vecina de tu madre, Tanya Lynn, se apareció aquí en la oficina y armó un escándalo, exigiendo que me ocupara de ti porque tu madre no estaba en condiciones, me contó sobre tu existencia y que ella estaba a cargo de ti porque Karin se encontraba ingresada en un centro de desintoxicación para drogadictos.

—Sí, Tanya se convirtió en mi segunda madre por aquel entonces, recuerdo que ella siempre me cuidaba, a mi madre la veía muy poco —recordé de pronto.

—El caso es que no le presté atención, la di por loca, hasta que tu madre murió y ella me hizo llegar una carta a mi buzón, pidiéndome que te cuidara, con los resultados de una prueba de ADN que confirmaba que tú eras mi hija biológica y tu acta de nacimiento —sonrió levemente —. Me alegró saber que tu madre te había llamado como mi difunta abuela: Riley Llorca.

Una leve sonrisita se dibujó en mis labios. Se sentía raro tener la atención de alguien sobre mí, se sentía raro tener una familia.

—Fui a buscarte hace muchos años atrás, Marla, pero cuando llegué a tu antigua casa ya Tanya te había dejado abandonada en aquel orfanato, pero me mintió diciéndome que habías muerto junto con tu madre, cosa que me enteré que era mentira muchos años después. Marla —tomó mi cara entre sus manos y besa mi frente —, si hubiera conocido tu paradero desde el inicio, te habría ido a buscar desde el minuto uno.

Sus palabras sonaban reconfortarte, hasta creíbles, pero no estaba tan convencida de ello. ¿Quién me aseguraba a mí que todas sus palabras eran ciertas? Nadie más que él, el hombre que decidió darme la espalda mucho antes de venir a este mundo. No, no lo podía aceptar.

—Perdóname, Cooper, pero ni siquiera estoy convencida de todo lo que acabas de contarme. Lo siento —me levanté lentamente dispuesta a salir por la puerta de su oficina y perderme de su vista, pero su mano agarra la mía deteniéndome en el proceso.

—Hija, no nos hagas esto, a ninguno de los dos —me suplica con lágrimas en sus ojos.

La palabra “hija” hace que la piel se me erice.

—Lo siento, Cooper, en mi mente no cabe ahora mismo perdonarte, jamás me buscaste, jamás quisiste saber nada de mí, jamás te tuve en mi vida, ¿Por qué habría de perdonar  a alguien que nunca me necesito?  

—Si te necesito, hija —secó sus lágrimas de manera torpe.

—No, Cooper, no insistas, por favor.

Me alejé de él y salí de su edificio y de su vida lo más rápido que mis pies me permitieron.  Él no me detuvo. En cuanto salí por la puerta me coloqué mí sobre todo para cubrirme del frio día lluvioso de Nueva York mientras mis lágrimas se deslizaban por toda mi cara. Extraje el teléfono y vi que había un montón de mensajes nuevos sin leer.

Burton: Oye Marla hace días que no sé nada de ti, ¿me llamas?

Serena: Marla, ¿Dónde estás? Ya sé que regresaste a Nueva York, tus sobrinos te extrañan y te quieren ver hoy mismo. Te queremos.

CompanyLab: Señorita Marla, aún estamos esperando su respuesta para colaborar con nosotros, atentamente Laboratorios Inmey.

Refunfuñé por lo bajo mientras leía los mensajes, y luego guardé el teléfono devuelta en mi bolso. De pronto alguien me agarró por la nuca inmovilizándome, con una de sus grandes manos me limpió la lagrima que se me escapó por la mejilla. Mi respiración se aceleró ante lo que claramente era un asalto. Agarró mi pelo de forma brusca, obligándome a girarme para enfrentarlo.

—Buenas tardes, señorita Marla —habló, exigiéndome con sus ojos chispeantes de furia que no gritara o sería peor para mí.

Tragué saliva intentando contener la repugnancia que me provocó su mal aliento cerca de mí. Era un hombre, pero su rostro se encontraba cubierto por un pasamontañas que me impedía ver sus fracciones. Olía a anís y sudor. Su mano subió hasta llegar a mi garganta. Apretó, impidiéndome respirar.

—Mira hasta donde hemos tenido que llegar por culpa de tu noviecito Carlos, es un poco hombre. Estate muy quieta, de lo contrario te mataré, ¿queda claro?

Asentí en silencio, no me quedaba otra opción.

—Ahora vas a venir con nosotros sin decir una sola palabra. Comienza a caminar —retiró su mano de mi garganta y me empujó hacia adelante para que comenzara a avanzar, yo cumplí sus órdenes a la perfección mientras lloraba en silencio, rogando porque alguien me ayudara. Caminé unos cuantos pasos y me detuve —. Sigue —demandó de forma grosera, yo solo me quedé quieta llorando — ¡Te dije que sigas!

Seguí avanzando, hasta que llegamos a una furgoneta negra que nos esperabas con las compuertas traseras abiertas y dos hombres más en su interior. Apreté los labios con fuerza y el tipo me empujó dentro de la furgoneta, mis lágrimas caían sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Mi mente vagaba. ¿Dónde estás Carlos?, dónde estás cuando más te necesito.

—Tu padre jamás volverá a verte, ahora sabrá lo que se siente perder lo más preciado. Jódete Cooper Llorca —murmuró otra hombre justo antes de encestarme un golpe en la nuca con su codo, justo antes de que todo se volviera oscuro

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