Kilian
No puedo negar que he perdido la puta cabeza por esta mujer. La observo de lejos moverse en cada posición que el estúpido fotógrafo le indica. Trato de relajarme en el sofá en el que estoy sentado, pero cuando otro hombre también en bañador entra en escena pierdo los estribos por completo.
«Que cojones» murmuro para mí.
Me levanto como un resorte del sofá y me acerco hasta ellos, los ojos de Marla se encuentran con los míos y de solo verme sabe que pienso.
— ¿Quién es ese tipo? —le pregunto casi susurrándole las palabras al oído.
— ¿Quién?, ¿Nicholas?
—No me interesa saber su nombre, solo dime quien cojones es.
Ella se cruza de brazos y comienza a sonreír.
—Es un modelo, aunque realmente no trabaja de eso, es solo relleno.
—Marla… —Me acerco a ella enfadado apretando los labios en el camino —. No vas a posar desnuda con otro hombre, suficiente tengo ya con el fotógrafo.
—Es solo trabajo, Kilian, no me voy a acostar con ellos —contesta en voz baja poniendo los ojos en blanco.
Observo al tipejo unas cuantas veces antes de responderle y niego con la cabeza.
—Por supuesto que no te acostarás con ellos —afirmo.
— ¿Y qué si deseo hacerlo? —me reta.
Le sostengo la mirada unos segundos y acerco mi boca a su cuello.
—Yo no lo permitiré —susurro y luego me alejo de ella de vuelta al sofá.
La observo cubrir su cuerpo con un albornoz negro mientras una mujer se acerca a ella y comienza a ponerle algo en el pelo, el cual lleva suelto, cayéndole por debajo de los hombros. Se ve increíble, mucho más sensual que de costumbre. En cuanto su cuerpo vuelve a quedar al descubierto cuando el fotógrafo pide que se retire el albornos toso y desvío la mirada en otra dirección.
«Joder, puta madre»
Estoy comenzando a sudar en un sitio donde el aire acondicionado está que parte. Pensaba que podía soportar verla casi desnuda frente a otros hombres, pero está claro que no. gruño entre dientes mientras busco algo con lo que entretenerme para no correr hasta ella y sacarla en brazos de este lugar. Trago saliva cuando de reojo la veo en una posición muy sugerente con el otro tipejo mientras el fotógrafo grita instrucciones desde su posición detrás de la cámara. Casi siento que me da un infarto cuando la mano del hombre toca uno de los muslos desnudos de Marla.
«Mierda»
Las ganas de acercarme y pegarle un puñetazo solo se intensifican. Respiro hondo y trato de tranquilizarme, después de todo soy un hombre capaz de controlar mis propias emociones.
«Vamos, Kilian, tú puedes soportarlo»
Y casi lo consigo, hasta que el cabrón del tipejo en bragas de mujer posa sus manos encima de los pechos de Marla, la rodea con la otra mano y sonríe como si no tuviera otra cosa que hacer. Me levanto indignado tropezando a mi paso con unos tacones esparcidos por el suelo, pero no llego a caerme. Observo a Marla y veo que ella también me observa a mí con los ojos muy abiertos.
«Quita tus sucias manos de mis tetas» pienso para mis adentros haciendo énfasis en mis.
Me acerco hasta ellos y me planto al lado del tipo. Él me mira, pero el muy cabrón continua con sus manos en las tetas de Marla. La rabia que me recorre la columna vertebral se queda corta ante todo lo que estoy sintiendo ahora mismo. Coloco una de mis manos en el hombro del tipo y lo miro.
—Quita tus sucias manos de mis tetas —ahora si lo digo en alta voz, dedicándole una mirada de odio al tipo. Marla me observa disgustada.
El tipo se gira para encararme y suelta a Marla en el proceso.
— ¿Perdón? Creo que no son suyas, más bien son de Marla —murmura el tipo con arrogancia.
Le tiendo la mano para ayudarlo a levantarse, asi de bueno y condescendiente soy.
—Lo ayudo, deme su mano —le ofrezco.
—Kilian… no —murmura Marla tratando de persuadirme. Ni siquiera la miro, toda mi atención está puesta en el tipo de las bragas de mujer. Este mira mi mano extendida, pero vacila.
—Puedo levantarme solo —susurra con voz aguda, como si quisiera retarme.
«Payaso»
—Por poco tiempo —musito antes de cogerlo por el cuello y levantarlo yo mismo. Lo tiro de vuelta al piso y le pego un puñetazo en su cara.
Marla se aleja corriendo, perdiéndose de mi campo de visión, pero no le presto mayor importancia a ese dato porque sigo concentrado en rematar el tipejo en bragas.
—No vuelvas a mirarla siquiera —le advierto, y el hombre se retuerce de dolor en el suelo y su nariz le sangra por todos los orificios. Recupero el aliento y el móvil vibra en mi bolsillo cuando intento ir en busca de Marla. Lo saco y leo el mensaje de un número desconocido que termina de enfurecerme por completo, mucho más que antes.
Número desconocido: Teniente Hamilton, le informo que en las próximas cuarenta y ocho horas debe volver a la base militar en Tahití, de lo contrario se considerará su dimisión del pelotón y pasará a manos de FBI por alta traición.
Atentamente, Teniente Coronel de SWAT.
— ¡Hijo de puta! —grito mientras guardo el móvil y avanzo a trompicones en busca de Marla. Bajo ningún concepto puede enterarse que debo volver al ejército. De ninguna manera pienso dejarla sola. Y, aunque sé de quién proviene el mensaje, no estoy dispuesto a ceder ante sus chantajes y sus manipulaciones. Esta vez no.
Permanezco quieto en medio del pasillo al no encontrar a Marla por ningún lado. Pensé que había corrido a esconderse por miedo, pero no es asi. No está, y yo estoy comenzando a desesperarme. Las rodillas me fallan ante la posibilidad de que alguien se la haya llevado. Vuelvo a girar mi cuerpo, examinando toda el área.
— ¡Marla! — vocifero.
Todo es culpa mía, no debí haber reaccionada de esa forma. Una vez más he puesto mis emociones primero que la razón y he acabado cagándola.
— ¡Marla! —continúo gritando.
Corro hacia el coche al no tener respuesta. Conduzco arriba y abajo como un demente, examinando cada callejón y cada persona que encuentro a mi paso. Observo los vehículos que pasan por mi lado y nada, ni rastro de ella. Frustrado, cojo mi móvil y llamo a mi madre.
— ¡Marla ha desaparecido, necesito tu ayuda ya! —le grito sin siquiera saludarla. No tengo tiempo que perder. Nadie lo sabe, pero Kai es mi segunda jefa, la que busca mis trabajos y la que hace el trabajo de campo por mí. Es mi mano derecha y también mi madre.
—De acuerdo —responde ella con calma, la misma que necesito yo ahora mismo —. ¿Dónde estaba antes de desaparecer?
—En un puñetero local de fotografía.
Cuelgo y doy media vuelta por la entrecalle que acabo de tomar. Giro a la derecha y entra en la calle principal como alma que lleva el diablo. No me importa que me pongan una multa por exceso de velocidad. Juro que si le pasa algo, yo mismo acabaré con mi vida porque jamás me lo perdonaré. Ni idea tengo del tiempo que llevo buscándola, recorriendo calle por calle hasta encontrarla. Me percato de que aparco el coche frente a la mansión de su padre. Me apeo y noto que su coche también se encuentra aparcado justo en la entrada de la casa. Me acerco a él cuando algo brilla encima del parabrisas, captando mi atención. Se trata de una nota acompañada de una pequeña navaja dorada, tomo el papel entre mis dedos y los ojos se me llenan de rabia al leer su contenido.
Cada vez falta menos, el reloj casi se detiene. Cucú, cucú.
— ¡Mierda! —el miedo y la culpa se multiplican al leer aquello. Aprieto el papel hasta arrugarlo por completo y hacerlo añicos. Entro en la casa dando zancadas, la puerta se encuentra abierta y es algo que me extraña mucho. Frunzo el ceño cuando escucho sollozos a la par que voy acercándome a la habitación de Marla. Me detengo en seco cuando percibo la puerta de su habitación abierta y la figura de Marla sentada en el suelo, llorando. Apoyo mi cuerpo en la pared de enfrente y suspiro aliviado, llevándome una mano al pecho.
Me acerco a ella lento y temeroso. Tomo asiento a su lado en el suelo y solo me limito a mirarla. Ella también me mira y sus ojitos están rojos de tanto llorar.
«Todo es mi culpa» me recrimino.
Tomo el móvil y le envío un mensaje a mi madre para decirle que Marla se encuentra bien. Me es imposible ocultar la emoción que siento de verla bien, conmigo. Una lagrimilla de alivio sale de mi ojo derecho y rueda por mi mejilla para terminar cayendo en mi traje negro. Tengo tanto miedo a perderla que me supera.
—Pensé que te habían secuestrado, juro que pensé que te había perdido para siempre —susurro entre dientes, costándome un montón decir esas palabras en voz alta.
—Estoy cansada de ver violencia a mí alrededor. Lo siento, no podía soportar verte a ti comportarte igual que el resto —solloza y traga saliva.
Sacudo la cabeza y el remordimiento hace mella en mi interior. Me acerco a ella un poco más y la abrazo. Beso su cabeza y luego la miro a los ojos dispuesto a que vea mi arrepentimiento en ellos.
—Lo siento, yo… yo no puedo soportar que alguien que no sea yo te toque, no puedo soportarlo.
Ella me abraza con fuerza y se aferra a mí como un koala. Le susurro mis disculpas al oído y le prometo que nunca más me separaré de ella. Nunca.
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