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Kilian

Detengo la caída de la señorita Marla justo antes de pegarse de bruces contra el suelo.

—La tengo. Señorita Marla, abra los ojos por favor, reaccione —le susurro en el oído mientras la acomodo entre mi pecho. Mi voz suena grave, ronca y muy preocupada.

—Voy a la cocina corriendo a por un vaso de agua —objeta Cooper nervioso y puedo notar como le tiemblan las manos.

—No — lo detengo con mis palabras antes de que salga corriendo como un corderito asustado —. Mejor busque colonia, eso hará que poco a poco reaccione. —Él asiente con la cabeza y se pierde puerta afuera.

La princesita de carnaval ha comenzado a parpadear y a tocarse la cabeza, la observo un poco aturdida, por lo que la sostengo contra mí con mucha más fuerza de la que antes estaba empleando. Cuando sus ojos azules se enfrentan con los míos me asalta una sensación de alivia que hace tiempo no sentía.

—Joder, menos mal — murmuro mientras rozo mi frente con la suya y aspiro su olor a perfume dulce de coco.

—No te librarás tan pronto de mí, héroe payaso —habla con la lengua enredada arrastrando las palabras, pero logro entenderla a la perfección. Me ha llamado payaso, nunca me han llamado de esa forma, a lo largo de mi carrera de guardaespaldas he recibido todo tipo de sobrenombres obscenos y graciosos, pero como los de Marla ninguno.

—Vaya, veo que tu sentido del humor tan particular no desaparece ni aunque te desmayes — le dedico una media sonrisa y trato de incorporarla para que se siente.

— ¡Mierda! —grita cuando logra sentarse sobre mis piernas, a lo que yo reacciono de inmediato, y no solo yo, claro está. Trato de persuadir a mi amigo para que se esconda antes de que ella se dé cuenta, pero si Marla continúa moviéndose eso no será posible —. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué me duele tanto la cabeza?

Carraspeo un par de veces para apartar los pensamientos innecesarios a la vez que me acomodo un poco con ella encima.

«Dios, ayúdame, ten piedad de mi»

—Te desmayaste y estuviste a punto de besar el suelo —le explico. Aparto la mirada de sus ojos y trato de centrarme en otra puta cosa que no sea ella y su cuerpo encima de mí.

—Ay, mierda.

Se mantiene encima de mi como si nada, la miro pero no me atrevo a decirle que se baje de mis piernas, no al verla asi tan vulnerable. Trago saliva y mi cuerpo se estremece.

—Bueno, princesa de carnaval, ahora que ya sé que estás bien, tengo que decirte un par de cositas importantes —he cambiado mi semblante de lastima por uno sarcástico y pervertido. Ha llegado la hora de comenzar el juego.

—Tú dirás, aunque no creo que tengas nada que decirme que ya no sepa — asegura y sé que miente y que se muere por conocer cada pequeño detalle de su ex. Por mi parte no estoy muy claro si debería contárselo o guardármelo para mí, pero me molesta ver la confianza con la que habla de mi difunto amigo Connor sin siquiera conocer absolutamente nada de él.

—Muy bien, ¿qué sabías de Connor? —pregunto, y su expresión soberbia cambia por una triste. Rodeo su espalda con uno de mis brazos para que ella se a apoye a él y pueda hablar con comodidad. No quiero presionarla, pero debo saber a qué me enfrento y hasta donde llegaron las mentiras de mi amigo.

—Todo, su nombre y a que se dedicaba, fuera de eso nada más.

—Déjame decirte princesita que no sabías nada, te mintió — sus ojos se abren con sorpresa, pero no dice nada —. ¿Sabes que hacía antes de llegar a ser el gran doctor Carlos Pierce? ¿Sabes su edad real? ¿Sabes los nombres de sus familiares? ¿Sabes dónde estudió? No, verdad, porque en el fondo sabes que, en realidad nunca conociste al verdadero Connor.

Su expresión se entristece y la culpa inunda mi sistema.

«Estás haciendo lo correcto, Kilian» me repito por dentro en un intento de apartar el sentimiento de protección que me caracteriza.

—Sé que era militar, él me lo contó — murmura indecisa, porque en realidad no sabe si esa información es falsa o verdadera. En sus ojos puedo notar como ha comenzado a dudar de las palabras de Connor.

—No era cualquier militar, era un puto General, el principal de hecho, nada se movía en las tropas del ejército sin que Connor lo ordenara antes. Era el más despiadado, sanguinario y cruel de todas las filas americanas, sus enemigos le temían y todo el pelotón se cuadraba cuando él entraba. No era cualquier militar mundano.

— ¿Y tú cómo sabes todo eso? —me pregunta de repente con el ceño fruncido.

—Porque yo fui su segundo al mando y su mejor amigo durante años, trabajábamos juntos, codo con codo.

Aquella confesión la toma por sorpresa, no se lo esperaba, pero era mi deber contarle antes de que todo aquello estallara en nuestras narices. Le doy un apretón en la mano para reconfortarla un poco, pero ella la retira con brusquedad. La miro a los ojos y está llorando, joder, esto no era algo que me esperaba. No sé qué hacer ahora.

—No llores, por favor, debías saber la…

— ¡Cierra la puta boca! —me grita poniéndose de pie como un resorte y dedicándome una mirada de asco, de repulsión. Su cara se llena de lágrimas en unos segundos y yo me retuerzo en el asiento aguatando las ganas de correr hacia ella y abrazarla fuerte.

—Señorita Marla, por favor, cálmese, me está haciendo sentir culpable —le ruego, pero ella es terca a mas no dar.

—No quiero calmarme, ¿te das cuenta? Toda mi puta vida ha sido una mentira, y lo único que pensaba que era real ahora resulta que no lo es — seca algunas de la lágrimas de su cara pálida y se acerca poco a poco hasta mi —. Tenía que haber muerto yo también.

Sus palabras se clavan en mi interior y me hacen recordar lo que viví hace algunos años atrás. Recuerdo que me sentí como una escoria, que deseaba mi propia muerte, que las ganas de vivir se me habían esfumado al igual que mi última misión. Sigo creyendo que no hay nada más difícil en esta vida que ver morir ante tus ojos a la persona que más amabas. Nada supera ese dolor, ni siquiera un montón de balas calibre 47 perforando cada rincón de tu cuerpo.

«Es pasado, Kilian, es pasado»

Rompo la distancia que nos separaba y tomo su cara entre mis manos. Miro sus ojos azules opacos por el llanto y luego la abrazo. Joder, los dos lo necesitábamos. La estrecho con fuerza contra mi pecho y gruño en su oído.

—Escúchame, por favor, jamás vuelvas a repetir esas palabras, jamás. Todo estará bien, te lo prometo, ¿me entiendes?

—Vale. Payaso.

Su apodo hace a ambos sonreír y olvidarnos por unos segundos de nuestras penas.

—Está bien, pero antes debemos establecer unas cuantas reglas antes de comenzar con tu protección. La primera de ellas, jamás volverás a sentarte en mis piernas, ¿queda claro? —le digo muy serio, apartándome de ella un poco para mirarla a los ojos.

—Ok, tampoco creas que tenía ganas de hacerlo, fue cosa de las circunstancias. Juro por Dios que nunca más lo vuelvo a hacer, no me van los tipos con aires de héroes — la Marla colérica acaba de volver a salir a la luz.

—Como sea, la segunda, nunca me llevarás la contraria en nada de lo que te pida.

Ella pone los ojos en blanco y eso la hace ver muy graciosa, como si fuera una niña pequeña.

—Me parece una regla muy presuntuosa, serás mi guardaespaldas, no me padre ni mi niñera —dice cruzándose de brazos.

—Pues entonces seré más que tu guardaespaldas, seré tu sombra, una extensión de tu cuerpo — digo sonriendo, mi mente viajaba a mil por horas de solo pensar en rozar su cuerpo. A los segundos me arrepentí de haber dicho esas palabras. Echo mi cuerpo hacia atrás poniendo distancia entre ambos.

—No te alejes, no muerdo, payaso —murmura con voz sensual, y juro que estaría dispuesto a probar sus labios, pero era mi trabajo, mi puto objetivo.

—Tú no, el que no quiere morderte soy yo.

Ella alza sus cejas sorprendida y lanza una sonrisa pícara en mi dirección. Ella da unos cuantos pasos hacia adelante, muy segura de sí misma y de su decisión de acercarse a mí.

— ¿Lo harías? —me pregunta mientras espera su respuesta con curiosidad.

Ahora soy yo el que alza sus cejas sin poder evitarlo. ¿Me está retando? Quiero pensar que solo juega conmigo.

—Eso depende de muchos factores, pero le daré una respuesta rápida… no, no muerdo cosas que ya han caducado, saben a rancio —replico sonriente por mi ingeniosidad.

—Oh, seguro, claro sí. —Mi respuesta la ha molestado, comienza a caminar en dirección a la puerta de salida de la oficina, pero de repente se gira hacia mí para decirme sus últimas palabras —. Una duda existencial que tengo, ¿cuál es la verdadera razón por la que Cooper te ha contratado?

Tanteo mi peso entre una pierna y la otra, las manos comienzan a sudarme y utilizo una de ellas para secarme el sudor que ha comenzado a brotar de mi frente. Sacudo la cabeza para apartar el nerviosismo que me causa la respuesta a su pregunta. Trago saliva para poder hablar.

—Porque alguien quiere verlo muerto, y tú eres su principal debilidad —aunque no es mentira, le di la vuelta a la respuesta porque estoy seguro que hay mucho más que solo simples amenazas y un intento de secuestro frustrado.

— ¿Y qué tengo que ver yo con eso? Nadie sabe que soy hija de Cooper —murmura ella con la espalda pegada a la puerta de la oficina.

—Tú eres la clave.

Y con esas últimas palabras coy yo el que esta vez sale por la puerta y se pierde de su vista. No tengo nada más que decirle ni a ella ni a su padre. Es mejor asi, al menos hasta que descubra todo este crucigrama en donde Marla Collier es el segmento principal, de eso estoy seguro. Esta chica es más que una simple espectadora de su propia vida, es la llave para descubrir todo lo que oculta Cooper Llorca y todo su séquito.

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